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El derecho al asco (o el Elogio del Odio)
Por Nicolas Carini - Friday, Jul. 15, 2011 at 2:06 AM
nicolascarini@hotmail.com (Casilla de correo válida)

Algunas reflexiones a propósito del artículo de Fito Paez aparecido en Pagina 12

Apuntes tardíos a un debate reciente

El fascismo es verbo, no sustantivo. Quien no considere esta afirmación corre el riesgo de convertirse a sí mismo en un fascista culposo. El verdadero fascista debe hacer, es tal justamente por su hacer y no simplemente por su discurso. Los discursos que ofenden la sensibilidad de algunos (muchos o pocos da igual) no se constituyen necesariamente en expresión de intolerancia política. La intolerancia exige más que la descalificación del oponente, de quién no piensa como uno. Exige pasar a la acción, reclama la praxis del odio o al menos la apología de la misma.

No se puede culpar a alguien por odiar como no se puede culpar a nadie por amar o alegrarse. Ni que hablar de aquel que como Fito, apenas se asquea ante tanta oferta de asquerosidad. Es un absurdo lógico de imposible resolución que recuerda las ridículas prescripciones del decálogo judeo cristiano como aquella de no desear a la mujer del prójimo ¡como si tal cosa fuese posible! (en realidad la mujer aparece enumerada junto a otros bienes y la formula puede resumirse como: no codiciarás.

El problema subsiste) Lo importante aquí es no admitir el avasallamiento concreto de las libertades ajenas y propias. Mientras Fito se limite a sentir asco y no salga a quemar urnas o pequeños/medianos/grandes burgueses es a lo sumo responsable del ejercicio irresponsable de la sinceridad, pero de intolerancia, vamos! De intolerancia nada! Es justamente no tolerar el asco lo que nos convierte en fascistas.

Esa es la naturaleza de la democracia por mas desoladora que esta realidad resulte para algunos idealistas de la conservación, que se rasgan las vestiduras ante la indignación gritada.
Nunca se debe olvidar que la democracia no constituye un fin en sí mismo. No es a través de la mera reproducción de actos eleccionarios que se propende al bien común. Allí están Hitler, Menem, Bush (padre e hijo, con fraudes o sin), Karzai, Aznar, Blair y Nixon para probarlo (no se intenta equiparar aquí a estos personajes e invitamos al lector a reemplazarlos por los que satisfagan sus mas intimas repulsiones.

Se sugieren: Peron, Allende, Chaves, Correa, Morales, Obama o Kirchner). La democracia es falible entonces. Es más, podríamos concluir, si nos atenemos a la historia, que es falible por regla y solo excepcionalmente alumbra gobiernos que sobreviven el juicio de la posteridad. La razón de ello es que la idea de democracia está construida sobre falacias, principios formales que dan por ciertos presupuestos ausentes.

La idea de sociedad es el equívoco originario. Así, hay quién se sobresalta ante la crispación de algún interlocutor, cuando debería sorprenderse si solo encontrara consenso y unanimismo en el reino de la desigualdad y la injusticia. No existe la sociedad! No hay tal cosa como tampoco existe el bien común. No podemos saber lo que depara el porvenir pero el rasgo característico del presente es la fragmentación social, la explotación, la división internacional de la riqueza. En este marco, la indignación, el asco, el odio no solo son posibles sino que son necesarios.

El funcionamiento más sano posible de la democracia exige la explicitación del antagonismo y la confrontación (la democracia solo puede representar en la medida en que los intereses sectoriales o clasistas se encuentran bien definidos y ellos son, por definición, irreconciliables) y por ello porta en sí el germen de su desaparición. En caso contrario puede arrastrarse, como mera forma, en su única faceta de existencia viable, que tiende a la conservación de la desigualdad.

Oxímoron: para occidente las democracias sanas son aquellas que han erradicado en mayor o menor medida la confrontación del ámbito de la competencia política. Curiosamente en aquellos lugares donde las transformaciones sociales adquirieron cierta inercia las formas democráticas “sanas” sufrieron alteraciones que impiden que muchos intelectuales bienpensantes las llamen de esta manera: Así no importa cuántas veces Chaves gane una elección, su régimen siempre será menos democrático que el del fraudulento Imperio estadounidense que anteayer se valía de la democracia para coronar a un borracho mesiánico y psicópata y hoy lo hace para ubicar en el mismo trono al último producto de las alcantarillas políticas de Chicago.

Por eso, cuando Fito Paez proclama, pregona la inevitable nausea, el retorcijón de mierda política que le revuelve las entrañas, yo solo puedo proclamar su derecho a asquearse, a desmoronarse en la ira y el lamento, pero el lamento furioso y sin lugar para el eufemismo. No es que yo crea que la cuestión se resuma en un boxístico Macri vs Filmus, ni siquiera percibo tan tajante oposición. No, no soy tan necio como para no percibir las diferencias pero tampoco soy tan ciego como para obviar las semejanzas. No… Lo que yo creo es que el odio, el asco, la indignación ante la necedad y la injusticia son motores de transformación de una realidad que ya estaba bastante podrida antes de que el señor Paez defecara sobre ella su frustración.

La diferencia entre un fascista y un indignado es que el fascista se nutre del odio, se alimenta de él y lo vomita como opresión y tiranía, mientras que el indignado odia fundamentalmente el odio, el odio que genera pobres, el odio que excluye, el odio que discrimina, el odio que engendró a Macri, pero entonces el indignado putea, maldice y se dispone a tolerar cuatro años mas del gobierno del odio de manera democrática y resignada.

Nadie anda (que yo sepa) planeando por allí atentados contra el virrey de la ciudad de la Santísima Trinidad. El indignado se indigna, protesta y allí se queda, es el espectro político del Tano Passman. Apenas ha intentado ser oído, cuando las voces de la mesura y la concordia lo llaman al orden. Reivindico su odio. Reivindico mí odio. Reivindico el odio y la ira de todos aquellos que se saben jodidos por la vida o al menos exijo que no se nos niegue el derecho al asco.

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¿Sabés qué pasa, Nicolás?
Por alguien - Friday, Jul. 15, 2011 at 4:49 PM

Pasa que el problema no es que este caradura (que se junta a tomar tragos en el Faena con "Luchito" Ortega -orgulloso hijo de Palito, ex candicato a vice de Duahlde, ex gob. menemista de Tucumán, ex colaboracionista de la dictadura-, que apoya e impulsa el canon digital, que vive por propia voluntad en Barrio Norte y no precisamente en un dos ambientes alquilado, que en los 90 "ya no pertencía ningún ismo" y contaba dólares "al costado del camino" entre otras cosas) sienta asco. Ese es un derecho hasta para una rata como él. El problema es por qué donde lo siente. No es lo que ataca. Es lo que defiende.

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Aclaración
Por alguien - Friday, Jul. 15, 2011 at 4:52 PM

quise decir "El problema es por qué lo siente", no "por qué donde lo siente".

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