Julio López
está desaparecido
hace 6420 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

La FORA y el Vº Congreso
Por Parrhesia - Sunday, Sep. 11, 2011 at 7:55 PM
laletraindomita@gmail.com

La FORA y el Vº Congreso

Días atrás veía por enésima vez la película “La Patagonia Rebelde”, y me llamó la atención una escena.
En los comienzos de la película, se ve una asamblea de trabajadores en el local de la Sociedad Obrera de Río Gallegos, se ve frente a los trabajadores una mesa donde están sentados, Brandoni (el gallego Soto) Soriano (el alemán) y un par de actores más, como se sabe el trabajo de Bayer se caracteriza por tener una gran rigurosidad y recrea en la película los detalles más nimios tratando de reflejar los hechos históricos de la forma más exacta posible.
Decía que en dicha película, atrás de la mesa de la comisión de la Sociedad Obrera, sobre la pared, se observan las fotos de Bakunin, Kropotkin y Proudhon, junto con dos banderas rojas y negras.
La mente inmediatamente asocia imágenes similares para englobarlas bajo una especie de concepto único, un proceso de síntesis natural que tenemos los humanos en nuestros genes y que nos permite incorporar conocimientos.
Uno termina, por una especie de reflejo condicionado por la costumbre, asociando la imagen de la película con las fotos de los principales teóricos anarquistas en la pared de la Sociedad Obrera, con cualquier sindicato de la C.G.T actual, donde aparecen, invariablemente, las fotos de Perón y Evita, un símbolo que, por una parte podríamos decir que son un detalle superfluo, parte del decorado, como una cortina o un florero.
Pero por otra parte no podemos negar que los símbolos tienen una significancia determinada, denotan, describen y actúan sobre la psicología de las personas. Símbolos de este tipo en asociaciones obreras que pertenecen a todos los trabajadores de una determinada actividad laboral, molestan a muchos, independientemente de la valorización que les demuestren sus dirigentes, o de la ideología personal de cada quien.
Detalles pequeños, pero los grandes defectos, como trataré de mostrar, aparecen, afloran, se nos hacen visibles en los pequeños detalles.
Estos detalles nos muestran que tanto hoy como en el pasado, existía poca tolerancia de parte de quienes poseían una cierta hegemonía ideológica en el interior de las organizaciones obreras, hacia otros compañeros que no tenían una orientación similar, y terminaron perjudicando a la propia clase obrera.
Siempre existió y siempre existirá en el interior de las organizaciones obreras la discusión y la disparidad de criterios sobre esta problemática.
Unos sostenían la unidad de clase, todos los trabajadores debían unirse y organizarse según su actividad laboral y convivir entre sí, sin que las diferencias en el plano ideológico sean un obstáculo para esto, ya que lo más importante era la unidad para el éxito en los reclamos gremiales, principal finalidad del sindicalismo y lo que daba sentido y cohesión al gremio.
Otros sostenían que las diferencias ideológicas, que además repercutían en diferencias de praxis y hasta de finalidades, hacían casi imposible la convivencia dentro de una misma organización de trabajadores con ideas disímiles y con una finalidad y una visión social muy distintas. Esta opinión es muy atendible y tiene su importancia pero lo cierto también es que la división del movimiento obrero debilita en gran medida su efectividad y prácticamente lo torna inútil para obtener sus objetivos más elevados y solo le permite obtener algún resultado parcial, pequeño, restringido.
Así ha fluctuado el movimiento obrero a través de su historia, transcurriendo entre la unidad en pos de grandes objetivos y la fragmentación, generada por la diversidad ideológica que existió y existe y en modo alguno debería minimizarse.
Hoy en día el tema en cuestión parece antiguo, es que todo, parece un axioma invariable, termina corrompiéndose, prostituyéndose, y el sistema, tarde o temprano, termina incorporando, absorbiendo y domesticando, cualquier manifestación de alternatividad y antagonismo.
Pero para entrar en tema de una vez, sería necesario hacer un poco de historia: ya en el siglo XIX comienza en Argentina a tomar cuerpo la organización obrera, principalmente en Buenos Aires y trayendo las ideas y experiencias europeas, sus protagonistas son inmigrantes que arriban desde los países europeos, algunos vienen huyendo de las autoridades producto de su militancia.
Ese es el caso de Malatesta, que en Buenos Aires funda la primera Sociedad Obrera de panaderos y ayuda a redactar su estatuto, Malatesta fue de gran importancia, diría esencial, en la inserción que tuvo en Argentina el anarquismo en el movimiento Obrero, y en las masas oprimidas en general.
Ya a fines del siglo XIX, los sectores del movimiento obrero, influenciados por el Partido Socialista, comienzan a impulsar la formación de una Federación Obrera en Argentina, pero los intentos fracasan ante la negativa del otro sector, mayoritario en el movimiento, influenciado por el anarquismo.
En el año 1901, con la llegada al pais de Pietro Gori, abogado anarquista italiano que debió abandonar precipitadamente la península italiana, se conforma un tercer sector en el movimiento obrero argentino, tambien anarquista, donde Pietro Gori ejercía una influencia importante.
Este tercer agrupamiento con Pietro Gori a la cabeza va a mediar entre los otros dos sectores y posibilitará, en 1901, la creación de la Federación Obrera Argentina, que tendrá un concejo federal con mayoría anarquista.
En 1902 se celebra el Segundo Congreso de la Federación Obrera, y se produce la primer fractura en el movimiento obrero argentino, El sector socialista, menor en cantidad al anarquista, al no poder subordinar a la Federación a su partido, deciden fracturarla y fundan la UGT. Union General de Trabajadores, más pequeña que la Federación Obrera.
En 1905 se celebra el Vº Congreso de la F.O.R.A, en el cual se incluye, de manera explicita, una recomendación a todos sus adherentes para difundir entre los obreros la ideología y los principios y fines del “Comunismo anárquico”.
Poco amante de las florituras retóricas y las declaraciones formales, al solo efecto de la claridad argumentativa, lo transcribo textualmente.
“El Vº Congreso de la F.O.R.A, consecuente con los principios filosóficos que han dado razón de ser a las organizaciones de las Federaciones Obreras, declara: que aprueba y recomienda a todos los adherentes la propaganda e ilustración más amplia en el sentido de inculcar a los obreros los principios económicos y filosóficos del comunismo anárquico”.
En principio diría que si un anarquista necesita, para difundir sus ideas, que una declaración le “recomiende la propaganda e ilustración más amplia hacia los obreros”, estamos, creo, ante un grave problema. En realidad me parece una redundancia, ya que todos sabemos que si queremos llevar adelante nuestras ideas de cambio sobre el cambio social hay que difundirlas ya que solas no se difunden. Pero también debemos considerar que tener tal cosa por escrito, tal vez, es como el cuadrito de Perón en la pared del sindicato, no se si puede verse la analogía.
En el año 1907 se realiza un Congreso para unificar a la F.O.R.A. y la U.G.T, al no aceptar la F.O.R.A retirar la declaración del Vº Congreso sobre el “Comunismo anárquico” la reunificación no puede realizarse.
Ahora debemos señalar algo que será de vital importancia en el movimiento obrero argentino: a comienzos del siglo XX aparece una nueva corriente conocida como, Sindicalismo Revolucionario.
Esta corriente, como su nombre lo indica, tendrá como praxis el sindicalismo y se constituirá en un grave problema, tanto para anarquistas como para socialistas.
Sus principales teóricos son George Sorel en Francia, y Arturo Labriola en Italia. Fernand Pelluotier, obrero francés, será su principal exponente práctico y fundará la C.G.T francesa.
Esta corriente es una mezcla de marxismo y anarquismo. Sorel la llama “Nueva Escuela”, realiza su propia hermenéutica del marxismo, para Sorel la “lucha de clases” es únicamente la lucha gremial, la incursión del proletariado en la política parlamentaria la llama “conciliación de clases”.
Lucha sindical mediante la acción directa, huelgas, boicots, sabotajes, sindicatos pequeños, combativos, con democracia directa para evitar la burocratización y el inmovilismo, federación, y, el sindicato y la solidaridad como parteros de la sociedad futura. Como puede verse, en teoría, muy similar al anarcosindicalismo.
Lamentablemente, tal vez por una debilidad ideológica o por un excesivo pragmatismo, rápidamente el sindicalismo revolucionario pierde su carácter revolucionario, incluso pierde su predicación de “revolucionario” y termina llamándose “sindicalismo” a secas.
En resumidas cuentas, el sindicalismo en breve tiempo domina la U.G.T, pretendiendo incluso subordinar al Partido Socialista a las decisiones de la U.G.T. Luego esta corriente comienza a tener cada vez más importancia dentro de la F.O.R.A
En 1915 se celebra el IX º Congreso de la F.O.R.A, este Congreso ya tenía mayoría de sindicalistas revolucionarios y decide eliminar la declaración sobre el comunismo anárquico del V º Congreso. Ante esta decisión, la minoría anarquista decide fracturar la F.O.R.A, y quedan entonces dos F.O.R.A. la del V º Congreso, anarquista, y la del IX º Congreso, sindicalista. Parece que aquí comienza el anarquismo a perder su hegemonía en el movimiento obrero, y comienza también, un lento declive en todo sentido, cuestión que sería muy largo de analizar aquí.
La F.O.R.A sindicalista cambia varias veces de nombre hasta llegar a llamarse C.G.T. El sindicalismo puro mantiene su influencia hasta la llegada del primer gobierno peronista, donde ya se transforma en una gran corporación burocrática integrada al sistema.
Estamos ya en 1946 y sería ingenuo creer que fue solamente un transcurso histórico argentino, ocurre, con distintos matices, en todo el mundo, el fin del mito obrerista, la perdida del sujeto revolucionario encarnado por el trabajador, y el desajuste clasista posmoderno nos llevan a ver todo esto como parte de una historia que ya no se repetirá.
Ahora bien: de todas formas creo que podemos obtener de toda esta visión retrospectiva, sin tener expectativas desmedidas, algo que nos sea útil en el presente.
Fue precisamente Malatesta, unos de los iniciadores del sindicalismo en Argentina, quien supo ver las potencialidades y también las limitaciones que tiene el sindicalismo, y en su momento realizó un análisis, que en buena parte, continúa siendo vigente.
En su momento supo tener algunas diferencias conceptuales con Emilio Lopez Arango y Diego Abad de Santillan, quienes fueron los principales teóricos de la F.O.R.A, propulsores de una organización obrera de fuerte tendencia anarquista.
Consideraban, Santillan y Arango, que el anarquismo como praxis y como fenómeno de masas, habiendo nacido al mismo tiempo y dentro de la primera Internacional de Trabajadores, no debía apartarse de las organizaciones obreras, tratar de conformarlas según la visión que tenía el anarquismo sobre la organización, que no debería ser contradictoria con la futura sociedad por nacer. De ahí el federalismo, la asamblea como poder soberano, la democracia directa, etc. Consideraban como una desviación intelectual y negativa para el anarquismo la organización ideológica por grupos de afinidad, es por eso que la F.O.R.A se opuso, en su momento, a la fundación de la F.A.C.A una federación de grupos e individualidades anarquistas fundada en Argentina en la década del 30.
Esta perspectiva de tener una organización obrera de ideología netamente anarquista y con postulados que podrían interpretarse como excluyentes, aun con el riesgo de ser marginados por la mayoría del movimiento obrero y terminar siendo una expresión testimonial, como efectivamente ocurrió, responde a una interpretación estática de la sociedad y que con el tiempo fue quedando desactualizada.
El principal yerro es ver a la clase obrera como el sujeto revolucionario por excelencia, sin contemplar la evolución histórica como una variable a considerar. En esto Abad de Santillan y Lopez Arango comparten la misma visión del marxismo y el obrerismo clásicos de finales del siglo XIX.
Podemos ver un predominio del materialismo un tanto exagerado y mecanicista y un rechazo al idealismo. El trabajador sería un revolucionario en potencia por el simple echo de ser trabajador, y de no ser así, es porque su conciencia esta alienada, le ha sido enajenada junto con su trabajo, por lo tanto hay que retornársela a su interior.
Esta interpretación histórica, además de lo discutible que resulta la idea de una “conciencia colectiva” o una “conciencia de clase”, resulta muy reduccionista y hoy en día un poco antigua, y nos deja afuera la idea, el idealismo y la utopía, al terminar sobrevalorando las “condiciones objetivas”, la ciencia revolucionaria y la razón objetiva, contraria a la razón creativa y el espontaneísmo.
Por otro lado tenemos la teoría de Malatesta, el más incansable y honesto polemista, tanto hacia adentro del anarquismo como hacia fuera de él.
Ferviente partidario de la organización, fundador de sindicatos y ejemplar militante, siempre se destacó por su humildad y por incentivar el diálogo entre anarquistas y también con sectores cercanos al anarquismo.
Consideraba importante que el anarquismo participara en el movimiento obrero, como en otros ámbitos que sirvan para la construcción social siempre que no fueran contradictorios con nuestras ideas, pero al ámbito laboral lo consideraba Malatesta, el más apto para difundir la ideología libertaria.
Pero Malatesta era conciente de las limitaciones del movimiento obrero, reformista por naturaleza por ser una organización de masas. Malatesta sabía que, estamos ante una organización que agrupa a las personas, no tanto por su ideología, sino por su actividad laboral y que primeramente el movimiento obrero tiene un fin pragmático, o sea que no tiene sentido si los trabajadores no logran, a través de su sindicato, algún avance concreto en el menor tiempo posible.
Es por eso que los trabajadores deberían unirse independientemente de su ideología, Malatesta no quería sindicatos anarquistas porque eso justificaba sindicatos marxistas, cristianos, fascistas, etc. Y transformaba al movimiento obrero en un terreno donde se magnificaban las disputas por espacios de poder sin mayor sentido, y en definitiva, perjudiciales a todos.
También, teniendo siempre en cuenta, que el tipo de organización anarquista debe servirnos como ejemplo de lo que queremos para la organización de la sociedad en el futuro, y suponiendo que en un futuro de libertad las ideas no solo no se reducirán a una, sino que es de suponer que al expandirse habrá más variedad y riqueza que en la actualidad, el anarquismo sera una de las tantas teorías sociales y deberemos aprender a convivir con una variedad y riqueza impensada hoy en día. Sería extraño pensar en una sociedad donde todos fuesen anarquistas, sería aburrido, intelectualmente pobre y autoritaria, extrañamente parecida a una sociedad fascista.
Parece, la postura de Malatesta, más amplia y democrática que la conocida teoría de Lopez Arango y Abad de Santillan, también más adaptada a estos tiempos donde las personas, las ideologías, las razas, las religiones, las distintas cosmovisiones están experimentando un entrecruzamiento, una simbiosis, una cierta transversalidad que traerá consigo muchos cambios y seguramente, nuevas oportunidades para los que buscamos un cambio radical de la sociedad.

agrega un comentario