Julio López
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La Piedra Azul de La Pampa
Por AIM - Monday, Jun. 06, 2011 at 11:15 AM

El 3 de junio de 1873, hace 138 años, murió anciano, rodeado por mujeres sobrevivientes de la matanza de su pueblo, el legendario cacique araucano Calfucurá, nombre que en idioma mapuche significa “Piedra Azul”, después de haber conducido durante años la guerra contra los invasores de su tierra.

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Según la investigadora Pilar Pérez, de la Universidad de Buenos Aires, la desaparición de los pueblos originarios trajo la pérdida de su autenticidad, la rusticidad, la folklorización, la bondad o maldad -según el enfoque-, las acusaciones de extranjería o apoliticismo, supuestos que han tomado en general los historiadores de mirada sesgada.

Tras la caída de Rosas en la batalla de Caseros en febrero de 1852, surge un nuevo poder bifronte conformado por Buenos Aires y la Confederación. Las disputas giran en torno a organizar la nación a través de un territorio que permita la integración y el despliegue de las condiciones necesarias para el progreso. La Pampa se convierte en una proyección utópica y la fe en el progreso remplaza la incertidumbre de los años anteriores.

Para lograr una definitiva incorporación al mundo capitalista resulta necesario establecer una política de tierras y frontera, crear un marco jurídico, organizar la mano de obra y responder a los aspectos económicos. Este periodo se encuentra atravesado por enfrentamientos internos que terminarán en la batalla de Pavón en 1861.

Aunque la reincorporación definitiva de Buenos Aires a la unidad nacional será en 1862.

Desde el río Salado al sur, incluyendo Pampa y Patagonia y parte del vecino país de Chile se extienden las tierras de dominio indígena. Calfucurá, proveniente de la zona cordillerana, se había instalado al sur de Buenos Aires en la década del cuarenta aparentemente convocado por Rosas. Cacique de amplio dominio, Calfucurá mantiene contactos estratégicos con sus parientes cordilleranos y logra ejercer su soberanía entre otros grupos indígenas, y a veces con ellos, hasta su muerte en 1873. En ese periodo, Calfucurá sabe establecer las debidas alianzas y presiones para garantizar la reproducción de su gente. Su toma de posición va más allá de las divisiones políticas del mundo criollo, aunque articula con ellas.

En su libro “Calfucura. La conquista de las pampas”; Alvaro Yunque considera a Calfucurá “el mayor héroe de la defensa indígena”, comparándolo a otros como Tupac Amaru, por ejemplo. Yunque traza un paralelismo entre los indios vencidos y la clase trabajadora amenazada por el golpe de estado reciente.

Yunque muestra cómo la tierra fue arrebatada de las manos del indio y de otros pequeños productores en un pasaje directo hacia unos pocos ricos latifundistas.

Al final de su extenso trabajo, en que toma documentos escritos de distintas tendencias y procedencias, Pérez declara: “después de todo lo dicho hasta aquí, podemos darnos el gusto de distinguir a Calfucurá, sin el ánimo de generar un héroe, ni un indígena peculiar pero con aquel de identificar un cacique que perduró más de treinta años en las pampas a fuerza de su labor cotidiana construyendo su propia imagen. ¿De qué forma este cacique logró proyectar su potencia hasta hoy?, ¿Cuáles eran sus especulaciones para su gente y su tierra?, ¿Cuál fue su real influencia en la política criolla?, ¿de qué forma modificó las propias reglas de su sociedad?

Los dos corazones de Calfucura parecen seguir latiendo bajo la tierra como le contaron a Bertha Koessler los mapuche en la década del cuarenta, ¿será que tenemos que revisar nuestro criterio de “vencidos”?

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