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Victor Hugo y la dictadura uruguaya
Por reenvio - Wednesday, Feb. 16, 2011 at 10:14 AM

Cansados de sus “ataques sistemáticos”, en julio de 1978 los dirigentes de la AUF decidieron quitarle a Víctor Hugo la autorización para relatar durante un mes y medio.

En el libro Un grito de gol de Rosenberg, publicado en 1999, el periodista-relator declara que “el régimen militar había apoyado la medida. En este país nadie se hubiera animado a hacer nada si no le hubiesen hecho un guiño positivo los militares”.

Pero tal afirmación es desmentida por él mismo en El Intruso.
Dado que VHM era el periodista más popular del país, la decisión de suspender su derecho a relatar provocó un escándalo. En forma insólita, en un país donde había miles de presos y destituidos por razones políticas y nadie decía nada, de golpe volvió a hablarse de libertad de trabajo. En el diario El País -según consigna el propio VHM en su primer libro-, Julio César Espínola, un integrante del Consejo de Estado (el órgano títere de la dictadura colocado en lugar del Parlamento) dijo al otro día que la medida era “un atropello”. Y el ex presidente de facto Alberto Demichelli afirmó que la Constitución amparaba a VHM.

El mismo día El País publicó una entrevista a Víctor Hugo.
-¿Y su libertad de trabajo? –le preguntó el periodista.
-Voy a luchar por ella, de acuerdo con las leyes de mi país… -respondió.

En otro pasaje, Víctor Hugo afirmó, conmovido:
-En este momento se me ha ocurrido pensar en mi país. Lo único que le faltaba a los dirigentes del fútbol era comprometer su imagen, por una simple revancha.
En aquellos años, políticos como Wilson Ferreira recorrían el mundo denunciando la falta de libertades, los presos políticos, la tortura, los desparecidos. Y a Víctor Hugo Morales le preocupaba la imagen del país porque él no podía entrar al estadio.

El mismo pensamiento tenía el temido general Julio César Rapela, jefe del Esmaco, el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Tal como se relata en El Instruso, el militar recibió a Víctor Hugo y le aseguró que la decisión de la AUF no tenía nada que ver con el gobierno o el poder militar. Por el contrario, el gobierno estaba preocupado por sus consecuencias. “Mire (…) este asunto para nosotros es importante sólo en la medida en que afecte la imagen del país”, le dijo Rapela. “Porque no es posible que se afecte la imagen del país por una cuestión de intereses”.

VHM concurrió a aquella entrevista junto con Carlos Giacosa, el conductor de Telenoche 4. “Ustedes pueden tener la seguridad de que si las leyes los amparan, serán amparados”, les dijo el general.

Finalmente, el 19 de julio de 1978 el presidente de facto Aparicio Méndez revocó la decisión de la AUF y lo autorizó a volver a relatar.
Ante esta decisión Víctor Hugo –según escribió el 20 de julio en Mundocolor- sintió vergüenza. Pero no por haber tenido que ser amparado por un gobierno que violaba todos los derechos que él mismo invocaba.
“Sentí una cierta vergüenza por haber distraído (a) nuestros gobernantes en un tema infinitamente menor al que les ocupa día a día”, escribió.

Agregó: “El gobierno nacional no me ha condecorado, ni respaldado. Debió actuar muy por encima de eso (…) Sería veleidoso suponer que conocen mis crónicas. Por eso las felicitaciones están de más, son casi absurdas. Yo no fui respaldado en mi prédica. Apenas (pero eso sí, grandemente) fui defendido en los mismos derechos que usted goza…”
¡Los mismos derechos que usted goza!

Como dijo el propio Víctor Hugo a la revista Noticias hace un par de semanas: no se trata de ser un héroe frente a una dictadura, pero nadie te obliga a ser alcahuete.

Quizás por todo lo anterior, las referencias a aquel período profesional de VHM sean tan escasas en su nuevo libro. Sus reflexiones sobre el periodismo en la dictadura también son pocas y pobres. Cuando nombra a Enrique Tarigo, un abogado y periodista que –él sí- fue un verdadero héroe en la lucha por la democracia, lo hace en forma casi despectiva: “había un tal Tarigo”, escribe. Y de su actuación personal de aquellos años faltan demasiadas páginas de El Intruso que hoy es mejor no recordar.

No solo a los tupamaros y a los militares les falta sinceridad para hablar de aquellos años. Víctor Hugo podría hacer un ejercicio de memoria e introspección antes de seguir repartiendo y quitando carnéts de dignidad de prensa.

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