Julio López
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Finaliza el período de citación de testigos
Por reenvio - Wednesday, Sep. 08, 2010 at 10:08 PM

De abril a la fecha, más de cien ex detenidos contaron su paso por la Unidad 9 durante la última dictadura cívico-militar. Ahora, el Tribunal que preside el Juez Carlos Rozansky está a la espera de las declaraciones de los últimos testigos para así continuar con la indagatoria a los imputados. La audiencia de mañana tendrá lugar en los Tribunales de 8 y 50 y habrá teleconferencia con España.

Por Secretaría de Prensa y Difusión – APDH La Plata



(7SEP2010) – El Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de La Plata decidió pasar a un cuarto intermedio hasta mañana a las 10 luego de resolver dejar sin efecto el pedido de citación a Eduardo Zavala “por no estar en óptimas condiciones de salud” y a la esposa de Juan Carlos Deghi -el interno que fue asesinado a balazos durante un traslado en marzo de 1978- entre otros testigos, a quienes no se pudo contactar para que comparezcan.



En este sentido, los jueces coincidieron en ver agotado al período de citación de testigos, lo que pone de manifiesto que tras la declaración indagatoria de los imputados que deseen hacerlo la semana siguiente, se pasaría, entonces, a la etapa de los alegatos.



Por su parte, César Augusto Olovardi fue el único testigo -y uno de los últimos- en relatar su paso por la Unidad 9 durante la última dictadura cívico-militar.



El 14 de junio de 1974 Olivardi había sido detenido en una calle de Mar Del Plata mientras estaba junto a sus compañeros y, de inmediato, fue baleado en la espalda. “Estuve un día y medio en lugares que no puedo precisar y luego en un hospital, donde fui legalizado y permanecí poco más de una semana”, expresó el testigo.



Tras ser intervenido quirúrgicamente producto de una fractura en la pierna, el testigo fue trasladado a Azul y luego al hospital platense de la cárcel de Olmos, donde estuvo alojado hasta finales de 1974. “De ahí fui a parar a la U9 de La Plata, a principios de 1975, y alojado en el Pabellón 11 junto a pocos internos que estaban considerados presos políticos”, señaló Olivardi. Y agregó: “Allí teníamos un régimen carcelario humano. Teníamos visitas de contacto y podíamos leer lo que preferíamos. Hasta ahí todo era normal”.



Con “hasta ahí”, el testigo refirió a la brutal requisa del 13 de diciembre de 1976 que dio paso a la dirección de Abel Dupuy al frente del penal. Ese día, “personal uniformado con ropa de fajina” irrumpió en las celdas, obligó a los internos a pararse en la puerta y a pasar por intermedio de esos hombres que estaban formados en dos columnas. “Fue una lluvia de golpes, puños y patadas, y yo pasé corriendo”, resumió Olivardi.



“¿En qué cambiaron las cosas?”, le preguntó el Juez Carlos Rozansky. “Nunca más tuvimos visitas de contacto y tampoco se permitió que nos visitara cualquiera”, alegó el testigo. A partir de entonces, los familiares se tenían que volver sin verlos y las visitas que siguieron fueron “mediante vidrio”. Según expresó, “Tampoco nos quedó material de lectura. Sólo una revista de contenido trivial (de moda) que incluso la recibíamos con algunas hojas cortadas”.



De torturas y caprichos



Por qué estaba sentado en la cama de la celda. Por qué miraba por la ventana. Por qué estaba leyendo. En cuanto al régimen de castigo, éste consistía en la sanción “caprichosa” y “por cualquier cosa” como, por ejemplo, no haberse abrochado un botón de manera adecuada o las preguntas enunciadas más arriba. Sin embargo, una de las situaciones más curiosas que describió el testigo involucra a ese oficial que lo interrogaba: “Una vez entró en mi celda y me preguntó si podía hablar conmigo. Le dije que sí y me sorprendió que no me obligara a que bajase la cabeza. Lo que tenía para decirme era que no me castigaba porque quería sino porque lo mandaban de adelante”.



Al igual que los demás testimonios brindados a lo largo del proceso judicial, el testigo recordó a las celdas de aislamiento como “buzones” o “chanchos”. En palabras de Olivardi, “No significaba solamente ir a un lugar de castigo, sino ser desnudados y recibir palizas enserio. Recuerdo haber terminado ahí unas quince o veinte veces, y que allí estaba el oficial apodado ‘Cabeza de candado’”. También refirió a los imputados Peratta -a quien pudo reconocer-, Fernández y Rebaynera como “personas que pegaban”. “Es más, pensé que Fernández sabía de artes marciales. No sé cómo podía pegar tan fuerte a tan corta distancia”, arguyó.



En otro orden, Olivardi hizo alusión al caso de Dardo Cabo, el interno que fue asesinado junto a Rufino Pirles tras un supuesto intento de fuga durante su traslado al penal de Sierra Chica en enero de 1977. Según su testimonio, Cabo estaba “pegado” a su celda y con él jugaban al ajedrez por medio de la pared que los dividía. “Yo escuché la apertura de la celda y que le dijeron que preparara el mono porque iba a ser trasladado”, confesó el testigo. Días después y por comentarios de otros detenidos, Olivardi se enteró que a Cabo “lo habían matado”.



Ante una pregunta de la Fiscalía, el testigo aseguró haber sido sacado del penal en mayo de 1978 y trasladado en un camión celular por personal del Servicio Penitenciario Bonaerense que lo alojó durante más de dos meses en un lugar que hasta el día de hoy no puede determinar. Vale destacar que durante este período, la familia del detenido concurría a visitarlo a la U9 y allí le negaban el ingreso arguyendo que Olivardi se encontraba en la celda de castigo.



Respecto a la responsabilidad de los médicos, el testigo aseveró que jamás recibió visita sanitaria mientras estuvo detenido en la U9. Aspecto que, a lo largo de su declaración, se vio obligado a subrayarlo varias veces.



Luego del cautiverio en la U9, Olivardi fue trasladado a la cárcel de Devoto en 1980 donde permaneció un año, hasta que fue reubicado en el penal de Rawson, Chubut, pero la libertad llegó recién en 1982.



La audiencia del juicio a los penitenciarios se reanuda mañana a partir de las 10 de la mañana y tendrá lugar en la Sala de Audiencias de la Cámara Federal de Apelaciones de La Plata que está ubicada en la sede de Tribunales de calle 8 entre 50 y 51. Está previsto un solo testigo y la declaración será vía teleconferencia con la ciudad de Madrid, España.

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