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Basura espacial: antes un fastidio, ahora una amenaza
Por (reenvio) William J. Broad -
Friday, Feb. 18, 2011 at 11:48 PM
Durante décadas los expertos espaciales se han preocupado por la posibilidad de que un vertiginoso desecho orbital pueda algún día hacer pedazos una nave grande, iniciando así una reacción en cadena, una lenta cascada de colisiones que se expandiría por centurias, diseminando el caos por los cielos.
En la última década, los científicos se encontraban cada vez más ansiosos a medida que llegaban a ponerse de acuerdo en que el número de objetos en órbita había sobrepasado una masa crítica (o, en sus términos, la “densidad espacial crítica”) hasta el punto en que una reacción en cadena se hacía inevitable.
A principios de este año, después de medio siglo de crecimiento, la lista federal [USA] de objetos detectables (de cuatro o más pulgadas) llegó a 10,000, incluidos los satélites muertos, los segmentos de cohetes utilizados para la propulsión inicial, una cámara, una herramienta de mano y basurales enteros compuestos de arremolinados desechos producidos por explosiones inesperadas o por ensayos de técnicas de destrucción.
Ahora, dicen los expertos, la prueba de lanzamiento de un cohete chino antisatelital de 11 de enero, que convirtió a un viejo satélite en cientos de grandes fragmentos, significa que la reacción en cadena muy probablemente comenzará más temprano. Si sus predicciones son correctas, la cascada pondría miles de millones de dólares en satélites en riesgo y finalmente amenazaría con limitar el intento de la humanidad de llegar a las estrellas.
Expertos federales y privados estadounidenses sostienen que los estimados iniciales de 800 piezas de restos detectables provenientes de la destrucción del satélite aumentarán a cerca de 1,000 a medida que las observaciones continúan por medio de radares de rastreo y cámaras espaciales. Cualquiera sea el número, es el peor episodio de ese tipo ocurrido en la historia del espacio.
Hoy, el siguiente año o la siguiente década, algunos pedazos de ese torbellino de restos iniciarán la cascada, dicen los expertos.
Ya llegamos al Cielo. No hay otra explicación, pues hasta en la órbita del planeta se puede hoy encontrar basura. La prueba armamentista de un misil antisatelital, llevada a cabo por China el pasado 11 de enero, es motivo para que el autor de este artículo repase la corta pero abundante historia de la basura humana en órbita. A esta nueva gracia han contribuido solidariamente regímenes de todo tipo.
“Es inevitable”, dijo Nicholas L. Jhonson, científico principal para los desechos espaciales de la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA). “Un trozo significativo de desecho hará el papel de un viejo cohete de pruebas y eso creará más desechos. La situación es mala”.
Geoffrey E. Forden, un experto en armas del Instituto Tecnológico de Massachussets, quien se encuentra analizando los restos del satélite chino, dijo que probablemente China no se dio cuenta de la magnitud de los riesgos indirectos de la prueba.
El Dr. Forden sugirió que los ingenieros chinos podrían haber comprendido los riesgos pero no los comunicaron. En China, dijo, “el proceso de las decisiones es aún tan opaco que quizá ellos no sabían a quién decírselo. Quizá haya una desconexión entre los ingenieros y la gente que piensa en las políticas”.
Los expertos señalan que China tiene 39 satélites, muchos de ellos enfrentando ahora un riesgo más alto de destrucción.
Políticamente, la situación es delicada. En años recientes China ha desempeñado un rol creciente en el combate contra la proliferación de basura espacial. En 2002, por ejemplo, se unió a otras naciones empeñadas en la empresa espacial, para sugerir lineamientos voluntarios para el control de los restos espaciales.
En abril, Beijing será la anfitriona del encuentro anual del grupo de apoyo conocido como el Comité de Coordinación Internacional para los Restos Espaciales. Donald J. Fester, ex director del programa de restos orbitales de la NASA y un pionero en el análisis de la amenaza espacial, dijo que probablemente los funcionarios chinos se sentirán “algo avergonzados”.
El Sr. Kessler dijo que los analistas occidentales estaban de acuerdo en que los nuevos fragmentos del satélite chino acelerarían el inicio de la reacción en cadena. “Si los chinos no hubieran hecho la prueba, igual iba a suceder”, dijo. “Solo que no sucedería tan rápido”.
La semana pasada en Beijing, una portavoz del ministerio de relaciones exteriores no respondió directamente a una pregunta relacionada con los desechos espaciales. Cuando se le preguntó si los restos del satélite amenazarían a otras naves, ella afirmó que la política de China era mantener el espacio libre de armas.
“Estamos listos para fortalecer la cooperación internacional en ese aspecto”, dijo a los periodistas la portavoz Jiang Yu.
Las amenazas de reacción en cascada comenzaron bastante temprano, en 1978. El Sr. Kessler y su colega de la NASA, Burton G. Cour-Palais, escribieron en The Journal of Geophysical Research que la vertiginosa basura orbital que formara más basura, produciría “con el tiempo un aumento exponencial en el número de objetos, creando un cinturón de desechos alrededor de la Tierra”.
Durante la Guerra Fría, Moscú y Washington generalmente ignoraron el peligro y, de 1968 a 1986, realizaron más de 20 pruebas de armas antisatelitales que crearon nubes de fragmentos. A menudo, lo hicieron a una altitud baja desde la que los restos resultantes pronto se precipitaron sobre la Tierra. Pese a ello, el número de objetos creció a medida que nuevas naciones ponían cohetes y satélites en órbita.
En 1995, cuando la cuenta pasó de 8,000, la Academia Nacional de las Ciencias advirtió en un voluminoso informe que algunas órbitas demasiado pobladas ya habían alcanzado la “densidad crítica” necesaria para alimentar una reacción en cadena.
Un año después, los temores se elevaron cuando explosionó el tanque de combustible del motor de un cohete estadounidense abandonado, causando la aparición de 713 fragmentos detectables, hasta ahora un récord.
En medio de esos acontecimientos, los expertos espaciales identificaron las primeras colisiones que amenazaban con iniciar una reacción en cadena, poniendo a los analistas cada vez más nerviosos.
El 17 de enero de 2005, por ejemplo, un desecho orbitando a gran velocidad, producido por la explosión de un cohete chino, colisionó con el cuerpo de un cohete estadounidense abandonado que había sido lanzado al espacio hacía 31 años. Cautelosamente, los investigadores investigaron en los vecindarios orbitales, pero para su alivio encontraron que el choque había producido solo cuatro pedazos de desechos detectables.
Un año después, el señor Johnson, el científico principal del programa de desechos orbitales de la NASA, y su colega J. C. Liou publicaron un artículo en la revista Science detallando esta creciente amenaza. Ellos sostenían que las órbitas estaban ahora tan llenas de restos que con seguridad la reacción en cadena iba a comenzar incluso si las naciones con programas espaciales se refrenaban de lanzar cualquier otra nave.
“El medio ambiente es inestable”, escribieron, “y las colisiones se convertirán en el mecanismo dominante de la generación de desechos”.
En esta atmósfera de creciente tensión, el mes pasado China disparó lanzó al espacio un cohete que hizo pedazos un viejo satélite meteorológico, su primera prueba exitosa de un arma antisatelital.
David C: Wright, científico principal del Unión de Científicos Preocupados, un grupo privado de Cambridge, Massachussets, calculó que el viejo satélite se había roto en 1,000 fragmentos de cuatro pulgadas o mayores, y en millones de otros más pequeños.
Los observadores federales del espacio, quienes catalogan los objetos presentes en la órbita de la Tierra, trabajan lentamente y con pausa. Hasta ayer, ellos habían listado de manera pública 647 trozos detectables del satélite, pero se dijo que estaban rastreando cientos más.
Esa explosión fue peligrosa porque la órbita del satélite era relativamente alta, cerca de 850 kilómetros. Eso significa que los restos permanecerán en el espacio por decenas, miles o incluso millones de años.
El Sr. Kessler, ex funcionario de la NASA y ahora un consultor privado en Asheville, North Carolina, dijo que quizá China escogió un blanco relativamente alto para evitar amenazar directamente la Estación Espacial Internacional y a su tripulación de astronautas, que orbita a una altura de 352 kilómetros.
“Quizá tuvieron la alternativa de poner en peligro de corto plazo a la estación o de causar un problema de largo plazo”, dijo. “Quizá eso los obligó a elevar la órbita”.
Pese a ello, los caminos de los vertiginosos desechos chinos, siguiendo las leyes de la física y de la mecánica celestial, se esparcirán en muchas direcciones, incluyendo arriba y abajo. Hasta la semana pasada, las capas exteriores de la agrupación central se encontraban a una altura que variaba entre 160 y 3,200 kilómetros sobre la Tierra.
Existe una solución a la amenaza de reacción en cadena, pero es costosa. En su artículo para Science y en entrevistas recientes, el Sr. Johnson de la NASA sostuvo que la única respuesta segura era proceder a tomar medidas de remedio ambiental, incluyendo el retiro de los objetos grandes de su órbita.
Unos robots podrían instalar cohetes de cohetes para enviar las naves muertas de vuelta a la atmósfera, o podrían usarse rayos láser disparados desde la Tierra para destruir los desechos.
La mala noticia, dice el Sr. Johnson en su artículo, es que “en el corto plazo, ninguna técnica de remedio parece ser técnicamente factible ni económicamente viable”.
Si no se hace nada, podría seguirse una suerte de crisis orbital, conocida como Síndrome Kessler. Un elemento clásico de la ciencia ficción, este síndrome sostiene que el espacio alrededor de la Tierra se hace tan problemático con la basura que los lanzamientos son casi imposibles. Los vehículos que entraran al espacio resultarían rápidamente destruidos.
En una entrevista, el Sr. Kessler llamó a este escenario, una exageración. “Está demasiado manoseado”, dijo refiriéndose a este síndrome.
Con todo, advirtió acerca de la aparición de una barrera económica a la exploración del espacio. Para combatir estos desechos, dijo, los diseñadores tendrán que darle a las naves más y más protección, luchando para protegerlas de la destrucción y haciéndolas más pesadas y más costosas.
En algún punto, dijo, quizá dentro de unos siglos, los costos serán mayores que los beneficios.
“Cada vez se hace más caro”, dijo. “Tarde o temprano se hará demasiado caro hacer cosas en el espacio”.
Publicado originalmente en The New York Times.
6 de Febrero de 2007.