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Un estudio recuerda el expolio de la mayor necrópolis guanche jamás hallada
Por Fuente: EFE - Wednesday, Sep. 01, 2010 at 4:24 AM

Santa Cruz de Tenerife, 31 ago (EFE).- La investigadora Dolores Delgado rememora en un estudio el hallazgo en 1933 de la necrópolis guanche de Uchova, en el municipio tinerfeño de San Miguel de Abona, el mayor yacimiento funerario indígena jamás hallado, con más de medio centenar de cuerpos, y que fue saqueado hasta su total destrucción.

Delgado ha publicado su trabajo sobre la cueva de Uchova, "76 años después de su descubrimiento y destrucción", como homenaje a quien fuera director del Museo Arqueológico de Tenerife Luis Diego Cuscoy, quien calificó el expolio como "una brutal destrucción", uno de los hechos más bochornosos registrados en un yacimiento arqueológico y una "triste experiencia" que debía servir de enseñanza.

La investigadora señala en una entrevista a Efe que la cueva fue descubierta accidentalmente por el cabrero Domingo Pérez en mayo de 1933 y se trata de un lugar de difícil acceso, a más de 400 metros sobre el nivel del mar y a unos 50 del fondo del barranco.

Al principio Domingo Pérez silenció su hallazgo, al parecer porque quedó "impresionado", pero luego trascendió entre los vecinos y llegó hasta la Guardia Civil, que interrogó al cabrero.

Es el capitán de la Guardia Civil, Santiago Cuadrado y el alcalde del municipio, Casiano Alfonso, los que comunican al gobernador civil, Gil Tirado, "el sensacional descubrimiento".

En junio la prensa local de la época, consultada por esta investigadora, publica la noticia con datos discrepantes: en unas informaciones se habla de que había inicialmente "unas 80 momias" mientras que en posteriores noticiarios varían entre 74 y 60 los cuerpos hallados.

Al final, y según el trabajo de Luis Diego Cuscoy, los huesos que "sobrevivieron" al expolio parece que podrían haber pertenecido a unos 55 cuerpos en Uchova, término que posiblemente derive del vocablo guanche "uchón" o "auchón", que tiene un paralelismo en el vocablo bereber "ichuva" o "cueva", explica la investigadora.

Lo curioso es que a pesar del difícil acceso, comienza entonces un fenómeno, el de la "peregrinación" a la Tafetana, por la que se calcula que llegaron a pasar más de 4.000 personas en tres o cuatro días. Y empieza el expolio.

"Se llevaron huesos largos, con o sin momificación, cráneos y desaparecieron los maxilares inferiores en su casi totalidad por creer los que allí visitaron la cueva que era lo más valioso", si bien se recuperaron algunos con posterioridad, según precisa Dolores Delgado.

En los primeros días tras su hallazgo el director de la Escuela de Bellas Artes, Pedro Suárez, realizó un dibujo de la cueva y de cómo estaban colocados los cuerpos, unos en una especie de repisas naturales y otros en lechos acondicionados, si bien sólo un par de días después, cuando se sacaron las primeras fotos del lugar, "casi la mayoría de los restos ya estaban revueltos".

Entre los cuerpos allí depositados se encontraron seis con señales de momificación y al fondo de la cueva se halló una mujer y un niño, del que "después de las desafortunadas visitas sólo quedaron unas costillas".

El estudio de esta cueva funeraria revela las particularidades de los ritos mortuorios aborígenes que hasta entonces se desconocían, como la colocación de los cadáveres y el acondicionamiento de sus lechos.

La cultura guanche mantuvo un sistema de enterramiento distintivo según sexos con una disposición típica: los hombres en posición de cubito supino y las manos paralelas al cuerpo, mientras que en las mujeres las manos están colocadas sobre el pubis.

Además se solían enterrar con un ajuar funerario, posiblemente los utensilios que hubiesen tenido en vida, y en el caso de la cueva de Uchova se hallaron 90 cuentas de collar, un punzón de hueso, restos de pieles, algunos hachones de tea y un cuenco de barro cocido hallado en una oquedad del techo.

También había un cuenco de madera del que sólo se conserva la mitad.

El saqueo que sufrió la necrópolis fue constante durante casi cuatro meses -hubo un día en el que entraron a la cueva más de 600 personas- y para evitar el pillaje continuado, en septiembre de 1933 se puso una cancela a la entrada de la cueva, después de que el Ayuntamiento pusiese como guardián al propio cabrero que la había encontrado, quien se vio "apabullado" por los visitantes y no podía evitar que se llevasen huesos y utensilios.

Lo que sobrevivió fue depositado en cajas en el Museo Arqueológico de Tenerife y, tras veinte años en el "olvido", fue estudiado por Luis Diego Cuscoy en una investigación que publicó la separata de la Revista de Historia de la Universidad de La Laguna.

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