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Chile: Lucha de masas y proyectomanía populista
Por Fuente: Argenpress - Wednesday, Aug. 31, 2011 at 1:14 AM

martes 30 de agosto de 2011

Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)

Todos nos hemos conmovido por quienes han querido tomar el cielo por asalto, ejercido la solidaridad con aquellos que han perecido en el intento para finalmente aprender que: “En política se hace lo que se puede”. La desmesura de las metas daña a los movimientos políticos tanto como la mezquindad minimalista. Calibrar con realismo los objetivos y considerar la pertinencia de las alianzas, son claves para el éxito.

Desde las revueltas de mayo de 1968 en Francia no se recuerda una coyuntura política en la cual la juventud haya protagonizado un movimiento del calado que hoy tiene la movilización del estudiantado chileno y ningún empeño de esa naturaleza avanzó tanto en tan poco tiempo. Ir tan rápido plantea dificultades para consolidar los éxitos, procesar las experiencias y sintonizar a la vanguardia con la masa.

En aquella, “la década prodigiosa”, condicionada por el entusiasmo promovido por la Revolución Cubana, el auge del movimiento de liberación nacional tercermundista, la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos y el rechazo a la guerra en Vietnam, desde las posiciones de la izquierda tradicional apegada al enfoque presuntamente marxista (en realidad soviético), según el cual la legitimidad de cualquier expresión política en el capitalismo dependía de una matriz obrera, esperábamos el momento en que la poderosa Confederación General de Trabajadores (CGT) se sumara al movimiento, cosa que finalmente ocurrió.

Cuando los partidos y el sindicalismo francés se involucraron y llamaron a la huelga, se hizo evidente la tendencia a instrumentalizar las organizaciones sociales y populares, consideradas desde la izquierda y la derecha como “correas de transmisión”. En pocas semanas la rebeldía juvenil se homologó con las demandas tradicionales y, en lugar de reforzarse, el movimiento se remitió hasta disolverse en conquistas menores.

Aunque son otras las circunstancias, tales peligros no dejan de estar presentes en el Chile de hoy donde si bien los estamentos políticos tradicionales no están habilitados para capitalizar el movimiento de masas, tampoco el estudiantado posee la solvencia política necesaria para conducir procesos que requieren cambios estructurales que rebasan la problemática educacional y son de una trascendencia difícil de aquilatar.

En Chile donde la derecha se asocia con el pinochetismo y el fascismo y donde al izquierda tradicional se debilitó por el golpe y la represión a lo largo de casi 20 años de dictadura y fue afectada por la división y la deslegitimación derivada tanto de procesos internos como por la crisis del socialismo real, fenómenos también presentes en el sindicalismo, no existen entidades políticas calificadas para asumir los reclamos del momento. La necesidad de articular una vanguardia y definir un programa es tanto una necesidad como un riesgo.

La coyuntura hace visible un fenómeno que raras veces se tiene en cuenta y es que, por ser sistémica, la crisis afecta a todos los elementos del sistema incluyendo a quienes promueven y deberían conducir los cambios. Teóricamente, por no formar parte del mundo laboral ni de las estructuras políticas adultas, se presume que los estudiantes poseen la capacidad renovadora de la que carecen los opositores integrados al sistema. En 1968, a propósito del Mayo Francés, Jean-Paul Sartre consideró:

“Sea cual sea el régimen, los estudiantes sienten que todavía no han entrado en el sistema que les han preparado sus padres y en el que no quieren entrar…Dicho de otro modo, no quieren concesiones, no quieren que les arreglen las cosas, que se les satisfagan pequeñas reivindicaciones para, de hecho, acorralarles y hacerles seguir las reglas…”

Aunque la evaluación del filósofo no fue endosada por la práctica y tras algunas concesiones que nunca hicieron peligrar el sistema, el movimiento fue absorbido por la política tradicional, hay preceptos que, al menos teóricamente requieren atención.

En efecto, de todas las fuerzas sociales, los estudiantes universitarios son los menos integrados y comprometidos con el sistema, los que en menor medida dependen de las estructuras políticas tradicionales y los que a la práctica, suman una comprensión más integral y estratégicas del sistema en su conjunto.

El escaso efecto del paro convocado por la Central Única de Trabajadores en Chile es un aviso del peligro que significa una ampliación desproporcionada de los objetivos del movimiento estudiantil que obliga a alianzas y enroques que pueden conspirar contra la identidad y la eficacia de la vanguardia juvenil que conduce la lucha.

Si bien limitarse a lo estrictamente académico o educacional puede ser reduccionista; levantar expectativas imposibles de abarcar puede resultar inviable. En cualquier caso se trata de una historia que está por escribir y en la cual el movimiento estudiantil ha combinado la energía y la determinación de la juventud, con la lucidez de un liderazgo sorprendentemente maduro. Allá nos vemos.

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