Julio López
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Libia: Estalla la guerra civil
Por PRS - Partido de la Revolucion Socialista - Saturday, Apr. 23, 2011 at 9:18 PM
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Por la derrota de la Intervención Imperialista de la OTAN! Por el triunfo de las Milicias Revolucionarias!

El huracán revolucionario que atraviesa el Magreb y cuyas ráfagas se extienden por el Medio Oriente alcanza su máxima dimensión y dramatismo actualmente en Libia. Los triunfos parciales alcanzados por las masas populares en Túnez y Egipto (países limítrofes) al derrocar los gobiernos que se mantenían en el poder durante décadas, impulsaron las protestas en Libia, que comenzaron en Bengazi (segunda ciudad con alrededor de 1.5 millón de habitantes y centro de la región Cirenaica, al este del país) y rápidamente se extendieron a la capital, Trípoli. Kadafi decidió jugarse el todo por el todo y ordenó la represión de las manifestaciones por medio del ejército, que disparó contra la multitud desarmada. También hubo disparos de artillería y hasta ataques aéreos que bombardearon los barrios, así como con metralla desde helicópteros. El ejército se dividió, pasando una parte de las tropas al bando revolucionario; hasta algunos pilotos de la Fuerza Aérea desertaron a la isla de Malta para no tener que bombardear a su propio pueblo. La creciente movilización revolucionaria hizo renunciar a algunos miembros del gobierno como al ministro de justicia Mustafá Abdel Jalil, y hasta el ministro del Interior general Mohammed Fatah Younis, quien fundó las fuerzas especiales de Kadafi, también lo abandonó. La insurrección obrera y popular logró derrotar a las fuerzas del régimen en Bengazi, con un costo en vidas que varía entre los mil y dos mil muertos, según las distintas fuentes. La insurrección triunfante en Bengazi, se extendió hacia el este (Tobruk) y al oeste, a otras ciudades más pequeñas pero importantes para el control de la exportación petrolera, como Brega y Ras Lanuf. Milicias armadas–a las que se integraron los soldados sublevados contra Kadafi- y comités obreros y populares pasaron a controlar las ciudades, asegurando el reparto equitativo de víveres, medicinas, toda la organización y el gobierno de las ciudades, la recuperación del armamento que estaba en manos de las fuerzas represivas y la seguridad en calles y rutas desde la frontera con Egipto hasta Bengazi. Comenzó entonces una guerra civil entre el pueblo revolucionario y las tropas leales a Kadafi, quién además recurrió a varios miles de mercenarios reclutados en otros países africanos como Chad y Sudán. Con la toma de Misrata (tercera ciudad libia por cantidad de habitantes) el cerco de la revolución pareció cerrase alrededor de Trípoli, en donde Kadafi se había atrincherado, y Sirte (su ciudad natal); en sus apariciones propagandísticas para la TV se lo veía muy aislado, sólo rodeado de algunos puñados de adherentes del aparato gubernamental o militar. En un primer momento Kadafi trató de ganarse el apoyo imperialista diciendo que los insurgentes estaban bajo el control de Al-Qaeda. Algo similar al último discurso de Mubarak, cuando dijo que no podía abandonar el poder porque sino Egipto caería en el caos. La situación empezó a cambiar cuando las potencias imperialistas, sobre todo Inglaterra, Francia y EE-UU, empezaron a anunciar públicamente que estudiaban la posibilidad de una intervención militar en Libia “con fines humanitarios”, para evitar que Kadafi masacrara a la población indefensa. Entonces el discurso de Kadafi cambió de eje para tratar de recuperar base social en la población y mantener la disciplina de sus fuerzas militares, diciendo que “los extranjeros” fueron los que originaron las protestas porque se quieren quedar con el petróleo. A partir de allí Kadafi retomó la ofensiva y recuperó el control de varias ciudades. Ello fue posible porque las potencias imperialistas que reciben el petróleo libio, a pesar de haber anunciado “sanciones” económicas contra el régimen de Kadafi para “presionar” contra la matanza indiscriminada de civiles desarmados, en ningún momento dejaron de enviarle los pagos provenientes de la compra del petróleo, cuya exportación el régimen logró mantener parcialmente. Con ese abundante flujo de dinero, Kadafi restableció “lealtades” y convenció a los oficiales de las fuerzas armadas que ante las vacilaciones del imperialismo, todavía tenía resto para dar vuelta la situación. Por otra parte, el Consejo Nacional Libio (CNL) de transición, establecido en Bengazi como gobierno provisorio, está encabezado mayoritariamente por elementos burgueses, varios de ellos provenientes del régimen de Kadafi como los ya mencionados Mustafá Abdel Jalil (nombrado presidente del Consejo), y Mohammed Fatah Younis (encargado de los asuntos de seguridad en la zona liberada). Otros son miembros de la Conferencia Nacional de la Oposición Libia integrada por el Frente Nacional por la Salvación de Libia (FNSL) y por la Unión Constitucional Libia. Los miembros de este CNL, en un primer momento se dividieron en relación a la intervención militar del imperialismo y de negociar una salida “honorable” de Kadafi. Mientras el presidente del CNL Mustafa Abdel Jalil se pronunciaba a favor de ambas cuestiones, el vicepresidente Abdel Hafih Ghoga (abogado defensor de derechos humanos, ex preso político y miembro de la Coalición Revolucionaria del 17 de Febrero) en un principio las rechazaba. La intervención imperialista avanza Libia es importante abastecedor de petróleo a Europa, a donde va dirigida el 85% de su producción. Alrededor del 32 por ciento del crudo libio llega a Italia, un 14 por ciento a Alemania, un 10 por ciento a China y Francia y un 5 por ciento a Estados Unidos. La industria petrolera de Libia está controlada por la estatal National Oil Corporation (NOC), a través de la cual se implementan los acuerdos de exploración y producción compartida con las empresas petroleras internacionales. Sumada a empresas subsidiarias menores, NOC representa cerca del 50 por ciento de la producción petrolera del país. Las mayores firmas extranjeras que operan en Libia incluyen British Petroleum, ConocoPhillips, Eni, ExxonMobil, Occidental Petroleum, Repsol, Shell, y otras. Libia tiene la mayor napa de crudo de Africa (20% del continente y 3,5% del total mundial) y produce más del 2% mundial. En un momento histórico en el cual –según distintos expertos- ya se llegó o está muy próximo el “peak-oil” es decir el punto en el cual comienza a decrecer la producción petrolera por el agotamiento de las reservas mundiales, el control político y militar de un país como Libia es muy importante para las potencias imperialistas. Pero no se trata sólo de Libia, sino de los demás países, tan o más importantes que Libia por su producción petrolera o por su ubicación estratégica en el Medio Oriente, en los cuales se desarrolla un proceso de movilización de masas impulsadas por los acontecimientos en Túnez y Egipto: Arabia Saudita, Siria, Yemen, Omán, Kuwait, Qatar, Bahréin, Irak y otros. EE-UU y las potencias europeas quieren obtener un punto de apoyo contrarrevolucionario para frenar las movilizaciones de masas que se extienden en la región. Sin embargo, cuando evaluaban los riesgos de una intervención militar, nombraban entre dientes a Irak y Afganistán. Por eso el imperialismo, cómo política general y obligado por el proceso revolucionario, venía de sacrificar varios aliados y buscar una salida por medio de concesiones democráticas (las menores posibles) para frenar y desviar el ascenso. Esta política, en el marco de una guerra civil abierta, cómo es el caso de Libia, se tornó inviable. Por otra parte, desde el punto de vista de los negocios petroleros, con Kadafi, no les iba nada mal. Y si bien desde el punto de vista político, Kadafi -a diferencia de Mubarak- era un aliado “inestable” ¿quién les garantizaba que les iría mejor con un nuevo gobierno del CNL? ¿Podrían los dirigentes burgueses del Consejo Nacional controlar el proceso revolucionario? El vocero del Departamento de Estado, informó que diplomáticos norteamericanos, entre ellos el embajador en Libia, Gene Cretz, mantuvieron reuniones en El Cairo y en Roma con "figuras de la oposición" al régimen de Muammar Kadafi, entre los cuales se destacaron los dirigentes del Consejo Nacional Libio, con el objetivo de "obtener un mayor entendimiento y perspectiva" sobre la crisis en Libia. En otras palabras, antes de arriesgarse a una intervención militar, los yanquis quisieron saber hasta dónde podían confiar en estos burgueses enfrentados hoy a Kadafi. Estos mismos dirigentes, encabezados por Mustafa Abdel Jalil, también fueron a rendir “examen” ante Sarkozy en Francia, quien los reconoció como “autoridad legítima del Estado Libio”. Pero en el curso de los acontecimientos, el CNL culminó su subordinación completa al imperialismo, hasta el punto que fue reconocido como el auténtico gobierno de Libia por el imperialismo francés. Tras los triunfos de la contraofensiva de las tropas leales a Kadafi, que lograron recuperar varias ciudades importantes, el CNL que hasta hace poco mantenía diferencias internas en relación a la intervención imperialista, se unificó alrededor de reclamarle al imperialismo el establecimiento de una zona de exclusión aérea y el bombardeo de algunas instalaciones militares de Kadafi. Sin duda, ante la desigualdad de las fuerzas militares enfrentadas, con aviones, tanques, artillería pesada incluyendo disparos desde buques ubicados en las costas del Mediterráneo, del lado de Kadafi, mientras los sublevados combaten sólo con fusiles y artillería liviana, esta posición ha ganado a algunos sectores de la población, como parece haberse expresado en las últimas manifestaciones en Bengazi. Sin embargo, se han visto también carteles rechazando cualquier intervención imperialista, e incluso diversas agencias periodísticas informaron que una misión de exploración “político-militar” enviada por el gobierno británico, fue arrestada y expulsada del país por “los rebeldes”. Esto expresa, por un lado que, si bien los dirigentes burgueses que encabezan el CNL ganan influencia para su política proimperialista, no controlan totalmente el movimiento de las masas obreras y populares. Y por otro, que a pesar de la situación militarmente desfavorable un sector del movimiento de masas sigue desconfiando de los “favores” del imperialismo. Finalmente el imperialismo encabezado por Francia, Inglaterra, Estados Unidos y España con el apoyo “amplio” de la Liga Árabe y la Unión Africana y el pedido formal del CNL, lanzó un ataque militar aéreo y naval, tras el hipócrita discurso de defender a la “población civil” de los ataques de Kadafi. Se “abstuvieron” de apoyar el ataque, Alemania e Italia, además de Rusia y China. El argumento para las primeras acciones militares era establecer una zona de exclusión aérea que impidiese los bombardeos de la aviación de Kadafi sobre las ciudades bajo al control del CNL. Posteriormente, la intervención imperialista pega un nuevo salto, con la decisión aprobada en Londres el 28/3. “Un grupo de 36 países, liderados por las potencias occidentales que integran la OTAN, decidieron hoy en Londres continuar la intervención bélica en Libia hasta que caiga Muammar Kadafi” (Clarín 29/03/11) Por un lado, la ONU envió una misión para negociar con el régimen de Kadafi y el CNL los términos de un cese al fuego y la apertura de una negociación, una “oferta” limitada a un plazo de unos días, según Hillary Clinton. El punto de partida de dicha negociación es que Kadafi debe dejar el gobierno y abandonar el país. A su vez el régimen de Kadafi ha enviado una misión negociadora “secreta” a Londres. Al mismo tiempo, EEUU e Inglaterra, potencias imperialistas que están a la cabeza de la operación militar “no excluyen” ante el fracaso de las negociaciones, otorgar armas a los milicianos. Cómo sucedió previamente, el imperialismo tiene enormes dudas de dar ese paso respecto a armar un movimiento que aún no controlan de forma completa. Diversas fuentes periodísticas informan que tanto la CIA como el M16, los servicios secretos de EEUU e Inglaterra respectivamente, han enviado sus agentes al territorio libio para conocer a fondo esta situación. Francia, otra de las potencias al frente de la intervención se opone a armar a las milicias, lo que muestra que estas diferencias son una fuente de nuevas tensiones entre las distintas potencias imperialistas. Controlar por completo, centralizar y subordinar al mando imperialista el movimiento de masas que se levantó en armas contra Kadafi es un punto clave en el desarrollo de la guerra civil y marcaría un punto crucial en la transformación de la insurrección armada de masas hacia una guerra de liberación nacional contra el imperialismo y sus agentes dentro del territorio libio. ¿Los bombardeos de la OTAN contra milicanos en el frente de batalla presentados como “muertes por fuego amigo” pueden ser la expresión de estos intentos por controlar por completo a las milicias? Afirmamos que una salida por la vía de una negociación parece a esta altura altamente improbable. Los objetivos contrarrevolucionarios del imperialismo sólo pueden ser garantizados, en definitiva, por una ocupación militar directa de sus ejércitos. La situación se orienta cada vez más en dicho sentido. No dos, sino tres “campos políticos” en la revolución Libia Un programa revolucionario para Libia debe considerar el conjunto de factores políticos en desarrollo, es decir tanto el proceso de guerra civil cómo la intervención imperialista de la OTAN. En Libia se enfrentan tres “campos políticos” y no dos: el de las masas obreras y populares organizadas en los comités populares y las milicias armadas. La revolución ha dividido además a la burguesía libia en dos facciones una alrededor de Kadafi, y otra agrupada en el CNL que pretende montarse en la revolución para controlarla apoyada por las potencias imperialistas. Los obreros y el pueblo revolucionario de Libia no deben esperar ninguna “ayuda” del imperialismo. La dinámica de cualquier tipo de intervención –incluyendo la zona de exclusión aérea- conduce a la ocupación directa a modo de “protectorado”, o al fortalecimiento de los sectores burgueses proimperialistas para que asuman el poder a su servicio. Basta con ver el resultado de la “ayuda” que brinda la OTAN en Afganistán, en donde son cosas de todos los días las muertes de civiles por los bombardeos indiscriminados. Los trabajadores tampoco deben dar ningún apoyo político al ala burguesa encabezada por Kadafi. El gobierno argentino de Cristina K dio primero un apoyo vergonzante al régimen libio, haciendo silencio durante varios días mientras Kadafi reprimía salvajemente las manifestaciones en Bengazi y Trípoli. Luego adoptó una posición ambigua (*), por un lado, para tratar de empalmar parcialmente con la línea imperialista, y porque además la figura de Kadafi y la masacre contra la población libia “pianta” los votos de la clase media que necesita para ganar las próximas elecciones. En cambio Chávez, Castro, Ortega y Evo Morales, con distintos tonos apoyan a Kadafi, presentándolo como un luchador antimperialista y sintonizando con el discurso de que la insurrección del pueblo libio es en realidad una conspiración del imperialismo para quedarse con el petróleo. La realidad es que desde hace 20 años Kadafi dejó de tener contradicciones con el imperialismo mundial y pasó a ser uno de sus mejores socios, al que los mandatarios de las principales potencias recibían y visitaban frecuentemente y hasta tomaban con cierta gracia su “excentricidad”, como si se tratara de una estrella de rock. El nacionalismo burgués de Kadafi quedó en el pasado, así como el nasserismo de la burguesía egipcia terminó en el régimen proimperialista de Mubarak, pero sin necesidad de cambiar de hombre. Las fuerzas que responden a Kadafi no desarrollan ninguna política para enfrentar la intervención imperialista. No disparan un solo tiro contra las fuerzas de la OTAN y continúan masacrando a las milicias, mientras negocian con el imperialismo. Esta situación resta toda posibilidad para el desarrollo de un frente único en el terreno militar contra la intervención imperialista. Lo que hace falta para ganar la guerra civil, derrotar la intervención imperialista de la OTAN y derrocar a la dictadura, es levantar un programa revolucionario: Total rechazo a la intervención imperialista en Libia. Expulsión de todas las misiones imperialistas que ya han puesto sus pies sobre Libia. Un ferveroso llamado a los trabajadores y los pueblos árabes –fundamentalmente a los de Egipto y Túnez-, a apoyar su revolución y a enfrentar la intervención imperialista con armas y voluntarios. Declarar la nacionalización bajo control obrero de toda la industria petrolera, no sólo los pozos y las reservas que ya están nacionalizadas, sino de toda la infraestructura extractiva y de comercialización en manos de empresas imperialistas; y que el dinero proveniente de la exportación petrolera será destinado a las necesidades populares según un plan económico obrero y popular aprobado en un consejo de nacional delegados democráticamente elegido por los obreros y los barrios populares. Amnistía total para los soldados y sub-oficiales que se pasen al lado de las milicias revolucionarias. Elección de abajo hacia arriba de todos los mandos militares de las milicias. Ninguna de las alas del Consejo Nacional de Bengazi, por su carácter burgués y proimperialista es capaz de levantar un programa revolucionario semejante para ganar a su favor las fuerzas en las que se apoya Kadafi. Por el contrario, su política es convencer al imperialismo que son dignos de su confianza. Completa ruptura con todos los elementos burgueses del CNL de transición y creación de un Gobierno de delegados obreros, populares y de soldados de las milicias. Organizar en el curso de la lucha un partido de obreros y sectores del pueblo revolucionarios que levante este programa es decisivo para definir el triunfo de la guerra civil y derrotar al imperialismo. Andrés Caseros Nota:*) La cancillería argentina emitió un comunicado el 22 de febrero diciendo que “el gobierno argentino expresa su profunda preocupación por la grave situación en Libia, lamenta la pérdida de vidas y los actos de violencia acaecidos en los enfrentamientos” y se pronuncia por “una pronta solución pacífica, dentro de un diálogo democrático constructivo y de absoluto respeto por los derechos humanos y la voluntad del pueblo libio”. El proceso revolucionario se profundiza, ahora Siria y Yemén Desde hace aproximadamente dos semanas, importantes movilizaciones estallaron en Siria. El proceso comenzó en la ciudad de Deraa, en el sur y se ha extendido a otras ciudades y a la capital del país, Damasco. El régimen del partido Baas, gobierna desde 1963, apoyado en las fuerzas armadas y en fuerzas para-militares que cuentan con 100 mil hombres. El gobierno está encabezado desde el año 2000, por Bashar el Asad. Las movilizaciones fueron brutalmente reprimidas por el ejército, causando según diversas fuentes más de 150 muertos, además de decenas de detenciones. Al mismo tiempo, el Asad aceptó la renuncia de todo su gabinete y autorizó a uno de sus ministros a formar un nuevo gobierno. Pero las movilizaciones reclaman la renuncia de Bashar el Asad y la anulación de la Ley de Emergencia, que data de 1963 y por la cuál están completamente restringidas las más elementales libertades democráticas. En el plano internacional, el régimen sirio está alineado con Irán y enfrentado a EEUU e Israel por dar apoyo y armamento al Hezbollá, en Líbano. El ejército sirio viene de retirar sus tropas de ocupación de dicho país (2005), tras un levantamiento popular en repudio al asesinato del ex presidente libanés Rafik Hariri. EEUU ha señalado que no intervendrá militarmente en Siria.Por su parte en Yemén ha esto un levantamiento popular que reclama la caída de Alí Abdullah Saleh, quién gobierna el país desde hace 32 años. El gobierno ha ofrecido dar elecciones anticipadas en el término de un año, lo cuál fue rechazado, dando lugar a la continuidad del proceso de movilizaciones de masas. Cómo en Libia, el ejército se ha dividido y ya se han producido los primeros enfrentamientos armados entre ambos sectores. El gobierno yemení, es uno de los aliados de EEUU en la región. Estados Unidos ha manifestado públicamente su apoyo a Saleh, señalando que le preocupa el proceso de transición hacia un nuevo gobierno.

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