Julio López
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La insurrección que viene
Por (reenvio) Comité Invisible - Sunday, Aug. 08, 2010 at 7:49 PM

Introducción Bajo cualquier ángulo que se le mire, del presente, no hay salida. Esa no es la menor de sus virtudes. Él niega todo apoyo a quienes prefieren esperar. Él desmiente en el instante a quienes pretenden tener soluciones. Si algo queda claro es que todo no puede ir sino de mal en peor. No se dice en vano que «El futuro ya no tiene porvenir»: esa es precisamente la sabiduría de una época que, con sus aires de extrema normalidad, llegó al nivel de consciencia de los primeros punks.

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La esfera de la representación política se cierra. De izquierda a derecha, es la misma nada la que hace poses ataviadas de solemnidad o con aires de virgen, son las mismas cabeceras de góndola[1] las que intercambian discursos siguiendo los últimos hallazgos del servicio de comunicación.

Quienes aún votan dan la impresión de no tener otra intensión sino la de hacer saltar las urnas a fuerza de ejercer el voto por pura protesta. De hecho, se comienza a adivinar que es contra el voto mismo que siguen votando. De lejos se ve que nada de lo que pasa está a la altura de la situación. En su propio silencio, la población parece infinitamente más adulta que todos los ineptos que se pelean por gobernarla. Hay más sabiduría en las palabras de cualquier chibani[2] de Belleville[3] que en todas las declaraciones de ‘cualquiera’ de nuestros supuestos dirigentes. La tapa de la olla social se vuelve a cerrar —y con triple seguro— mientras en su interior la presión no cesa de aumentar. Desde argentina, el fantasma del ¡Qué se vayan todos! comienza seriamente a acosar las cabezas de los dirigentes.

El incendio de 2005 no termina finalmente de proyectar su sombra sobre todas las conciencias. Esos primeros fuegos de alegría han sido el bautizo de un decenio repleto de promesas. El cuento mediático de las-afueras-contra-la-República, si no carece de efectividad, carece de veracidad. Brotes de fuego que fueron metódicamente silenciados comenzaron a arder hasta en los centros urbanos. Calles enteras de Barcelona ardieron de solidaridad, sin que nadie lo experimentara excepto sus habitantes. Y no es verdad que, desde entonces, el país haya dejado de arder. Entre los inculpados se encuentran toda clase de perfiles que apenas el odio de la sociedad existente puede unir. Algo que no hace la pertenencia de clase, de raza o de barrio.

Lo inédito no reside, pues, en una «rebelión de las afueras» —que ya en 1980 no era nueva—, sino en la ruptura con sus formas establecidas. Los asaltantes ya no escuchan a nadie, ni a los hermanos mayores ni a la asociación local que ya debería manejar el retorno a la normalidad. Ningún SOS Racisme[4] podrá hundir sus raíces cancerosas en este evento al que solo la fatiga, la falsificación y la omertá[5] mediáticas pudieron pretender dar un término. Toda esta serie de golpes nocturnos, de ataques anónimos, de destrucciones sin concesión tuvo el merito de abrir al máximo la brecha entre la política y el político. Honestamente, nadie puede negar la carga de evidencia de este asalto: no formulaba ninguna reivindicación, no ofrecía ningún mensaje diferente a la amenaza y, a fin de cuentas, solo quería hacer la política. Hay que estar ciego para no ver todo lo que hay de puramente político en esta negación resoluta de la política. Ciegos, o no conocer nada sobre los movimientos autónomos de la juventud que se vienen realizando desde hace ya treinta años. Los primeros bibelots de una sociedad que sabe que no merita más miradas que los monumentos de París al final de la Semana sangrienta[6] se consumieron en empresas desesperadas.

No habrá solución social para la situación actual. Primero, porque el conglomerado de medios, de instituciones y de burbujas individuales —que por antífrasis se llama «sociedad»— no tiene consistencia; segundo, porque ya no hay un lenguaje para la experiencia común. Y si no se comparte un lenguaje, no se comparten las riquezas. Fueron necesarios medio siglo de lucha, en torno a las Luces, y un siglo de lucha, en torno al trabajo, para concretar la posibilidad de la Revolución francesa y para dar nacimiento al temible «Estado providencia»[7].

Las luchas crean el lenguaje en el que se dicta el nuevo orden. No hay nada semejante hoy día. Europa es un continente empobrecido que se esconde para hacer sus compras en Lidl[8] y viaja en low cost[9] para poder viajar. Ninguno de los «problemas» que se formulan en el lenguaje social admiten aquí una solución. La «pregunta de las jubilaciones», la de la «precariedad», la de los «jóvenes» y de su «violencia» solo pueden permanecer en suspenso mientras que se maneje policiacamente su paso a la acción; transición que, además, es siempre más sobrecogedora de lo que estas preguntas abarcan. No se conseguirá, pues, adornar el hecho de chapucear a buen precio a unos viejos despojados de su grupo y que no tienen nada que decir.

Quienes encontraron en las vías criminales menos humillación, y más beneficios, que en el cuidado de los retretes no dejarán sus armas, y la prisión no les inculcará el amor por la sociedad. Encontrándose sobre sus rodillas, la exacerbación para disfrutar las hordas de jubilaciones no soportará los cortes oscuros en sus rentas mensuales, y ante la negativa al trabajo por parte de un gran sector de la juventud, esta solo puede incrementarse. Para terminar, ninguna renta básica —ninguna a la que se llegue en el futuro de un casi-levantamiento— suministrará las bases de un nuevo New Deal[10], de un nuevo pacto, de una nueva paz. El sentimiento social se ha evaporado ya suficientemente para eso.

En materia de soluciones, la presión para que nada pase y las inspecciones policiales del territorio no dejarán de acentuarse. Incluso el UAV[11] —que, según testimonio mismo de la policía, sobrevoló el Seine-Saint-Denis[12] el 14 de julio pasado— dibuja el futuro con colores más puros que todas las brumas humanistas. Que se haya tomado tanto cuidado en precisar que no iba armado, deja ver claramente en qué camino nos estamos comprometiendo. El territorio estará cada vez más demarcado por zonas cerradas. Ya las autopistas que se construyen al borde de un «barrio sensible[13]» levantan un muro invisible y completamente acondicionado para separar las zonas urbanizadas.

La notoriedad de la gestión de los barrios «por comunidad» es la más efectiva, no importa lo que piensen las buenas almas republicanas. Las porciones puramente metropolitanas del territorio, los principales centros de la ciudad, llevarán con una deformación siempre más retorcida, siempre más sofisticada, siempre más resplandeciente su vida lujosa. Alumbrarán todo el planeta con su luz de burdel. Y mientras tanto las patrullas de la BAC[14], las compañías de seguridad privada —en una palabra, las milicias— se multiplican al infinito beneficiándose simplemente de una máscara judicial siempre más impudente.

Por todas partes visible, el impase del presente se niega por todos lados. Jamás debe haberse empleado un número tan grande de psicólogos, de sociólogos y de literatos, cada uno de ellos con una jerga particular que carece sobretodo de conclusiones. Basta escuchar los cantos de época, las fantasías pergeñadas por la «nueva canción francesa» (donde la pequeña burguesía desmenuza sus estados de ánimo y las declaraciones de guerra de la Mafia K’1fry[15]) para saber que una coexistencia pronto finalizará, que una decisión está cerca.

Este libro está firmado por un nombre de colectivo imaginario. Sus redactores no nos los autores. Los primeros, se contentaron con poner un poco de orden en los lugares comunes de la época, un poco de orden sobre eso que se murmura en las mesas de los bares, detrás de las puertas cerradas de los dormitorios. No han hecho más que fijar las verdades necesarias, esas cuyo rechazo universal colma los hospitales psiquiátricos y las miradas de pena. Ellos se hicieron los escribas de tal situación. Es un privilegio de las circunstancias radicales que la precisión conduzca con una lógica correcta a la revolución. Basta con decir lo que se tiene a la vista. Y no eludir la solución.

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Por bloom02 - Thursday, Sep. 02, 2010 at 7:12 AM

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