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Por Agencia de Noticias Pelota de Trapo - Saturday, Oct. 02, 2010 at 5:30 AM

29/09/10 Por Oscar Taffetani

(APe).- En el Hospital Central de Reconquista, Santa Fe, permanecen en terapia intensiva y luchan por su vida los hermanitos Ariel (6) y Rocío (12). También están internados Agustina (8), Aldana (14) y Sebastián (16). Son los niños sobrevivientes de un accidente que se produjo el domingo, en un tramo de la ruta 11, provincia de Santa Fe. Las catorce personas que murieron en la ruta (dos de ellas, niños) fueron veladas y enterradas el lunes en Villa Guillermina.

Los chicos que murieron integraban el ballet folklórico “Retoños de mi pueblo”. Y ésa es una triste metáfora de la tragedia: retoños que no llegarán a crecer; retoños que no llegarán a florecer.

Indignación y después

Villa Guillermina y Villa Ocampo (la ciudad donde se realizó el festival del que habían participado los Retoños), lo mismo que Reconquista y el país todo, se conduele con las víctimas y estalla de indignación por estos accidentes que no son accidentes (ya que hay causalidad y necesariedad) y que convierten a la Argentina en uno de los líderes del doloroso ranking de la inseguridad vial.

Los medios masivos ya están buscando “causas” y “culpables”, de mayor o menor jerarquía: un carro zafrero sin luces de posición, conducido por un joven inexperto; un chofer de combi sin habilitación profesional, que además sobrecargó de pasajeros el vehículo; un municipio que hizo la vista gorda; un concesionario vial que no señalizó como debía y un gobierno que no cumplió con las obras prometidas en ocasión de la última tragedia.

A riesgo de parecer “ideológicos” o de insinuar preconceptos, déjennos decir que la madre de las rutas inseguras, de las prevenciones que no se toman, de los gimnasios y boliches que se caen o se incendian, matando a decenas y cientos de personas, es la Ganancia, única razón y guía de un monstruo mayor que se llama Capitalismo.

Es por la ganancia que los concesionarios viales no invierten en señalizar y en poner mecanismos de prevención en los tramos peligrosos de las rutas (sean éstas de simple o doble vía, sean anchas o angostas). Es por la ganancia que las llamadas colectoras de las autopistas, lo mismo que los caminos vecinales y las rutas de la producción (todos eufemismos para ocultar que se trata de caminos públicos, baratos e inseguros) no cuentan con la iluminacion y la señalización necesarias. Es por la ganancia que los acopiadores de soja, de maíz, de caña de azúcar y productos de la tierra, tercerizan los fletes y los ponen en manos de comisionistas que no cumplen con las mínimas reglas de seguridad. Es por la ganancia (y por la coima y la corrupción, que son sus aliadas) que se popularizan e institucionalizan los transportes truchos, las combis, los remises no habilitados. Es por la ganancia de unos pocos grupos y unas pocas corporaciones que se saturan las rutas argentinas –que no están preparadas- de camiones, a veces, haciendo los mismos circuitos que medio siglo antes, con eficacia, con seguridad y bajo costo, hacían los trenes.

Hasta la próxima tragedia

Para el crimen vial del pasado domingo, hay culpables de carne y hueso, culpables con nombre y apellido. De ellos se ocupa, en el mejor de los casos, la Justicia. Pero lo que esa Justicia de letras doradas no juzga ni juzgará (porque es una cuestión política y filosófica, antes que judicial) es este orden injusto de las cosas, que compromete el futuro de la especie humana; este orden que le da una distinta expectativa de vida (y de cultura y de felicidad) al niño que nace en un rancho o en cualquier orilla urbana y al niño que nace en un sanatorio-maternidad de alta complejidad (para hipocresías, las del lenguaje publicitario).

El Estado, lo sabemos, intentará borrar este crimen. Como borró el de los chicos del colegio Ecos, en 2006. Y el de los chicos que cayeron al río Chubut, en 2005. Y el de los chicos de Cromañón, en 2004. Y el de los niños bomberos de Puerto Madryn, diez años antes. Del otro lado, esta entidad que ahora llaman sociedad civil (y que no vendría mal volver a llamar pueblo) ejercerá –ejerceremos- los viejos oficios de la memoria y de la lucha.
Nos viene el recuerdo del poeta Edoardo Sanguineti, muerto a mediados de este año por “negligencia hospitalaria”. Y quisiéramos escribir un texto sobre la fatiga del corazón, como aquel Catalecho 13 que él compuso. Pero no nos sale. Hoy sólo nos sale el dolor por los chicos de Villa Guillermina. Y dientes apretados. Y puños que quisieran golpear al infinito.

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