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En este modelo de agricultura industrial, se olvidan de “incorporar el costo ambiental”
Por Julián Maradeo - Monday, Dec. 13, 2010 at 11:34 AM

En la primera parte de esta entrevista, Pengue, ing. agrónomo con especialización en genética vegetal, explica las características y consecuencias del modelo económico reinante en el agro argentino.

En este modelo de agricultura industrial, se olvidan de “incorporar el costo ambiental”
E: ¿Cuáles son las principales características de la mercantilización de la naturaleza?
Walter Pengue: Básicamente, es un espacio que si se quiere termina percibiéndose con mucha fuerza en la década de los ’90 en cuanto a que de la mano de la globalización también se abren grandes territorios con recursos naturales a nivel global para las economías más desarrolladas. El papel que le cabe a los países que son dueños de los recursos, hoy día, lamentablemente es el de meros proveedores de materias primas, con muy escaso valor agregado, recursos que en definitiva en el mercado internacional tienen su precio. No sólo está el ejemplo de la soja, sino también el de los minerales, los metales o recursos vinculados que hacen atractivo un proceso de reconversión importante llevando a la idea de la gente la visión, quizá un poco equivocada, de que a través de solamente la comercialización de recursos naturales, más la exportación de materias primas con escaso valor agregado de alguna manera, puede salvarse. EM: ¿Por qué la agricultura industrial significa un posible salto al vacío, tal como lo señaló en su libro “Agricultura Industrial y transnacionalización en América Latina”? WP: Porque, en la forma en que se está llevando adelante la tecnología, estamos quizá escuchando más los cantos de sirena que la realidad de lo que está sucediendo a escala global. Hoy en día, tenemos demostrado de manera más que fehaciente que los modelos de agricultura industrial son altamente degradantes del ambiente. Un reciente artículo que se publicó en el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente informa esto. Uno de los aspectos que más impacta en la naturaleza y el ambiente, en los estudios sobre pautas de producción y consumo, tiene que ver con la agricultura. Uno puede reconocer que esto es así en tanto y en cuanto la agricultura es la gran transformadora de la naturaleza, por supuesto. Pero lo que está sucediendo hoy en día es que estamos llevando a muchos países a un proceso de intensificación agrícola, que básicamente responde a un uso intensivo de agroquímicos, con mayor cantidad de pesticidas, con un uso ingente de energía leída en distintas formas que nos lleva a un callejón sin salida en términos de lo que uno podría llegar a pretender pensar que tiene que ver con un modelo sostenible de agricultura, más vinculado a los ciclos biológicos, más vinculado a procesos de rotaciones, mucho más relacionado a un rescate y sostenibilidad real en el campo y en particular de los pequeños y medianos agricultores. No nos quepa la menor duda que a pesar de que son, en el caso argentino, de los más eficientes en términos productivos, los estamos llevando a un callejón sin salida. Inclusive en algunos casos hasta esos mismos productores no están viendo que se la están pegando contra el Titanic.

E: Habitualmente, quienes defienden este modelo dicen que si se restringiese o prohibiese este cultivo transgénico no hay otra alternativa productiva rentable. ¿Cuál es su postura?

WP: Uno de los problemas que tenemos es que la soja es rentable, que el mercado internacional de la soja sigue teniendo unos precios muy altos, que producir soja, en términos comparativos, es mucho más rentable respecto al maíz, respecto al girasol. Lo que no están viendo, en particular los propietarios de sus campos, es que están cancelando servicios ambientales y que estamos exportando muchos de los recursos de nuestro propio campo, nuestros propios recursos que no están siendo considerados dentro de la ecuación económica. Un ejemplo es el suelo. El suelo en tanto y en cuanto uno pretende que ese suelo se conserve y se maneje adecuadamente tanto para esta generación como para las generaciones futuras. En el mediano plazo es probable que el proceso degradatorio del suelo sea creciente, y en algunos casos galopante, y no lo podamos simplemente revertir con la aplicación de nuevos fertilizantes, que nos van a traer nuevos problemas como ha tenido la Unión Europea desde los años ’70 en adelante.

E: Los grandes productores, las asociaciones civiles, ONGs y sus medios asociados suelen decir que se trata sólo de mal uso de agroquímicos, invocando al “manejo responsable”, ¿ésta es una forma empresarial de deslindar responsabilidades?

WP: Yo les recomendaría que leyeran “La primavera silenciosa” de Rachel Carson, una científica que hacia los años ‘60 planteaba los impactos que se vendrían de la mano del uso intensivo de los agroquímicos. Ningún agroquímico es agua pura, es un producto que está dedicado a transformar parte del ambiente e impactar sobre un determinado elemento del mismo, que es matar alguna plaga o enfermedad. En este sentido no son inocuos, no apelaría a la responsabilidad de las buenas prácticas agrícolas solamente porque con eso no es suficiente. Por otro lado, a los que estudiamos un poco más en su complejidad los sistemas ecológicos, nos queda más que claro que para una plaga o una enfermedad hay un agroquímico y, posteriormente, la recurrencia de otro agroquímico cuando esta plaga se hace resistente. Lo que estamos viendo en el mediano plazo es que cada vez hay más plagas resistentes. Un ejemplo es la cucaracha, para hacerlo un poco en broma, un poco en serio. A pesar de todos los insecticidas que se ponen en las casas, cada vez hay más cucarachas. Tratando de emularlo de alguna manera, es un poco lo mismo. Cada vez que se utiliza más agroquímicos genera más reacciones en el ambiente, genera la aparición de resistencias. Por ejemplo, llevándolo a un terreno mucho más serio, en el caso del campo la situación del sorgo de alepo con la aparición de resistencia a este herbicida tan mentado hoy día, que es el glifosato. Una cuestión que nosotros nos planteábamos hace más de 10 años, cuando yo me preguntaba qué íbamos a hacer cuando apareciera resistencia al glifosato. Irresponsablemente, tanto las compañías como el mismo gobierno argentino nos decían que eso no iba a suceder. Bueno, los biotipos ya están presentes en el sistema, existen biotipos resistentes al glifosato en todo el norte argentino, que prácticamente llegan hasta la región pampeana, la penetran. Es un costo para los pequeños y medianos productores muy alto. Para un productor implica un costo muy alto en términos de control de las malezas. Costo que muchas veces el agricultor no puede hacer frente justamente porque no tiene la maquinaria ni el dinero para poder arrimar esos fondos para poder controlar esa maleza. ¿Cuál es el resultado? Un campo desorgado, cada vez más contaminado o infectado con sorgo de alepo, un campo que deja de producir y que a su vez es un gran transmisor de un nuevo biotipo resistente a un herbicida, que fue el herbicida estrella de los agricultores durante por lo menos 10 años. Te diría que empiezan en decadencia y nuevamente ¿qué ofrecen las empresas? Aparece un nuevo herbicida, con una nueva soja resistente y el ciclo continúa. Lo que nos estamos olvidando es de considerar las externalidades, lo que nosotros decimos en economía ecológica: la incorporación del costo ambiental dentro de la ecuación ecológica que hace que este modelo de agricultura industrial nos permita decir desde un punto de vista científico que es uno de los más ineficientes de la historia agrícola del mundo.

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