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Por Salvemos al Fútbol - Wednesday, Oct. 20, 2010 at 12:59 AM

Viernes 15 de octubre de 2010

José Miguel Candia

Los casos de vinculación entre el submundo del hampa y el fútbol profesional están archi documentados, diarios, revistas y libros dan cuenta de un largo historial de manejos sucios y corruptelas entre dirigentes, técnicos y en ocasiones árbitros y jugadores, todos ellos débiles ante el poder seductor del dinero. Por lo general se refieren a delitos de guante blanco: estafas a las instituciones; pago de comisiones por transferencia de jugadores que se realizan por debajo de la mesa; sobornos para acordar o torcer resultados; extraños arreglos con el fin de favorecer apuestas en las quinielas deportivas o enjuagues nunca aclarados entre las televisoras y las empresas que patrocinan a determinados equipos.

Pero lo que acaba de ocurrir en el fútbol profesional de Argentina es la cereza en el pastel sobre un tema en el que siempre debemos estar dispuestos a esperar algo más y de esa manera mantener viva nuestra capacidad de asombro. La crónica de los periódicos de las últimas semanas dan cuenta de la detención de Adrián Gustavo Quinteros, arrestado por el robo, a mano armada, de dos cobradores de empresas dedicadas a la producción y venta de embutidos y carne fresca de res. Hasta aquí podemos pensar en un hecho casi irrelevante por reiterado y conocido en el ámbito del delito cotidiano en cualquier lugar del mundo, el detalle es que Quinteros es el presidente de un club cuyo equipo de fútbol milita en la Primera División “C” del circuito profesional de ese país. El club, de fuerte arraigo barrial en la ciudad de Ensenada – a 60 kilómetros de la capita Buenos Aires – se llama Defensores de Cambaceres y lleva años tratando de que su equipo escale posiciones con el fin de alcanzar la máxima categoría en el fútbol profesional argentino. Su nombre dice poco si se compara con los clubes consagrados como Ríver Plate, Boca Juniors, San Lorenzo, Independiente y otros, frecuentes visitantes de los torneos de mayor difusión como la Copa Libertadores, la Sudamericana o las finales por el torneo Intercontinental con equipos europeos. Pero lo ocurrido, aún en una escala menor, constituye un verdadero paradigma del proceso de descomposición que se vive en el fútbol profesional de muchos lugares del mundo. El señor Quinteros registra un historial nada recomendable para ser postulado como directivo de una institución que registra el noble título de Club Social y Deportivo y que se sostiene con la cuota que generosamente pagan sus socios. De pasado obscuro, siempre ligado al ambiente de las actividades que bordean esa delgada línea que separa los negocios lícitos del delito, el dirigente Quinteros pudo escalar posiciones a partir del control que ejerce sobre el sector más belicoso de la porra de Defensores de Cambaceres. Habilidoso para negociar desde posiciones de fuerza logró que lo postularan para vicepresidente del Club y poco más tarde, en abril de este año, brincar a la presidencia.

El dato curioso es que pese a su ascenso vertiginoso como dirigente, no quisiera (o no pudiera) abandonar sus viejas prácticas gansteriles y en diciembre de 2009 al frente de un grupo de asaltantes capitaneados por él, intervino personalmente en los robos que se mencionaron más arriba. Como las denuncias en su contra eran abrumadoras la justicia procedió a su detención a fines de septiembre de este año. Poco después el juez encargado de la causa decidió dictar su prisión preventiva, la noticia fue recibida como cubeta de agua fría en los medios futbolísticos locales, el problema mayor es que Quinteros es asambleísta – por su condición de presidente de un club afiliado a la AFA – de la máxima instancia organizadora del fútbol profesional en ese país y por lo tanto potencial elector de las autoridades de la Asociación del Fútbol Argentino, además de estar habilitado para votar Memoria y Balance de dicho organismo, aunque le pese al capo vitalicio de la AFA, el Sr. Julio Grondona.

¿Servirá este caso como ejemplo emblemático que – como la mujer del César - en el desempeño de ciertos niveles de responsabilidad además de ser honesto hay que demostrarlo? Somos pesimistas, pero aún así hay que darle una oportunidad a la sensatez y al sentido común de algunos dirigentes que han podido cruzar el pantano sin manchar sus ropas de lodo.

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