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Crimen de Estado en Venezuela
Por Marco Villarroel para ABP Ecuador (*) - Friday, May. 06, 2011 at 2:29 PM

El ahora confinado en las cárceles colombianas es sobreviviente de la matanza organizada por los paramilitares y por el ejército colombiano que casi exterminó a los miembros de la organización política Unidad Patriótica

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No de otra manera puede calificarse al acto de entrega del periodista Joaquín Pérez Becerra por parte del presidente Hugo Chávez a las autoridades colombianas.

El hecho es sumamente grave porque Pérez es un conocido activista del periodismo alternativo y en tal razón era solicitado por los servicios de espionaje colombianos que para el efecto tuvieron siempre el apoyo de las centrales internacionales de inteligencia de Estados Unidos, Israel y España.

El ahora confinado en las cárceles colombianas es sobreviviente de la matanza organizada por los paramilitares y por el ejército colombiano que casi exterminó a los miembros de la organización política Unidad Patriótica, crimen contra la humanidad que ningún tribunal internacional ha investigado ni sancionado.

Los que delatan y ahora entregan a Pérez caen de pronto en cuenta sobre la importancia y vigencia de los archivos de la Interpol, la policía internacional dedicada a perseguir a los revolucionarios de todo el mundo. De pronto ese organismo, tantas veces criticado por el presidente Hugo Chávez, merece el respeto y cumplimiento, y sin mediar otra cosa que un comedido llamado telefónico ordena el apresamiento de Pérez y su entrega a los agentes secretos de la DAS colombiana.

A pesar de algunos viajes anteriores del periodista a Venezuela, ya que él no sólo residía en Suecia sino que también era ya ciudadano sueco, las autoridades jamás acudieron a los archivos de la Interpol. Solamente ahora que existe una maloliente luna de miel del presidente Chávez con el gobierno colombiano es que se activan los resortes y se procede en una acto de extrema vileza política a entregar no a un delincuente, banquero corrupto, o traficante de algo, sino de un periodista que toda su vida ha luchado por la justicia, la libertad y la soberanía de su país, Colombia.

Venezuela ya no es una tierra segura para los patriotas. Los intereses geopolíticos y la decantada “razón de Estado” están por ahora encima de los principios y más aún de la solidaridad, palabra ésta que ya no tiene sentido sino cuando se trata de hablar de mercados o de elecciones.

La aceptación sin más ni más de la petición del anterior enemigo, contra quien incluso se movilizó hasta las fronteras a las fuerzas armadas venezolanas, es un acto tan desleal que no hace sino levantar sospechas acerca de la actual posición del gobierno venezolano. El famoso telefonazo del presidente Santos a su homólogo normalmente habría preocupado a los gobiernos y a las cancillerías, pero fue tal la deferencia para detener y extraditar al periodista Joaquín Pérez que el prestigio, la credibilidad política y la honradez de Hugo Chávez Frías, han quedado muy en entredicho.

Las relaciones entre los dos países han sido muy complejas siempre y especialmente en los últimos años. De por medio han estado las acusaciones de que Chávez alberga a los narcotraficantes o a los guerrilleros de las FARC y que de otra parte Colombia extiende sus conflictos hasta la frontera para animar a los soldados venezolanos a unirse a la lucha contra los alzados en armas.

Declaraciones oficiales desde la presidencia de Venezuela han minimizado esta especie de secuestro. Es más, desde la tribuna presidencial se han lanzado dardos venenosos contra los militantes de izquierda venezolanos y latinoamericanos que han protestado. Incluso Mario Sanoja, de la página “Aporrea”, afirma que la detención se debió a que Pérez llegaba a Caracas a “sabotear” la reunión integracionista llamada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.

Los tiempos parece que están cambiando. Ahora existe mucha diligencia en compartir buenos deseos y dios sabe qué cosas más entre los gobiernos, lo cierto es que los activistas políticos y los periodistas alternativos que nunca estuvieron seguros en Colombia, tampoco lo están ahora en Venezuela, y dado que en Colombia los derechos humanos no existen, cualquier mañana nos enteraremos que en un “ajuste de cuentas”, ”disputa por drogas” o por “cuestiones de faldas” nos informen que las autoridades penitenciarias “se ven en el doloroso caso de comunicar que…”.


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(*) Marco Villarruel Acosta
Comunicador y docente universitario
Quito Ecuador


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