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Martín Caparrós «Todo queda por inventarse»
Por (reenvio) Javier Cusimano - Sunday, Feb. 27, 2011 at 1:25 PM

Martín Caparrós es uno de los escritores y cronistas más destacados de la Argentina. Ha hecho periodismo deportivo, taurino, cultural, gastronómico, político y policial en prensa gráfica, radial y televisiva. Sus artículos aparecen en diversos medios de América y Europa. Dirigió los mensuarios El Porteño, Babel, Página/30, Sal y Pimienta y Cuisine & Vins. Ha publicado una decena de novelas, libros de viajes y ensayos. Actualmente trabaja con Jorge Lanata en el periódico “Crítica de la Argentina”. Su última novela, “A quien corresponda”, de reciente publicación por Editorial Anagrama, retoma la historia más cruda del país presentando otra mirada de los crímenes cometidos durante el proceso. En esta entrevista exclusiva nos habla sobre su relación con los libros y la literatura , la historia, la política, su obra y mucho más.

- En el período de estos últimos cinco años hubo una explosión del público por los libros de historia, con Felipe Pigna encabezando el ranking de historiadores más populares. En este contexto, su libro “La Voluntad” fue reeditada nuevamente con un éxito importante de ventas. ¿A qué crees que se debe este fenómeno de interés por la historia?

Si, han sido bastante más que cinco años, creo además que el libro que empezó con este fenómeno fue el de “Argentinos” de Jorge Lanata. Este libro tiene ocho o diez años de edición. Quizás no diez pero si una buena cantidad de años. Fue la primera relectura de la historia argentina que se vendió en cantidades extraordinarias. Y después llegó el de Pigna y demás. Me parece que mucho de su auge tiene que ver con ese clima de extravío de fines de la década pasada, de fines del menemismo, el 2001 y todo su quilombo. Llegó un momento que tanto despiste colectivo condujo a una búsqueda por la historia, a la necesidad de saber quiénes habíamos sido, para tratar de entender quiénes éramos. Y ni hablar de lo que íbamos a ser, porque eso era complicadísimo...

Y en ese sentido me parece que esa es una de las funciones más interesantes de la historia; el de permitirte entender la constitución de una sociedad para permitirle a esa sociedad pensarse a sí misma y pensar sus proyectos. Pero me parece que con muchos de esos libros hubo un problema grave, la historia allí funcionaba mas bien como una legitimación del presente y como una forma de decir esto es así, siempre ha sido así y va a ser así, o sea, lo que veíamos en esos libros era más o menos que la argentina, los argentinos o los protoargentinos, siempre habíamos sido corruptos, tramposos y que, por lo tanto, esa era nuestra esencia y nunca iba a cambiar. Claro, ninguno de esos libros decía eso pero el corolario de mostrarte de que siempre habíamos sido como éramos ahora impedía tomarse el esfuerzo de cambio. Estos libros terminaron como explicando el presente por una especie de esencia argentina, el ser argentino, el gen argentino, ese esencialismo es principalmente ahistórico y antipolítico, en el sentido que niega la posibilidad de cambiar la sociedad. Todo esto sintetizado por la frase del pensador Diego Armando Maradona que dijo “estamos como estamos porque somos como somos”. Todo esto que yo he dicho en seiscientas palabras, él lo dijo en esta frase. Y esa era la idea: si somos como somos, cómo vamos a cambiar si así es como somos. Me parece que esa corriente de libros de historia contribuyó bastante a esta idea, aunque no creo que haya sido voluntariamente. De momento “La Voluntad” es otra cosa, porque es una reconstrucción muy pormenorizada y en principio, muy poco opinada de un evento particular de la historia. Para empezar, “La Voluntad” fue publicada mucho antes que todos estos libros me parece que no tiene nada que ver con ellos.

- ¿Hay en la voluntad un intento por rescatar, como diría Walter Benjamin, la historia de los vencidos, de los que se quedaron sin voz ni lugar para contar su versión de los hechos?

Yo diría que más que rescatar la historia de los que se quedaron sin voz, la necesidad fue la de cambiar una percepción establecida sobre esos vencidos, una percepción que, curiosamente, establecieron en muchos casos los que quedaron de esos vencidos. Digamos que no fue la forma de ver los setenta por los militares o la revista Gente o el Diario La Nación contra la cual se escribió “La Voluntad”. Este libro surge de la necesidad de romper la forma que se construyó de las personas de la derrota: la construcción de la idea del desaparecido, de la pobre victima que sufrió la maldad extraordinaria de los victimarios.

Yo me cansé de decir en esa época- y lo sigo sosteniendo- que es una injusticia absoluta esa relectura de la historia, que es una forma de volver a desaparecer a las personas en la medida en que se les quita su decisión, su subjetividad, y los convierte en objeto de una decisión ajena. Son desaparecidos, son aquellos que otro decidió hacer desaparecer, cuando ellos habían sido mucho más que eso, antes que nada sujetos de decisiones propias, la decisión de tratar de cambiar el mundo y eran sujetos políticos que creían que valía la pena ponerse en riesgo. Pero todo esto fue oscurecido por esta idea de la victima, de todas sus decisiones sólo se rescataba su última media hora, donde un hijo de puta venía, le pateaba la puerta, lo secuestraba, lo torturaba y lo mataba. Bueno, lo que hicimos con Anguita fue contar los diez, quince, veinte años previos a ese momento. Entonces como te digo, no escribimos “La Voluntad” contra el hecho de que se habían quedado sin voz un sector de los sujetos de la historia, sino que había una voz de los vencidos que había pintado un retrato que, a mí por lo menos, no me gustaba para nada, me parecía injusto.

- ¿Creés que aún hoy es posible plantear el proyecto político de los años setenta, o que quedó abandonado por el peso del presente?

Hay muchas cosas del proyecto político de esta época que son totalmente impensables, no sólo porque el mundo es diferente, las condiciones sociales y políticas del mundo han cambiado, sino porque la idea de revolución que primó durante parte del siglo XIX y casi todo el XX y que produjo los movimientos revolucionarios en la Argentina, fracasó en el país y fracasó en el mundo. A muy poca gente ahora se le ocurriría retomar esos mismos modelos de acción política. Pese a eso, lo que yo no creo es que se hayan perdido las metas de los movimientos revolucionarios y que no valgan la pena de ser buscadas. Lo cierto es que estamos en uno de esos momentos de la historia en los que no se sabe muy bien cómo conseguirlas. Eso ha pasado muchísimas veces, hay épocas de certezas que pueden rebelarse equivocadas o no, y épocas de incertidumbre, de búsqueda, de duda en las que poco a poco se van construyendo los paradigmas. Este es uno de esos momentos que, claro, puede durar cincuenta años, no sé. En términos individuales es una catástrofe; en términos históricos, es lo que siempre ha pasado.

- ¿Cómo ves a la juventud contemporánea si fuese posible compararla con la época que describís en la voluntad?

Nunca me gustó hablar de los jóvenes de hoy o los jóvenes de ayer porque me parecen como masificaciones muy poco procedentes y muy poco útiles. Podríamos decir que los jóvenes del año ‘73 eran así de tal manera, y quizás esas características eran sólo de los jóvenes militantes de esa época -que además eran cuantitativamente despreciables si se los compara estadísticamente. Sin embargo, para hablar de los jóvenes de hoy cometeríamos el mismo error de sociología barata. Creo que hay muchos tipos de jóvenes, por suerte, y que en la actualidad se tiene la ventaja y desventaja de llegar a los veinte años sin modelos fuertes. Cuando yo era chico, vos sabías que si querías hacer algo, estaba más o menos armado todo el recorrido. Si querías entrar en política estaban el partido comunista, los trotskistas, los peronistas de izquierda, los católicos del tercer mundo. Era mucho más fácil en ese sentido. Ahora si alguien quiere cambiar cosas de la sociedad en que vive, todo está mucho más difuso, mucho mas confuso, por lo tanto se hace mucho más difícil. Pero también, para los que realmente tienen ganas de meterse en eso, está ese incentivo de que todo está por inventarse. No hay que seguir el camino ya trazado, sino que tiene que trazarse su propio camino en la medida en que el camino ya trazado fracasó.

- La militancia política es uno de los tópicos recurrentes en tus obras. La novela “No veles a tus muertos” fue escrita con una distancia de veinticinco años aproximadamente de “A quien corresponda”, de reciente aparición en todas las librerías. ¿Qué sentís que cambió de una novela a otra en cuanto a tu concepción política y la esperanza por otro país?

Cambiaron tantas cosas que sería difícil enumerarlas. “No veles a tus muertos” fue mi primera novela, yo tenía unos veintidós años cuando comencé a escribirla. Bueno, después pasaron veinticinco años, o sea la mitad de mi vida, y supongo que eso de una manera u otra influye. Pero además de eso, pasaron estos veinticinco años de la Argentina que me dieron la medida del fracaso de una sociedad. Viví la dictadura muy de cerca a pesar de mi exilio, se sabía que iba a terminar y que luego vendría la democracia; con ella sentíamos que podíamos empezar algo cargado de ciertas esperanzas. De hecho, los dos primeros años del alfonsinismo fueron un poco así para mucha gente, pero del ochenta y cinco a esta parte casi todo fue degradación; la historia de un país cada vez peor. Los militares pusieron una base firme, pero luego los gobiernos sucesivos no revirtieron la situación, siguieron adelante con esa destrucción. Y los damnificados como sociedad no pudimos hacer lo suficiente para impedir que eso fuera así. Entonces me parece que lo central que hay entre ambas novelas son las peripecias de un país.

- En “La Voluntad” nombrás toda una serie de personajes y militantes de izquierda que hoy son funcionarios del kirchnerismo ¿Qué opinás de esta situación?

Bueno en mi última novela uno de los personajes es claramente un ex militante funcionario del gobierno kirchnerista y el tipo no queda tan bien parado. A mi me parece, sin embargo, que nadie está obligado a pensar lo mismo a lo largo de treinta años, incluso sería hasta antinatural. La gente cambia, las circunstancias cambian, todo cambia. Si un tipo que en el año setenta y cuatro militaba por el socialismo ahora está rosqueando en un gobierno centrista, me parece bien, es su derecho. Lo único que le pido es que no lo haga en nombre de la militancia socialista. En términos políticos, yo estoy en contra de lo que hace ese tipo en el gobierno, pero no le hago ninguna crítica personal. Simplemente le pido que reconozca que cambió, que está haciendo una cosa radicalmente distinta y que no nos venda una historia de continuidad que es indemostrable y absolutamente insostenible.

- Una crítica que puede hacerse al kirchnerismo tiene que ver con esto, con mostrarse como un gobierno montonero o socialista y en la práctica realizar actos de centro derecha...

El kirchnerismo es un gobierno que no tiene ningún interés por cambiar en serio la estructura social y económica del país, pero se llena la boca con palabras como redistribución, y la distribución de la riqueza en la Argentina es tan injusta ahora como hace seis años antes de que ellos asumieran. Efectivamente el problema es que, además, gracias a eso están complicando cualquier posibilidad de un proyecto de cambio, porque ellos ocuparon de boquilla ese espacio y le hacen creer a mucha gente que no mira con detalle la cuestión, que eso es la izquierda en el gobierno. Entonces, si esto es la izquierda la próxima vez, van a votar a la derecha.

- Los setenta se han puesto de moda, todos los argentinos en mayor o menor medida recordamos esa época como amarga. Sin embargo, pedimos cada día más mano dura para los delincuentes. ¿Cómo analizas esta situación tan contradictoria?

En verdad no sé cuánta gente critica realmente a la dictadura. No estoy nada seguro de que si vos vas a una marcha pidiendo mano dura contra la delincuencia haya una gran mayoría que repudie a los militares del setenta y seis, no estoy nada seguro. De hecho, si lo hicieran serían unos mentirosos. Además, entre el setenta y tres y el ochenta y tres, un porcentaje enorme de los argentinos estaba muy contento con la dictadura militar. Entonces no jodamos... los miliares tuvieron un gran apoyo de la población civil. Había muchísima gente que estaba contenta con esa dictadura porque se había asustado antes, porque se había dejado operar por los medios que le pronosticaban el caos o porque le beneficiaba en sus propios intereses. Y ahora parece que ni un perro ni nadie estaba a favor de la dictadura. Es sorprendente, porque muchas de las personas que tienen poder en la Argentina, lo tienen en parte gracias a esa dictadura. Ahí se cambió todo el sistema económico, se dieron vuelta muchas estructuras de poder. Hoy muchos de los ricos argentinos actuales no lo serían si no fuera por lo que hicieron los militares, y ahora son tan gratos y tan canallas que salen a hacer declaraciones en su contra. Bueno, toda esa gente no creo que sean incoherentes cuando están a favor de cierta mano dura contra el fantasma de la inseguridad.

- ¿Qué opinas acerca del periodismo actual, ha cambiado en algo con el de la década del noventa u hoy está más sometido que nunca al poder político y económico?

Nunca había pensado en la comparación con los noventa, pero lo primero que se me ocurre es algo así como que contra Menem vivíamos mejor, como dirían los españoles “contra Franco vivíamos mejor”, por la facilidad de oponerse a una especie de figura tan execrada; era cómodo, era simple, era factibleor lo menos para cierto periodismo que intenta contar lo que otros no cuentan, incluso a veces pensar lo que otros no piensan, era más fácil hacerlo, me da un poco esa sensación....

- No crees que el kirchnerismo utiliza esta postura de endemoniar determinadas figuras en su discurso según sea el caso, los militares o al mismo menemismo...

Había un texto de Macedonio Fernández que decía que la Municipalidad en Buenos Aires contrataba a un tipo muy feo para que caminara por la calle Florida para que cuando vos te cruzaras con él dijeras, bueno, yo no soy tan feo, la verdad yo no estoy tan mal. Te permitía ir subiendo un poco el ánimo. Este gobierno usa al menemismo como al tipo feo. Volviendo a tu pregunta sobre el periodismo, hoy más que nunca sigue sometido al mercado y a la política, son muy poquitos los medios que no viven gracias a sus relaciones con estos dos poderes: los medios chicos, simplemente cambiando publicidad por una cobertura favorable; los medios grandes usando su poder de presión para conseguir lo que les conviene. Entonces está muy complicado hacer periodismo en nuestro país, esto agravado por un gobierno que cree que las cosas no suceden en el mundo si no pasan por los medios. Está tan interesado por los medios que en lugar de gobernar tendrían que poner una carrera de periodismo y dedicarse a eso, que es lo que realmente les parece interesarles.

- Recientemente se publicó “La historia de los intelectuales en Latinoamérica” por Carlos Altamirano, como un intento de reflexión de este movimiento ¿Cuál pensás que es el rol del intelectual en la Argentina del presente y porqué crees que ocurre este pasaje de intelectuales críticos al Kirchnerismo?

No me sorprende ni me escandaliza que haya intelectuales críticos que crean que este gobierno no merece su apoyo, me parece bien. Entre las funciones del intelectual también está la de embarrarse y decir yo apoyo esto, estoy con esto, trabajo para esto. Debe ser una felicidad increíble tener la sensación de que aquello que uno piensa y que uno cree se esta concretando en algún proyecto político. Ojalá me sucediera de tanto en tanto, yo creo por supuesto, que la función del intelectual es más bien la de poner en crisis el sentido estricto, criticar poniendo en crisis ciertos lugares comunes ciertas ideas recibidas, lo que uno piensa a primera vista, el trabajo del intelectual es pensar el segundo , el tercer, cuarto punto de vista. Pero este trabajo crítico te puede ayudar a apoyar ciertos movimientos. Sin lugar a dudas no apoyaría al Kirchnerismo, pero me parece muy respetable y envidiable que lo hagan.

- ¿Tenés algo que decir del fenómeno Cobos, pensás que es pasajero o que puede resultar una grieta que termine por quebrar al Kirchnerismo?

Cobos responde al mecanismo de construcción política de la Argentina contemporánea o sea a nada. Salís quince minutos en la televisión, te viste bien, se te ocurrió algo diferente y durante x tiempo, seis meses, un año, dos parecés una alternativa política. Es lo que viene pasando con Chacho Álvarez, con Carrió, con Bloomber, con De Angelis, y ahora con Cobos. Como la política Argentina no se piensa en términos de construcción, ni de proyectos ni de programas, entonces lo único que queda es esa especie de chispazo mediático de alguien que durante un tiempo parece ser una opción hasta que se deshace en el aire como les paso a todos estos y queda el peronismo.

- Actualmente trabajas con Lanata en Crítica dejaste tu puesto como subdirector del diario y ahora sos columnista ¿Qué ocurrió , que motivó esta decisión?

Fui subdirector del diario en el principio, en toda la etapa de preparación y en cuanto conseguí suficiente poder me nombre columnista. Me interesa más pensar y escribir, mucho mas que los trabajos burocráticos de dirección, de organización, así que cuando pude lo deje.

- Hablando estrictamente sobre literatura ¿Qué autores consideras que marcaron una impronta de influencia en tu escritura?

Me resulta muy difícil pensar a esta altura que autores me marcaron. Si fuera honesto supongo que Salgari fue el que más me marcó. Es uno de los que he leído mas tempranamente y con mayor fruición. Tengo autores por épocas, tengo etapas, me pasan cosas raras, hay momentos en que pienso que determinados autores son insuperables y que luego no los sigo. Con Borges me pasó algo de eso, hay muchos textos de Borges que sé casi de memoria y ahora me pongo a leerlos y no los soporto, es como amanerado está haciendo borgismo todo el tiempo. Ahora acabo de terminar de leer un libro que me fascinó, hacía mucho que no me pasaba es “Vida y destino “ de Vasili Grossman un ruso, una especie de novela decimonónica, una gran novela del siglo XIX, esas novelas totales, con miles de personajes, y mil y pico de páginas, una novela maravillosa.

- Recientemente viajaste al África ¿Pensás escribir sobre algún tema relacionado con el continente?

En los últimos años me ha tocado ir al África varias veces. Trabajo para el Fondo de Población de las Naciones Unidas, haciendo unas historias de jóvenes en situaciones complicadas, en distintos lugares del mundo. Una vez por año paso dos o tres meses de viaje por lugares raros y siempre hay tres o cuatro países africanos ahí en el medio. En los últimos años me acerque mucho más al África. África es espeluznante, es un lugar donde todo es descarnado, donde hay tan poca mediatización de lo civilizado sobre las cosas, donde esta todo como en carne viva. Este año estuve en Etiopía y me di un golpazo, es muy duro, es un lugar donde la gente se muere de hambre. En la Argentina por ejemplo hay tipos que comen por doscientos mangos y capaz que a cinco kilómetros hay otro tipo que no tiene dos mangos para comer esa noche y se las rebusca y busca y mal que mal se las arregla con algo. En muchas regiones de África en cambio el hambre es para todos los que están en un lugar, existen grandes zonas donde no hay que comer. En la Argentina se vive la desigualdad en el África la carencia absoluta. Esta carencia es terrible, es otra manera de conocer lo espantoso.

Fragmento de “ A Quien Corresponda”

... ”Siguieron siendo Jóvenes. Todos ustedes siguieron siendo jóvenes: se quedaron jóvenes – de una vez para siempre. Más que jóvenes: adolescentes, casi niños niñas que trataban de disimular sus años con el velo de una barba incipiente, la mirada de unos ojos pintados. Lo conseguían, entonces: nos parecía que lo conseguíamos y nos sentíamos hombres y mujeres de la patria, hombres y mujeres capaces de las mayores decisiones que un hombre y una mujer pueden tomar. Las tomábamos. Pero ahora, cada vez más, al ver sus fotos me sentía como su padre – o su abuelo o un tío calavera o un maestro ciruela -, lastrado con la torpeza, la vulgaridad de haberme convertido en un viejo mientras ustedes supieron conservar su juventud, sus brillos, sus cuerpos decididos.

Fue uno de los precios – tantos precios- que tuve que pagar por no haber hecho lo que ustedes si hicieron: por no haber caminado hacia la muerte con la cabeza más o menos alta, por no haberme construido una muerte más o menos memorable. Yo, el viejo, el que no supo, el que vivió tantos años testigo de la degradación inevitable que ustedes evitaron, y que ahora sabía que mis días – como suele decirse – estaban bien contados. Que no tendría ya muchos mas días hasta ese momento en que me muriera, si acaso, en una cama triste, sin ningún brillo, sin sentido, como cualquier imbécil: nadie escribiría un poema sobre mi muerte de hospital, nadie llevaría por la calle una foto de mis veinte años, nadie diría o gritaría que no había sido en vano.

Ustedes en cambio – Estela, vos, en cambio – hicieron de sus vidas una historia con sentido: la historia de una buena muerte. Se impusieron al recuerdo con una forma propia, se inscribieron en el recuerdo con una forma ineludible: obligaron a millones de compatriotas displicentes a recordarlos como los mejores, los que si se atrevieron. Imbéciles: millones de compatriotas displicentes que hablan de su entrega y de su sacrificio y de sus muertes y que nunca, nunca jamás de los jamases se sentarán a analizar para que murieron: que querían. Ni a preguntarse si ellos – los que hablan de su entrega y su sacrificio y de sus muertes – estarían de acuerdo con esas metas: si pasado el estúpido deslumbramiento que les produce la idea de que haya otros dispuestos a morir por una idea, esas ideas – las ideas de los entregados sacrificados muertos – les resultan ajenas, propias, interesantes, detestables. Pero, una vez más: son muertos jóvenes son los que entregaron años y años de unas vidas que deberían haber sido largas y eso los impresiona: les reconocen - ¿les envidian? – esa forma de la generosidad que se supone en esa muerte, como yo les envidio y reconozco que hayan sabido esquivar la lenta marcha hacia ninguna parte, una vidita”... (pp. 87 y 88).

fuente: http://www.literaturas.com/v010/sec0912/entrevistas/entrevistas-01.html

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