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La campaña del FIT: Un manual de perfecto oportunismo político
Por MAS - Friday, Oct. 28, 2011 at 4:09 PM

Por José Luis Rojo




En el contexto de las elecciones del 23 de octubre, hay que evaluar los resultados y, sobre todo, la política electoral del Frente de Izquierda. Respecto de los resultados, sin dudas fue una elección importante, sobre todo en contraste con lo que son las votaciones habituales de la izquierda en nuestro país, más allá de que no haya llegado a configurar –como afirmó Altamira con su habitual estilo autoproclamatorio– “la mejor elección de la izquierda desde 1983”.(1)
En todo caso, el resultado electoral del FIT expresó parte de lo mejor de la amplia vanguardia obrera y estudiantil de nuestro país, sector que los votó a pesar de sus crecientes críticas al contenido de la campaña. Respecto de la evaluación de su resultado electoral, ver nota aparte en esta edición.
Pero en lo que queremos centrarnos aquí es en el contenido político y la orientación de la campaña del FIT, la que, creemos, configuró un verdadero manual de oportunismo político en la izquierda, y que fue continuidad de la manera en que sus componentes buscaron la legalidad y la usaron para dirimir las relaciones de fuerzas electorales en la izquierda (incluso contra nuestro partido).

Jugando a las escondidas con el gobierno

La primera regla de una política electoral revolucionaria que el FIT infringió fue la de la identificación del responsable de carne y hueso de gestionar el capitalismo en cada momento dado. Es decir, la campaña del FIT, por pura conveniencia y para no chocar contra la “ola cristinista” en el marco de su llamado apenas disimulado a cortar boleta, prácticamente “olvidó” nombrar al gobierno de Cristina como responsable de las calamidades existentes en la Argentina actual.(2)
La justificación para este accionar oportunista fue el hecho cierto de que enormes franjas de los trabajadores y la juventud confían en él. Eso es una realidad que de ninguna manera podría ser pasada por alto para el diálogo con estos amplios sectores, que es justamente uno de los objetivos de una campaña electoral de los revolucionarios: llegar a más amplios sectores que a los que se llega en la actividad habitual. Precisamente, la participación electoral de los revolucionarios da un pedestal para llevar a cabo este diálogo –aprovechando el acceso a los medios masivos de comunicación– que en otros momentos está casi completamente vedado a la izquierda. Además, se trata normalmente la instancia de más interés en política para los trabajadores en la democracia burguesa.
Ahora bien, aprovechar la tribuna electoral no como una secta ridícula sino como organizaciones revolucionarias con aspiraciones a una mayor influencia entre las masas, teniendo en cuenta además su nivel de conciencia para desarrollar este necesario diálogo es una cosa. ¡Y otra cosa es que ese nivel de conciencia determine no la forma del diálogo sino la política entera, esto es, hacer campaña sin siquiera nombrar al gobierno como tal!
¿Cómo se podría alertar a las masas acerca del ajuste que viene casi sin nombrar al gobierno de Cristina?(3) ¿Acaso los compañeros del FIT no han leído nunca a Lenin, que insistía en la obligación de los revolucionarios es siempre decirles a los trabajadores la verdad, por más amarga que fuese?
Porque la amarga verdad en nuestro país, es que más allá de las concesiones de los últimos años –subproducto, en realidad, de su propia lucha, y no de las bondades K–, la tercerización, los contratos basura, el lugar clave en el gobierno de la burocracia sindical (con su correlato de la muerte de Mariano Ferreyra), han sido responsabilidad, en primer lugar, del kirchnerismo.
Así, el FIT no aprovechó la campaña para alertar acerca del escenario de ajuste que viene. Un discurso tan poco crítico en relación con el gobierno puede pagarse en el futuro, si la crisis golpea y el gobierno se desprestigia. Poco y nada se ha dicho acerca de los adversarios de carne y hueso de la clase obrera y de los problemas que están por delante. Y no alcanza para compensar esto con hablar abstractamente acerca de la crisis mundial, como hizo Altamira.
En todo caso, la explicación es simple y la ha formulado más de un militante del FIT disconforme: no es que el PO y su socio el PTS hayan sufrido de “amnesia revolucionaria” durante la campaña, sino que al centrar ésta en el corte de boleta con Cristina, evitaron lo más posible nombrarla para no perder votos. Pero ésa es casi una definición de manual de cómo una política electoral revolucionaria se convierte en una crudamente oportunista, por más que se la quiera disimular.

El sacrificio del programa

El FIT centró su campaña en llevar los reclamos al Parlamento y en el corte de boleta de los que votaban a Cristina. Todo el mundo pudo observar esto. El primer aspecto tiene un costado perfectamente lícito, porque la mediación parlamentaria existe, y aunque es obligación denunciar su carácter, también lo es aprovechar que podría ser una caja de resonancia de reclamos obreros que nunca se escuchan en él (salvo a veces por la vía distorsionada de la burocracia sindical).
Pero de lo que careció siempre la campaña del FIT fue de un planteo elemental en la tradición de los revolucionarios. Ya la campaña en las primarias estilo Chapulín Colorado educaba mal en el sentido de que el FIT podría resolver por sí mismo los males de los trabajadores. Ahora bien, el planteo de llevar al Congreso los reclamos, pero sin aclarar que la manera de resolverlos es mediante la más amplia movilización de los trabajadores es reincidir en el mismo error.(4)
A este problema se le agrega otro que retomaremos más abajo dada su gravedad: el abierto llamado al corte de boleta. Que recordemos, no hay tradición en esta manera de plantear el voto entre la izquierda revolucionaria. Claro que el corte de boleta puede llegar por añadidura, lo cual tiene, eventualmente, un carácter progresivo en la medida en que expresa el comienzo de una evolución política.(5) Tanto el PO como el PTS han argumentado, en defensa a nuestras críticas, que en la campaña tenían “un claro programa”. Pero esta afirmación se contradice completamente con el hecho visible de que llamaron casi de manera abierta al corte de boleta con el kirchnerismo.
Centrar toda la campaña en el corte de boleta es desmerecer y menoscabar el programa que se dice levantar.
El abierto llamado al corte de boleta y la supuesta defensa del programa propio es una contradicción que no se puede resolver por más vueltas verbales que se le denr: es oportunismo y punto.
A nadie se le escapa que el objetivo “reivindicativo” (la formulación “meta diputados en el Congreso”, al mejor estilo MST) no se puede presentar a expensas del planteo de conjunto, es decir, el programa. El razonamiento de los compañeros ha sido del estilo “metemos diputados a cambio de que voten a Cristina, total después decimos lo que queremos”. Los problemas de este oportunismo son evidentes: ¿qué pasa ahora que los diputados no entraron? Pasa que se sacrifica es la educación política de conjunto de la clase obrera justamente cuando la izquierda tiene mayor exposición política: durante las elecciones.

La ausencia de un claro perfil de clase

Además de “olvidar” la existencia del gobierno, uno de los grandes ejes de la campaña del FIT fue presentarse como representación de la izquierda de nuestro país (de la cual se excluyó, sin embargo, a otras fuerzas, en primer lugar, al Nuevo MAS). Un fenómeno distinto hubiera sido que expresara un sector de la vanguardia obrera que hubiese tomado en sus manos la tarea de poner en pie un instrumento de independencia política de clase, lo que no fue el caso.
Ahora bien, el carácter de frente de algunos partidos de la izquierda que tuvo el FIT, y no de porciones reales de la vanguardia obrera que se elevaran al plano político, no obligaba a que sus componentes debieran adelgazar hasta el extremo su perfil de clase.
No se trata solamente de que las candidaturas más propiamente obreras tuvieran casi nula proyección nacional. Se trata del hecho que no hay manera de expresar ese perfil de clase si no se parte de una clara delimitación del gobierno capitalista de carne y hueso que gobierna el país.
Como vimos, el FIT careció de definiciones claras en ese sentido, con lo que su quedó exageradamente diluido su perfil de clase. A modo de contraejemplo, se puede observar la campaña que en la ciudad de Neuquén realizamos con nuestro compañero Alcides Christiansen, que sin ser doctrinaria ni hacer planteos estratosféricos, tuvo un anclaje de clase cualitativamente superior a la del FIT.

Izquierda y parlamentarismo

En la tradición de la izquierda revolucionaria, desde la Tercera Internacional, es una obligación para los partidos revolucionarios presentarse a las elecciones cuando de ellas participan las más grandes masas: no hacerlo sería puro infantilismo de izquierda.
Sin embargo, esto no quita que haya dos maneras muy distintas de afrontar esta responsabilidad: una es el aprovechamiento revolucionario de la presentación electoral, y otra muy distinta es la adaptación oportunista al parlamentarismo, que es lo que se expresó en el caso del Frente de Izquierda.
La presentación electoral de los revolucionarios es una tarea de enorme importancia, sobre todo cuando amplios sectores de masas desarrollan casi toda su experiencia política bajo el régimen de la democracia burguesa, como sigue siendo hoy todavía la tónica mundial. Entonces, es absolutamente correcto buscar obtener una representación parlamentaria, que es muchas veces casi un paso obligado para lograr amplia influencia sobre sectores de masas.
Sin embargo, este objetivo no se puede llevar a cabo perdiendo de vista que la estrategia de presentarse a elecciones y conseguir bancas es demostrarle a las masas que el parlamento es una cueva de bandidos, donde todos los días se ventilan asuntos contra los trabajadores, y que la forma de representación y democracia que la clase obrera debe aspirar a tener son sus propios organismos de lucha y poder.
Ninguna de estas reglas siguió el FIT en su presentación electoral. Arrancó aprovechando la ley proscriptiva del régimen burgués para dirimir las relaciones de fuerzas con nuestro partido, excluyéndonos del frente. De paso, digamos que en el famoso “programa”, del FIT, en sus dos formulaciones, el punto de pelea contra la ley proscriptiva nunca figuró. Pura esquizofrenia, ya que a la vez se decía (y era casi lo único que se decía) “nos exigen (¿quién) 400.000 votos”. ¡Pero el programa del FIT no denunciaba esa misteriosa “exigencia”!
En un contexto de reforma electoral proscriptiva, el FIT pidió a último momento, cuando el agua le llegaba al cuello, el voto democrático para superar el piso (lo cual es muy lícito), pero nunca denunció la ley electoral ni el régimen de democracia patronal como tales (lo cual ya es puro oportunismo). Y sólo se han acordado del problema ahora, cuando debido a los mecanismos tramposos de la democracia patronal, una buena elección de Pitrola en la provincia de Buenos Aires no puede ser coronada con su ingreso en la Cámara de Diputados. ¿No había que denunciar antes ese carácter antidemocrático de la legislación? Sí, claro, pero el FIT no lo hizo porque, como había superado la valla principal del 1,5%, estaba alegremente adaptado a las restricciones del régimen.

Superar el oportunismo

La campaña del FIT, de esta manera, aunque logró una elección de importancia, lo hizo sacrificando la inédita oportunidad que tuvo para educar en un sentido de independencia de clase al electorado que los votó.
Esto, sumado a que la campaña no logró el principal (y equivocado) objetivo que las propias fuerzas del FIT se habían propuesto, obtener diputados, hace que ahora, lamentablemente, la solidez política del fenómeno (Altamira alardeaba que el desarrollo ascendente del FIT era algo “inexorable”), esté más en peligro de lo que sus componentes suponen.
En definitiva, al FIT le ocurrió lo que a todos los grupos que se desplazan al oportunismo: mantuvieron un discurso “radicalizado” para la militancia en sus periódicos, pero ante los flashes y las cámaras lo adelgazaron hasta el ridículo.
Fue un triste desaprovechamiento de una exposición absolutamente excepcional que tuvieron en los medios para pelear por una política de verdadera independencia de clase entre los trabajadores. Tarea que, de todos modos, estará más a la orden del día que nunca frente a un 2012 que seguramente no será la “calma chicha” del año que acaba de pasar.

Notas
1. La mejor elección, más allá de sus costados oportunistas, sigue siendo la de Izquierda Unida en 1989 cuando el ingreso de Luís Zamora en el Congreso Nacional como diputado por la provincia de Buenos Aires. Este volvió a ingresar, pero por Autodeterminación y Libertad y por la Capital Federal en 2001, ya con un perfil mucho más desdibujado.
2. Por más que al PO no le guste, hay un texto educativo de Nahuel Moreno al respecto que ha pasado la prueba del tiempo (y que, supuestamente, el PTS decía en su momento reivindicar): La traición de la OCI, donde se desarrolla una crítica marxista a una organización que hizo escuela en campañas oportunistas como la que desarrolló el FIT.
3. Algunos compañeros podrán argumentar que sí hubo menciones al gobierno en la campaña del FIT. Es verdad, pero esporádicas y sobre todo muy tardías, sin que jamás fuera un eje de campaña (¡en una elección presidencial!). Por ejemplo, Altamira en el discurso del cierre de campaña en Unione e Benevolenza alertó, muy correctamente, contra el ajuste de Cristina. Pero fue más para salvar las apariencias ante la propia base (muchos compañeros manifestaron su descontento con el tono de la campaña) que como orientación política real de la campaña, que fue categóricamente para el lado de barrer bajo la alfombra las críticas al gobierno para conseguir “diputados de izquierda”… con el corte de boleta oficialista.
4. Un ejemplo en contrario es la manera como desde Las Rojas estamos llevando adelante una dura polémica con las agrupaciones feministas kirchneristas, que confían en que mediante gestiones parlamentarias y la “buena voluntad” de Cristina, se obtendrá el derecho al aborto, poniendo en cambio el acento en la necesidad de la movilización y organización extraparlamentarias. Hacemos esto, a la vez, sin ceder ni por un minuto a la presión ultraizquierdista que niega la importancia de que el debate llegara al recinto y descarta desde el vamos toda intervención de tipo parlamentario.
5. Recordemos, de paso, que en junio, en plena fiebre antes de las primarias, Altamira escribió una columna en Prensa Obrera… rechazando el corte de boleta gobierno-FIT y diciéndoles a los kirchneristas que pensaban hacerlo que ni se atrevieran, ya que esos votos el Partido Obrero no los quería por ser “una estafa política”. Claro, en ese momento Altamira deliraba con que el FIT ya tenía asegurado el piso” (mes y medio después les vino el pánico) y soñaba con el millón de votos. Quién lo ha visto y quién lo ve…



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