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El Fórum de las Culturas de Barcelona y sus Antropologías para la integración capitalista
Por T.Sarkis - Sunday, Feb. 27, 2011 at 5:05 PM
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Preferimos no hacer de nuestra crítica una argumentación extra de aquella que ha dominado, por cuantía de voces que la cultivaron en su momento y por amplificación mediática, y que se ocupó sobre todo en mostrar cuál era el auténtico reino de lo dicho, de lo programado, de las invitaciones a discutir, de las exhortaciones a la reparación filantrópica: reino de la mentira, o “un circo”, según la implacable calificación que al acto daría Manuel Delgado.

El Fórum de las Cult...
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El Fórum de las Culturas de Barcelona y sus Antropologías para la integración capitalista en campos transculturales de recursos

Tamer Sarkis Fernández

Invitación del Fórum a la Antropología y malestar entre antropólogos

Aunque contaron también con otras disciplinas científicas y otros saberes aplicados, el llamamiento que los organizadores del Fórum dirigieron a la Antropología fue específico y distinguido: quisieron tenerla de especialista, junto a economistas, a “voces autóctonas críticas”, a ecólogos y a “ingenieros del Desarrollo”, en el tratamiento de los grandes desafíos sociales ligados a la llamada “globalización”. Se esconde, tras esa abstracción terminológica, la parcelación de los procesos productivos cada vez más “racional”, esto es, una parcelación cada vez mejor ajustada al cometido de reproducir acrecentadamente el Capital, así como la colocación de cada tramo según la distribución y re-distribución más conveniente del Capital Fijo (máquinas, instalaciones, micro-tecnología...) a fin de contra-restar su sobre-producción y sobre-acumulación.
A su vez, la Antropología estuvo convidada a dar “rango de saber” a la ideología de la UNESCO1 y a su programa práctico, mediante cierta publicitación de su compromiso científico con el organismo, así como a intervenir con científica eficacia en la realización de premisas y proyectos. La modestia del papel destinado a la Antropología en esa red de cooperación interdisciplinaria, ocasionó malestar más o menos generalizado en “el mundillo” intelectual-antropológico reconocido, e incluso indignación en no pocos, consternados por tal denigración posicional cometida sobre quienes tienen la boca y la tinta secas de tanto “concienciar” respecto de su condición monopólica de “especialistas de la Cultura”. Esto sucedió a fortiori con “los desarrapados de la Cenicienta” –los antropólogos españoles-, invitados con cuentagotas al evento barcelonino, habiéndose decantado el comisariado del Fórum por especialistas “extranjeros”.
Dicho menoscabo de la Antropología perfiló una combinación curiosa de discursos adversos a cualquier participación antropológica, sin embargo impregnados de un marcado olor quejumbroso a tenor de haber sufrido exclusión en la preparación y la puesta en escena del Fórum; marginación que, oídas las críticas en su contenido manifiesto, no debería haber supuesto problema alguno.
Es cierto que una minoría rechazó ya de entrada tener algo que ver con un acontecimiento reducido a la categoría de “farsa” por ciertas formas de crítica: reducido a disfraz ideológico de “funciones latentes” ubicadas en el negocio, a escaparate político para hipnotizar con planteamientos no seriamente estimados mientras “el poder” avanzaba inadvertido por derroteros opuestos.
No obstante, la mayoría suscribió tal crítica pero haciéndola coexistir con otra. Se proyectaba esta última hacia el sesgo político con que el Fórum, a través de su planteamiento “teórico” mismo, habría conceptualizado “Cultura”, dejando a la audiencia la deducción de su corolario tácito: cuando la voluntad es de instrumentalizar la noción de “Cultura”, lo que comporta su falsificación hecha a medida, a sus falsificadores no les conviene más que entre-abrir por compromiso las puertas a sus estudiosos especialistas. De ahí una aparente “indiferencia” hacia los antropólogos, que mirada de cerca resulta ser algo más que eso. De nuevo, el esquema mentor del maniqueo combate metanarrativo: Verdad contra Ideología, Conocimiento (luz de la Ciencia) contra Poder. A imagen de este reparto apriorístico de personajes y competencias supuestos en relación de antagonía irreconciliable, tomaron forma las críticas, denunciantes de “la hipocresía”, “la coartada”, “la mera propaganda”, “el maquillaje de un orden social volcado en hacer la guerra para su autosostén”, “la máquina apisonadora de culturas que recita elogios a la diversidad a modo de encantamiento de masas”, “la especulación inmobiliaria”, “el urbanismo reestructurador para mejor someter la población de Barcelona a una <<nueva economía>> basada en exprimir ciudades-espectáculo y su poder de convocatoria al ocio”.
Identificaciones como ésas –ciertas- partieron de la detección de la incoherencia, de evidencia escandalosa, entre principios rectores manifiestos (la diversidad como “especie a proteger”, el reto pacifista de una alianza entre “civilizaciones”, la práctica del “diálogo intercultural”, la investigación y ejercicio de fórmulas para un “desarrollo sostenible”) y prácticas reales mantenidas por la infraestructura institucional y empresarial del evento (“caza” policial y deportación de personas migradas, a cargo del Ayuntamiento de Barcelona; actividades de algunas transnacionales entre las participantes, tales como La Caixa y Endesa, directamente implicadas en el genocidio de irakíes o en ahogar al pueblo mapuche bajo las aguas de una presa; etcéteras y etcéteras)2.







El Fórum más allá de encubrir negocios, de auto-propaganda social e institucional de las democracias imperialistas, y de instrumentalizar conceptos. Cultura de la Paz, Desarrollo Sostenible, Desarrollo Social y diálogo inter-cultural en la Fábrica-Tierra

Somos conscientes de las contradicciones intrínsecas a los eslóganes del Fórum. Estos, como cualquier conjunto de deseos y de suposiciones ideales, no dejan de estar sujetos a las limitaciones e imposibilitaciones que la estructuración capitalista de la realidad determina objetivamente. Las acotaciones, a la acción política y a las intervenciones coloristas “de transformación”, por la continuidad de la reproducción ampliada de Capital como principio racional que define la actividad productiva y su organización social, están realmente más allá de la aptitud ilimitada de las conciencias para edificar castillos en el aire respecto de cómo y en qué dirección hacer “progresar” o “cambiar” la realidad. Sin embargo, preferimos no hacer de nuestra crítica una argumentación extra de aquella que ha dominado, por cuantía de voces que la cultivaron en su momento y por amplificación mediática, y que se ocupó sobre todo en mostrar cuál era el auténtico reino de lo dicho, de lo programado, de las invitaciones a discutir, de las exhortaciones a la reparación filantrópica: reino de la mentira, o “un circo”, según la implacable calificación que al acto daría Manuel Delgado.
Estamos convencidos, por contra, de que establecer cuál fue el sentido del Fórum -es decir, des-cubrir qué fuerzas de lo real produjeron el acontecimiento- pasa mucho más profundamente por suscribirnos a una epistemología alternativa. Esta debe tomar las formulaciones del Fórum relativas a objetivos propios y a funciones asumidas, en calidad de expresiones que designan fielmente proyectos y objetivos verdaderos, y que hablan en torno a vías sinceramente asumidas para la implementación de esos proyectos y la consecución de esos fines.
En efecto, promocionar nuevas formas empresariales de uso energético, fórmulas de medición en la extracción de recursos, éticas de consumo, inclusiones de sensibilidad ecológica en las Agendas gubernamentales, ahorro de inversiones capitalistas en la fase del aprovisionamiento de materiales-input escasos, agotables o caros mediante la creación de un voluntariado reciclante, etc., que mantengan el Planeta al menos un ápice por encima de su línea de flotación, es hoy, más que un interés real capitalista, un Imperativo de mínimos, en un periodo de cambio climático que empieza a traslucir la amenaza ejercida por la Economía Política sobre las necesidades humanas ya al nivel básico de la subsistencia biológica de nuestra especie. Por su parte, consumar la utopía kantiana de la Paz Universal es el ideal normativo por excelencia de las relaciones internacionales como saber que guía un conjunto de prácticas diplomáticas y político-militares, debiendo –por parafrasear a Benjamin Constant-, sustituir el comercio a la guerra. Como decenas de grupos humanos no se conforman con contemplar resignados o pedigüeños un orden de cosas donde toman una parte miserable, los llamados “actores internacionales” coinciden en la evidencia de que la “Cultura de la Paz” y sus bondades no es cosa que todas las gentes abracen espontáneamente y por pura tendencia a la Virtud. Se precisa, pues, ser aguerrido en el evangelio de la Paz, combatiendo la violencia hasta extinguirla a bombazos y generar así terreno llano para el aterrizaje fabril y el tránsito de mercancías.
Cierto sector del campo burgués, mezcla de temperamento crítico y de optimismo, se despierta moralmente espantado por tales formas tradicionales de pacificación, o simplemente advierte el peligro de que acaben por resolverse en espirales contraproducentes que arrastren a todos sin remedio muy lejos de la Paz. Propone, en su lugar, una Cultura de la Paz auténtica, que concilie sus medios con la finalidad, y cuyo puerto de máximos sea “el Diálogo entre civilizaciones”, mientras combina esa dinámica con pasos dados hacia otras direcciones, como Afganistán o Haití, campos para la aplicación de métodos de pacificación más clásicos y concordantes con el paradigma que aún domina. El Fórum querrá ser un Banco de ideas en pro de generar condiciones para esa pasteurización de las poblaciones en la no-violencia que la “Cultura de la Paz” expresa. El planteamiento intencional –sincero, veraz- mantenido por el Fórum –ya desde sus textos mismos de autopresentación- fue el de deshacer argumentalmente lo que pudiera quedar en pie de la tradicional ecuación “guerra por la Paz”, en clara sintonía con la ideología gandhista de la paz como el camino para sí misma, apuesta que demandaba hacer hincapié en la intervención a base de dispositivos moralizadores y de integración eficiente en la Fábrica-Tierra como “la educación de los Pueblos para la Paz” y “el Desarrollo Social”.
Toda esta distribución de roles, que hacía de “Occidente” la “Casa de la Paz” –una especie terreno patrio de la Paz, que “naturalmente” daba el primer paso organizado hacia su consecución mundial mediante la llamada al diálogo y el estudio racional de sus condiciones permisivas-, era una presentación situativa de fácil calado en las audiencias, pues no hacía más que traducir cierto pensamiento hipervulgar altamente compartido: la guerra tendría que ver sobre todo con “el talante” cultural. El hecho de que “la Cultura de la guerra” persista dominante sobre las idiosincrasias de tantos “Pueblos” respondería a un déficit en la difusión de “valores democráticos”, “Derechos Humanos”, hábito de consenso y tolerancias varias; en definitiva, hay mucho bárbaro todavía con tendencia a hacer la guerra. Pero tampoco podría esperarse que esas culturas otras dejen de ser “de la guerra” mientras persistan ciertas condiciones sociales “de injusticia” en que hallan su alimento y su coartada. Esta imagen define las auto-atribuciones tácitas que se hizo el Fórum para la cuestión: a aquellas zonas lejanas, que paren “terroristas”, “fanatismo” y “enfrentamientos fraticidas”, el “Occidente” les tiende a pesar de todo la mano ejerciendo de esa “Civilización de la Razón” que es, y las llama a compartir con él la Cultura de la Paz. Además, no es solamente comprensivo; también salvador: sensible para comprender las circunstancias desesperantes detrás de las tendencias a guerrear, no cae en el idealismo de depositar toda la carga del éxito en la definición intercultural de valores y en el diálogo, sino que se propone tanto acabar con “circunstancias extremas” originarias de “reacciones extremas”, como romper la impermeabilidad entre esas poblaciones y la política institucional, esperanzándolas en ser escuchadas y atendidas desde sus propios gobiernos regenerados o al menos desde un “Occidente” padrino de organismos internacionales eficaces.

Así pues, el Fórum acogió la postulación de proyectos a cooperar y enmarcó la exposición de iniciativas inversionistas para el Desarrollo que unos actores se hacían a otros en práctica de tanto comunicarse “entre culturas”. Y precisamente de la mano de este proyecto que suspira por un mundo unido al que compondrían partes económico-culturales armónicamente interconectadas, el Fórum se define honesto adalid de “la diversidad cultural”, trazando un compromiso que no es en modo alguno pantomima. Procurar que los grupos humanos intervenidos para ser insertados en la División Internacional del Trabajo, conserven y apliquen su sistema punitivo “tradicional”, hagan uso de sus modos de resolver conflictos, aporten caracteres “étnicos” a las ideologías “de identidad nacional” difundidas por “sus” Estados y que favorecen la paz social o al menos congenian las luchas con el mantenimiento del orden productivo; favorecer la dualización de sus economías y el mantenimiento de cultivos paralelos en lugar de restringir a estas poblaciones exclusivamente a monocultivos que no garantizan la subsistencia ni por tanto una FT en condiciones productivas; impedir el desmembramiento completo de formas “tradicionales” de agregación humana –como la concentración física del parentesco o su protagonismo relacional- que son la base para el ejercicio de solidaridades cuya pérdida desestructura las nuevas conexiones entre poblaciones y trabajos que el entramado político-empresarial del Desarrollo está anudando; inhibir, tras la cortina del orgullo cultural identitario, la toma de consciencia de estas poblaciones respecto de las condiciones de existencia que se les están imponiendo, desde “el exterior” y desde sectores privilegiados “interiores” al propio grupo humano; etc.
Todo esto integra realmente el nuevo know-how del Modo de Producción y el tendido organizacional que trabaja para su re-equilibrio, lógica del capitalismo sintetizada magníficamente por aquel anuncio de una crema dérmica cuyos carteles asomaban por Barcelona hace menos de un año: mujeres de formas dispares, en fotografía única, altas, bajas, rectas, blancas, pecosas, redondas, fornidas, negras, asiáticas, atléticas, tersas, esqueléticas, quienes consiguen su propio desarrollo estético respectivo, mientras se mantengan fieles compradoras del producto. El Modo de Producción en su etapa actual de Desarrollo necesita luchar con todas sus fuerzas para hacer frente a su propia dinámica objetiva que lleva a “lo social” hacia la homogeneización. Su extraordinaria diversidad de mercancías-espectáculos no cabe más que en perfiles “culturales” y en habitus sociales igualmente diversos. Es más: la oferta misma se hace diversa pivotando alrededor de esa heterogeneidad humana y sólo así puede marchar a su encuentro; metamorfoseándose en las formas socioculturales-objeto. Introduciendo la sumamente exacta terminología de Vicente Verdú3, podríamos decir que el Capital no pretende en estos tiempos homogeneizar la diversidad –que pueda evitar esa esencia suya es ya harina de otro costal-; lo que hace es homologar: produciéndole gustos, prioridades de gasto, identificación con variantes del producto diseñadas para adaptarse a ella, capacita a una y otra diferencia para ser tan sector de mercado como puedan serlo las demás. Son diferencias, y homólogas; cada una con su valor de cambio con arreglo a mercancías distintas, e indistintas en su condición misma de valor de cambio4.

Afirmamos que, frente a sectores internacionales de la política, de la Administración especializada, de las finanzas, del Desarrollo, militares, de la proyección científica de policies e intervención sobre las ciudadanías, etc., sectores que podríamos denominar “atrasados”, pues viven inmersos en un desajuste perceptivo pasado-presente, inconscientes de qué es “vital” para la salud y la tranquilidad de la organización social en el actual periodo de acumulación de Capital, y que obvian cuestiones como “la interculturalidad”, “la Cultura de la Paz”, “el etno-Desarrollo” y “la protección del medio-ambiente” o si las invocan es como mera palabrería-imagen, el Fórum fue esencialmente la criatura de una lógica de vanguardia qué sí se toma todo esto muy en serio.
Para aclarar el planteamiento utilizando el genial esquema conceptual innovado por el eminente sociólogo estructural-funcionalista Robert Merton, reducir las relaciones entre las funciones manifiestas (aquéllas reconocidas) y las funciones latentes (aquéllas no reconocidas o ni siquiera conocidas) del Fórum al rango de la antagonía, de la contradicción, del encubrimiento… -en lugar de atender sus concordancias, cómo se complementan, cómo las funciones manifiestas son la invitación a que los actores se impliquen en la realización de las latentes…-, es un análisis que nos sirve de poco. Es más: un análisis así, más allá de intenciones subjetivas por combatirlo, es objetivamente funcional al Fórum (a cierto nivel) y a las fuerzas que posibilitaron su realidad y que le dan sentido.
Primero, porque la flecha penetra en la periferia de la diana: se autopresentan como crítica del Fórum denuncias proyectadas fundamentalmente contra aquello que se hace en nombre y al abrigo del Fórum, sugiriendo que más allá de tales transacciones, recalificaciones de terrenos, cooperación armamentística “intercultural” contra revueltas y guerrillas, golpes de homogeneización al mundo, inversiones y actuaciones contra unos u otros sectores de la población, el Fórum es vacío, o tan sólo “discurso”. Ese es el modo de abordamiento perfecto para que el Fórum en su núcleo de sentido quede intacto, pues su existencia misma no “ideológica” es negada.
La segunda funcionalidad que presentan estos análisis opositores entre Verdad e Ideología tiene que ver con alimentar una conciencia crítica en torno a negligencias, incumplimientos, laxitudes, desentendimientos, vistas gordas, que ciertamente impregnan el comportamiento de instituciones y grupos para el Desarrollo, la Sostenibilidad o la pacificación/desarme de las poblaciones.
Por supuesto que la asunción por las masas de una crítica tal no nos sería desagradable, al contrario, ubicada en una comprensión global de qué significa perseguir esas metas por parte de la organización política, asistencial y militar del capitalismo (BM, FMI, ONGs, Cascos Azules, Cumbres de Kioto varias…), negligencias aparte. En efecto, la difusión de análisis centrados en subrayar cómo los actores y los sistemas de actores –que patrocinaron el Fórum, lo llenaron, lo protagonizaron…- no se ocupan de aquello que dicen ocuparse, va dibujando, debido a su dominio en el ámbito “contra-hegemónico” de publicaciones textuales, una crítica entre sectores de la opinión pública –movimientos ciudadanos, vecindades organizadas, ciertas ONGs, intelectualidad militante, Contra-cumbres- especializada en acusar a ese tejido de ser “escaparate”, en exigirle ser consecuente o en proponer su liquidación y su reemplazo por otras organizaciones “que sean de verdad”. De este modo, llega a definirse la relación entre opinión pública organizada y este entramado, como un continuo alertar, supervisar, denunciar, desenmascarar, inspeccionar, impugnar, reclamar ceses, provocar selectivamente la disolución de organizaciones valoradas especialmente inoperantes o engañosas, así como su sustitución; en definitiva, como una presión que incentiva al entramado capitalista a “eliminar impurezas” de funcionamiento y a ceñirse atentamente al guión… Que resulta ser su propio guión, pues actuar desarrollando, pacificando y congeniando explotación con oxigenación se inscribe en su racionalidad verdadera5. Con la incentivación, marcaje y advertencias provistas por un universo crítico así definido, el comportamiento real llega a ajustarse más perfectamente a la buena marcha ideal.
La tercera funcionalidad, en fin, entronca directamente con aquélla segunda que acabamos de señalar, siendo su efecto inextricable al nivel de las expectativas de masas depositadas en la organización de la sociedad existente. Por encima de las intenciones y de la conciencia que los productores de esos análisis posean, depositar objetivamente un grano de arena más en la solidificación de esa vox populi que clama por programas internacionales “reales” de supeditación a los imperativos ecológicos, de freno a la aculturación, de mundialización de la paz, y que se auto-organiza para velar por su constitución y por su cumplimiento, significa afincar a las personas en una ideología precisa. La de que algo de ello es definitivamente posible sobre una base económica centrada en la producción mercantil de valor y en su ingreso como Capital a través de la venta de esas mercancías. Desde el espejismo de que el Imperio de las sociedades mercantiles es conciliable con un mundo diverso, sano y en paz, una vez obtenidas instituciones y organizaciones que ciñan su funcionamiento y sus presupuestos a tales fines, y, por lo mismo, una vez finiquitados los actores “farsantes” y sus “farsas” (como se dice que fue el Fórum), otro mundo aparece como posible. Mientras en tales sueños de embellecimiento y purificación se empeñan, con igual honestidad, tanto la crítica dominante ciega a la determinación de la realidad por la organización social de la producción, como el grueso de instituciones del Capital criticadas, la ordenación social de la producción continúa determinando unas realidades muy distintas.
Por tanto, no es que seamos adversos a la aplicación del concepto de ideología en lo que se refiere a comprender el sentido esencial del Fórum y la cabida concreta que en el mismo tuvieron determinados modos de hacer Antropología. Sí somos detractores de emplear para el caso de estudio aquella concepción de “ideología” tan propia de cierto marxismo (ideología como estrategia de justificación o de disimulo, contrahecha a la verdad en sus relaciones con ella), y más aún si esta concepción se coloca a título de piedra roseta descifradora de qué habría sido el Fórum, representado así como una hipocresía colosal.
Y, al tiempo, somos partidarios rotundos de aplicar el concepto de ideología en una de sus varias acepciones marxianas: representación en la conciencia respecto de las posibilidades de acción efectiva en una realidad concreta, representación separada de las limitaciones que la propia persistencia de esa realidad imprime a una acción no rupturista, y que, por el contrario, se conforma y se proyecta en ese mismo marco de lo real. Esa imaginación separada se materializa en proyectos resultantes y en acción colectiva realmente fiel a tales fantasías; proyectos, intentos y retos depuradores, de los que tanto la iniciativa del Fórum, como su crítica –en la calle o “analítica”- por ser “espejo falsificador de una realidad e intencionalidad otras” y “pantalla reflectante e insonorizadora de lo que se cuece en la trastienda”, no son más que el reverso y el anverso.


Propuesta de unas coordenadas epistemológicas para aproximarse a qué fue el Fórum Universal de las Culturas de Barcelona

En este sentido, debemos avanzar con un análisis que rebase el reduccionismo de las acusaciones a la falsa apuesta por la sostenibilidad, la falsa apuesta por la paz, la falsa apuesta por el desarrollo6, y que se encamine a comprender de qué modos concretos –mediante el despliegue de qué dispositivos políticos, de qué leyes, de qué pedagogías poblacionales, de qué reformas en la producción y en la distribución, de qué incentivaciones a la colaboración entre poderes de “ámbitos culturales” distintos- la nueva reestructuración capitalista global está apostando por una sostenibilidad, una paz y un desarrollo concretos. Someter el Fórum a este vuelco de planteamiento exige un vuelco de epistemología también con respecto a la contextualidad socio-económica del objeto de estudio: no ver al Capital como un personaje plano, que se da, para sí mismo y para el mundo que trata de organizar, directrices unívocas y que dispone de unos métodos propios (característicos, invariables) para la consecución de objetivos (como si hubiera “una racionalidad capitalista de los procedimientos”). Pero no verlo tampoco como un dualismo compuesto de “sector económico” (“real”) y de los foros interestatales o interagenciales (para la Ecología, de la Paz…), dramatis personae, este segundo sector, cuyas resoluciones son recurrentemente ignoradas a voluntad, y “ya están ahí para eso”.
Pensarlo más bien en términos de tensión, entre una inercia económica determinada en sí misma al autoperjuicio, y unos organismos que intentan atar la actividad económica al “Bien Común” (empezando por el de la clase dominante). Los últimos conforman un dispositivo organizado no frente a él, sino del propio Capital, y especializado en instaurar un límite a los impactos de la competencia interempresarial: juego de fuerzas donde, buscando cada Unidad productiva7 su propio óptimo de beneficio, en total libertad conduciría “paradójicamente” al descalabro común para todas.
Tomando como caso ejemplificador la(s) Cumbre(s) de Kioto –o de donde tengan lugar-, ante el hecho constatable de que la Cumbre es papel mojado y vuelve a serlo, de que nadie acata sus consejos ni siquiera cuando los convierte en materia de Derecho Internacional, etc., precaverse de tomar por núcleo analítico, el hecho de que pocos quieran atenerse o de que pocos puedan, coaccionados como están por la lucha entre economías competentes. Ver el destino reiterado de estas Cumbres como verdaderos fracasos del Capital; verlo como una manifestación de la contradicción esencial dentro del Capital: entre A. la sumisión humana (propia de las clases dominantes) a la obligación de alcanzar posiciones ventajosas en el “juego” competencial, a fin de no ser tragadas por otras economías8, y B. la necesidad, por otro lado, de contener (de absorber, de encajar y de aligerar) la acción económica agresiva determinada por la competencia9, o al menos la necesidad de asimilar los efectos de esta acción.
De lo apuntado se desprende la necesidad de no ver estos foros, Cumbres, Conferencias…, como un acontecimiento político amenazado por la Economía, en clave del estilo: “Los organismos participantes y algunos de los políticos tienen buena voluntad, pero están atados a quienes les financian” (mala voluntad del aguafiestas capitalista externo al acontecimiento y que lo condiciona, paraliza, interfiere, obstruye, recupera, limita, impide…). En otras palabras, no conduce a grandes logros de comprensión verlos como un proceso político separado de la Economía aunque dependiente de ella. Hay que analizar cómo se concreta la unicidad entre Economía y Política: de qué manera la batalla legislativa internacional por imponer medidas de sostenibilidad, aunque es verdad que coarta y limita a uno y a otro capitalista considerados como individuos de una clase10, es un proceso que surge y se desarrolla en respuesta a las necesidades de esa clase (como ente total). Necesidades que no coinciden (es más: se contraponen) con el máximo de conveniencia individual (empresarial o de economía nacional) dentro de la clase en su totalidad. Al revés: la libre persecución de satisfacer, cada Unidad productiva, su necesidad respectiva de acumular más Capital que “el vecino” para vencerlo en la competencia y así no ser engullido, hunde a la clase, en la medida en que va hundiendo su mundo-objeto de dominación11.

A su vez, centrándonos en el papel que las nuevas Antropologías dominantes tuvieron en el Fórum, no creemos del todo afortunado insistir en su cariz justificativo de la pertinencia misma del evento y de la labor ejercida por los organismos participantes. Por supuesto que si se contó algo con esas antropologías fue en parte porque su inclusión daba pedigree de rigor. Pero esta función no puede llevarnos a obviar otra, mucho más decisiva aún: la Antropología debía colaborar junto a otras ciencias y saberes en la tarea de arrojar conocimiento verdadero. Conocimiento sobre las vías más fructuosas de tratar y de operar con una diversidad cultural y hasta cierto punto existencial que ha devenido riqueza, recursos y fuentes cognitivas con los que nutrir la sujeción de poblaciones a dos reajustes fundamentales en el orden productivo: 1. La diseminación planetaria de unas y otras fases fabriles (Fábrica-Tierra) y 2. El encuadramiento de las agriculturas bajo una lógica de rentabilidad mercantil, a medida que el desarrollo de la Economía Política y sus manifestaciones12 van determinando que capitalizar al menos parte de la actividad agrícola se convierta en la única “alternativa” inmediata de supervivencia para los propios productores-propietarios autóctonos.
No veamos, por tanto, a la Antropología en el Fórum como las galas con que gustó de ataviarse y pintarse una comedia, y sí como nuevos modos de producir conocimiento cuya formación misma es relativa al desarrollo de nuevas especies de gubernamentalidad13 poblacional. Este patrón epistemológico para el análisis de las relaciones entre nuevos paradigmas dominantes en Antropología y el Fórum, implica descreer de una visión tradicional de las ciencias sociales que las toma como saberes neutros o liberadores en sí, aunque en abundancia recuperados, redefinidos y reverbalizados por unas instancias de poder en principio exteriores a la pureza científica14.
De este modo, una pregunta del tipo “¿de qué sirvieron esas antropologías al Fórum?”, formulada así, unilateralmente, es incorrecta en esencia. Más bien, ¿cuáles fueron sus servicios recíprocos?; sin duda el Fórum les sirvió a ellas como laboratorio de experimentación, donde compartir hallazgos, darse mutuamente a probar, consensuar o discutir en torno a postulados, metodologías, etc. Fue, en definitiva, una ocasión privilegiada para su propio desarrollo y maduración científicos. Y, mejor aún, no considerar la relación entre el Fórum y las nuevas antropologías dominantes como si fuera una relación de exterioridad respectiva, poseyéndose mutuamente para recoger cada uno sus rentabilidades autónomas, sino verlos como dos dimensiones cuyos engarzamientos concretos se hallan pautados por la práctica discursiva15 productora de realidad que contiene a ambos.
En el contexto esbozado, la instauración de una nueva división del trabajo científico posee pretensión de conferir a los antropólogos, en tanto que expertos de la diferencia y de la diversidad, una voz inédita en el seno del debate político, siéndoles reservados dominios capitales de investigación/intervención. Esos dominios son abordados por toda aquella Antropología que estuvo ligada al Fórum de las Culturas, al tiempo que, el saber que ellas elaboran y aplican, y el contexto económico y político que es la condición de posibilidad de ese saber, son dos esferas en co-definición recíproca. Los principios de redefinición teórico-política y metodológica mostrados por esas antropologías “dialogistas”, son sintetizables en los conceptos de democratización del saber antropológico y de democratización del discurso sobre el Otro.

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