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Fútbol: Una falta de decisión que cuesta muy caro
Por Fuente: La Arena - Tuesday, Nov. 23, 2010 at 6:40 PM

martes 23 de noviembre de 2010

La FIFA, el organismo que gobierna el fútbol profesional en todo el planeta, tiene más países asociados que las propias Naciones Unidas. Ese dato, por sí solo, marca la importancia de la organización y de sus propios adherentes en cada uno de esos países. Ese poder les permite hasta gambetear a la justicia ordinaria. De hecho, está prohibido recurrir a ella para reclamar algo, y es ley no escrita que el futbolista o el club que traspasa la barrera es sancionado directa o indirectamente.

Pero vale mencionar un hecho concreto para mostrar claramente esas facultades propias que se arroga el fútbol. Días atrás, un plantel de primera división fue agredido por barrabravas luego de una seguidilla de derrotas. La sanción para el club y los jugadores consistió en que el próximo partido de local debieron jugarlo en otro estadio y sin público.

Ahora bien, ¿qué culpa tuvieron los jugadores, o sea las víctimas, para tener que jugar en una cancha vacía? ¿Qué culpa tuvieron los hinchas visitantes de que unos barras de otro club hayan ido a patotear a los futbolistas? ¿Y qué culpa tuvo el aficcionado común para verse privado de concurrir a ese partido?

¿Acaso el gobierno o la policía prohíben a los consumidores ingresar a un supermercado donde se produjo un asalto, a una estación de servicio donde hubo un tiroteo o subirse al tren donde robaron a los pasajeros? No. En todo caso busca a los culpables.

Pero el fútbol, un negocio millonario que llena páginas de diarios y horas de televisión, impone sus propias reglas. No sólo que no busca a los culpables, aunque los conoce, sino que castiga a los inocentes. Y lo peor es que esas decisiones están avaladas por el propio Estado, porque esa decisión de jugar en otro estadio y a puertas cerradas fue admitida por el Comité Provincial de Seguridad Deportiva, un ente oficial bonaerense cuyo responsable está procesado -en el marco de una investigación judicial- por no haber advertido que podía producirse un choque entre hinchas que concluyó con la muerte de un policía.

Frente a estas situaciones no se escuchan muchas voces discordantes. ¿O acaso alguien se queja de que en la segunda categoría del fútbol argentino, donde sobre 20 equipos hay 15 del interior y uno solo de Capital Federal, está prohibido el acceso a los estadios del público visitante? El argumento es siempre el mismo: unas decenas de barras provocan reiteradamente incidentes y la única solución que se encuentra es impedirle a miles de hinchas que puedan ver a su equipo.

Ese escenario se repite en las ligas menores, incluida la que rige el fútbol pampeano. Aquí tampoco se identifica a los no más de treinta o cuarenta barras que pueden provocar desmanes. Todos se pasan la pelota. La policía a la dirigencia del fútbol, y la dirigencia del fútbol a la policía.

El sentido común, que tantas veces falta, indica que la identificación de esos provocadores le corresponde a las fuerzas policiales y no a los dirigentes deportivos, especialmente en un medio tan pequeño como el nuestro. En todo caso la dirigencia puede ser juzgada por encubrimiento, u otro delito, si se demuestra que apaña conductas violentas; pero no se le puede responsabilizar a ella por la conducta de los barras.

Un hecho reciente muestra claramente la impericia o el desinterés por intentar resolver ese foco de violencia en el fútbol: a la salida de un partido del Torneo Provincial no más de treinta personas, según la propia policía, apedreó a la parcialidad visitante. Había seis policías y se pidieron refuerzos, pero no se detuvo ni se identificó a nadie. Peor, imposible.

No es tan difícil evitar los incidentes provocados en un deporte en el que los violentos no superan el medio centenar de personas. Es cuestión de decisión política, lo cual supera a la policía y a los dirigentes.

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