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¿Voto o no voto?
Por (reenvio) Adrián Sertanejo - Thursday, Oct. 20, 2011 at 2:59 AM
adriansertanejo@gmail.com

A lo largo de miles de años, las distintas sociedades y poblaciones del mundo han sido gobernadas bajo formas autocráticas. Reyes, emperadores, amos, señores feudales, dinastías, etc. hasta los autoritarismos del último siglo se han ido imponiendo en todo el mundo y en distintos tiempos.

Ha llevado muchos años la evolución hacia sistemas más representativos y a pesar que estas figuras persisten en algunas regiones del planeta, las formas llamadas democráticas han podido establecerse. Muchos seres humanos han quedado en el camino para que este sistema, en el que los habitantes de una región eligen sus representantes, pueda implementarse. No siempre ha sido así. Ahora, después de muchos años de lucha, el votar es un DERECHO.

No obstante, en pocos países del mundo donde rige este sistema, votar es OBLIGATORIO. Y hay una serie de advertencias y amenazas hacia los habitantes para el caso de que no lo hicieren. Resulta extraño. No hace falta ser un experto en materia jurídica para saber que el Código civil se ocupa de ‘reglar’ los comportamientos humanos, y en él se diferencian claramente aquello a que todo individuo tiene derecho a acceder, de aquello a lo que está obligado a atenerse. Es decir, el derecho a ciertos servicios, estados de situación y tenencias y la obligación de ciertas acciones y la observación de ciertos impedimentos.

El derecho por tanto se ocupa de todo lo que puede o está en capacidad de hacer mientras que la obligación, todo aquello que no puede o está obligado a hacer. Sintéticamente, el primero habla de toda su expansión y el segundo, de toda su contracción. Son 2 esferas claramente diferenciadas.

Sin embargo, en Argentina el derecho a voto es una obligación.

Es una contradicción en sí misma. Si uno tiene derecho a algo no puede estar obligado a eso mismo. Una mujer tiene el derecho a parir pero no está obligada a hacerlo. Cualquier persona puede ausentarse del país por un tiempo pero no está obligada a hacerlo. Los ejemplos abundan. El sacrificio y la lucha de miles de personas a lo largo de la historia ha permitido que ahora, solo en algunas regiones, podamos elegir nuestros representantes. Es un derecho adquirido que defenderemos. Pero nadie puede obligarnos a ejercerlo. Un reconocido jurista español era claro en su afirmación: lo que es un DERECHO no puede ser al mismo tiempo una OBLIGACIÓN.

Será que el sistema de representación resulta tan frágil y ‘tan poco representativo’ que sus ideólogos obligan a sus habitantes a concurrir a emitir su voto ya que de lo contrario muy pocos irían. Esto puede corroborarse en muchos países en donde no es obligatorio votar, tal el caso de los EEUU que registran una concurrencia de no más del 25%.

Por otra parte, si bien se ponen en juego los cargos de presidencia, gobernaciones, diputaciones, etc. no solo se eligen los candidatos a esos puestos más los funcionarios que ellos designen sino que uno revalida todo un sistema de gobierno. Es decir, consagra toda una forma de organización que incluye a la administración pública en general, los poderes de la Nación y ciertas estructuras como por ejemplo la institución policial.

Ustedes saben que cualquier agente de policía puede detenernos en la vía pública para solicitarnos documentos que nos ‘identifiquen’, al tiempo que nos preguntan qué ocupación tenemos, hacia donde nos dirigimos, qué estamos haciendo en el lugar, etc., y en su caso puede hacer averiguación de antecedentes por radio y en un caso extremo, conducirnos a la comisaría para completar el trámite. Ahora bien: quién le da el poder a este agente para que pueda detener a cualquier individuo y demorarlo en plena vía pública? Cómo una persona puede estar por sobre las demás? En qué momento los ciudadanos de un país eligen tener para cada jurisdicción una fuerza policial? Pues precisamente a la hora de votar. Con el voto convalidamos esta forma de organización haciendo que esta estructura se ubique por encima de cada individuo de la sociedad, es decir, aceptamos una superestructura.

Lo mismo sucede con la institución militar. El hecho que un país disponga de toda una estructura armada para la guerra que defienda al mismo de un ataque exterior – y que muchas veces se vuelve contra la propia población que dice defender – se legitima cada vez que los ciudadanos concurren a emitir su voto. Vota y acepta toda esta organización, a todas luces ajena y alejada de los valores que hacen a la vida ciudadana.

Por lo demás, votar es ‘sacarse el poder de encima’ para dárselo a nuestros representantes en el marco de lo que llaman democracia, creando la ilusión que elegimos las acciones que creemos convenientes y a los que las llevaran a cabo, evitando tomar nosotros mismos las decisiones que nos atañen, en forma consensuada. Depositamos en líderes la confianza para que emprendan la difícil tarea de la administración de la cosa pública, permitiendo a los ciudadanos dedicarse al desarrollo de sus vidas privadas.

Podríamos hablar largo y tendido de este sistema de representación pero simplemente quería exponer estos puntos a manera de opinión para quien quiera comentarlos o ampliarlos a piaccere, y sin que esto persiga ninguna intención en cuánto a querer influir en quien lo lea alguna decisión en particular. Es simplemente una exposición. Cada uno elige en libertad lo que va a hacer. Esta es la verdadera ELECCIÓN.

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