Julio López
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Plaguicidas que matan a niños
Por Fuente: Argenpress - Tuesday, Dec. 14, 2010 at 1:37 AM

LA ARENA - "Hace pocas semanas, en la provincia de Buenos Aires, murió un operario que trabajaba con plaguicidas, de un cáncer aparentemente provocado por esas sustancias químicas, que aplicaba sin ninguna clase de protección ni entrenamiento. Se llamaba Ezequiel Ferreyra, tenía seis años y desde los cuatro se desempeñaba como esclavo en un establecimiento de cría de aves".

Así, de manera tan directa y estremecedora, comienza una carta abierta que el conocido ecólogo Antonio Brailovsky, ha hecho circular por internet denunciando la reciente muerte del niño, un acontecimiento que la gran prensa olvidó después de pasado el revuelo inicial y que tampoco profundizó demasiado.

Brailovsky, con una objetividad conmovedora, puntualiza la tarea del niño: manipular líquido matamoscas en el criadero donde trabajaba toda su familia y, aunque no ha trascendido el tipo de sustancias que utilizaba, por los efectos cancerígenos tan rápidos es posible que se tratara de dos conocidos insecticidas clorados: uno de ellos prohibido en su país de origen y el otro a punto de ser retirado del mercado por la empresa productora debido al rechazo que provocó su altísima toxicidad.

El crimen de este niño, porque de eso se trató, es el resultado de la impiedad de un enfoque laboral propio del tan elogiado por algunos sectores liberalismo económico, sumado a una desaprensión evidente del Estado en el control de los agroquímicos que proliferan en todo nuestro territorio. También, no lo olvidemos, a una monumental falta de humanidad de los propietarios de la empresa, que no solamente hicieron tabla rasa de los derechos infantiles -que nuestro país ha establecido y pretende defender- sino que mantuvieron la situación hasta el límite, es decir: hasta que el niño enfermó y murió. Obraron en la mejor tradición del llamado capitalismo salvaje, la misma praxis que cimentó esa doctrina en la Inglaterra victoriana, donde los niños cumplían jornadas laborales de diez, doce y más horas.

Estas "acciones colaterales" (para usar un eufemismo castrense que disfraza los crímenes contra la población civil) del liberalismo económico que solamente piensa en producir y ganar cada vez más, sin que importen los efectos sobre las personas o el ambiente, reclama ya una enérgica acción estatal que salve la impunidad institucional que ampara esta clase de sucesos. El reclamo tiene bases sólidas, y también trágicas: en zonas que han padecido una desaprensiva fumigación la estadística ya habla de un aumento en los nacidos muertos y con malformaciones, lo que habla en forma elocuente de que debe considerarse no solamente la acción inmediata de los productos usados sino también las consecuencias que tienen a mediano y largo plazo. Brailosvsky aporte un ejemplo contundente: un informe oficial elaborado en Chaco señaló que "los casos de cáncer en niños menores de diez años se triplicaron en la última década", y ese incremento coincide con prácticas y técnicas de cultivo que incluyen "pulverizaciones aéreas con pesticidas".

Y así como el Estado nacional debe tomar injerencia en el tema y proceder con firmeza frente a los intereses que hay detrás de estas prácticas, también sería bueno que los organismos pertinentes de nuestra provincia ejerzan una prevención y una vigilancia más ajustada. En esta capital y también en otras localidades no es raro ver estacionados equipos fumigadores en las zonas urbanas y poco o nada se sabe de ese tipo de acción preventiva en los silos cerealeros, a veces ubicados muy cerca de los centros poblados.

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