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Comunicado: Los trabajadores santiagueños, ni esclavos ni campesinos
Por Razón y Revolución. Organización Cultural - Tuesday, Feb. 01, 2011 at 10:04 AM
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Los trabajadores santiagueños, ni esclavos ni campesinos
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El curso de acción debe responder a su situación de clase




Comunicado RyR - 29/01/2011 - Link




El reciente “descubrimiento” de obreros rurales santiagueños que trabajaban para distintas empresas semilleras en la provincia de Buenos Aires ha abierto el debate. El fenómeno ha sido caracterizado como “trabajo esclavo”, por las condiciones laborales en que desempeñaban sus tareas. Pero, como veremos, el fenómeno no es nuevo, es mucho más generalizado y no se vincula con formas que restringen las libertades formales de los individuos. De hecho son la consecuencia de la libertad abstracta que el capitalismo le brinda a los obreros: la libertad de morirse de hambre o aceptar las condiciones de explotación que el mercado impone.

El trabajo en el desflore

A comienzos de la década del noventa existían unas 30 empresas de mejoramiento genético (criaderos) y unas 500 multiplicadoras de variedades (semilleros), con un predominio, en ambos casos, de las empresas transnacionales. El desflorado consiste en quitarle manualmente las flores hembras a la planta de maíz, para evitar que se contamine. Se realiza antes de la cosecha, entre los meses de octubre y marzo y requiere gran cantidad de mano de obra. El objetivo final es la producción de semillas híbridas que se destinan, mayoritariamente, a la exportación. En 2008, la empresa de personal eventual Manpower en una entrevista que realizamos dentro de la investigación que dio lugar al libro Patrones en la ruta, estimaba que era responsable de la contratación del 60% de los obreros que trabajaban en los semilleros. Alrededor de 3000 personas en provincias del norte y 5000 en la zona núcleo, la región más fértil del país.

Los obreros del desflore cumplen jornadas de entre 10 y 12 horas y prácticamente no cuentan con días de descanso. Las empresas a veces les conceden los domingos, pero por lo general los trabajan, al igual que los feriados. Los días de lluvia también son laborables si la actividad lo requiere. Por otro lado, dadas las elevadas temperaturas a las que se ven sometidos y a la carencia de agua fresca, muchas veces sufren desmayos en el medio del campo. Asimismo, el trabajo excesivo ha causado, en más de una oportunidad, la muerte de obreros por paro cardíaco. Los obreros también nos han referido el caso de trabajadores que fallecieron al ser interceptados por rayos, cuando eran obligados a trabajar bajo la lluvia. Las picaduras de víboras y los cortes en los ojos con las mismas hojas del maíz debido a que carecen de zapatos apropiados y antiparras para protegerse son accidentes comunes.

Las condiciones laborales en otras producciones agrarias son similares y pueden ser incluso peores. Por ejemplo, el nivel salarial pagado en los semilleros se encuentra entre los más altos que puede percibir un peón golondrina. En 2008, Manpower aseguraba haber contratado a 18000 personas para tareas rurales. Los salarios más altos se pagaban en los semilleros, seguidos por el arándano y la vid. Otras actividades como la cosecha de papa estaban peor pagos. Finalmente actividades como el cultivo de la aceituna y la cebolla quedaban fuera de las posibilidades de la empresa puesto que las mismas se realizan por completo en negro y la firma decía no poder competir si tenía que cumplir reglamentaciones. Queda claro que por pésimas que sean las condiciones laborales de los trabajadores de los semilleros no son peores que en otras producciones regionales. Tampoco difieren de la forma en que otros trabajadores se emplean en negro o tercerizados en las ciudades.

La vida de los obreros en Santiago

A medida que se sucedieron las denuncias y los allanamientos, los medios comprobaron el abrumador peso de los trabajadores santiagueños en las distintas producciones que empleaban obreros golondrinas. En 2008, Manpower nos informaba que cubrían el 95% de la demanda de trabajadores golondrina con personal proveniente de Santiago del Estero.

El peso de los santiagueños en el desflore puede explicarse porque debido al clima de su provincia de origen pueden resistir mejor las altas temperaturas en los lugares donde realizan la actividad; por otro lado, porque la tarea del desflore requiere cierta experiencia, específicamente, a la hora de distinguir plantas hembras de macho, ya que sólo a las primeras se les quita la flor. Sin embargo, la principal causa de su participación no sólo en los semilleros sino también en otras actividades rurales temporarias se debe a que los obreros santiagueños forman parte de las fracciones más pauperizadas de la clase obrera argentina y se ven obligados, por lo tanto, a trabajar en cualquier condición. “¡No tenemos ni para comer!” contaba la esposa de un trabajador del desflore. Además, no cuentan con agua potable ni electricidad en sus viviendas: “Tenemos que recorrer como 300 metros para juntar agua, y si no ha llovido por días no podemos juntar”. Habitan en ranchos de madera o adobe. No tienen centros de salud cercanos, y en los casos en que hubiera, carecen de personal y de recursos, por lo tanto, deben viajar a Santiago ante cualquier emergencia. Durante el tiempo que no se dedican al desflore realizan trabajos de albañilería o se emplean, también en forma asalariada, en el desmonte. Asimismo, muchos de ellos cuentan con el plan jefe de hogar o viven del subsidio que sus esposas cobran por ser madres de 7 hijos, o, recientemente, perciben el salario universal por hijo. En todos los casos, ésta es su única fuente de ingresos permanente, que nunca alcanza para cubrir las necesidades básicas familiares. Por lo tanto, carentes de fuentes de empleo en su provincia de origen, se ven forzados, por la necesidad de subsistir, a migrar a otras zonas del país para proveerse un ingreso.

No es la esclavitud. Es la libertad capitalista

El trabajo esclavo y la trata de personas revisten un carácter excepcional dentro del sistema capitalista. No constituyen la normalidad de las relaciones laborales. Por ello el primer efecto de llamar a estas situaciones “trabajo esclavo” es presentarlo como una anomalía dentro de este sistema que no sería responsable por ellas. Pero, como ya hemos señalado, las condiciones laborales en que se desarrolla el desflore de maíz son comunes para el conjunto de esta actividad específica así como para el resto de los trabajos rurales. Del mismo modo, sus características son compartidas también por gran parte de los trabajadores que se desempeñan en negro o tercerizados.

Tanto la esclavitud como la trata de personas implican la pérdida de libertad individual y el carácter forzado, no voluntario, del trabajo. Mientras en el esclavismo el amo coaccionaba extraeconómicamente a sus esclavos para que trabajasen para él, bajo el capitalismo los obreros son libres: pueden elegir entre trabajar en las condiciones existentes o morirse de hambre. En eso consiste la libertad bajo el sistema social en que vivimos. Por ello esta libertad es meramente abstracta.

Resulta evidente que si se tratara de esclavos y no de obreros (trabajadores que voluntariamente se emplean a cambio de un salario) los peones santiagueños difícilmente volverían a emplearse como muchos lo hacen año tras años con las mismas empresas, ni elegirían entre las firmas según su modo de pago, como nos relataba un peón: “Te conviene más ir por hora, porque aprovechas más el tiempo que vas. En mi caso me conviene ir con Monsanto porque hacés más horas al día y estás menos tiempo.”

La única amenaza que existe aquí es la económica, el riesgo a perder el empleo o el de no ser vuelto a llamar en campañas posteriores. La sanción para el que incumple una tarea no es el castigo físico ni la muerte, sino el desempleo: “A mí no me quieren llevar más, porque un día llovía, nos han hecho trabajar, nos somos animales le digo y le he tirado la capa adelante del ingeniero. No le ha gustado, no me llamaron más.”

Como al resto de los trabajadores que se desempeñan en negro o tercerizados sin garantía de continuidad laboral, el único látigo que los azuza a trabajar más de 8 horas, a desgastarse prematuramente o a arriesgarse a accidentes laborales es el temor al hambre y el desempleo. Una comprobación adicional la brinda su preocupación por quedarse sin empleo ante un avance en la mecanización de la actividad. Temiendo por su futuro laboral un santiagueño nos relataba: “Este año probaron [una máquina] en Villa María, en el desflore y se saca bastante. Y se quita más trabajo. Y con el tiempo se va a perder también trabajo.” Ningún esclavo ha temido jamás por el avance de la máquina. Éste es un fantasma que sólo persigue a los obreros capitalistas.

La parodia K

La situación que el gobierno, los medios y hasta UATRE y la CGT dicen ahora descubrir no es ni novedosa ni excepcional. Los dichos del gobierno en este sentido rozan lo absurdo: "Esto no significa que todos aquellos que tienen actividad rural exploten a la gente. Estamos hablando de casos puntuales” afirmó Fernández. (11/1, Agencia EFE), mientras Carlos Tomada, se refirió a «la servidumbre a la que fueron sometidos centenares de trabajadores rurales en el país en las últimas semanas», (Ámbito Financiero, 15/1). Resulta evidente que con esta maniobra intentan deslindar responsabilidades sobre el asunto: se trataría sólo de casos excepcionales, recientes y, por ende, el gobierno habría actuado con celeridad y dando una respuesta adecuada.

Pero la situación es secular y el gobierno la “descubre” ahora por oportunismo político: en un contexto de nuevo enfrentamiento con la burguesía agraria aprovecha las denuncias para desacreditar a este sector frente al conjunto de la sociedad. Por otro lado, busca pegarle a Duhalde a través de la crítica a UATRE, cuya dirección se alinea con Barrionuevo y en contra de Moyano, el principal apoyo K en el mundo sindical. Ante el golpe recibido, hasta UATRE ha salido a realizar sus propias denuncias. Por último, al gobierno la campaña judicial contra el trabajo esclavo le sirve, en el marco del conflicto con los tercerizados, para decir que combate el trabajo en negro y la tercerización. En esta parodia, el gobierno, UATRE y la CGT de Moyano (que a través de su secretaría de derechos humanos ha realizado también sus propias denuncias), simulan no poder hacer nada por cuenta propia y delegan toda posibilidad de acción en la justicia.

Cabe aclarar que RyR está a favor de que, si efectivamente hay un caso de trata, éste se juzgue. Sin embargo, ésta no parece ser la situación. De hecho, el mismo gobierno decidió “reforzar” las acusaciones a través del asesoramiento del INADI. A partir de ello pasó a hablarse de explotación de personas en situación de vulnerabilidad y otros cargos que en realidad devalúan la acusación inicial. Según declaró Rubén Darío Giagnorio, Fiscal de San Nicolás en el canal TN el 11 de enero: “El delito imputado y el que se está investigando es el de reducción a la servidumbre (…) No es propiamente privación de la libertad sino que hay que agregarle situaciones de explotación, de disminución de su personalidad, de aprovechamiento de situaciones de vulnerabilidad…” Hoy solo una causa se sigue bajo la carátula de trata de personas.

Contradiciendo parte de sus propios dichos el gobierno reconoce el carácter más amplio del problema y por ello también propone una nueva ley de trabajo rural. Sin embargo, el proyecto presentado este año apenas si difiere de su antecesor de la dictadura: mantiene la posibilidad de que el trabajo rural no se encuadre en forma completa en las directrices de la Ley de Contrato de Trabajo y habilita la extensión de la jornada de trabajo en función de usos y costumbres locales o de los requisitos técnicos de cada actividad. Al mismo tiempo el proyecto presentado no preveía legislar sobre los trabajadores temporarios. Es decir, no atañe a ninguno de los casos que recientemente han trascendido en los medios. Al igual que el mítico y sobrevaluado Estatuto del peón rural de Perón, este proyecto deja desprotegidos a los trabajadores que levantan la cosecha, que son la mayoría y los que sufren las peores condiciones laborales.

La solución: un subsidio al desempleo igual a la canasta familiar

Insistimos, las condiciones de trabajo en el desflore no afectan sólo a los 500 obreros involucrados en las causas existentes. Es una situación generalizada que atañe a los más de 8000 obreros que año tras año trabajan para los distintos semilleros del país y que se ven sometidos a idénticas condiciones de trabajo. Pero además, estas características del trabajo se hallan presentes en otras tareas rurales, como por ejemplo el arándano, y en otras actividades no rurales donde el trabajo en negro y tercerizado habilita una mayor explotación. Mayor explotación que se traduce, tanto en el agro como en ferroviarios, por ejemplo, en jornadas de trabajo más largas, en mayor intensidad del trabajo, en salarios más bajos que los percibidos por las fracciones obreras empleadas en blanco.

La salida parcial del gobierno no conduce a nada. Se trata de un problema generalizado que afecta a varias fracciones de la clase obrera, específicamente, todas aquellas que trabajan en negro y que son contratadas por empresas tercerizadas. Se requiere, por lo tanto, de una solución general. El gobierno no necesita recurrir a la justicia para resolverlo. Si quiere terminar con esta situación debe implementar en forma inmediata un subsidio universal al desempleo por el valor de la canasta básica real. Esto les permitiría a estos obreros dejar de emplearse en las condiciones descriptas. En efecto, de ese modo ya no tendrían que optar entre el hambre y la superexplotación. Con un subsidio no inferior a 2500 pesos mensuales raro sería que los peones del desflore optaran por volver a emplearse en condiciones como las vigentes. El mismo efecto tendría la medida sobre el empleo en negro en las ciudades.

Las organizaciones de izquierda y el problema de los obreros rurales.

Algunas organizaciones campesinas, como el Movimiento Campesino de Formosa (Mocafor), que apoya la reelección de Cristina Fernández de Kirchner, responsabilizaron por el “trabajo esclavo” a los grandes terratenientes diferenciándolos de los medianos y pequeños productores. Según afirman, estos últimos no serían responsables como los otros de las condiciones de “trabajo servil”. Nada más falso. Ambos presentan similares condiciones de explotación. La diferencia, precisamente, es que los pequeños y medianos necesitan explotar aún más a sus trabajadores para poder competir. Así es común que para muchos obreros rurales los únicos años que recibieron aportes corresponden a los trabajados en las grandes empresas y no a su paso por medianos productores criollos. Por otro lado, el MNCI (Movimiento Nacional Campesino Indígena) atribuyó el “trabajo esclavo” a “la concentración de la tierra y el agua en pocas manos”. Sostienen, en cambio, que “el camino es la agricultura familiar, campesina, originaria…” E invitan a poblar el campo.

Estas organizaciones campesinistas-indigenistas son en parte responsables del abandono en que se encuentran los trabajadores santiagueños. Han desconocido su existencia, afirmando que toda la población rural de Santiago era campesina. Los trabajadores santiagueños no son campesinos, ni siquiera descienden de campesinos. Sus padres fueron como ellos obreros golondrina o se emplearon en los obrajes forestales. Cuando en los ’60, éstos cerraron, quedaron desocupados y pasaron a depender, cada vez más de trabajos rurales temporarios. Dentro de los ingresos de estas familias también son importantes las remesas que les envían parientes que han migrado al litoral, las jubilaciones y, sobre todo, diferentes subsidios estatales. Aun quienes realizan alguna producción en su parcela dependen más de estos ingresos que los que les proporcionan sus magros cultivos. Así, en un departamento supuestamente campesino como Atamisqui entre las familias que aplicaron para percibir subsidios a la producción rural que brinda el PROINDER el 74% recibe ingresos por venta de fuerza de trabajo temporaria.

Además, para el 83% de las familias la suma de los ingresos por trabajo asalariado, subsidios, remesas y jubilaciones, representan más de la mitad de sus ingresos totales. Para el 55% de las familias incluso este porcentaje asciende al 71%. La investigación cualitativa confirmó estos datos, las entrevistas con los pobladores nos mostraron la importancia del trabajo rural temporario. En ciertas localidades nos contaban que las mujeres están acostumbradas a pasar solas la navidad porque todos los hombres en diciembre van a trabajar al desflore.

Cuando en distintos eventos y por distintos medios de comunicación dimos a conocer nuestra investigación que reunía estos datos junto con una descripción de las condiciones de trabajo en el desflore, el MOCASE trató de desmentirnos y nos acusó de ver obreros donde había campesinos. Así, por mail nos dijeron que RyR se da: “manija con la universalización de conceptos que intentan enclavar en cualquier lugar y proceso histórico...” Ese concepto no era otro que el de clase obrera que para el MOCASE estaba fuera de tiempo lugar en Santiago del Estero.

Ahora, frente a la cobertura mediática que dio a conocer masivamente las condiciones laborales de los santiagueños, el portavoz del MOCASE afirmó: “las personas explotadas en los predios encontrados no son campesinos” (http://elpolvorin.over-blog.es). Nos alegramos de que el MOCASE por fin reconozca que los habitantes rurales no son campesinos, pero igual de importante sería que comprendiese que las cooperativas no son una solución. En las cooperativas los trabajadores pierden el derecho a un salario fijo, a una obra social y en vez de lograr una mayor protección frente al mercado quedan por completo a su arbitrio y su ingreso depende de la suerte que la cooperativa tenga en él. Por ello, insistimos la lucha tiene que provenir de la organización sindical de los trabajadores, defendiendo sus condiciones laborales y su derecho a subsidios al desempleo.

La posición de los partidos de izquierda no ha sido tampoco demasiado afortunada. A causa de su programa para el campo creyeron que los chacareros eran los sectores explotados del agro, cuando si ellos no tienen empleados directos es tan solo porque los emplean en forma tercerizada a través de contratistas. Como mostramos en el libro Patrones en la ruta, hoy los chacareros más pequeños dependen de empresas contratistas (y de sus obreros) para sembrar y cosechar. Creyeron a las organizaciones que les hablaban de campesinos y abandonaron la organización de estos trabajadores como obreros rurales. Hoy el PO y el PTS se apresuran a denunciar el supuesto “trabajo esclavo”. Correctamente relacionan el problema de los obreros rurales con el empleo en negro y la tercerización. Pero borran con el codo lo que escriben con la mano al aceptar el término de “trabajo esclavo”. Estas organizaciones debieran aprovechar la oportunidad para explicar que esto no es producto de una excepción o una anacronía dentro del capitalismo. Que es una consecuencia directa de las libertades que este sistema nos regala. Que si se quiere acabar de manera definitiva con estas formas extremas de explotación laboral debemos luchar por la libertad real, es decir, luchar por el socialismo.


Razón y Revolución - Organización cultural, 29/1/2011



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