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Diaguitas ocupan codiciado bosque nativo en zona de salinas
Por Telam - Friday, Feb. 04, 2011 at 8:09 PM

Villa Atamisqui, 3 de febrero (Télam, por Alba Silva, enviada especial).- El Alto, una franja de monte nativo santiagueño pleno de algarrobos, mistoles y fauna de la zona, ubicado en el sudoeste provincial, no sólo es una barrera natural al proceso de salinización y desertificación de la zona, sino también el hogar de una docena de ayllus del pueblo diaguita cacano, que reclama la titularización de unas 60 mil hectáreas.

En un espacio semiárido, El Alto se extiende a lo largo de 70 kilometros por 20 de ancho en los departamentos Loreto y Atamisqui y tiene la categoria I o Roja (maximo nivel de conservación) tras los debates que dieron los ayllus, o comunidades locales, en 2008 durante las audiencias y talleres por la ley de Bosques realizadas en Santiago del Estero.
Apenas a 12 kilometros de Villa Atamisqui, está Atun Punku, en quichua Puerta Grande, con un lugar de reunión que habitualmente utiliza la organización indígena que los contiene, la Unión Solidaria de Comunidades del pueblo Diaguita Cacano.
El pueblo diaguitas está conformado por los amaichas, quilmes, cafayates, entre otros, que habitan a lo largo de los valles calchaquíes.
Los integrantes de los ayllus son quichuahablantes, o como se dice entre los santiagueños, "quichuistos" que en los últimos años enfrentaron cuerpo a cuerpo la llegada de "empresarios dueños" al territorio de ocupación ancestral.
Precisamente en Atun Punku, en una especie de plaza natural rodeada de algarrobos, aguaribay y pencas, discuten estrategias para impedir el ingreso de usurpadores y lograr, de la mano del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), tanto el ansiado título con la aplicación de la ley 26160.
Esa norma, vigente hasta el 23 de noviembre del 2013, no sólo impide desalojos de los territorios indígenas sino que ordena el relevamiento de esa ocupación por parte de las comunidades, para legalizarla con títulos.
En 2008, Oscar Tito Zurita, Atuniyku (cacique), denunció ante la Secretaría de Medio Ambiente de la nación (4066/08) y ante la Dirección de Recursos Naturales y Medio Ambiente provincial (478/12) que en El Alto, único cordón boscoso del Departamento Atamisqui y territorio de las comunidades, el ingreso de extraños.
“Aparecieron con una topadora, tractor y dos rolos para destruir parte del bosque nativo y posesiones nuestras: cercos, potreros, mangas, deslindes y forestaciones que hicimos nosotros. También antiguos caminos vecinales, todo eso provocó daños ambientales irreversibles”, detalló a Télam el Atuniyku.
La guerra por el territorio se expresó en todas las formas porque a la resistencia de los habitantes los empresarios opusieron la intervención de los jueces que, ajenos a la legislación nacional, a la Constitución del país y a tratados internacionales ordenaron la detención de diaguitas con el GETOAR (Grupo Especial Táctico para Operaciones de Alto Riesgo) de la policía provincial, que en marzo del 2009 detuvo a cinco integrantes de los ayllus.
Presente en Atun Punku estaba don Cecilio Barraza, un anciano de mas de 80 años que "fue esposado y arrojado desnudo a un hormiguero, donde lo dejaron durante más de 4 horas", según denunciaron los indígenas.
O el caso de Reina Coronel (del Ayllu Codo) agredida a "latigazos y patadas" en el camino entre su comunidad y Villa Atamisqui por una pareja de lugareños cercanos a los empresarios.
Cuando fue al hospital, le negaron atención y cuando fue a la policía encontró a sus agresores conversando con un oficial quien decidió "encerrar a Reina con la mujer que le había pegado en la misma celda mientras les decía `ahí adentro pueden matarse si quieren´”, contó Zurita.
Destacó que la violencia contra las comunidades se transformó, además, en 12 juicios en su contra, mientras que la comunidad tiene seis, tres en la órbita federal, entre ellos uno por lo que consideran el robo de unas 100 cabezas de vaca que nunca más aparecieron.
"Corremos uno y viene otro", dijo Zurita al resumir la situación en la que se encuentran no solamente las comunidades originarias sino también los campesinos, estos últimos sin el fabuloso paraguas legal que asiste a los pueblos indígenas de la Argentina.(Télam).-

COMO ES VIVIR UN AÑO SIN AGUA CERCA DE LAS SALINAS DE AMBARGASTA

San Dionisio, Santiago del Estero, 3 de febrero (Télam, por Alba Silva, enviada especial).- Casada con un peón golondrina que seis meses al año va a la siembra y cosecha, Silvina López, enfrenta no sólo la dureza de un clima feroz cerca de las salinas de Ambargasta, sino también una codicia sin fondo que la deja sin el agua que corre por el canal, necesaria para la familia y sus animales.
Consejera de la comunidad (ayllu) San Dionisio, ubicado 45 kilómetros al norte de Villa Atamisqui, junto a sus hijos y vecinos resiste el clima extremo en cercanías de un salar, donde vive de la cría de animales y sin la menor posibilidad de tener una huerta para autoconsumo.
Es que a las condiciones naturales del lugar, con más de 45 grados de temperatura en el verano, suelos secos, salitrosos, vegetación xerófila (adaptada a clima seco) y, al menos en 2010, sin una sola lluvia, hay que sumar el ingreso violento de extraños que alambran los campos y quitan el agua a los pobladores.
"Usted no sabe lo que pasamos aquí. Meses y meses sin agua y decenas de llamados al encargado de Recursos Hídricos, Daniel Ledesma. Pero me ponían el contestador, me dejaban colgada, me trataban mal, me cortaban" contó Silvina, de 34 años, mamá de cuatro hijos, a los enviados de Télam, a quienes detalló los intentos por conseguir agua tras permanecer casi un año sin una sola gota de lluvia para aljibes y represas.
Pero el problema no era sólo la sequía, sino que las compuertas con agua del canal derivador del río Dulce estaban cerradas por los vecinos empresarios, según denunciaron los campesinos.
Cansados de la espera, y tras la muerte de sus mejores cabras y caballos, los pacíficos pobladores de San Dionisio, Puesto de Día y Toro Uman, decidieron "abrir" las esclusas del canal con una acción de fuerza que tuvo su correlato como denuncia ante el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).
Entre todos organizaron el abastecimiento del líquido, básicamente para los animales que constituyen el sustento económico de las familias, "les dábamos agua por tandas a las cabras, las que tomaban hoy les tocaba recién mañana por la tarde. Separábamos los animales para que alcance pero algunas no resistían y muchos caballos murieron", recordó.
Funcionarios de Recursos Hídricos que llegaron a la comunidad debieron aceptar críticas y el enojo de las familias, pero también presentaron denuncias contra el empresario Sebastián Peuser, por apropiarse indebidamente del agua.
"Como si fuera un amigo vino a decirme `hola Silvina, tanto tiempo, te largamos el agua pero queremos que vengas a ver como el Peuser está regando. Si querés te llevo para que saques fotos de cómo te está sacando agua", memoró la consejera del ayllu San Dionisio.
Silvina detalló que la acción de fuerza se realizó un sábado a la noche "porque los fines de semana los empresarios no andan" y el agua corrió todo el domingo, ya que "tarda cuatro o cinco dias en llegar a la represa de donde beben los animales".
La joven y afanosa mujer, dueña de un espíritu que le permite sobreponerse (al igual que sus vecinos de los ayllus) a un clima y geografía implacable en el que se sostuvieron "sin agua desde 2009 hasta noviembre de 2010", con denuncias ante la policía de Atamisqui a las que llevaban fotos de animales muertos y también del desvío del agua a los campos de empresarios. "En las próximas fotos los muertos vamos a ser nosotros", llegó a decir Silvina a las autoridades.
"Ahora creo que quieren que nos vayamos de los campos, nos desalientan, no nos ayudan, quieren que perdamos lo que tenemos y que migremos a las ciudades, así ellos alambran y lotean, pero eso no va a pasar", aseguró finalmente.(Télam).-

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