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Los pibes, la inseguridad y el Gauchito Gil
Por Sebastian Cuccia - Wednesday, Feb. 23, 2011 at 2:27 AM
sebacuccia@hotmail.com

Fuimos a Corrientes con los pibes de nuestra casa. El Paraná está siempre dispuesto a recibir jóvenes, con sus playas generosas, a bajo costo, selva, cielo y mujeres de leyenda. Cinco pibes del Gran Buenos Aires pasaron allí un verano apacible, se rieron porque sí, a salvo de los libros que los esperaban a su regreso. No hubo violencia ni alcohol en demasía, las mujeres suavizaron los modales citadinos, playa hasta la medianoche, cumbias, pies descalzos, amores calientes y subtropicales.

Había que agradecer tanta belleza. De regreso, el Gauchito Gil los recibió con un guiño y un abrazo. Le dejamos vino y puchos, a cambio de lo vivido y lo por venir. Rezamos, podría decirse.

Me gusta el Gauchito Gil. Es un santo que no responde a ninguna autoridad y que a los pibes les cae bien. Me gusta lo que produce en ellos.

Después sí, la ruta.

Íbamos en dos autos. En un momento, me cansé de manejar y le pedí a Juan Manuel que siguiera él y me pasé al otro auto. En el auto de Juan Manuel quedaron los cinco jóvenes portadores del rostro condenado: gorra, arito, piel morena.

Mientras a nuestro auto las autoridades policiales lo saludaban cortésmente, a ellos los pararon en cada puesto. En uno, se ordenó requisa.

Bajé a hablar por ellos. La única explicación que me dieron fue que los notaron “sospechosos”. Cuando abrieron el baúl y desenvolvieron una toalla, una figura imponente del Gauchito Gil parecía confirmar sus sospechas. La empezaron a golpear con muchas ganas de romperla y encontrar allí la droga que los salvara de mi furia. A los gritos, abrí el debate. Los pibes tienen todo en regla, son morochos, nomás, pero tienen la imagen de tus miedos, por eso los paraste, porque te creíste el cuento de que ser pobre y pendejo no da derecho, y te creíste el asunto de la baja de edad, vos también sos joven y morocho, pero custodiás este país partido en dos desde la ideología que te impusieron.

El Gauchito se salvó de ser despedazado. Pero nadie puede salvar a Juan Manuel de un resentimiento que se cocina a fuego lento y que justificará una lucha desigual.

Los amores subtropicales, las cumbias y las promesas hechas a un gaucho peleador serán escudos endebles pero valiosos a la hora de la pelea. El resto, lo tendremos que hacer nosotros.

Quique

http://www.resistenciaculturalbarrial.jimdo.com

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