Julio López
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En defensa de Libia contra la invasión yanqui!
Por Fogoneros - Thursday, Mar. 10, 2011 at 11:52 AM
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Pasaron solo 5 años desde que el presidente de Irak, Saddam Hussein, fue ahorcado por los norteamericanos que invadieron su país, consumando una farsa de juicio prolijamente filmado por las tropas ocupantes y difundido al mundo como ejemplo de lo que le sucedería a todos aquellos que se atrevan a desafiar al poder imperialista yanqui.

Atrás habían quedado las falsas acusaciones sobre las supuestas armas químicas irakíes que la inteligencia del Pentágono inventó y difundió a través de los grandes medios de comunicación durante años para demonizar a Hussein, y que los propios investigadores al servicio de los Estados Unidos dictaminaron que nunca existieron.

Tras la ocupación, la masacre brutal contra el pueblo irakí y el homicidio ejemplificador de su presidente, los Estados Unidos ya no necesitaban sostener excusas.

Hoy, aprovechando la sucesión de movilizaciones populares que se desarrollan en el norte de Africa y en algunos países de la Península Arábiga , los norteamericanos y sus aliados de la OTAN traman una nueva invasión: Libia.

Como en los meses previos a la invasión de Irak, todo comenzó con un bombardeo propagandístico de ablandamiento dirigido a desactivar las conciencias del mundo que puedan oponerse a una nueva matanza, a una nueva invasión.

Las denuncias sobre bombardeos contra la población civil por parte de las fuerzas leales a Kadafi, o sobre la existencia de fosas comunes llenas de ciudadanos desarmados, son el equivalente a las armas químicas de Saddam. Simplemente no hay prueba alguna de que hayan sucedido. Ni una sola imagen, ni un solo video de origen mínimamente confiable o cuanto menos imparcial sobre el tema, fue mostrado por los medios de comunicación que responden al imperialismo.

Después de que los Estados Unidos decidieran dejar que los gobiernos de Ben Alí y Mubarak cayeran por su propio desgaste, e intervinieran para acelerar los acontecimientos para que los gobiernos de Túnez y Egipto pasaran a manos más eficaces para sus intereses, las fuerzas imperialistas se abalanzaron sobre Libia.

Muammar El Kadafi, un líder antiimperialista enrolado en las filas del nacionalismo panarábigo que en la década del ´60 acabó con la monarquía imperante en su país y encabezó la construcción de un estado benefactor con alto grado de organización y participación popular; que logró llevar a Libia a ser el país con mayor nivel de vida y educación del norte africano; que pudo reivindicar los derechos de las mujeres en un marco tan complejo como lo es en ese punto una nación con inmensa mayoría islámica; que convirtió el desierto del Magreb en tierras fértiles que permitieron un enorme crecimiento del consumo de alimentos e industrializó al país; que ayudó política y materialmente a movimientos de liberación y organizaciones revolucionarias de todos los continentes; nunca fue perdonado por el imperialismo ni yanqui ni europeo.

Tras la caída del Muro de Berlín y el comienzo de una época de hegemonía global en términos geopolíticos por parte de los norteamericanos, Kadafi cedió a las presiones constantes del capitalismo y permitió el ingreso de multinacionales a su patria, pactó con los norteamericanos y europeos, y abandonó su práctica defensora de los pueblos del tercer mundo que había sostenido activamente en el pasado.



El resultado del ingreso de la lógica capitalista en Libia fue un aumento de la desocupación, el descenso del nivel de vida de amplias franjas de la población, y el silencio cómplice por omisión por parte de Kadafi ante las políticas represivas a nivel internacional que llevaron adelante las potencias imperialistas. Ello provocó el descenso de la popularidad del líder libio y de su proyecto original abandonado.

Pese a ello, las condiciones de vida del pueblo libio siguieron hasta hoy siendo mejores que las existentes en los demás países de la región. La defección de Kadafi no alcanzó para saciar la voracidad capitalista y ahora yanquis y europeos, en ese orden, se aprestan a ocupar el país después de haber preparado el terreno a través de la gigantesca campaña mediática contra el presidente libio.

Los llamados rebeldes libios, a diferencia de los egipcios o tunecinos que por millones ocupaban las calles y enfrentaban a las armas con piedras y con su propio pellejo, marchan con fusiles de última generación, con artillería y blindados, y levantan la bandera tricolor del rey Idris, el monarca corrupto que derribó Kadafi al mando de su pueblo en 1969.

Unidades del ejército que durante décadas respondieron a Kadafi, cambiaron sospechosamente de bando de un día para el otro; fuerzas navales yanquis se apostaron en las costas del Mediterráneo y algunas de sus compañías ya desembarcaron en puertos como el de Tobruk para entrenar y dirigir a sus tropas locales.

La V Quinta Flota norteamericana estableció un cerco que comprende la Península Arábiga , el Cuerno de Africa y el ingreso al Mar Rojo, y de esa forma al Canal de Suez egipcio que comunica al Mediterráneo con el Océano Indico, mientras sus portaaviones mantienen a los pilotos en alerta constante para iniciar los bombardeos cuando el presidente Barack Obama decida que es el momento indicado para dar la orden de inicio de la invasión.

El imperialismo no odia a Kadafi y su régimen por sus políticas de los últimos años, sino por sus apoyos del pasado a los revolucionarios del mundo. El imperialismo no critica a Kadafi por no ser “democrático” al estilo yanqui, sino porque quiere y necesita hoy el control directo del petróleo libio y no desea intermediarios.

Estamos ante la invasión norteamericana de un país soberano y frente a ese cuadro, la izquierda no puede, no debería, sumarse al plan de operaciones de una bestia negra que reemplazó a una bestia blanca en el gobierno de los Estados Unidos.

Aquí el problema no es estar a favor o en contra de Kadafi, porque ese es un tema que resolverá el pueblo libio que ya combatió a los colonialistas fascistas italianos, acabó con un rey y mostró al mundo cómo un pueblo pobre es capaz de cambiar su situación y construir un país más justo.

En este enfrentamiento entre el imperialismo invasor y una nación invadida, no hay términos medios: o se está con los invasores o se está con los invadidos. Nosotros elegimos a nuestro hermano pueblo de Libia como amigo y ratificamos nuestro más profundo desprecio al capitalismo agresor que consideramos “enemigo de la humanidad”.

Por eso, la consigna de la hora es NO A LA INVASIÓN IMPERIALISTA EN LIBIA

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