Julio López
está desaparecido
hace 6423 días
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"Lucha Almada"
Por Ana María Martínez - Friday, Oct. 22, 2010 at 10:28 AM
lavioletita@hotmail.com (Casilla de correo válida) 0344715453506 Colón- ENTRE RIOS

Mi particular visión de la muerte de Mariano ligada al dolor por la muerte de El Sabalero.

"Lucha Almada&q...
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Lucha Almada


“Me gusta vivir la vida entregándome a la suerte
pa no tener tanto miedo cuando me abrace la muerte…”
José Carbajal


Ya era la segunda mañana en que me despertaba el triste cantar de un crespín. Su silbido monótono y atónico venía desde los sauces de la laguna que limita al barrio con el resto del mundo.
Yo lo escuché al principio y espanté, de un manotazo, malos pensamientos de mi cabeza madrugadora.
Recordé que estábamos a fines de Octubre y no tan lejos del cementerio.
Volando se fue mi memoria hasta las mañanas de los finales de los Octubres de mi infancia cuando el crespín me despertaba y mi madre repetía la vieja historia de que el pájaro, de alguna manera, presentía la cercanía del Día de las Ánimas y se alojaba en árboles próximos al viejo cementerio, junto al arroyo Antoñico.
Asocié ideas: - es eso - pensé - sólo eso - es que ya se acerca el día.
Pero me equivoqué, y cómo duele esa equivocación!

Ayer, un compañero de la misma edad que mi Terko, fue asesinado por una patota sindical de los ferroviarios en Avellaneda en una emboscada. Dicen los que saben que hay tantos y más intereses detrás de ese grupo de trabajadores terciarizados que luchan por perder la precarización y recobrar la dignidad de trabajadores “en blanco” y con derechos. Intereses que van de aquí a la China. Intereses que sólo huelen a mafia y a más corrupción por parte de este Gobierno que, ya estoy harta de ponerle la voluntad y llamarlo “progresista”.
No era cualquier compañero, su edad, su nombre, los años que llevaba militando, los lugares comunes, hacían que lo sintiera parte de mi alma.
Por eso no puedo intelectualizar nada de nada desde ayer.

Me dormí escuchando al esposo de la Presidenta justificando lo injustificable y prometiendo justicia. Se me iba desdibujando su estampa y volvía a verlo con la pechera de la Asamblea de Gualeguaychú. Terciarizar la represión, ésa es la idea de los malditos. Pensé en el atentado impune que terminó con el único brote de lucha de mi pueblo. Saqué cuentas, claro! Ellos no reprimen, ellos le dan la changa a otros, tan mafiosos como ellos, tan mierdas como ellos.
Otros hacen el trabajo sucio de deshacerse de nuestros hijos y de nuestros sueños.

El último mensaje de mi compañera Vivi me tranquilizó un poco sobre su propia situación y, al igual que al amanecer, de un manotazo, despejé malos pensamientos y fantasmas malignos con pecheras y me sumergí en el sueño de una noche primerizamente cálida.


Antes de que despuntara el sol, me despertó el canto del crespín.
Otra vez la realidad fugaz y etérea del nuevo día.
La posibilidad de verificar que los que amo estén bien.
Y entra el mensaje inesperado. Walter se olvidó de colocar el verbo “morir”, eran palabras hilvanadas sin ton ni son, que la Tota, que la radio, que la Muerte.

Acababa de morir el Sabalero, ese hombre que me ha acompañado desde hace años, desde su terquedad, desde sus palabras improvisadas que me rasgan el alma y me sangran el pecho.
No contuve el llanto, ni él, ni la Violeta que lo ha escuchado desde recién nacida, se lo merecían. Dejé caer mis lágrimas.
Se me ha muerto mi Sabalero y su voz se vuelve aún más profunda desde este rincón hasta la otra orilla y hasta más allá, hasta donde quiera que esté.

Después, la realidad. El tener que empezar el día, por ella, por mí, por el resto del mundo. Le propuse caminar en la caliente y dolorosa mañana.

Nos fuimos despacito, por el camino hasta el pueblo, el sol me picaba, empujaba la silla de ruedas de mi hija y ella iba mirándome de reojo para asegurarse de que todo estuviera bien.

Y cuando menos acordé, a la altura de la laguna rodeada de canutillos y juncos, me escuché: cantaba, feliz y sudada, respiraba todas las flores silvestres, esas amapolas rebeldes y esos tallos altos que parecen lavandas salvajes y supe que ese cantar de mi alma era lo que esperaban de mí tanto el gurí asesinado como mi Sabalero, aunque desde un sauce, chiflara el crespín...

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