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Cuba
Por PRS - Partido de la Revolucion Socialista - Friday, Oct. 15, 2010 at 12:52 PM
lacausaobrera@yahoo.com.ar

El “modelo” que no sirve, ni nunca sirvió a los trabajadores, es el modelo stalinista de los Castro

Hace poco más de un mes, el 9 de septiembre, en una entrevista concedida a la revista norteamericana The Atlantic, Fidel Castro declaró: “El modelo cubano no nos sirve ni a nosotros”. Fidel reconoció que la transcripción de las declaraciones fue textual, entonces la desmentida consistió en argumentar que el sentido de la frase fue mal interpretado por el periodista. Evidentemente la desmentida fue solo un recurso -y nada convincente- para cubrir las formas, pero en relación con el contenido nadie tuvo dudas de que se trató de un apoyo explícito a la profundización de las reformas pro-capitalista que está implementando su hermano Raúl Castro, quién está ejerciendo el poder formal desde que Fidel enfermó.
Pocos días después se conoció la decisión del gobierno cubano de despedir alrededor de 500.000 trabajadores del estado, aunque el documento interno titulado “Proceso de reducción de plantillas” había sido aprobado el 24 de agosto. No hubo fallidos verbales. Apoyar este “proceso” contra los trabajadores, ese era el objetivo de las declaraciones de Fidel.

Los objetivos que plantea el documento son:
“Reducir el tamaño del Estado. Incentivar la iniciativa privada. Disminuir el déficit. Estimular a trabajadores por cuenta propia. Alentar la creación de microempresas y cooperativas.”
“Nos enfrentamos a realidades nada agradables, pero no cerramos los ojos ante ellas. Estamos convencidos de que hay que romper dogmas y asumimos con firmeza y confianza la actualización, ya en marcha, de nuestro modelo económico”, dijo Raúl Castro al anunciar las fuertes medidas que se le vienen a los cubanos, y que incluyen el despido de entre 500 mil y un millón de trabajadores del Estado.
“Sabemos que sobran cientos de miles de trabajadores en los sectores presupuestado y empresarial, algunos analistas calculan que el exceso de plazas sobrepasa el millón de personas, y este es un asunto muy sensible que estamos en el deber de enfrentar con firmeza y sentido político”, afirmó Raúl Castro. “Hay que borrar para siempre la noción de que Cuba es el único país del mundo en que se puede vivir sin trabajar”, agregó. (Diario digital Confidencial).
Según el mismo diario:
“Cuba cuanta con 11 millones de habitantes, de los que 4 millones 100 mil trabajan para el Estado, y sólo 600 mil lo hacen para empresas privadas. De aquí a julio de 2011 será despedido un 12% de la masa laboral estatal (unas 500 mil personas), que, con incentivo del gobierno, podrían pasar al sector privado o a trabajar por cuenta propia. Los primeros despidos y reubicaciones comenzaron el 20 de julio pasado. Esta primera fase terminará el 28 de febrero de 2011 y afectará a todas las instituciones y empresas del Estado.
¿Qué pasará con los trabajadores despedidos? El gobierno cubano les augura una suerte al mejor estilo capitalista. Las reformas establecen que esa masa de despedidos deberá ser adsorbida por un nuevo modelo económico que recaerá en las empresas mixtas, firmas extranjeras, cooperativas y trabajadores por cuenta propia.”

Los despidos comenzaron a ser masivos durante la primera semana de octubre. Según el diario La Capital de Rosario:
“Una enfermera dijo estar asombrada por la magnitud de los despidos en su hospital. “Esperaba algunos despidos, pero no 500 de un total de 3.000 empleados”.
“Un grupo de expertos determina la capacidad y la productividad de cada uno de los trabajadores. En un hospital una comisión integrada por el administrador, el Partido Comunista y el sindicato, están decidiendo el destino de los trabajadores. “La capacidad depende de tener amigos e influencia”, dio un empleado.
“Los cubanos, acostumbrados a tener un empleo garantizado, no recibieron bien la noticia. En el hotel Habana Libre, donde se eliminará un gran número de empleos, funcionarios del Partido Comunista tuvieron que ser llamados para calmar a los trabajadores.”
Esa es la explicación de por qué Fidel Castro tuvo hacer aquellas declaraciones: apoyar esta política y hacer pesar su prestigio para calmar a los trabajadores.

Hay quienes pretendiendo defender la actual orientación restauracionista y antiobrera de los Hnos Castro argumentan que frente a la crisis económica actual estas medidas son inevitables. O sea, lo mismo que dicen todos los gobiernos capitalistas, que en los países en crisis despiden empleados públicos y recortan los gastos del estado en salud y educación.
Los propagandistas burgueses aprovechan estas acciones para remachar en la conciencia de los trabajadores una confusión doble: que frente a la crisis los despidos son inevitables, como lo demuestra el hecho de que en la misma Cuba Socialista los aplican. Y que el modelo que ya no sirve para Cuba ni para ningún otro país es el socialismo, como lo demuestra el hecho de que, para enfrentar la crisis económica los Hnos Castro deben terminar con el Estado “paternalista” e ineficiente y recurrir a incentivar la actividad privada.
La utopía reaccionaria del socialismo en un solo país
La idea antimarxista de construir el socialismo en un país aislado fue tomada y convertida en teoría oficial por Stalin, después de la muerte de Lenin. Contra esa idea reaccionaria escribía Trotsky en 1928: “Ya durante la época pre-imperialista, Marx y Engels habían llegado a la conclusión de que, de una parte, la irregularidad, es decir, las sacudidas de la evolución histórica, extenderán la revolución proletaria a toda una época, durante la cual las naciones entrarán unas tras otras en el torrente revolucionario; pero, de otra parte, la interdependencia orgánica de los diversos países, que se ha desarrollado hasta el punto de convertirse en división internacional del trabajo, excluye la posibilidad de establecer el régimen socialista en un solo país: por consiguiente, con más razón ahora, en el curso de la nueva época, cuando el imperialismo ha extendido, profundizado y avivado esas dos tendencias antagónicas, la doctrina de Marx, que enseña que sólo puede comenzar, pero en ningún caso acabar la revolución socialista en los límites de una nación, es dos y tres veces más verdadera aún. Lenin no ha hecho más que ampliar y concretar la manera como Marx planteo la cuestión y la solución que le dio.”
(…)
“El imperialismo…agudiza extremadamente la contradicción que existe entre el crecimiento de las fuerzas de producción de la economía mundial y las fronteras que separan naciones y estados”.
Ya hemos dicho que esta tesis era o más bien, debería ser la piedra angular de un programa internacional. Pero excluye, refuta y barre a priori la teoría del socialismo en un solo país como reaccionaria, porque está en contradicción irreductible no solo con la tendencia fundamental del desarrollo de las fuerzas productivas, sino también con los resultados materiales que ese desenvolvimiento ha adquirido ya. Las fuerzas de producción son incompatibles con las fronteras nacionales. De ahí se derivan no solamente el mercado exterior, la exportación de hombres y de capitales, la conquista de territorio, la política colonial, la última guerra imperialista, sino también la imposibilidad de que viva, desde el punto de vista económico, una sociedad socialista que tenga como fin su propia existencia.”(León Trotsky, “Stalin, el gran organizador de derrotas-La III Internacional después de Lenin”, Yunque editora, páginas 96, 97, 125).

El stalinismo, al traicionar la revolución internacional en aras de la “coexistencia pacífica” con el imperialismo que le garantizara el mantenimiento de sus prebendas burocráticas, fue socavando las bases mismas del estado obrero en la propia URSS y en los estado satélites de Europa Oriental, lo mismo que el maoísmo en China, Vietnam y Corea del Norte. El llamado “socialismo real” nunca fue tal, sino por el contrario, el aborto burocrático del triunfo de la revolución socialista internacional.

Cuando una dirección aplica una política que lleva a una derrota, al final la derrota resulta inevitable. Ahora los Castro quieren presentar estos despidos e incentivos a la actividad privada como inevitables, como antes también presentó como inevitable la subordinación a la burocracia de la URSS, dejando en una aventura aislada la línea del Che Guevara que -con una estrategia equivocada basada en el foco guerrillero rural- aun mantenía la visión internacionalista de extender la revolución.
La dirección castrista, a pocos años de tomar el poder, se subordinó completamente al stalinismo, compartiendo y avalando todas sus traiciones, y cumpliendo un papel fundamental en la tarea de frenar y desviar las revoluciones socialistas en América latina. Para dar sólo dos ejemplos: Fidel Castro apoyó la política stalinista de subordinar el proletariado a la burguesía en el Frente Popular chileno, que llevó a la trágica derrota frente al golpe de Pinochet en 1973. Y aconsejó a la dirección sandinista “no hacer una nueva Cuba”, es decir, no sólo no expropiar a la burguesía, sino compartir el gobierno con la burguesía nicaragüense, en 1979.

Evidentemente la crisis internacional también afecta a Cuba, agudizando una decadencia que viene desde hace años, cuando la caída del régimen stalinista en la URSS dejó a Cuba sin su principal socio comercial y el que subsidiaba su economía deficitaria.
Desde fines de los 80 y principios de los 90, la burocracia cubana emprendió el camino de la restauración capitalista, con avances y retrocesos, tratando de adaptar en Cuba el “modelo” de la burocracia china, es decir avanzar en la restauración capitalista, pero sin ceder el poder del estado, de manera que la propia burocracia sea la heredera natural de la propiedad privatizada. Es la consecuencia “lógica” de la orientación política seguida por la dirección pequeño burguesa devenida inevitablemente en burocracia estatal.
Y si desde hace dos décadas la economía cubana agoniza en el atraso, y ello ocurre sin que la burocracia castrista que controla el poder haya sido cuestionada por grandes movimientos de masas, ello se debe a que Cuba no es ni es la URSS, ni es China. Es decir, por la pequeña escala de su economía no ha sufrido las terribles contradicciones económicas que llevaron a la desintegración de la URSS (que fue la segunda potencia mundial), pero tampoco atrajo el enorme flujo de inversiones imperialistas que hizo de China (con sus 1300 millones de habitantes) a partir de los ‘90, una potencia “emergente”. Es la misma razón que le impide a la burocracia castrista dar pasos muy acelerados hacia la restauración, ya que si abriera completamente la economía a las inversiones extranjeras, quedaría muy reducido el peso de la economía estatal controlada por el aparato burocrático, y esa relación de fuerzas internas la terminaría arrojando del poder. Por eso la burocracia castrista ha sido cautelosa dosificando el flujo de las inversiones extranjeras, y asociándose a esas inversiones en empresas mixtas.

Contra la restauración, encubierta de falso socialismo

Fidel Castro, tratando de amortiguar con explicaciones falsas las repercusiones de sus declaraciones a la revista yanky, dijo sin embargo una gran verdad, que el modelo capitalista tampoco sirve ni siquiera para Estados Unidos. Obviamente esta opinión es para “la tribuna”, ya que el propio Fidel es el que impulsa la restauración capitalista en Cuba. Y si subyace en esta contradicción la ilusión de que puede existir un “híbrido”, que no sea ni totalmente socialista, ni totalmente capitalista, o un “nuevo” socialismo del Siglo XXI como el que sostienen Chávez o Evo Morales, entonces no sería más que la confirmación de que la burocracia stalinista senil y la pequeño-burguesía nacionalista coinciden en una nueva utopía reaccionaria.
El “modelo” que se demostró inservible para Cuba no es el socialismo de Marx y Lenin, sino el estado “obrero” deformado por la burocracia stalinista. La restauración capitalista, aun disfrazada de “socialismo” del siglo XXI, solo puede ser una salida para la burocracia castrista. Para los trabajadores cubanos solo significará más penurias y explotación.
Las reformas pro-capitalistas que vienen aplicando los Castro ya liquidaron el “estado obrero”, pero sin que se haya consolidado todavía una burguesía autóctona.
Mientras la restauración no esté consolidada, el programa de los revolucionarios socialistas no puede ser el de la “democratización” de Cuba (como plantea, por ejemplo, la LIT) que es el programa del imperialismo. Sin embargo, la restauración avanzó lo suficiente como para cambiar el carácter social del estado (ver Boletín Internacional Nº3), por lo que tampoco se trata sólo y exclusivamente de un programa de revolución política como propone el PTS. El programa debe expresar los antagonismos de la estructura social, y las tareas que se le plantean a la clase obrera: una combinación de tareas de la revolución política y de la revolución socialista.
Es decir: no democracia en general ni para todos los partidos políticos, sino democracia sindical y libertad política sólo para la clase obrera; por la formación de consejos obreros de base para administrar las empresas estatales y para establecer el control obrero en las empresas extranjeras; por la expropiación de las empresas imperialistas, que sea la clase obrera la que decida democráticamente que concesiones se hacen al capital extranjero y bajo qué condiciones; por la reimplantación del monopolio del comercio exterior; por granjas colectivas estatales para el campo; por la formación de comités de soldados que elijan a los oficiales y por el armamento general de la clase obrera. Por una revolución obrera y socialista que derroque a la camarilla burocrática del PC, las FAR, el Consejo de Estado y la Asamblea Nacional “de poder popular”, y establezca un gobierno obrero basado en un consejo general de obreros de la industria y el campo.
Para impulsar este programa y unir a la clase obrera cubana con las luchas del proletariado mundial, hay que construir en Cuba un partido de trabajadores revolucionario e internacionalista, es decir, trotskista.

Antonio Bórmida

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