Julio López
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Violencia, delitos, tráfico y consumo de drogas en las escuelas
Por (reenvio) Centro Mandela DD.HH. - Wednesday, Jul. 06, 2011 at 3:17 PM

SE PROFUNDIZA LA DEGRADACIÓN SOCIAL Y LA EXCLUSIÓN EDUCATIVA

Sergio Schneider denunció, ante el poder judicial, que intentaron secuestrar a su hijo. Esto se produjo en ocasión de que el menor se retiraba de la ex escuela Normal Sarmiento, un tradicional establecimiento educativo cuyos directivos minimizaron el hecho y no gestionaron -de manera apropiada- el esclarecimiento, a pesar de que observaron parte de los episodios ocurridos. Schneider relató que un hombre le manifestó a su hijo que lo buscaba de parte de su papá, lo que permite suponer que conocía al menor o lo tenía perfectamente identificado. Quedaban pocos alumnos en la vereda porque llovía. La persona que se presentó como remisero dijo “vengo de parte de Schneider, de diario NORTE y te tengo que llevar”.

La hermana mayor, que también asiste a la misma escuela, logró impedir que secuestraran a su hermano. El vehículo en el que se manejaba el secuestrador no tenía oblea, como tampoco otras señales que identifican a los remises o taxis. Se trató de un auto particular, standard. Cuando Schneider prestó declaración en la fiscalía de investigación penal, le preguntaron el motivo por el cual no había efectuado la denuncia de manera inmediata a que se produjera un hecho tan delicado.

O sea que la fiscalía se representó que debían investigar un delito grave, de los que tienen penas más severas del catálogo delictivo; sin embargo, el expediente penal tiene apenas unas pocas hojas porque la investigación no ha prosperado, lo que pone en evidencia el pésimo funcionamiento de la justicia penal, que no investiga o bien se toma todo el tiempo para hacerlo o están estructuralmente superados y no pueden avanzar. Mientras tanto, imaginamos la sensación de desamparo de la familia que ha sido víctima del intento de secuestro. Así las cosas en el poder judicial de Chaco, que continúa profundizando su proceso de degradación, sin que nadie atine a revertir la grave situación que se ha consolidado.

Alumnos drogados

En el turno de la tarde del CEP 29, del Barrio Güiraldes, concurren 1000 alumnos de las villas Don Alberto, Don Andrés, Facundo, Libertad, Alberdi y de algunos otros asentamientos existentes al sur de nuestra ciudad, que se extienden hasta la calle 25. Los vecinos del Güiraldes no mandan sus hijos a este centro de enseñanzas; las razones son comprensibles. El establecimiento se caracteriza por un alto porcentaje de repitencia y de deserción escolar en el nivel polimodal, principalmente en los cursos más avanzados, a propósito de las necesidades de los alumnos de buscar trabajo para colaborar con los gastos de mantenimiento de la familia. Se repiten los embarazos precoses, en adolescentes de 12 a 17 años. Muchos acarrean desnutrición, mal nutrición o anemia. Se duermen a media tarde o se muestran retraídos y grises.

Tienen grandes dificultades o impedimentos para el aprendizaje. Otros son víctimas de malos tratos y abusos por parte de sus familiares. Varios ya han experimentado actos de violencia, activa o pasivamente, fuera y dentro de la escuela. Algunos han cometido delitos. También se han iniciado en las adicciones en función de que la droga se consolidó en el establecimiento, situación que se conoce entre los alumnos, profesores, directivos y supervisores como un fenómeno que se inició hace varios años, sin que se implementaran planes y programas para revertir la grave situación.

Los alumnos ingresan drogados al establecimiento; sin embargo, algunos confiaron que la droga se obtiene en la misma escuela, a través de alumnos que cursan los niveles superiores, los que proporcionan el “faso” de marihuana a los adolescentes de niveles inferiores, que al pertenecer a familias pobres o muy pobres, con padres prácticamente ausentes, son presas fáciles para quienes narco-trafican.

El dealer opera con pocas precauciones. Es frecuente y cotidiano que fumen marihuana en los baños, a la salida de la escuela o en las plazoletas cercanas. Sin embargo, son muy pocos los alumnos sometidos a tratamientos de rehabilitación, lo que promete el agravamiento de la situación en el corto y en el mediano plazo.

La violencia se multiplica en las escuelas

En la escuela secundaria 33, ubicada en la calle Obligado 4.554 de Barranqueras, también se instaló la violencia, algunos robos y las adicciones. Al cabo de ciertos hechos, una madre denunció que en una hora libre -porque había faltado un profesor- su hijo fue violentado en el baño del establecimiento. Un muchacho, 30que no era de la escuela, tomó del cuello al alumno J.R.V. y le efectuó un disparo en el abdomen, a quemarropas, con una pistola de aire comprimido. El proyectil impactó en una tira de la mochila que tenia el pibe, quién sin embargo fue lesionado. El agresor, que tendría 18 o 19 años de edad, de 1,80 mts. de estatura, lo amenazó que lo esperaría a la salida de la escuela y después se retiró. Asustado, el alumno se fue del colegio en dirección a su casa, para que luego su madre lo llevara hasta el Hospital Perrando, en donde se certificó que el menor presentaba un impacto por disparo de aire comprimido, con lesión inflamada.

La situación de violencia en la escuela es complicada; sin embargo, los directivos relativizan el fenómeno y se inclinan por preservar lo que definen como la honorabilidad del establecimiento. Prosperan las formalidades inconducentes.

También en la escuela de villa Barberán

La comunidad educativa del CEP 61, que es una escuela secundaria, es heterogénea. Se destacan algunos padres adolescentes, que por cuestiones económicas facilitan la deserción escolar. Destinan sus hijos a la realización de changas para que generen recursos. Sumado a la violencia y a las adicciones, no solamente aumentan las deserciones, sino las repitencias y el desgranamiento de la matricula.

La escuela atraviesa una etapa muy crítica, entre otras cuestiones porque algunos alumnos concurren bajo los efectos de los psicofármacos y de otro tipo de estupefacientes. La mayoría opina que consumen antes de ingresar al establecimiento; no obstante ello, se sabe que también se drogan en los baños. La situación desembocó en hechos concretos de violencia, que primeramente fueron verbales. Luego se transformaron en peleas y disputas entre distintos grupos. Se repiten los enfrentamientos, cada vez más violentos. En algunos casos, los docentes intervienen con el propósito de evitar mayores desmanes; lo hacen sin ningún tipo de protección, asumiendo muchos riesgos. En el establecimiento campea un clima de miedo generalizado.

La escuela olvidada

La escuela 942 se ubica en Avenida Alberdi al 3100. Refieren que es la escuela olvidada. Falta todo y de todo. Los baños no funcionan; las ventanas no tienen vidrios; no se efectúa ningún mantenimiento. El establecimiento está muy abandonado en todos los sentidos. Su funcionamiento es penoso. Dicen que el Consejo de Educación no los asiste. Las deserciones y las repitencias se producen bajo el mismo patrón. Los padres ausentes, las madres adolescentes y el trabajo infantil es la matriz de esta comunidad. Cada tanto se admite la trata de personas en los asentamientos que entornan la escuela.

En los dos primarios predominan la violencia y algunas adicciones. En el secundario, nocturno, se repiten los actos violentos y el consumo de drogas. Se han dado algunos abusos. El entorno social es de exclusión extrema; no obstante ello, la escuela dejó de ser una oportunidad positiva.

La violencia y las drogas están en todos lados

Es un fenómeno, evidente e innegable, que la violencia y las drogas entraron y se quedaron en las escuelas. Están tomando dimensión soberana. Todo apunta a que el fenómeno se concentra en las escuelas periféricas, fundamentalmente en aquellas en donde la matrícula de alumnos se nutre de los sectores más desposeídos y excluidos. El sistema funciona ciego y sordo ante estos flagelos o no ha elaborado el diagnóstico apropiado y las soluciones.

Se agrega, desde hace bastante tiempo, la exclusión educativa que deriva no solo de la violencia y de las adicciones, sino de las dificultades o impedimentos para aprender como consecuencia de que mayoritariamente estos sectores acarrean desnutrición, mal nutrición o anemia, además de profundos conflictos familiares, escolares y personales. Este es el panorama en las escuelas pobres, lo que pone en evidencia el fracaso del Estado, que compromete a toda la comunidad educativa, a los niveles administrativos y a los de máxima jerarquía institucional y política de nuestra provincia. Como contrapartida, las escuelas ricas, especialmente las privadas, funcionan bajo los efectos de matices diferentes de violencia y de adicciones.

Aunque gozan de un alto capital cultural, comparadas con las escuelas pobres, entraron en crisis por su escaso o nulo compromiso social. Pero ambas han perdido capital simbólico dado que se extingue la noción del himno, de la bandera, de las fechas patrias y de otras rememoraciones que hacen al espíritu de la Patria.

Muchos alumnos piensas y dicen “nada”, copiando al vacío. Lo más inquietante de este panorama desolador es que el tráfico y consumo de drogas en la escuela se ha transformado en una circunstancia normal para la comunidad educativa, que parece abatida o impotente. Los niveles administrativos superiores permanecen indiferentes al flagelo. Las estructuras institucionales y políticas no escapan a este panorama. El vacío de soluciones es completo.

De hecho, no se puede continuar negando el predominio de la real exclusión educativa en marcha. Producto de los fenómenos negativos que se reproducen en las escuelas, se ha deteriorado el sistema educativo aunque se persista en la negación de la actual crisis en los establecimientos escolares.

Las situaciones de violencia, agresividad, acosos, adicciones, hambre, pobreza y exclusión, conformaron un combo que generaron un ambiente escolar negativo, con un nivel muy degradado de convivencia, hasta la etapa actual de vacío de contenido por el no aprendizaje. Los progresos que se anuncian no le sirven a nadie o benefician a muy pocos. Los docentes de grado están en baja, muchas veces deprimidos y cumpliendo labores de policías, por cierto que de manera muy deficiente porque no están preparados para tal función. Y lo mas impactante, que bajo el actual esquema la violencia, el delito y las drogas continuarán en las escuelas y en todos lados.

Muchos de los chicos que forman parte del mundo de las deserciones y de las repitencias, que es lo mismo que decir el universo de adolescentes y jóvenes que forman parte de la exclusión social, económica y educativa, terminarán sus recorridos en los establecimientos penitenciarios. Si fuera la alcaidía de Resistencia, ingresarán a un territorio de violencia, delitos, tráfico y consumo de drogas y crimen organizado, del que forman parte funcionarios y agentes del Estado. No escapa a nuestra mirada que esto se nutre de la impunidad y del negocio de las excarcelaciones por dinero. Estas rutas explican porque vivimos en un escenario de total y absoluta inseguridad.

Resistencia, 29 de junio de 2011

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El Centro Mandela denuncia un avance de la droga y la violencia en las escuelas
Por (reenvio) Centro Mandela DD.HH. - Wednesday, Jul. 06, 2011 at 3:19 PM

Viernes, 01 de Julio de 2011 - Publicado en la Edición Impresa

El Centro de Estudios Nelson Mandela dio a conocer un documento en el que traza un preocupante panorama sobre la situación en escuelas del sistema educativo provincial que la ONG dice que están penetradas por el consumo de drogas entre los estudiantes y la violencia de unos grupos sobre otros, todo como parte de un contexto de “degradación social y exclusión educativa”.

El documento, firmado por el coordinador del Centro Mandela, Rolando Núñez, advierte que “la violencia y las drogas están en todos lados”, con la diferencia de que en algunos colegios los directivos y docentes buscan combatir esa realidad y en otros renunciaron a frenar el proceso.

“Entraron y se quedaron”

“Es un fenómeno, evidente e innegable que la violencia y las drogas entraron y se quedaron en las escuelas. Están tomando dimensión soberana. Todo apunta a que el fenómeno se concentra en las escuelas periféricas, fundamentalmente en aquellas en donde la matrícula de alumnos se nutre de los sectores más desposeídos y excluidos. El sistema funciona ciego y sordo ante estos flagelos o no ha elaborado el diagnóstico apropiado y las soluciones”, dice el documento de la organización.

A ese cuadro, dice, “se agrega, desde hace bastante tiempo, la exclusión educativa que deriva no sólo de la violencia y de las adicciones, sino de las dificultades o impedimentos para aprender como consecuencia de que mayoritariamente estos sectores acarrean desnutrición, mal nutrición o anemia, además de profundos conflictos familiares, escolares y personales”.

“Este es el panorama en las escuelas pobres, lo que pone en evidencia el fracaso del Estado, que compromete a toda la comunidad educativa, a los niveles administrativos y a los de máxima jerarquía institucional y política de nuestra provincia. Como contrapartida, las escuelas ricas, especialmente las privadas, funcionan bajo los efectos de matices diferentes de violencia y de adicciones. Aunque gozan de un alto capital cultural, comparadas con las escuelas pobres, entraron en crisis por su escaso o nulo compromiso social”, marca.

“Lo más inquietante de este panorama desolador es que el tráfico y consumo de drogas en la escuela se ha transformado en una circunstancia normal para la comunidad educativa, que parece abatida o impotente. Los niveles administrativos superiores permanecen indiferentes al flagelo. Las estructuras institucionales y políticas no escapan a este panorama. El vacío de soluciones es completo”, afirma.

Combo nefasto

El informe considera que “producto de los fenómenos negativos que se reproducen en las escuelas, se ha deteriorado el sistema educativo aunque se persista en la negación de la actual crisis en los establecimientos escolares. Las situaciones de violencia, agresividad, acosos, adicciones, hambre, pobreza y exclusión, conformaron un combo que generaron un ambiente escolar negativo, con un nivel muy degradado de convivencia, hasta la etapa actual de vacío de contenido por el no aprendizaje”.

“Muchos de los chicos que forman parte del mundo de las deserciones y de las repitencias, que es lo mismo que decir el universo de adolescentes y jóvenes que forman parte de la exclusión social, económica y educativa, terminarán sus recorridos en los establecimientos penitenciarios”, advierte.
“Si fueran a la alcaidía de Resistencia, ingresarán a un territorio de violencia, delitos, tráfico y consumo de drogas y crimen organizado, del que forman parte funcionarios y agentes del Estado. No escapa a nuestra mirada que esto se nutre de la impunidad y del negocio de las excarcelaciones por dinero. Estas rutas explican porque vivimos en un escenario de total y absoluta inseguridad”, sostiene la ONG.

Como ejemplo del cuadro descripta cita los casos de cuatro establecimientos del Gran Resistencia que afrontan situaciones muy complicadas, y también el reciente intento de secuestro que sufriera el hijo menor del jefe de Redacción de NORTE, Sergio Schneider, en las puertas de la Escuela Normal.

Sobre esto última señala que pese a la gravedad de lo ocurrido, un mes después del episodio la actuación investigativa de la justicia provincial se reduce a prácticamente nada, y apunta que ni siquiera las propias autoridades del establecimiento educativo parecen haberle dado a lo ocurrido la dimensión que merecía.

fuente http://www.centromandela.com.ar/documentos/dnorte%20violencia%20escuelas.htm

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