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Anarquismo
Por Daniel Colson -
Sunday, Feb. 20, 2011 at 5:48 PM
Designación, sobre el registro clasificatorio e identificatorio de las categorías del orden dominante (cristianismo, marxismo, liberalismo, sindicalismo, feminismo, etc.) de las prácticas, las ideas, los movimientos y las organizaciones que se reivindican anarquistas. De este modo, el anarquismo presenta dos caras.
- En tanto autotitulado libre, adecuado a lo que procura expresar, se encuentra a disposición de todos los que lo reconocen como el mejor modo de designar lo que sienten, lo que viven y lo que desean. En este sentido, porque pertenece a todos, el anarquismo tiene la preciosa posibilidad de ser un proyecto común para una multitud de situaciones, para una infinidad de maneras de sentir, de percibir y de actuar. Es el mejor medio para expresar esa “extraña unidad” de la que habla Deleuze, “que se reclama de lo múltiple” *.
-Como categoría clasificatoria, comparable a muchas otras, en competencia con ellas, en el registro del orden dominante, el anarquismo constantemente corre el riesgo de negar a la anarquía, la misma de la que pretende ser expresión teórica y organizativa. Al igual que sus rivales religiosos y políticos, el anarquismo tiende entonces a dar origen a instituciones cerradas sobre su identidad, que disponen de un interior y de un exterior, con sus rituales de ingreso, sus dogmas, sus policías y sus curas, sus exclusiones, sus cismas, sus anatemas y sus excomuniones.
De expresión directa e inmediata de fuerzas múltiples y diferentes, el anarquismo se transforma en entidad que se desploma, en poder simbólico (Proudhon) análogo, en su escala, a todas las grandes dominaciones (Iglesia, Capital, Estado), a las que pretende combatir. Su multiplicidad originaria tiende entonces a transformarse en una yuxtaposición de sectas o de individuos en lucha los unos contra los otros, porque todos pretenden disponer de la totalidad de un proyecto de conjunto reducido a una sigla, a una bandera o a un fondo de comercio.
* Mille Plateaux, Les Éditions de Minuit, 1980, pág. 196.
de Parrhesia Nº12