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Carta abierta a la Secretaría de DD.HH. de la Nación
Por Sobrevivientes y familiares de desaparecidos -
Friday, Sep. 10, 2010 at 6:43 PM
Posición de sobrevivientes y familiares de desaparecidos del CCD Servicio de Informaciones
CARTA ABIERTA
A LA SECRETARÍA DE DERECHOS HUMANOS DE LA NACIÓN
Con todo el respeto que Ustedes nos merecen, con la importancia y la repercusión que tienen en nuestro país y en el mundo los juicios contra el terrorismo de estado que se están realizando en estos años, queremos pedirles humildemente que también Ustedes nos respeten.
Todos nosotros hemos pasado por la vivencia de secuestros y torturas, no sólo de nosotros mismos sino también de nuestros seres queridos (madres, padres, esposos/as, hermanos/as, hijos nacidos y por nacer, compañeros, amigos), hemos vivido la incertidumbre de la desaparición, la ignominia y el terror del Centro Clandestino de Detención, el encierro prolongado durante años, la persistente impunidad de nuestros verdugos, las pérdidas definitivas.
En las primeras audiencias del Juicio Oral contra “Díaz Bessone, Lofiego, Marcote, Vergara, Scortecchini y Chomicki por detenciones ilegales, tormentos y homicidios, más asociación ilícita, nos enteramos que esa Secretaría, en su calidad de querellante, había desistido de acusar a Ricardo Chomicki (y a Nilda Folch, Graciela Porta, Carlos Brunatto, quienes inadmisiblemente siguen estando prófugos y quienes, protegidos por el paraguas que Ustedes les brindan, lo seguirán estando).
Desisten Ustedes de una acción inculpatoria interpuesta por Ustedes mismos en tiempo y forma (en oportunidad de presentar vuestra “Requisitoria a elevación a juicio oral”). ¿Habría que agregar que bien fundada?
Y para fundamentar vuestro posterior desistimiento (y el inexplicable viraje producido de la noche a la mañana) recurren Ustedes a un nefasto documento de la Unidad Fiscal Nacional del año 2008. Documento que oportunamente impugnamos con dureza aquéllos que nos sentimos aludidos por sus aseveraciones. Además de conminados a pensar-obrar-decir-no hacer- no pensar-no decir lo que unos pocos “expertos” allí dictaminan.
Decimos que ese documento, que en mala hora emitiera la Unidad Fiscal, es sencillamente nefasto. Y lo es por varios motivos:
En primer lugar y sobre todo, porque falsea la realidad de lo ocurrido en los campos de concentración de nuestro país. Y porque al hacerlo nos agravia. Agravia a quienes somos sobrevivientes y nos comprometimos, desde siempre y a lo largo de décadas, en la denuncia de los horrores vividos y en la búsqueda infatigable de verdad y justicia. Y lo que es peor, agravia a nuestros muertos, instalando un relato falso y forzando una interpretación postrera de sus actos que está muy lejos de la verdad tal como ésta se perfila en los testimonios de los sobrevivientes. Citamos textual:
“La dinámica de los centros de detención, cuyo efecto puede sintetizarse con el lema omnipresencia del terror,” - hasta acá, coincidimos absolutamente – “configuraba un sistema que permitía conducir a los detenidos a efectuar comportamientos típicos en contra de otros también en situación de cautiverio, sin necesidad de que las órdenes ni las amenazas que los generaban y apoyaban se explicitasen o actualizasen a cada momento. El terror constante hacía funcionar un sistema perverso en el cual muchos detenidos pasaban a ser victimarios, a la manera de engranajes de una maquinaria de aniquilación en la que se los obligaba a insertarse y de la que debían participar prestando colaboración para proteger su propia existencia.” (el subrayado es nuestro)
Esto no es sólo una mentira alevosa: se trata simplemente de una infamia. Decir que “muchos detenidos pasaban a ser victimarios” y que efectuaban “comportamientos típicos en contra de otros también en situación de cautiverio” y “sin necesidad de que las órdenes… se explicitasen” es dar a entender que en los Centros Clandestinos de Detención quien más quien menos colaboraba. Esto es mucho más de lo que estamos dispuestos a soportar. Y para limitarnos a lo que compete al juicio “Díaz Bessone y otros”, afirmamos categóricamente: no es cierto que las cosas hayan sucedido así en el Servicio de Informaciones de la Jefatura de Policía de Rosario.
En segundo lugar, ese documento es nefasto porque pone en un mismo plano tareas tales como barrer, servir la comida, con “tareas que implicaban violencia contra otros detenidos”, las que formarían parte de las “tareas propias del campo”, sin ningún distingo, y habrían constituido –según el documento citado- “una práctica constante”.
Disculpen, doctores, pero por un mínimo de honestidad tenemos que decir –y los invitamos a Ustedes a pensar- que entre agarrar la escoba y empuñar la picana o hacer inteligencia para los represores hay un abismo. Y que no cualquier persona lo atraviesa. De hecho, un escasísimo porcentaje de detenidos lo hicieron. Y no reconocer esa diferencia abismal es también agraviante para los detenidos-desaparecidos que fueron llevados a realizar trabajo esclavo, sin por ello identificarse con los represores ni dejar de ser solidarios con sus compañeros.
En tercer lugar, ese documento es nefasto porque opera una generalización inaceptable en lugar de habilitar una escucha fina de las voces que desde hace rato están testimoniando a lo largo y a lo ancho del país, y que nos entregan relatos insustituibles, que echan luz sobre la singularidad de cada lugar de detención (incluidas las denominadas ‘cárceles legales’). Citamos:
“En los centros de detención así como en otras experiencias de campos de concentración, la utilización de personas detenidas para cumplir tareas propias del campo y, entre ellas, también tareas que implicaban violencia contra otros detenidos, ha sido una práctica constante.” (el subrayado es nuestro)
“El tipo de actividad que cumplía cada detenido dependía de sus habilidades o conocimientos, de las necesidades específicas del campo o del mero azar. Esta colaboración se obtenía por medio de la amenaza constante de muerte y de las torturas que quebraban la voluntad del detenido. Al colaborador se le concedían ciertos ‘privilegios’ que ayudaban a vencer la resistencia: mayores comodidades de alojamiento, permisos de salidas para visitar a familiares, comunicación telefónica con familiares y especialmente el cese de las torturas, y la esperanza –que sin embargo en numerosas ocasiones no se concretó en los hechos-, de recuperar la libertad y sobrevivir. Estos privilegios significaban, al menos temporalmente, no estar sujeto al régimen ‘normal’ de crueles vejámenes y torturas psíquicas y físicas del centro clandestino de detención”.
¿A qué universo se refiere? ¿Qué experiencias investigadas dieron lugar a estas tesis? ¿Están incluidos los gulags, Autchwitz, el Servicio de Informaciones, el Estadio Nacional de Chile, La Perla, las mazmorras de la Inquisición, Automotores Orletti, Guantánamo, Miranda de Ebro, Boer, la ESMA, Orduña? ¿Son todos lo mismo?
En lo atinente al Centro Clandestino de Detención que nos ocupa (el Servicio de Informaciones de Rosario), por el que pasamos no menos de dos mil personas, debemos consignar que los únicos colaboradores fueron los cinco que siempre hemos denunciado, que las actividades que cumplían eran detener gente, interrogarla y torturarla (¿en base a “sus habilidades y conocimientos” previos?) y que, por cierto, fueron muy bien recompensados y quedaron agradecidos con los represores, no quebrando nunca el pacto de silencio, pese al pedido expreso de familiares de desaparecidos. En el caso de Chomicki- Folch, convitieron a Feced en su padrino de bodas.
En cuarto lugar, el documento es nefasto porque omite cualquier referencia a la resistencia que los detenidos-desaparecidos en los Centros Clandestinos de Detención opusimos al poder omnímodo de nuestros captores, a las estrategias de supervivencia que nos dimos. Citamos:
“He aquí un punto neurálgico de los casos analizados: la realización de una conducta bajo una presión psíquica insoportable, guiada por el instinto de supervivencia. La alternativa de no colaborar o de dejar de colaborar implicaba asumir el riesgo cierto de costos altísimos, que se pagaban con nuevas torturas e inclusive con la vida misma. Cumplir con las órdenes, colaborar con los captores, era así, un modo de auto conservación.” (El subrayado es nuestro)
Sólo desde la ignorancia o el cinismo puede afirmarse, como regla general, que el ser humano, guiado por su instinto de supervivencia, como modo de auto conservación, ataca a miembros de su colectivo de pertenencia, uniéndose a quienes lo destruyen. La supervivencia y la auto conservación de la vida humana no refieren sólo -ni principalmente- a la defensa de los órganos del cuerpo, de la vida biológica. No somos cucarachas. Los humanos nos auto conservamos defendiendo nuestros lazos sociales, nuestros afectos, nuestros rasgos identificatorios, nuestros ideales, nuestros lugares de pertenencia, nuestros valores, nuestras representaciones imaginarias acerca de lo que somos y lo que queremos ser. El sentido último de nuestros actos.
Esa es la vida que defendimos con uñas y dientes en los Centros Clandestinos de Detención argentinos casi todos los que pasamos por ahí.
No desconocemos que el plan sistemático de exterminio montado por el terrorismo de estado - que incluyó persecuciones y secuestros, torturas en centros clandestinos, desaparición y asesinatos de opositores políticos- apuntó a la colaboración. ¿Cómo desconocerlo, si no hemos hecho otra cosa, mientras estuvimos secuestrados, que resistirnos como pudimos a ese propósito?
Por último, es nefasto el documento que Ustedes toman como verdad revelada para fundamentar vuestro desistimiento de inculpar a Chomicki, porque parte de una certeza que nosotros, disculpen, no tenemos. Parte de la certeza –y busca imponerla a fiscales, querellantes, abogados, testigos - ¿y por qué no a la opinión pública?- de que estos colaboradores devinieron tales luego de soportar terribles torturas y a causa de éstas. ¿Devinieron auxiliares de las patotas represivas luego de soportar terribles torturas? ¿Chomicki, por ejemplo? ¿Folch? ¿Brunatto? ¿Ustedes están seguros de eso? No podemos menos que expresarles nuestra admiración, porque a nosotros, que transitamos esa historia – y otras tantas historias conexas- no nos queda para nada claro. Y en algunos casos nos inclinamos francamente por pensar que las cosas ocurrieron de otro modo. Es más, nos gustaría que estos imputados, en ejercicio de su legítimo derecho a la defensa, puedan volcar informaciones que contribuyan a esclarecer los sucesos que los involucran. Cuestión que jamás sucedería si a partir de esa especie de pre-juzgamiento favorable que el citado documento decreta -y que Ustedes hacen suyo- se les garantizara su cuota de impunidad.
Estimados doctores del la Secretaría de DDHH:
¿Por qué no conversaron con nosotros cuando decidieron cambiar los fundamentos de vuestra acusación a Chomicki- Folch en fundamentos para no acusarlos? ¿Por qué tomaron, al margen nuestro, sin ningún tipo de comunicación con nosotros, una decisión que repudiamos los sobrevivientes del Servicio de Informaciones, que contradice todos los testimonios prestados en esta causa desde enero de 1984, que va en contra de la voluntad y la conciencia de los propios querellantes?
Disculpen, pero no queremos que ningún ‘expert’ en Centros Clandestinos de Detención ni en Leyes venga a decirnos quiénes fueron nuestros verdugos, a contarnos lo que vivimos ni a imponernos cómo debemos interpretarlo. Llevamos décadas reflexionando acerca de lo que nos pasó.
Tampoco queremos abrir un debate ético acerca de la colaboración ni acerca de su supuesta eficacia como estrategia de supervivencia. No porque carezca de interés –que lo tiene y mucho- sino porque no lo consideramos oportuno en este momento histórico. Y la sala de audiencias de un tribunal Federal no nos parece el escenario más adecuado. Pero, si somos llevados a dar el debate, lo daremos.
Estimados doctores de la Secretaría de Derechos Humanos:
Por favor, no nos agredan más. No nos resulta fácil exponernos, brindando nuestros testimonios en el juicio. Hacerlo, además, frente a seis imputados que fueron algunos de nuestros verdugos ¡¡¡y que están en libertad!!! No nos agredan con aseveraciones falsas que nos denigran y echan un manto de sospecha sobre nuestro comportamiento, que no nos merecemos. Como tampoco nos merecemos que nos traten como seres insensibles que acusan a sus ‘pobres compañeros’. No lo somos. No somos insensibles. Por el contrario, hemos dado muestras de solidaridad en los momentos más difíciles y las seguimos dando. Si acusamos, tenemos nuestras razones. ¿No les parece que sería más correcto escuchar los testimonios en el juicio antes de tomar semejante decisión?
Lo lamentamos. Lo lamentamos enormemente. Y nos sorprende, realmente nos sorprende. Les pedimos que desistan de vuestro desistimiento, que sostengan el texto de vuestra requisitoria. Y de lo contrario, si sostienen Ustedes la postura de no acusar a uno de los imputados que nosotros acusamos, yendo de este modo en contra de nuestras estrategias jurídicas y de la verdadera ocurrencia de los hechos, tal como la venimos denunciando desde siempre, entonces, les pedimos por favor que se abstengan de ejercer nuestra representación en el juicio.
Esperamos que sepan Ustedes comprender las razones que nos asisten. Hemos sido discretos, hemos sido por demás de discretos. La actitud que Ustedes asumieron nos obliga a expresarnos públicamente.
Sólo nos resta esperar que el Tribunal, considerando todas las pruebas ofrecidas, al cabo del largo proceso que nos aguarda, haga su dictamen, a conciencia y de ser posible, sin presiones.
Marta Bertolino DNI 10.987 703 sobreviviente, testigo, querellante,
esposa de Oscar Manzur
(desaparecido)
Juan Carlos Ramos DNI 14.981 926 sobreviviente, testigo
Eduardo Seminara DNI 11.871 085 sobreviviente, testigo, querellante
Azucena Solana DNI 14.151 889 sobreviviente, testigo, querellante
José Aloisio DNI 13.502 503 sobreviviente, testigo, querellante
Alfredo Vivono DNI 11.447 294 sobreviviente, testigo, querellante
Alejandra Manzur DNI 25. 438 997 sobreviviente, testigo, hija de Oscar Manzur
(desaparecido)
Juan Girolami DNI 8.524 017 sobreviviente, testigo
Héctor Medina DNI 12.232 216 sobreviviente, testigo, querellante
hermano de Oscar Medina
(desaparecido)
Carlos Corbella DNI 4.695 279 sobreviviente, testigo
Laura Ferrer DNI 12. 720 253 sobreviviente, testigo
Oscar Bustos DNI 13.077 076 sobreviviente, testigo, hermano de Raúl
(desaparecido)
Yolanda Medina DNI 4.841 098 querellante, hermana de Oscar Medina
(desaparecido)
Élida Luna DNI 6.255 404 querellante, esposa de Daniel Gorosito
(desaparecido)
Jorge Rueda DNI 12.804 804 sobreviviente, testigo
Liliana Gómez DNI 11.448 023 sobreviviente, testigo
Cristina Bernal DNI 10.183 877 sobreviviente, testigo
Nicolás Segarra DNI 13.588 627 sobreviviente, testigo, hermano de Rodolfo
(desaparecido)
Teresita Marciani DNI 5.269 422 sobreviviente, testigo, hermana de Tita
(muerta junto a su bebé, nacido muerto, después de pasar por el S.I.)
María Inés Luchetti DNI 6.735 413 sobreviviente, testigo, cuñada de Jaime Colmenares,
(desaparecido)
María del C. Sillato DNI 6.377 804 sobreviviente, testigo
Daniel Bas y Mansilla DNI 13.588 032 sobreviviente, testigo
Stella Hernández DNI 13.580 362 sobreviviente, testigo
Laura Torresetti DNI 12.381 968 sobreviviente, testigo
Nelly Ballestrini L.C 5.565 922 sobreviviente, testigo,
esposa de Gregorio Larrosa (sobreviviente,
testigo, fallecido con posterioridad)
Patricia Antelo DNI 13.588 440 sobreviviente, testigo
Francisco Oyarzabal DNI 12.522 790 querellante, hermano de José Antonio
(desaparecido, caso Los Surgentes)
Cristina Rinaldi DNI 12.527 279 sobreviviente, testigo
Félix Manuel López DNI 6.043 052 sobreviviente, testigo
Élida Deheza DNI 11.826 312 sobreviviente, testigo
Marcelo Jalil DNI 10.864 868 querellante, hermano de Sergio Abdo Jalil
(desaparecido, caso Los Surgentes)
Gloria Martínez DNI 10.410629 esposa de Osvaldo Vermeulen
(desaparecido)
Patricia Costanzo DNI 12.522 771 hermana de Cristina Costanzo
(desaparecida, caso Los Surgentes)
Marcelo Márquez DNI 16.852 714 querellante, hermano de María Cristina
(desaparecida, caso Los Surgentes)
Jorge Berg DNI 13.587 390 sobreviviente, testigo
Daniel Gollán DNI 12.110 173 sobreviviente, testigo
Ángel Florindo Ruani DNI 12.521 359 sobreviviente, testigo
Enzo Tossi DNI 6.069 319 sobreviviente, testigo
Juan Carlos Cheroni DNI 8.284 649 sobreviviente, testigo, cuñado de
Miriam Moro y Roberto de Vicenzo
(desaparecidos)
Mirta Isabel Castelini DNI 10.538 903 sobreviviente, testigo,
hermana de María Juana Castelini
(desaparecida)
cuñada de Luis Alberto Esteban (desaparecido)
Luis Cuello DNI 11.874 122 sobreviviente, testigo
Nota: todos los firmantes estuvimos detenidos-desaparecidos y/o tuvimos un familiar directo detenido-desaparecido en el Servicio de Informaciones de Rosario.
Piedad?
Por Pagaras Todo -
Friday, Apr. 22, 2011 at 5:50 PM
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Un oscuro día de justicia
Por Ricardo Ragendorfer el Dom, 15/08/2010 - 08:56.
* Daniel Cecchini : Notas
El protagonista de esta historia era militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES); su nombre: Ricardo Miguel Chomicki. El 2 de diciembre de 1976 fue secuestrado en Rosario junto a su pareja, Nilda Folch, por un grupo de tareas que respondía al ya fallecido comisario Agustín Feced. Ambos fueron llevados a las mazmorras de la Sección de Informaciones de la policía local.
Allí, tras ser objeto de feroces torturas, empezaron a colaborar con los represores en interrogatorios a sus compañeros de infortunio, entre otros menesteres. Pero sin revertir su condición de cautivos.
En la actualidad, El Cady –tal era su apodo– es juzgado por el Tribunal Oral Federal Nº 2 de Rosario. Sobre él pesan denuncias por crímenes de lesa humanidad, y comparte el banquillo de los acusados con el antiguo mandamás del II Cuerpo del Ejército, ex general Ramón Genaro Díaz Bessone, y cinco policías. Sin embargo, la fiscalía, la querella de la agrupación Hijos y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación desistieron de los cargos en su contra con el siguiente criterio: “Quien entra como víctima a un centro clandestino, sale en la misma condición”.
Ello es el disparador de un debate cuyo eje gira en torno a la responsabilidad ética y penal de quienes estando privados de su libertad durante la dictadura colaboraron con los represores. Un tema cuya valoración oscila entre la inmediatez y la perspectiva histórica.
En cuanto a lo primero, bien vale evocar otro caso no menos emblemático, pero diferente tanto en el epílogo como en su abordaje.
Todo empezó cuando el integrante de la conducción de Montoneros, Marcos Osatinsky, fue capturado el 7 de agosto de 1975 por la policía cordobesa. Sus captores no tardarían en matarlo, arrastrándolo por una ruta encadenado a un auto. Su cadáver fue luego destruido con una carga de dinamita.
Osatinsky había sido delatado por Valdez, un militante cuyo verdadero nombre era Fernando Haymal, quien días antes había caído en manos de una patota policial apoyada por efectivos del Ejército. Al delator también se le atribuye la entrega de otros 10 compañeros, algunas casas operativas y un depósito de armas. Después de semejante contribución informativa, recuperó alegremente la libertad. Pero sus confidencias trascendieron. Y fue condenado a muerte por un tribunal revolucionario de la organización. La sentencia fue cumplida el 6 de septiembre de ese año.
Su apresurado modo de morir, sin embargo, le permitió llevarse algunos secretos a la tumba. Porque lo suyo no se había limitado solamente a una traición cometida en medio de circunstancias apremiantes. En realidad, Valdez había sido doblado por agentes de inteligencia, antes de su fallido intento por volver a circular entre sus compañeros; en su nueva condición de filtro debía reportarse a un tal Vargas. Éste no era otro que el capitán Héctor Vergés.
Esa trama guarda semejanza con una historia relatada por Joseph Kessel en su estremecedora crónica El ejército de la noche –publicada en 1943–, sobre el lado más dramático de la Resistencia Francesa: la ejecución de militantes que, presionados por las circunstancias, colaboraban con los alemanes. Uno sus protagonistas es el jefe de una célula, Félix La Tonsure; otro, su subordinado Philippe Gerbier; éste debe ejecutar al joven delator Dounat. Lo cierto es que Gerbier asume dicha misión como un imperativo moral. “No matar a Dounat es matar a Félix. Porque Dounat vivo entregaría a Félix.” Tal es su razonamiento. Pero sabe que la delación no es culpa de Dounat ni su muerte será culpa de quienes lo enviarán al otro mundo. “El único, eterno culpable –piensa– es el enemigo que impone a los franceses la fatalidad del horror.”
Esa es la clave del asunto.
Y a la vez, el denominador común entre Haymal, Dounat y Chomicki.
Sólo que los primeros dos cayeron en paralelo a su traición. Ésta consistía en vulnerar la vida de sus presuntos compañeros y la estructura de la organización a la que fingían pertenecer. En un tiempo sin ley, sus truculentos finales podrían interpretarse como un acto extremo en defensa propia.
El caso de Haymal es paradigmático; él había sido puesto en libertad y tuvo en sus manos la chance de eludir el asedio de los represores. Pero no lo hizo; es decir, había cambiado de bando. Sucede que para traicionar en serio hay que tener la posibilidad de semejante elección. Tal fue el caso de Jesus Ranier, el filtro del Batallón 601 en el ERP que propició la emboscada a los guerrilleros en Monte Chingolo. El tipo no había sufrido apremio alguno; por el contrario, su único incentivo fue el dinero.
El caso de Chomicki es incomparable a los anteriores. Tanto él como otras personas recluídas en centros clandestinos colaboraron con los represores en situación de cautiverio. Es cierto que pudieron haber consumado actos aberrantes o, simplemente, cebar mate a los verdugos. Pero como mano de obra esclava, en un escenario diseñado para despojar a las víctimas de todo vestigio relacionado con la condición humana, y con el siniestro propósito de que nadie pudiese constituirse en sujeto responsable de sus actos. Ese fue el pecado original de Chomicki. Y así el universo que atravesó como un fantasma apenas disimulado.
El secretario de DD.HH., Eduardo Luis Duhalde sostiene al respecto: “Ni uno, el ex represor, ni el otro, el ex secuestrado, más allá de su voluntad, pueden torcer el papel histórico que les correspondió en el momento de los hechos (desde una temporalidad conjugada hace más de tres décadas en el lugar represivo, no desde sus identidades sustantivas, que trascienden toda finitud).Tampoco pueden evitar las consecuencias históricas del destino prefijado voluntariamente por cada uno en el tiempo previo a que la realidad los pusiera frente a frente, aunque en una relación opuesta y absolutamente desigual: la del verdugo, como parte de la estructura represiva, asumiendo una práctica ilegal, y las de sus futuras presas inermes, quienes aún ejercían su compromiso político”.
Días atrás, una de las testigos sindicadas como colaboradoras en la Esma declaró por primera vez en todos estos años. El motivo: necesitó ese tiempo para quitarse la mochila de haber sobrevivido y, además, bajo el rótulo de colaboradora. “Necesitó –según su abogado, Rodolfo Yanzón– más de cinco lustros para rearmarse; para volver a lo que pensaba en aquel entonces. Hasta ese grado de despersonalización los llevaron. Enfrentar a los cautivos era parte del exterminio, algo similar a lo que sucedió en los campos nazis.”
Chomicki, en cambio, sigue pagando su pecado original.
A su lado, Díaz Bessone sonríe.
Comentarios:
Enviado por Anónimo el Mié, 15/09/2010 - 10:37.
el "militante" de la UES Ricardo Chomicky , su prófuga esposa, y los demás traidores, Jamás, pero Jamás dieron una sola información a los familiares de los compañeros desaparecidos de cual había sido su destino, es más eligieron como padrino de su boda nada menos que a Feced, el jefe de la patota del CCD de la jefatura en Rosario, y no me hablen del sintoma de Estocolmo, "Al pan, pan y al vino, vino, mentiroso al mentiroso Y ASESINO AL ASESINO!!!
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Enviado por Anónimo el Lun, 13/09/2010 - 04:08.
esto no se puede pasar por alto...ni aqui ni en la china...
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Enviado por Anónimo el Lun, 13/09/2010 - 04:07.
Ana Moro pudo escuchar el interrogatorio que se le efectuaba a una persona oriunda de Córdoba, la que no sabía lo que se le preguntaba, ante lo cual fue amenazado con que se le iban a perforar los ojos con una birome por parte del "Cady" Chomicki, quién otro día le expresó a ella que no le iban a hacer daño ni a ella ni a su cuñada, porque no la consideraban "subversivas" y que ellos estaban en una lucha contra la "subversión", expresando también que en el lugar se comentaba que "El Cady" torturaba con "El Ciego".
José Américo Giusti escuchó, a través de la pared donde se hallaba la sala de torturas, que una cautiva llamada "Victoria" torturaba a otra cautiva, apremiándola a preguntas, insistiendo que le dijera cosas, se sentían los quejidos y parecía que la víctima se encontraba amordazada. María Inés Lucchetti de Bettanin aseguró que durante su interrogatorio bajo torturas físicas en el "Servicio de Informaciones" participó del mismo una mujer apodada "Victoria" o "La Polaca".
Gustavo Mechetti dijo que en las sesiones de torturas físicas en las que fue sometido fue golpeado e interrogado por Chomicki y que en la misma estuvo presente su esposa Nilda Folch apodada "Victoria". Osvaldo Daniel Bas y Mansilla señaló que Chomicki y su mujer "La Polaca" oficiaban de escribientes de lo declarado bajo torturas físicas por los cautivos.
Mirta Isabel Castellini declaró haber sido torturada con picana eléctrica por parte de "El Cady" y su mujer "Victoria", éstos dos últimos presos políticos.
Francisca Van Bove dijo que en la sala de torturas donde le toman declaración pudo ver que era una chica joven "Victoria", "Mireya" o "Polaca", colaboradora civil.
Adrián Sanchez indicó que del lugar de torturas lo retira una mujer a la que apodaban "Victoria", a quién después pudo ver en muchas oportunidades en el Servicio de Informaciones.
Oscar Ramón Bustos declaró haber sido secuestrado y trasladado a la Comisaría Séptima, donde puede ver al marido de la "Polaca" Folch al que le decían "El Cady", de donde fue trasladado al "Servicio de Informaciones" por más o menos dos meses donde es torturado por Folch, a quién conocía de su militancia previa en la UES. Y aclaró también que su padre también estuvo allí cautivo y también fue torturado por la misma; Gustavo Piccolo recuerda el caso de un cautivo muy deteriorado por las torturas a quién "El Cady" lo sonsacaba para que colaborara con el interrogatorio.
Elba Ferraro de Bettanin señaló que luego de doce horas de terribles torturas el cautivo llamado Alberto Tion pidió agua, y "el Cady", que colaboraba con la Policía, le señaló que no podía hacerlo porque se moriría y, ante la insistencia de Tion, "el Cady" fue a consultar con los policías y volvió con un sifón de soda, le sirvió tres o cuatro vasos, tras lo cual Tion comenzó a boquear, suspiró muy fuerte y murió. Marcelino Panicalli declaró haber sido interrogado por "el Cady", el que aplicaba picana eléctrica en las sesiones de torturas, quién también en una oportunidad cuando se apersonó alguien que se presentó como "juez militar" le pegó reiteradamente en los testículos.
Hugo Cheroni aseguró que "el Cady" lo torturó y le mencionó que "cantara" porque "le convenía".
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