Julio López
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españa. ES LA DEMOCRACIA, ESTÚPIDOS
Por reenvío - Friday, May. 20, 2011 at 9:31 AM

15 de mayo: De la indignación a la Ilusión


Del domingo 15 de Mayo puede decirse que señala un importante punto de inflexión: de la red a la calle, de las conversaciones en casa y en la calle a la movilización, pero sobre todo, de la indignación a la ilusión. Decenas de miles de personas, convocadas a través de la red, ciudadanos y ciudadanas de a pie, han tomado las calles con una reivindicación nítida y cargada de ilusión: la exigencia de democracia real, de una democracia no al servicio de los grandes intereses, sino de las personas. Una crítica sin matices a una clase política que, desde los inicios de la crisis, ha gobernado a sus espaldas y bajo los dictados de los siempre tan eufemisticamente llamados “mercados”.


En las próximas semanas y meses, veremos cómo toma cuerpo la reivindicación y extensión del lema democracia real ya. Todo indica que su poder irá in crescendo. La mejor prueba radica en la toma de las plazas y en las acampadas declinadas en las distintas ciudades. La red social es hoy un hervidero en favor del movimiento y su réplica en calles y plazas lo hace aún más fuerte. A fecha de hoy, no obstante, y lejos de predicciones siempre discutibles, se pueden ya avanzar algunas cuestiones.


En primer lugar, el movimiento del 15 de Mayo es certero en sus críticas. La política, tal y como hoy la conocemos y tal y cómo la aplican los partidos políticos (hacer pagar la crisis a los sectores más débiles de la sociedad), ha llevado a la indignación a una parte creciente de la sociedad. En los últimos años hemos asistido, atónitos, al rescate multimillonario de grandes bancos a la vez que se producían constantes recortes sociales, agresiones a los derechos elementales y privatizaciones encubiertas que han disminuido a marchas forzadas, antes desconocidas, el ya escaso, por raquítico, Estado bienestar español. Hoy nadie duda que esta política es un peligro para nuestro presente y nuestro inmediato futuro. Precisamente, la indignación se explicita cuando se enfrenta a la cobardía de los políticos, incapaces de poner cerco al gobierno de las finanzas: ¿dónde quedaron las promesas de la humanización del capitalismo después de la crisis de las subprime? ¿Dónde quedó lo de acabar con los paraísos fiscales? ¿Dónde acabó el control sobre el sistema financiero? ¿Dónde lo de gravar a las rentas especulativas? ¿Dónde lo de dejar de subvencionar fiscalmente a aquellos que más tienen?


En segundo lugar, el movimiento del 15 de Mayo es mucho más que un toque de atención para las llamadas izquierdas. Pudiera ser (de hecho es lo más probable) que el 22 de Mayo, día de elecciones locales, y también autonómicas en muchas comunidades, la izquierda recibiera un rotunda varapalo. En tal caso se trataría quizás de la antesala de lo que seguramente ocurrirá en las elecciones generales. Lo que hoy se puede asegurar, con toda certeza, es que la izquierda institucional (partidos y grandes sindicatos) es blanco de la desafección política generalizada por su nula capacidad para presentar propuestas novedosas en el marco de la crisis. Y es ahí donde se encuentra la doble explicación de su derrota electoral. Por un lado, sus políticas no son capaces de salirse de un marco de lectura completamente tendencioso de la crisis, que acepta, ¡a día de hoy!, que el problema es un problema de escasez de recursos. Digámoslo alto y claro: no existe tal problema de escasez; el problema radica sencillamente en la extrema desigualdad de la distribución de la riqueza acentuada cada día por la disciplina financiera: ¿dónde están los beneficios infinitos de la burbuja inmobiliaria? ¿Y de las obras faraónicas como los aeropuertos de Castellón o Lleida, por poner solo algunos ejemplos? ¿A quién beneficia y enriquece el gigantesco problema de deuda de tantas y tantas familias y personas? Por otro lado, la izquierda no sabe ponerse al lado y trabajar con los movimientos emergentes que reivindican democracia y libertad: ¿quién no recuerda lo que dijo el presidente Zapatero cuando se presentó la propuesta de la dación de pago? ¿Quién le sirvió de contraparte: los millones de hipotecados/as o los grandes intereses bancarios? ¿Y qué decir de la indecente Ley Sinde? ¿Con quien estaba, con los que dan forma a la red o con quienes quieren hacer de ella un negocio como si la cultura fuera una mercancía más? Mientras la izquierda no sea capaz de ponerse al lado y al servicio de los movimientos de ciudadanía, mientras no sea capaz de salirse del guión de las élites financieras y económicas y proponer planes B para salir de la crisis, su travesía por la oposición se prolongará indefinidamente. Ya no hay tiempo de más prórrogas: sencillamente o cambian o mueren como actores sociales legítimos para los principios que dicen representar.


El tercer lugar, el Movimiento 15 de Mayo muestra como la ciudadanía, lejos de la pasividad que le suponen tantos analistas, ha sabido organizarse y autoformarse en una época de abandono institucional y fuerte crisis de la representación política. Las nuevas generaciones han sabido dar forma a la red inventando nuevas maneras de “estar juntos”, sin el recurso a clichés ideológicos, armados de un sabiopragmatismo, escapando de las categorías políticas preconcebidas y de los grandes aparatos burocráticos. Estamos asistiendo efectivamente a la construcción de “minorías mayoritarias” que exigen democracia frente a la guerra del “todos contra todos”, de la atomización imbécil propuesta por el neoliberalismo; y que exigen derechos sociales frente a las lógicas de privatización y ajuste impuestas por los poderes económicos. Y aquí es más que probable que no valgan (o valgan poco) los esquemas preestablecidos, las vueltas imposibles al pasado de la mano del retorno al Estado y a la plena ocupación, tal y como pretenden casi todas las izquierdas, desde la más radical hasta la más tibia. Reinventar la democracia exige cuanto menos apuntar nuevas formas de distribución de la riqueza, una ciudadanía para todos/as con independencia del lugar de origen (esto es, a la altura de los tiempos globales), la defensa sin ambages de los comunes (de los recursos ambientales pero también del conocimiento, la educación, internet y la salud) y otras formas de autogobierno de la multitud que superen la corrupción de las actuales.


En cuarto y último lugar, es obligatorio recordar que el Movimiento del 15 de Mayo se vincula a una corriente de reivindicación que toma forma en distintas partes de Europa a partir del rechazo a las llamadas políticas de austeridad. Una reivindicación y movilización que empieza a poner en jaque al desierto de lo real, el sueño de esa Europa muda y amorfa a la que aspiran las élites políticas y económicas. Se trata aquí de las campañas de UKUnCuts frente a la política de Cameron, de la movilización de Geraçao a Rasca en Portugal o de lo sucedido en Islandia tras la negativa de la ciudadanía a pagar el rescate financiero. Y a la vez, y sobre todo, se inspira en la llamada “Primavera Árabe”, que a través de la revueltas democráticas Egipto y Túnez, consiguieron la destitución de sus corruptos gobernantes.


No sabemos, obviamente, cuál será el destino último del espíritu del 15 de Mayo. Pero lo que si podemos decir, con toda certeza, es que ya existen al menos dos planes contra la crisis: los recortes o la invención de la democracia real. Del primero conocemos sus resultados: no solo no nos han devuelto la “normalidad” económica sino que han derivado en un “todos contra todos” y “sálvese quien pueda”. Del segundo, que promete una política de la democracia absoluta, constituyente, sólo podemos decir que acaba de empezar y que marca nuestra ruta. Es a ese al que nos apuntamos.



Tomás Herreros y Emmanuel Rodríguez (Universidad Nómada)


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¡No es sólo indignación!
Por reenvío - Friday, May. 20, 2011 at 9:52 AM

Inventando nuevas formas de hacer política.

Es verdad que estamos indignados e indignadas. Pero no sólo. Si sólo fuera indignación lo que nos juntó en las calles y plazas de nuestras ciudades, tal vez el movimiento tendría poco aliento. Pasado el momento del arrebato habríamos vuelto a nuestras casas. No es eso lo que está ocurriendo. Tras las manifestaciones grupos más o menos grandes han acampado en las plazas y, después de los desalojos, están volviendo una y otra vez.


Eso muestra una voluntad de hacerse oír que va más allá de la mera indignación, una voluntad que está abriendo nuevas vías para hacer política a partir de la idea de que “la política” no es sólo ni principalmente el oficio – el “negocio” – de la mal llamada clase política, sino que política es la única forma que tenemos de resolver los problemas colectivamente. La captura de la política por esas capas profesionales que han hecho de ella su ocupación exclusiva, reduciendo a su gusto la representatividad y ejerciéndola en contra de gran parte de la población, nos quita de las manos unas herramientas sin las cuales estamos abocados a la competencia salvaje entre unos/as y otros/a y a la guerra entre pobres.


La situación actual de crisis aguda ha hecho estallar ese modelo de política. Ha mostrado a las claras que los políticos actuales utilizan la legitimidad que les dan las urnas para volver a los ciudadanos cada vez más impotentes frente a las demandas y exigencias de una clase capitalista global a la que no quieren o no saben domeñar. Nadie dice que las cosas sean fáciles. Lo que decimos es que necesitamos las herramientas de la política, de una nueva política, para empezar a encontrar soluciones a la situación actual.


Los movimientos parciales que están surgiendo nos dan alguna pista. Todos ellos desde Afectados por la hipoteca, a Democracia real ya pasando por Juventud sin futuro, las Oficinas de derechos sociales, los Centros sociales, las Asambleas de parados y tantos otros muestran una enorme capacidad para oponerse a las medidas impuestas desde las administraciones públicas, para construir alternativas parciales y para intentar desbaratar las medidas de privatización y de empobrecimiento que están en marcha.


Tenemos ahí una izquierda social que no coincide con la “izquierda” política. Ésta ha sido absorbida por las élites económicas hasta el punto de que es difícil distinguir entre las recomendaciones de los grandes grupos empresariales y las decisiones de los políticos. El estrecho filtro de la democracia de partidos impide la participación. Por ello es hora de poner en marcha la imaginación y buscar nuevas formas de articulación que reinventen la comunidad política poniendo a prueba nuestra inteligencia colectiva. Las redes de Internet están en ello, ellas conforman el nuevo espacio político virtual. Necesitamos más: asambleas populares y ciudadanas, encuentros abiertos, toma de la palabra pública, instituciones que vigilen y controlen a los partidos, ... Es nuestro futuro, es nuestro momento.

Universidad Nómada

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Los “indignados” y la Comuna de París
Por ATILIO BORON - Saturday, May. 21, 2011 at 9:52 PM

Tal vez por una de esas sorpresas de la historia el gran levantamiento popular que hoy conmueve a España (y que comienza a reverberar en el resto de Europa) estalla en coincidencia con el 140º aniversario de la Comuna de París, una gesta heroica en la cual la demanda fundamental también era la democracia. Pero una democracia concebida como gobierno del ... (clic abajo en Más información)
pueblo, por el pueblo y para el pueblo y no como un régimen al servicio del patronato y en el cual la voluntad y los intereses populares están inexorablemente subordinados al imperativo de la ganancia empresarial.
Precisamente por eso las demandas de los “indignados” tienen resonancias que evocan inmediatamente aquellas que, con las armas en la mano, salieron a defender las parisinas y los parisinos en las heroicas jornadas de 1871 y que culminaron con la constitución del primer gobierno de la clase obrera, si bien restringido a la ciudad de París. Un gobierno que duró poco más de dos meses y que luego fue aplastado por el ejército francés con la abierta complicidad y cooperación de las tropas de Bismarck, que poco antes le había propinado una humillante derrota a los herederos de los ejércitos napoleónicos. El ensañamiento contra los parisinos que tuvieron la osadía de querer tomar el cielo por asalto y fundar una democracia verdadera fue terrible: se calcula que más de treinta mil comuneros fueron pasados por las armas, en ejecuciones sumarias sin juicio previo. La Comuna fue ahogada en un río de sangre y para expiar sus “crímenes” la Asamblea Nacional decidió erigir, en la colina más elevada de París, en Montmartre, la basílica del Sacré Coeur, construida con los fondos aportados por una suscripción popular en toda Francia que, para honor de los parisinos, sólo una ínfima parte de lo recaudado provino de la ciudad martirizada por la reacción. París fue derrotada, pero las parisinas y los parisinos no fueron puestos de rodillas.
La Comuna descreía de la institucionalidad burguesa, insanablemente tramposa porque sabía que a ese aparatoso entramado de leyes, normas y agencias gubernamentales sólo le preocupaba consolidar la riqueza y los privilegios de las clases dominantes y mantener sometido al pueblo; exigía una democracia directa y participativa y la derogación del parlamentarismo, esa viciosa deformación de la política convertida en hueca charlatanería y ámbito de todo tipo de transas y negociaciones ajenas por completo al bienestar de las mayorías; demandaba la creación de un nuevo orden político, ejecutivo y legislativo, a la vez, basado en el sufragio universal (hombres y mujeres por igual, no como ocurriría después en los capitalismos democráticos en los cuales lo “universal” se referiría exclusivamente a los varones) y con representantes fácilmente revocables y directamente responsables ante sus mandantes.[1] Los comuneros querían una democracia genuina, no ficticia, en la que tanto los representantes del pueblo como la burocracia estatal no gozarían de privilegio alguno y tendrían una remuneración equivalente a la del salario promedio del obrero, entre otras medidas tales como la consumación de la separación entre la Iglesia y el Estado y la universalización de la educación laica, libre y obligatoria para varones y mujeres por igual.
Basta con echar una mirada a los documentos de los “indignados” de hoy para comprobar la asombrosa actualidad de las demandas de los comuneros y lo poco, muy poco, que ha cambiado la política del capitalismo. Los jóvenes y no tan jóvenes que revientan unas 150 plazas de España no son “apolíticos”, o “antipolíticos”, como una cierta prensa nos quiere hacer creer, sino gentes profundamente politizadas que se toman en serio la promesa de la democracia y que, por eso mismo, se rebelan en contra de la falsa democracia, surgida de las entrañas del franquismo y consagrada en el tan aplaudido Pacto de la Moncloa, exhibido como un acto de ejemplar ingeniería política democrática ante los pueblos latinoamericanos. Una democracia que los acampados denuncian como un engaño, un simulacro que bajo sus edulcorados ropajes oculta la persistencia de una cruel dictadura que descarga el peso de la crisis desatada por los capitalistas sobre los hombros de los trabajadores. Lo que la “ejemplar” democracia de la Moncloa propone para enfrentarla es el despotismo del mercado, enemigo irreconciliable de cualquier proyecto democrático: facilitar los despidos de los trabajadores, reducir sus salarios, recortar los derechos laborales, congelar las pensiones y aumentar la edad requerida para jubilarse, disminuir el empleo público, recortar los presupuestos en salud y educación, privatizar empresas y programas gubernamentales y, coronando toda esta estafa, reducir aún más los impuestos a las grandes fortunas y a las empresas para que con el dinero sobrante inviertan en nuevos emprendimientos.[2] La famosa y mil veces refutada “teoría del derrame” una vez más, que supone que el pueblo es idiota y que no se da cuenta que si los ricos tienen más dinero se requiere de un milagro para que no sucumban ante la tentación del casino financiero global para invertir en la creación de empresas generadoras de nuevas fuentes de trabajo. La experiencia indica que la tentación es demasiado grande.
La respuesta de la falsa democracia española -en realidad, una sórdida plutocracia que los jóvenes quieren destronar y reemplazar por una democracia digna de ese nombre- ante la crisis provocada por la insaciable voracidad de la burguesía es profundizar el capitalismo, aplicando las recetas del FMI hasta que la sociedad se desangre y hundida en el desánimo y la miseria acepte una “solución neofascista” que recomponga el orden perdido. No hay recambio posible dentro de la trampa pseudodemocrática española porque su famoso bipartidismo ha demostrado ser no otra cosa que las dos caras de un sólo partido: el del capital. Pero ahora el contubernio entre el PSOE y el PP se ha topado con un obstáculo inesperado: alentado por los vientos que desde el norte de África cruzan el Mediterráneo los jóvenes, víctimas principales pero no exclusivas de este saqueo, “han dicho ¡basta! y echado a andar”, como una vez lo expresara el Comandante Ernesto “Che” Guevara en su célebre discurso de 1964 ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Ya nada volverá a ser como antes en España. El desprestigio de su clase política parece haber sobrepasado el punto de no retorno y la crisis de legitimidad de la pseudo democracia llega a profundidades insondables; si egipcios y tunecinos pudieron deshacerse de las corruptas camarillas gobernantes, ¿por qué no podrían también hacerlo los “indignados”? Las obscenas incoherencias éticas del verdadero rector de la economía española, el FMI, no pueden sino irritar y movilizar a camadas cada vez más amplias de ciudadanas y ciudadanos: mientras estos padecen todo tipo de recortes a sus ingresos y sus derechos laborales, los bandidos del FMI deciden premiar a Dominique Strauss Kahn con una indemnización de 250.000 dólares porque renunció anticipadamente a su cargo … ¡por haber incurrido en un gravísimo delito como el asalto sexual a una trabajadora africana en un hotel de Nueva York! Aparte de eso, disfrutará de una jugosísima jubilación que le es negada a millones de españoles y europeos en Portugal, Grecia, Irlanda, Islandia ... ¡Y esa es la gente que dice saber cómo se sale de la situación que está hundiendo al mundo en la peor crisis económica de la historia! Sin haber leído a los clásicos del marxismo la vida les enseñó a los “indignados” que no hay democracia posible bajo el capitalismo, que como decía Rosa Luxemburg sin socialismo no hay ni habrá democracia y que el capitalismo es insanablemente antagónico con la democracia. La historia ha dado un veredicto inapelable: más capitalismo, menos democracia, en el Norte opulento e industrializado igual que en el Sur global. La vida les enseñó también que cuando aúnan sus voluntades, se organizan y se educan en el debate de ideas para superar la estupidización de masas programada por la industria cultural del capitalismo, su fuerza es capaz de paralizar a la partidocracia y poner en crisis la pseudo democracia con que se los engañaba. Si persisten en su lucha podrán también derrotar la prepotencia del capital y, eventualmente, iniciar una nueva etapa en la historia no sólo de España sino también de Europa. Los pueblos del mundo entero tienen hoy sus ojos puestos en las calles y plazas de España, donde se está librando un combate decisivo.[3]

[1] Conviene recordar que Alemania y el Reino Unido introdujeron el sufragio femenino al finalizar la Primera Guerra Mundial, en 1918, Austria lo hizo en 1919, Estados Unidos en 1920, España en 1931 y Francia en 1944, ¡73 años después de que fuera proclamado por la Comuna de París! En Italia esa conquista recién se logró en 1946 y en Suiza, a menudo exhibida como el gran modelo democrático, ¡en 1971!
[2] Cf. Vincenc Navarro, “El movimiento democracia real ya y la hipocresía del establishment mediático”, http://www.rebelion.org/docs/128839.pdf

[3] Carlo Frabetti, “La revolución ha comenzado”, en http://www.kaosenlared.net/noticia/la-revolucion-ha-comenzado

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