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Las protestas de “Ocupad…”: un oportuno grito de justicia
Por Fuente: Sin Permiso - Monday, Oct. 17, 2011 at 3:45 AM

Eugene Robinson · · · · ·16/10/11

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“Ocupad Wall Street” y su parentela de protestas por todo el país son ineptas, incoherentes y desesperadamente quijotescas. [1] Dios, me encantan.

Me encanta cualquier cosita de estas sentadas gloriosamente de aficionados. Me encanta que sean espontáneas, sin líderes y abiertas. Me encanta que los que protestan se nieguen a formular exigencias precisas más allá de una enérgica llamada a Ia justicia económica. También me encanta que en Chicago — único sitio, hasta ahora — los manifestantes hayan ignorado esa norma de la vaguedad y estén siendo concretísimos en sus objetivos. Me encanta que no haya reglas, sólo tendencias.

Cuando se les negó el permiso para utilizar megáfonos, a los manifestantes se les ocurrió una alternativa salida directamente de Monty Python, o acaso de “Los Picapiedra”: todo el que llega a oír las palabras de quien está hablando las repite literalmente y al unísono, de modo que pueda escucharlas toda la multitud. Funciona, y suena tremendamente tontorrón. Los movimientos de protesta que crecen hasta hacerse importantes tienden a tener sentido del humor.

No puedo evitarlo, pero me encanta que el jefe de la mayoría de la Cámara, Eric Cantor, denominara “crecientes turbas” a las protestas y se quejara de los compañeros de viaje que “han consentido en realidad el enfrentamiento de norteamericanos contra norteamericanos”. Debe ser el mismo Eric Cantor que alabó el movimiento del Tea Party en su infancia estridente, hostil, de echar espuma por la boca como “un movimiento orgánico” que tenía que ver “con el pueblo”. La hipocresía de este hombre es digna de estar en un museo como el Smithsonian [de Washington].

Por encima de todo, me encanta que las protestas de “Ocupad…” surgen en el momento justo y apuntan al blanco correcto. Podría ser esto el comienzo de algo grande e importante.

“Justicia económica” puede significar cosas distintas para distinta gente, pero no es una frase vacía. Capta el sentido de que, de algún modo, mientras no mirábamos, se borró el concepto de justicia de nuestro sistema económico y de nuestro vocabulario político. La injusticia económica se convirtió en norma.

Los avances revolucionarios de la tecnología y la globalización constituyen las fuerzas mayormente responsables del destripamiento de la economía norteamericana. Pero nuestros responsables políticos respondieron de modo y manera que tendieron a acentuar, más que a aliviar, los efectos más dañinos de estas tendencias a escala mundial.

El resultado está claro: una nación en la que los ricos se han convertido en megarricos, mientras la clase media ha ido perdiendo regularmente terreno, donde el desempleo se ha atascado en niveles antaño considerados insoportables, y en el que nuestro sistema político es demasiado disfuncional como para actuar con la audacia que significaría una diferencia de veras. Eventualmente, la economía saldrá de este bache. Pero en lo fundamental, sin embargo, nada habrá cambiado.

¿Suena esto algo general y disperso [2]? Pues sí, pero es que es cierto.

Los manifestantes de “Ocupad Wall Street” observaron esta verdad amplia y dispersa…y entendieron también que el lugar para iniciar este movimiento era el epicentro del sistema financiero.

Durante la mayor parte de nuestra historia se entendía que al sector financiero le correspondía supuestamente desempeñar un servicio vital para la economía: encauzar el capital hacia las empresas en las que podía usar con la mayor efectividad. Pero el rápido cambio tecnológico, económico y político del que el mundo ha sido testigo en décadas recientes creó multitud de oportunidades para que Wall Street encauzara el capital hacia su seno, ideando con frecuencia nuevos títulos exóticos que tal vez carezcan de sustentación. La crisis financiera de 2008 demostró la urgente necesidad de reforma.

No es que haya que hacer responsable a los banqueros de inversión de todos los males del mundo. Es que Wall Street es emblema de todo un sistema económico y político que ya no parece tener en su centro los intereses mejores de la mayoría de los norteamericanos.

De modo que un grupo de gentuza — inmenso, no, pero idealista y resuelto — acampa en el Bajo Manjatan. Algo parecido ocurre en dos docenas de ciudades más. Y acaso haya nacido un movimiento.

Menos de un mes después ya andan preguntándose los comentaristas si los manifestantes de “Ocupad…” pueden transformarse en una fuerza política consistente. Al menos por ahora, yo espero que no.

No nos faltan políticos en este país. Lo que necesitamos es más pasión y energía al servicio de la justicia. Necesitamos que nos obliguen a responder a preguntas que suenan simplonas o ingenuas, preguntas relativas a la ética y los valores. La posición política detallada puede esperar.

En algún momento, estos campamentos de protesta desaparecerán, y puesto que el país o el mundo no habrán cambiado, lo juzgaremos un fracaso. Pero tengo el pálpito de que esta probable opinión se revelará errónea. Creo que la semilla de protesta del activismo progresista de las protestas de “Ocupad...” puede crecer hasta convertirse en algo verdaderamente muy grande.

Nota del t:

[1] y [2] Como es evidente, Robinson repite y glosa con ironía los superficiales y desdeñosos epítetos dedicados al movimiento por la prensa convencional en sus primeros días.

Eugene Robinson (1955) es comentarista político de televisión y periodista desde 1980 del diario norteamericano The Washington Post, en el que desde 2005 escribe una columna de opinión por la que ganó el Premio Pulitzer en 2008 cubriendo la campaña presidencial. Afroamericano nacido en Carolina del Sur, entre sus libros se cuenta Coal to Cream: A Black Man’s Journey Beyond Color to an Affirmation of Race [De carbón a crema: el viaje de un hombre negro más allá del color hacia la afirmación de la raza] (1999) Disintegration: The Splintering of Black America [Desintegración: el astillamiento de la Norteamérica negra] (2010) y un volumen sobre Cuba Last Dance in Havana: The Final Days of Fidel and the Start of the New Cuban Revolution [Último baile en La Habana: los últimos días de Fidel y el inicio de la nueva revolución cubana] (2004)

Traducción para http://www.sinpermiso.info: Lucas Antón

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