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La energía nuclear y las alternativas
Por (reenvio) Jaime Richart -
Thursday, Mar. 17, 2011 at 11:14 AM
El filósofo Epicuro distingue, hablando de placeres, entre placeres naturales y necesarios, placeres naturales y no necesarios, y placeres ni naturales ni necesarios.
Desde luego que la inmensa mayoría de las cosas que consumimos no son del primer grupo. Otra cosa es que algo que no es necesario acabe siéndolo por la costumbre o se convierta en costumbre por la intensificación que proviene de factores externos, como la propaganda. Está demostrado que una comunidad de vecinos rica que tiene calefacción central y empieza por una temperatura ambiente en cada piso de 20 grados, a medida que va envejeciendo puede terminar demandando los 25.
Por otro lado no hay quien sepa que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. Este sabio dicho popular debiera aplicarse a la vida social y concretamente a la energía y más concretamente a la energía nuclear, pero está visto que no sirve para nada. Sólo es útil a título particular...
Ambos datos nos demuestran que mientras la sociedad trate de satisfacer la demanda voraz de energía cuya demanda además atiza, todos los recursos serán insuficientes. Si yo educo a mis hijos a consumir lo menos posible y a no exigir mucha temperatura para no tener frío en casa, sino a que no sientan frío a 18 grados, por ejemplo, ahorro mucho para la familia, ahorro mucho para el país y acabo acostumbrándoles a una temperatura moderada. Es decir, que la pedagogía de la austeridad es el mejor método de ahorro. De energía y de todo. Pero claro, la austeridad es incompatible con el consumo que en la economía de mercado tira de todo el sistema.
Por otro lado, se dice que el capitalismo democrático auspicia las ideas inteligentes y premia a los emprendedores. Esta es al menos la filosofía que quiere sustentarlo. Esto quizá sea así en teoría. Pero en la práctica no es ni la idea más inteligente, ni el talento, ni siquiera la idea más práctica lo que se impone en muchas decisiones, políticas, industriales y de todo tipo. Lo que se impone por encima de todo lo demás es la politiquería, el oportunismo y el interés bastardo de lobbys y de grupos concretos. Al final de clases sociales.
De aquí resulta que los dirigentes de las naciones muestran su profunda necedad en cuanto les sacamos de lo cotidiano y lo ordinario, y una situación extraordinaria les pone a prueba. Pues si los billones destinados a la energía nuclear se hubieran empleado en investigar y explotar fuentes renovables, es decir, la energía eólica, la solar y otras, estas energías hubieran cubierto a estas alturas las necesidades energéticas muy por encima de lo que abastece la atómica. Sobre todo, se hubieran espantado los fantasmas y recelos que desde un principio acompañan a ésta y que con Chernobil y Japón ha demostrado sobradamente su altísimo peligro para las poblaciones y en general para toda la humanidad.
Y eso es así, pues la energía nuclear no ha sido consecuencia de una idea "mejor", sino de la idea perversa de que con ella se lograban varios objetivos que poco tienen que ver con la eficacia y la intención de resolver el problema energético en un mundo cada vez más necesitado de más energía. Cuando se empezó a recurrir a ella, como dice Carlos Enrique Bayo, la industria atómica tenía un doble uso militar; obligaba a controlar todas sus fases por las superpotencias tecnológicas; forzaba la centralización de esa energía; e impedía que los países pobres se independizaran energéticamente.
El espantoso maremoto en Japón ha puesto al descubierto el enorme peligro de las centrales nucleares. Pero hay otras muchas pruebas de que lo que gobierna no es la inteligencia al servicio de todos, sino la avidez, la codicia, y la necedad interesada. Las centrales nucleares son bombas atómicas con espoleta más o menos retardada, pero las sociedades, su codicia y su ceguera prefieren hacernos vivir en vilo sobre un volcán expuesto a una apocalíptica erupción, antes que servirse de otras fuentes o renunciar al despilfarro de energía. Ya va siendo hora de que despierten los dirigentes a la sensatez y acaben con las centrales nucleares de una vez. En suma, si las sociedades renunciasen a la energía nuclear, se volcasen en las energías alternativas y educasen un poco más en la austeridad en lugar de despreciarla, seguro es que viviríamos un poco más tranquilos.
Jaime Richart
http://www.kaosenlared.net/noticia/energia-nuclear-alternativas