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El Rati Horror Show: Un documental rodeado de amenazas de muerte
Por (reenvio) Clarín - Sunday, Sep. 26, 2010 at 4:15 PM

Policiales / El director Enrique Piñeyro declaró que le sacaron la custodia y que su familia tuvo que irse del país.

A una semana del estreno del documental “Rati horror show”, el director Enrique Piñeyro denunció que por orden de un jefe de la Policía Federal le sacaron a los tres custodios que se encargaban del cuidado de su familia . Y que, por seguridad, su mujer y su hijo se fueron del país.

El documental de Piñeyro cuenta la historia de Fernando Ariel Carrera, condenado a 30 años de cárcel en 2007 por atropellar y matar a dos mujeres y a un nene en medio de una persecución policial, en avenida Sáenz. El filme sobre el caso, que se conoció como la “Masacre de Pompeya”, muestra cómo policías de la comisaría 34° de la Federal plantaron pruebas contra el acusado para encubrir que se trató de un caso de “gatillo fácil”: Carrera atropelló a las víctimas porque estaba inconciente, tras haber sido baleado por policías que lo confundieron con un asaltante al que perseguían.

Piñeyro aseguró que contaba con la custodia de tres agentes de la Federal, que él mismo pagaba por día. Los había contratado por temor a represalias , como las amenazas que sufrió tras el lanzamiento de otra película suya, “Whisky Romeo Zulú”.

El problema con la custodia Piñeyro no fue la única consecuencia que trajo aparejada “Rati horror show”. Al día siguiente de su estreno, un testigo clave del caso –cuyo testimonio recoge el documental– denunció haber sido amenazado de muerte por dos hombres que circulaban en un Peugeot 504 blanco con vidrios polarizados y l chapa patente doblada.

El testigo es Luis Ríos, un comerciante de Pompeya. “Ojo con lo que decís porque vas a terminar en el Riachuelo”, dijo que le advirtieron los hombres, de entre 45 y 50 años, el pasado viernes 17.

Según el comerciante, que presentó la denuncia ante la Defensoría del Pueblo de la Ciudad, uno de estos hombres le mostró un arma que tenía del lado interior de la campera y también pudo verle una chapa de la Policía Federal , que tenía sobre el pecho “El otro hombre, que era el que manejaba el auto, estaba vestido con una campera marrón y vaquero. Ese dijo después: ‘Si seguís así, vas a terminar con la boca llena de trapos’”, aseguró Ríos.

Según su denuncia, las amenazas no terminaron allí, ya que en la noche del lunes pasado vivió otro episodio alarmante. Estaba tomando un café en un bar y volvió a ver a quienes lo amenazaron . “Esas mismas dos personas estaban en la puerta. Esperaron a que saliera, me miraron y luego se fueron despacito”, contó.

La “Masacre de Pompeya” se produjo tras un asalto. Policías de la comisaría de la zona –la misma a la que pertenecían los oficiales que ahogaron a Ezequiel Demonty en el Riachuelo– iban en autos no identificables persiguiendo a un ladrón. Aseguraron que lo encontraron en un semáforo y que le exigieron que se entregara, pero que el sospechoso arrancó a los tiros y, de contramano, atropelló a las tres víctimas. Ese “sospechoso” era Carrera, que siempre dijo que arrancó porque pensó que los policías eran ladrones que lo iban a asaltar, que le dispararon y lo dejaron inconciente.

En el documental, Piñeyro sostiene que se trató de un caso de gatillo fácil. Hoy Carrera está cumpliendo una condena a 30 años, que está apelada ante la Corte Suprema.

fuente: http://www.clarin.com/policiales/documental-rodeado-amenazas-muerte_0_341966019.html

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Hay un Rati Horror Show para testigos
Por (reenvio) Eduardo Videla - Sunday, Sep. 26, 2010 at 4:34 PM

El hombre había dado su testimonio a un programa de TV hace cinco años. Sus dichos favorecían a quien terminó condenado a 30 años, pero no declaró en el juicio. Al día siguiente del estreno del film recibió amenazas de muerte.

Luis Ríos es una de las decenas de personas que el 25 de enero de 2005, al mediodía, presenciaron la persecución policial que terminó con lo que luego se llamó la Masacre de Pompeya: tres personas murieron atropelladas por un hombre que era perseguido por policías de civil.

Ese día, Ríos fue entrevistado por cronistas de TV y su testimonio salió al aire en un programa periodístico. Luego nunca más se supo de él. Ni siquiera fue convocado como testigo en el juicio oral en que Fernando Carrera fue condenado a 30 años de prisión. Nunca hasta ahora, cuando su testimonio fue rescatado por la película El Rati Horror Show, de Enrique Piñeyro, estrenada el jueves de la semana pasada. Según denunció Ríos, al día siguiente, por la noche, cuando circulaba con su camioneta, se le cruzó un Peugeot 504 blanco con vidrios polarizados, del que bajaron dos hombres. “Ojo con lo que decís, porque vas a terminar en el Riachuelo”, le dijo uno. “Si seguís así vas a terminar con la boca llena de trapos”, agregó el otro. Ruiz volvió a ver a las mismas personas el lunes último: estaban en la puerta del bar donde él había ido a tomar un café, en Pompeya. Ayer, el testigo hizo la denuncia en la Defensoría del Pueblo porteña, cuya titular, Alicia Pierini, envió sendas notas al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; al ministro del Interior, Florencio Randazzo, y al procurador general de la Nación, Esteban Righi, en las que los pone al tanto de la denuncia y les pide que “adopten las medidas que correspondan”.

“Nunca nadie me molestó. Ningún juez me citó. Mis problemas empezaron cuando mi declaración apareció en la película”, dice Ríos, aunque no se lamenta porque cree que “en este caso debe llegarse a la verdad”. El hombre se convirtió, de un día para otro, en testigo clave, ya que sus declaraciones contradicen la historia oficial de la causa, construida por la policía. Dijo Ruiz que Fernando Carrera, el hombre que fue condenado por el caso, no iba acompañado por dos personas, como dijo la policía y suscribieron algunos testigos, sino que estaba solo en su Peugeot 205 cuando era perseguido por el vehículo policial.

“Yo estaba parado sobre la avenida Sáenz al 1300, donde teníamos un comedor comunitario, cuando pasó el auto blanco de Carrera, a 70 u 80 kilómetros por hora. Lo seguía un Peugeot 504 negro con tres hombres, uno de barba, otro de pelo largo y un petiso que tiraba con una Itaka”, recuerda ahora, en diálogo con Página/12. “Luego nos acercamos hasta el lugar donde se produjo el accidente y vimos a las personas destrozadas. Carrera había recibido un balazo en la boca, quiero creer que estaba inconsciente”, agrega.

Carrera siempre dijo en su defensa que atropelló a las personas porque había recibido un disparo y perdió el control del vehículo. Los policías aseguran que la herida la recibió después. Dicen que perseguían a Carrera porque había cometido un robo. El acusado sostuvo que corría porque era perseguido por un auto de civil. La hipótesis de sus defensores, desarrollada por el film de Piñeyro, es que la causa fue armada por la policía.

Ríos no conocía a Piñeyro, ni el equipo de abogados que defendió a Carrera había logrado localizarlo para que declare en el juicio oral que se realizó en 2007. Ni a él ni a ninguno de los testigos que vieron toda la secuencia previa a lo que fue la masacre. “Yo no soy un testigo clave, soy un testigo casual. Había mucha gente en la calle cuando pasaron los policías disparándole al Peugeot blanco”, dice Ríos.

“Lo importante de este testimonio es que Ríos dice que vio cuando los policías le disparaban a Carrera, en Sáenz y Centenera, cuatro cuadras antes de Esquiú” donde ocurrió la tragedia, dice el abogado Federico Ravina, defensor de Carrera. “Los quince testigos que declararon en el juicio estaban en Esquiú y Sáenz”, agrega Pablo Galfré, autor de la investigación periodística para la película de Piñeyro.

El testimonio de Ríos había sido grabado para el programa Cámara testigo, que se emitía por América TV, por el propio Galfré, en el lugar del hecho. Pero el testigo nunca pudo ser localizado. Hasta el martes 14, cuando se hizo el preestreno de la película en la Facultad de Derecho. Allí, Juan Grabois, dirigente del Movimiento de Trabajadores Excluidos, le dijo al abogado Ravina que él conocía al testigo: “Es un dirigente del Movimiento Vecinal Peronista de Pompeya”, le dijo. Fue así que Ríos, invitado al estreno, se reencontró con su propio testimonio.

Fue a partir de entonces, también, cuando empezó su pesadilla. “Al día siguiente, a eso de las diez y media de la noche, cuando iba a guardar mi camioneta, por el pasaje Colmo, casi llegando a Romero, se me cruzó un 504 blanco. Tenía vidrios polarizados negros y la patente doblada, sólo alcancé a ver la letra W”, dijo a este diario. Bajaron dos hombres grandotes, altos, uno de unos 50 años, el otro de 45. El más joven iba con campera negra, mostraba el arma que tenía como en una sobaquera. Le colgaba del cuello una chapa de la Policía Federal”, denunció Ríos en la Defensoría. “Ojo con lo que decís porque vas a terminar en el Riachuelo”, lo amenazaron. Tres días después, agregó en la denuncia, vio a los mismos hombres en el bar La Blanqueada, en Pompeya. “Estaban en la puerta, esperaron hasta que yo salí, me miraron y se fueron”, dijo.

“Que haya cuatro o cinco policías que actúan mal no puede poner bajo sospecha a toda la policía –aclara Ríos–. Si tienen que caer, que caigan. El jefe de policía no los puede proteger.”

Ríos trabaja como fletero en la pequeña empresa que integra, la Cooperativa de Transportes Pompeya. Hasta ayer, ni en su casa ni en el local donde trabaja tenía algún tipo de custodia. El pedido de protección forma parte del reclamo a la defensora del Pueblo, Alicia Pierini, a Fernández, Alak y también al jefe de la Policía Federal, Néstor Valleca. La Defensoría había manifestado en su momento una durísima crítica al proceso judicial que terminó con la condena a Carrera.

El fallo está apelado en la Corte Suprema de la Nación. La Procuración ya se pronunció por ratificar la condena. La última apuesta de la defensa es la presentación del propio Piñeyro, Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas como amicus curiae, solicitando la revisión de la causa.

fuente http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-153722-2010-09-24.html

EL RATI HORROR SHOW

Sinopsis

Enrique Piñeyro está interesado en varios males de este mundo, que tienen su origen en diversas corrupciones. O, mejor dicho, está interesado en cambiar el mundo –con? Fuerza Aérea Sociedad Anónima? logró modificar (o acelerar el cambio) del control de la aviación civil– mediante la acción pública: denuncias, declaraciones, investigaciones, el cine. Piñeyro pone el cuerpo delante y detrás de la cámara, y aquí nos mete en un caso impresionante: denuncias de corrupción, de grosera manipulación de pruebas y de unas cuantas otras cosas (no conviene adelantar más porque la película está estructurada a partir de no pocas revelaciones). Con seguridad escénica y narrativa, Piñeyro, un modelo de hombre renacentista –médico, piloto, productor, cineasta, actor, activista en pos de la justicia– ahora se mete con la policía (“rati” es un término que se usa popularmente y de forma despectiva). Y con? El Rati Horror Show? Piñeyro no solo se anima a hacer denuncias, también se anima a utilizar con elegancia y no poca gracia una batería de recursos: ficcionalización, backstage, efectos especiales... El impactante y convincente resultado prueba –además– que la corrupción es una de las formas más dañinas de la estupidez.

La Historia

El 25 de enero de 2005 Fernando Ariel Carrera, un joven comerciante de 30 años, sin antecedentes penales, casado y con tres hijos, se encontraba en su auto a pocos metros del Puente Alsina, esperando que el semáforo le diera luz verde para cruzar desde Pompeya a Lanús.
Al mismo tiempo, efectivos de la Comisaría 34 buscaban a tres ladrones en un auto blanco –ese era el único dato que tenían– que en la zona habían realizado dos robos. Al ver el Peugeot 205 blanco de Carrera, los policías, dispuestos a detenerlo, se dirigieron hacia él a bordo de un auto sin sirena ni insignia alguna que los identificara como de la Policía Federal.

Mas sobre el documental: http://www.elratihorrorshow.com/2010/09/17/acerca-de-el-rati-horror-show/#more-322

Direccción: Enrique Piñeyro
Duración: 86 minutos.

http://www.elratihorrorshow.com

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Un oscuro día de injusticia
Por (reenvio) Mariano Kairuz - Monday, Sep. 27, 2010 at 2:57 PM

Sin seguir sus pasos, Enrique Piñeyro se va convirtiendo en el equivalente argentino de Michael Moore: alguien capaz de mantener el pulso y no perder la paciencia para exponer las alevosas atrocidades cotidianas de este país. Después de Whisky Romeo Zulú y Fuerza Aérea Sociedad Anónima, las dos películas en las que revelaba con didactismo y contundencia las increíbles irregularidades que regían el mundo de la aeronáutica argentina, ahora estrena El Rati Horror Show, sobre un caso que involucra un tenebroso auto parapolicial, una persecución mortal y la condena de 30 años de cárcel para alguien que es –sostiene– completamente inocente.

Subirse a un avión puede ser muy peligroso, pero las cosas no están mucho mejor por acá abajo. Desde hace seis años, con sus películas Whisky Romeo Zulú y Fuerza Aérea Sociedad Anónima, el piloto, especialista en medicina aeronáutica, actor y cineasta Enrique Piñeyro consiguió instalar en la agenda mediática el tema de la inseguridad aeronáutica. Habiendo renunciado a su trabajo en LAPA dos meses antes del fatal accidente que tuvo lugar en la Costanera en 1999, no sólo convalidó ese alerta que disparó a través del cine con su experiencia personal sino que también hizo las presentaciones judiciales correspondientes. Hoy, Piñeyro da por cerrado el capítulo aéreo, si no en su vida personal, al menos en su cine. Pero un tiempo atrás una nueva causa se le cruzó en el camino, sin buscarla. Y, con la convicción que caracteriza a sus denuncias, antes de estrenar la película que aborda esta nueva causa –un desastre urbano, cercano, cotidiano, vigente y de implicancias y alcances pavorosos– presentó ante la Justicia un video de 40 minutos bajo la figura de Amigos del Tribunal, firmado junto a Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas. Este video contenía testimonios que deberían ayudar a revertir un fallo judicial. El fallo que, sostiene Piñeyro sin la menor sombra de duda, condenó a un hombre inocente a pasar los siguientes treinta años de su vida en la cárcel.

Presentada por primera vez en abril en la Competencia Argentina del Bafici, El Rati Horror Show convierte aquellos 40 minutos originales (que eran “pura prueba”) en un contundente alegato a favor de la liberación de Fernando Carrera, el comerciante que el 25 de enero de 2005 estuvo en el lugar justo en el momento equivocado y se convirtió en el protagonista de lo que los medios llamaron “La masacre de Pompeya”. Ese día, Carrera se disponía a cruzar Puente Alsina en dirección a Lanús en su Peugeot 205 blanco cuando se encontró con un auto perteneciente a la Policía Federal y tomó instintivamente la decisión de huir de él. En un país donde alejarse de la policía nunca es del todo una locura inexplicable, Carrera tuvo motivos más que atendibles: el auto que intentó detenerlo era un Peugeot 504 negro sin ningún tipo de identificación policial, y de su interior asomaban hombres de civil –es decir, ni sirenas, ni uniformes, ni nada– armados. Temiendo un asalto, Carrera tomó la avenida Sáenz, con el 504 detrás. La persecución duró algo más de 300 metros: los efectivos de civil dispararon sobre el 205 dándole 18 veces a la carrocería y ocho a su conductor. Uno de los ocho tiros le pegó a Carrera en la mandíbula dejándolo inconsciente, por lo cual su auto siguió adelante sin control hasta chocar con una camioneta, atropellando y matando por el camino a dos mujeres y un chico. Esta no es, claro, la versión oficial: la policía aseguró que había tenido lugar un tiroteo entre ambos autos, y en los primeros relatos que llegaron a los medios, el comisario Villar ni siquiera llega a ponerse de acuerdo sobre si Carrera estaba “inconsciente, consciente, semiconsciente”, detalle fundamental a la hora de determinar responsabilidades.

Para Piñeyro nunca hubo dudas. Su hijo fue el primero en acercarle el caso mediante un video del programa de Nelson Castro. “Ahí, Castro, que es neurólogo, decía que contra lo que suponía la jueza, es perfectamente posible que una persona siga conduciendo un auto en estado de inconciencia. Así que el asunto me quedó picando”, cuenta el director. “Y para cuando (el periodista) Pablo Galfré y (el cineasta) Pablo Tesoriere me trajeron una investigación del caso y un proyecto para un documental, me dije, recordando Las enseñanzas de Don Juan de Castaneda: dos veces ya es una señal. Y decidí llevarlo adelante.”

El rastrillaje de materiales de archivo terminó de convencer a Piñeyro respecto de la inocencia de Carrera y de que la policía –que interceptó el auto de Carrera erróneamente, confundiéndolo con otro que buscaban por dos asaltos–, en lugar de reconocer su error le plantó un arma y armó una causa con la protección y complicidad de los jueces a cargo. Entre las imágenes de los noticieros de aquel día, Piñeyro encontró un testigo que confirmaba todos los dichos de Carrera. “Si uno examina el caso, ¿qué vincula a Carrera con el robo?”, pregunta Piñeyro. “Los damnificados no lo reconocen, no reconocen el arma, no reconocen la gorra que aparece en las fotos, no le encontraron la plata, no hay huellas dactilares en el arma que aparece en al auto de Carrera, porque no le hacen la dactiloscopia, tampoco le hacen un dermotest en las manos, no hay deflagración de pólvora dentro del auto. Denme algo, una mínima cosa que me diga que él tiene algo que ver con ese robo. No, no hay. En el expediente hay dos fotos distintas de Carrera en el auto: una con gorra y otra sin gorra. No tenían nada, pero lo fotografiaron todo. Carrera estaba condenado desde el primer momento.”

BLANCO Y NEGRO


El Rati Horror Show es un documental de denuncia atípico: Piñeyro le provee una intensidad que en general se espera de un film de ficción. Así como en Whisky Romeo Zulú decidió narrar con las armas del drama su autobiográfica historia de los eventos que condujeron a una catástrofe anunciada, y luego continuó con un documental munido de una variedad de recursos gráficos y visuales, El Rati Horror Show apunta a los sentidos del espectador como si se tratara de un thriller. Arma un testimonio poderoso, con espectacularidad, decidido a no aburrir nunca al público, a sacudirlo. Desde su baticueva-productora monta fragmentos de las imágenes de archivo para demoler una a una las pruebas en las que se sustentó la condena de Carrera. El suyo es un film militante, potente, convencido y convincente, decidido a intervenir activamente para sacar a Carrera de la cárcel. En la película hay animaciones digitales que recrean la persecución (obra de “nuestro prestidigitador digital Santiago Svirsky”, acredita Piñeyro); el director acribilla una res para mostrarnos cómo suena y se ve el efecto de un disparo real sobre la carne, y encuentra uno de sus ejes visuales en los autos negro y blanco, con esa carga simbólica que sólo puede proveer la realidad. Por un lado, atraviesa un 205 con luces que marcan los impactos de 18 balas, con un efecto casi de cine 3-D. Mientras que la imagen del 504 no necesita de trucos para volverse especialmente siniestra, alcanza con que nos cuenten su historia: los policías de civil que persiguieron a Carrera pertenecen a la muy cuestionada comisaría 34ª, la misma a la que pertenecían los efectivos que en 2004 detuvieron a Ezequiel Demonty, lo golpearon y lo obligaron a tirarse al Riachuelo, donde murió ahogado. Al momento de la realización de la película, el 504, con su patente ilegal y pedido de captura, seguía en actividad, y Piñeyro lo localizó estacionado cerca de otra comisaría.

Motivado en una de sus decisiones formales más estratégicas, Piñeyro no entrevista a Carrera hasta bien avanzada la película. “Hablar con Carrera podía aportarle a la película en tanto es como su protagonista encubierto, su Gran Gatsby: se habla de él todo el tiempo, pero aparece a mitad de la novela. Y lo que a mí me interesaba era retratarlo como persona, hacer una semblanza corta, casual, y hacete vos tu impresión de quién es Fernando Carrera. No quería que me dijera que es inocente, porque sería como un cartel publicitario más en una calle saturada de publicidades. Lo importante era hablar de cualquier cosa, desde fútbol hasta las masitas tumberas que nos ofrecen. Y estuvo bueno, porque en nuestra conversación Carrera se descolgó con la que a mi juicio es la mejor frase de todas: ‘Si a mí alguien viene a decirme que Carrera es inocente, yo no le creo. Si la policía dice que es culpable y los medios se manejan con lo que dice la policía, y el lector le cree al diario, ¿cómo no le va a creer el lector al diario y el diario a la policía, cuando dicen que Carrera es un delincuente?’”

Tan convencido de la potencia narrativa del cine como de la verdad de la causa que defiende, Piñeyro no quiere tan sólo contarnos que Carrera es inocente, quiere demostrarlo; y su método, bien lejos del documental de cabezas parlantes, incluye estar en escena buena parte del tiempo conduciendo el hilo del relato. Esto le ha valido la crítica más recurrente de las lanzadas sobre sus películas: para sus objetores, El Rati... es el unipersonal de un Narciso. “A quienes dicen que soy narcisista y me pongo demasiado en cámara –dice Piñeyro–, les puedo decir que sí, soy un narcisista, como cualquier actor. Pero hay una diferencia entre poner la cabeza y poner la cara: me pongo a mí mismo porque es una película sobre lo que a mí pasa con el caso Carrera. Creo que el caso me ataca directamente. Cuando la causa llegó al procurador general de la Nación, Esteban Righi, éste recomendó mantener la pena. Y si tenemos un procurador que está dispuesto a decir que ‘a Carrera no lo reconoció un damnificado en la rueda policial, pero eso sólo prueba que no fue reconocido, más no su ajenidad al hecho’, estamos en el horno. Yo el día de mañana tengo que salir a probar mi inocencia. Está todo al revés: es el Estado el que tiene que probar la vinculación de Carrera con los crímenes que se le imputan, no él su ajenidad. Los disparates que salen del informe de la Procuración los firma González Warcalde, que dice: ‘Si Carrera pensó que le estaban robando, ¿por qué no fue hacia el puente, que hay un puesto de policía?’. ¿Pero vos qué te pensás, que uno tiene un GPS en la cabeza y ploteados los puestos de policía? Y además, no vas a pasar por al lado del tipo que te está apuntando, salís para el otro lado. También dice: ‘No pudo justificar su presencia en el lugar’. ¿Desde cuándo tenés que justificar tu presencia en la calle? Es una cosa demencial, y lo que está en juego es la presunción de inocencia, que es la piedra angular de la aplicación del Derecho en la Argentina y en la mayoría de los países democráticos. Así que, guarda con esto, porque, sin hacer slogan, no es que Carrera somos todos; Carrera puede ser cualquiera que tenga un auto blanco en el lugar equivocado y después, arreglate. Si dejamos pasar ésta, estamos sentando precedente.”

AFUERA Y ADENTRO

En las exhibiciones que se hicieron en el Bafici de El Rati Horror Show, había una suerte de coda final con un texto acerca del fallo que absolvió a los directivos de LAPA. En el corte del film que se estrenará esta semana, esa placa debió salir por razones narrativas (y porque había novedades sobre el caso Carrera que ocuparon su lugar), pero la vinculación establecida por Piñeyro sobre los dos temas sigue vigente. “El fallo de LAPA hoy está en Casación, y hay una discusión técnico-jurídica de la cual soy ajeno, pero es muy probable que los fallos absolutorios estén prescriptos. Todo se hizo para que fuera así, se le concedió a la defensa todo tipo de maniobras dilatorias, un juicio que podría haberse hecho en seis meses se estiró dos años, a pesar de que había testigos que no hubo ni con la AMIA, ni con los Juicios a las Juntas, ni con Río Tercero juntos. Pero ahora llega a Casación casi sin tiempo. Qué país éste, que nunca un tribunal tuvo tanta evidencia para condenar como en el caso de LAPA y no lo hizo, y nunca un tribunal tuvo tan poca evidencia para condenar como en el de Carrera, y le encajan 30 años. A Bignone le dan 25, a Carrera 30. Y la joda es que para mí éste sigue siendo uno de los mejores países para vivir, y mirá que he dado vueltas con los pasajes gratis que teníamos los pilotos. Pero también pasan las cosas más horribles, y no me quiero ir. Quiero que se vayan ellos, y que se gestionen bien las líneas aéreas, la policía, la Justicia.”

fuente http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-6455-2010-09-12.html

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