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Sexo, progresía y consumismo
Por Luis E. Sabini Fernández - Saturday, Aug. 20, 2011 at 9:56 AM
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El significado del reparto de preservativos a adolescentes.

Contra el rubro 59 o similar han arrasado las críticas. La lucha contra el rubro 59 procura eliminar algo execrable como el proxenetismo. Evitar las prostituidas (y los prostituidos); la esclavitud sexual propiamente dicha.

El tema de la prostitución y el del sexo por dinero, empero, es mucho mayor.
Aun sin abordar el problema de fondo que es la explotación humana; desde mujeres prostituidas, sobre todo jovencitas y niñas cosificadas como objetos sexuales, sí, pero que va hasta migrantes y rurales trabajando en pésimas condiciones 16 horas diarias, y a menudo muertos de hambre, aun sin ese abordaje, cabe preguntarnos: ¿qué hacer con algo mucho más ceñido, directamente vinculado con lo prostituyente; qué hacer con tantas “chicas de tapa”, tantas “carreras artísticas” de Hollywood o de “Bailando por un sueño”? Donde muchas jovencitas se inician más voluntariamente, más seducidas por oropeles y fama que forzadas.

El progresismo se concentra en aquella lucha y junto con el entendible y justo combate al rubro 59, apuesta a la educación sexual en las escuelas. Y explica que ya no se trata −como si alguna vez se hubiera tratado− de saber cómo colocar un condón; el progresismo invoca “una verdadera educación sexual” que pasa por aprender a ver una relación sexual como una relación de dos y no un acto de onanismo o de relación sujeto-objeto.

Al lado de ‘la técnica para colocar un condón’ este enfoque, claro, es un maravilloso paso adelante. Y no podemos menos que quedar agradecidos por la mejora. Aunque a la vez espantados por el momento anterior, de “liberación sexual”, como se lo ha llamado, que ha motorizado la entrega de condones con “modo de empleo”.

El mecanismo mental para asegurarse el carácter progresista del andar repartiendo condones en secundarios, por ejemplo, era sencillo: la Iglesia Católica repudia la educación sexual, obstaculiza la distribución de condones, son retardatarios, como lo ha probado una buena parte de su jerarquía durante el gobierno cívico-militar; ergo, nosotros, los progres, oponiéndonos a la política de la IC, somos “el progreso”, la corrección política, o el calificativo que tan sencillo maniqueísmo mental permita.

Sin embargo, como bien nos enseña una ley de Murhpy, “los problemas complejos tienen soluciones falsas que son sencillas y fáciles de comprender y aplicar”. Tanto en la etapa de pura técnica como en la postulada ahora de reconocimiento de “el otro”, el progresismo, superando el machismo y la cosificación tradicional de la mujer, incluso afinando sintonías para asumir la igualdad de derechos de ellos y ellas, se adapta todavía −¡y de qué manera!− a la ideología dominante: el consumismo.

Por cierto, no se trata de negar el valor o el momento del consumo. En economía, consumir algo es la culminación de una acumulación previa, es el acto económico que sigue a la producción. En el tema que planteamos, el consumar, entonces no es ningún “pecado” sino, por el contrario, es el necesario momento de la satisfacción, de la realización. Así como el momento del consumo en economía puede ser visto como el momento posterior al de la producción, en las relaciones humanas, y en nuestra actividad sexual, la consumación es entonces, o puede ser al menos, el desenlace de una relación.

Pero si bien el consumo ante el mundo de los objetos no nos merece estigmatización, la ideología del consumismo, que hoy impera y constituye uno de nuestros imaginarios más nítidos, ha absolutizado ese desiderátum, lo ha hecho exclusivo, permanente.

Y el consumismo ha derramado el mundo de los objetos y se ha apropiado de las relaciones entre los sujetos. Eso lo viene haciendo el capitalismo desde hace mucho; el obrero es una herramienta de los medios de producción y transitivamente de los amos de dichos medios de producción.
Y antes todavía, y en general, la sociedad de amos ha usado y usa como objetos a los sujetos “otros”.
Lo que se aprecia hoy en día es que esa cultura dominante, consumista, ha ingresado, por curiosas puertas de progresía, en la actividad sexual. Donde se traduce en la trivialización de la actividad sexual.

Un maltrato que lo sexual no se merece. No nos merecemos. Por su enorme carga emotiva, por el respeto que merece nuestra líbido.

Ese desconocimiento del verdadero valor de lo sexual y esa actitud de consumismo es la que vemos en los intentos, reiterados, de repartir preservativos en los secundarios e incluso, últimamente, con propuestas de progresistas más progresistas, de repartirlos incluso en los sextos y séptimos primarios.
Los jovencitos tienen que aprender no sólo que el otro existe y es tanto como uno mismo sino que tener sexo no es como tomarse un vaso de agua. Ni de vodka siquiera. Que el sexo es nuestro volcán. Y que los volcanes no estallan permanentemente n i a pedido de pastilla de éxtasis, y que cuando lo hacen… mamma mia.

Que no es cuestión de higiene sexual ni de andar tirándose o andar extrayendo “un tirito” cada día… con no importa quién pero con cuidado, higiene y acuerdo.

El sexo es un volcán nuestro, íntimo, preciadísimo, un tesoro que hay que aprender a preservar y a la vez a compartir…

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Sexo, progresía y consumismo
Por Luis E. Sabini Fernández - Saturday, Aug. 20, 2011 at 3:13 PM

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