Julio López
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Censura en cárcel bonaerense de mujeres
Por reenvio - Tuesday, Nov. 16, 2010 at 9:36 AM

El pasado viernes 15 de octubre, en el marco del proyecto de extensión universitaria "Comunicación popular y mujeres privadas de la libertad" de la UNLP, se programó la proyección de la película "El Rati Horror Show" en la Unidad Penitenciaria N°33 de Los Hornos, con la presencia de su director Enrique Piñeiro. Luego de hacer todas las tramitaciones exigidas por el Servicio Penitenciario Bonaerense y a una hora de su realización, un llamado de las autoridades suspendió la jornada, sin mediar argumentación alguna: el mero arbitrio del poder censor, en un territorio surcado por el autoritarismo.

Ojos que no ven
Un perro andaluz (Buñuel/Dalí, 1929)
Cuando uno produce algo y quiere que los demás lo conozcan, simplemente lo publica. Es decir, lo hace público para que los demás se apropien de la producción y, a partir de allí, la critiquen, la retomen, la descarten o incluso modifiquen aspectos de sus realidades. Existe la intención de que a esto lo sepa alguien más que yo y, por eso, lo abro a los demás. Pero para que esto sea posible dos puertas deben abrirse: la que permite que uno haga público eso que produjo y la que permite que los demás puedan recibir esa producción. Si alguna de esas dos puertas no se abre, sencillamente aparece una limitación, limitación que si está comandada por alguien que tiene el poder, o cree tenerlo, de bajar el pulgar queda traducida en CENSURA. Es decir: censura es prohibición y, difícilmente, ningún mortal se anime a ponerle gris a esta acción. Es blanco o negro. Hay censura o no la hay. En todo caso, todo lo que viene después son manotazos de ahogado para salvar una situación que de por sí resulta desvalorizante. Cuando se toma la determinación de censurar se está privando al otro, al censurado, de algún derechos; no hay censuras si no hay derechos violados. Por lo tanto, la censura es igual a matar lo que al otro le corresponde. Al que censura no le importa el otro.

No poder gritar lo que se piensa es un problema, pero también lo es no poder escuchar lo que el otro grita. Y eso fue lo que pasó el viernes 15 de octubre en la Unidad 33 cuando el Servicio Penitenciario Bonaerense informó que el Ministerio de Justicia y Seguridad arbitrariamente y sin explicación mediante, decidió que las mujeres privadas de su libertad en esa unidad no viesen la película «El rati horror show», obra del director Enrique Piñeyro, a quien también se le prohibió la entrada si esta iba acompañada de las cámaras filmadoras. Es decir: el Ministerio de Justicia bajó una orden que el Servicio Penitenciario Bonaerense -fiel a la ley del gallinero- cumplió sin titubeos, sin cuestionamientos a la autoridad: y ese día no sólo se prohibió el paso de la película sino también la presencia de sus cámaras. Cuando se los interpeló acerca de si también estaba prohibido el ingreso del director sin su película y sin sus cámaras, la autoridad del Servicio Penitenciario nos manifestó que lo debía consultar con sus superiores, respondiendo recién media hora después que sí. Sólo se pretendía la presencia de Enrique Piñeyro despojado de lo que es: sin su obra, sin su grito, sin su denuncia, sin su verdad. Prohibir la obra es prohibir a su autor.

Estando la tramitación de autorización correspondiente hecha y una hora antes de que con todo lo necesario para la proyección nos dirigiésemos a la unidad donde con ansias nos esperaba las chicas y cuando el equipo de producción de Piñeyro ya estaba en camino, nos llamó el Subdirector General de Educación del Servicio Penitenciario Bonaerense, Walter Velaz, quien nos dijo que la película no había sido autorizada y excusó que las órdenes venían de altas jerarquías. Esa desprolija acción bastó para que se frenara todo el evento.

No es la intención hacer aquí un detalle de lo que humanamente ni al Servicio Penitenciario ni al Ministerio de Justicia y Seguridad les importa. No es novedad que lo que a las mujeres y hombres privados de su libertad lo que les abre la cabeza a ellos les de escalofríos. Tampoco es novedad que hieran permanentemente sus posibilidades mentales de producir algo y mediante la política del desgaste agoten todo. Lo que nos importa poner en letra negrita es todo lo que el Jefatura decide poner como nota al pie. Lo que pasó el 15 de octubre en la unidad 33 es CENSURA. Las mujeres privadas de su libertad, privadas de ir al cine, privadas de prender una tele y ver la película que quieren, fueron privadas de ver un documental en el marco de, nada más ni nada menos, de un taller de comunicación.

El Rati Horror Show demuestra la connivencia de la policía, los jueces y el sistema penal. Desenmascara la red de corrupción que permite que se perpetúe un sistema que elige como culpables a los más vulnerables y asegura que los verdaderos culpables nunca sean removidos de sus estantes. Claramente este es el motivo por el cual era riesgoso que este documental fuese proyectado en el interior de un lugar plagado de estas injusticias.

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