Julio López
está desaparecido
hace 6424 días
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Homenaje a un revolucionario
Por Cecilio Manuel Salguero - Saturday, Nov. 05, 2011 at 7:47 PM
ceciliomanuel2002@yahoo.com.ar (Casilla de correo válida)

Murio un revolucionario ¡¡¡NO LO OLVIDAREMOS`¡¡ VIVA LA REVOLCUION ¡¡

HOMENAJE AL COMPAÑERO POOL


El Gringo JORGE POOL:SU VIDA y SUS LUCHAS ..( fallecio a los 68 años )

Caigo en Orán (Salta), pero como no había Juzgado Federal nos trasladan al penal de Villa Urquiza, en Tucumán... De allí otra vez a Salta, estoy con Jouve y Méndez, entre otros. Otra vez a Tucumán, hasta la fuga del penal de Villa Urquiza donde se fugan Urteaga, Carrizo, González, Arroyo y un compañero que era albañil, que se salva de ser fusilado en Trelew en el 72, de apellido Pedregosa. Entre quienes hacen el apoyo estaba Gorriarán Merlo.
Salí en libertad y me reuní con “Roby” Santucho y luego de unas cuantas reuniones me integro al P.R.T.
Después del Cordobazo, vuelvo a caer preso, junto a Clarisa Lea Place. Esto fue en Tucumán.
Nos trasladan al penal de Rawson después de la fuga de Tucumán, allí conozco a Agustín Tosco, Martín Federico, Cuqui Cruchet, Federico Méndez, Colautti y me vuelvo a encontrar con Jouve, entre otros.
Después de la fuga y del fusilamiento de los compañeros en Trelew; al poco tiempo nos llevan al penal de Villa Devoto. Allí me reencuentro con Camps, uno de los sobrevivientes de “la Masacre de Trelew”, fue en el hospital del penal de Villa Devoto y él me cuenta cómo pasó todo, lo del fusilamiento de los compañeros de Trelew.
–Fue así: “A la madrugada nos hacen salir de las celdas con las manos en alto y el Capitán Sosa nos grita algo así como: “¡Ahora van a conocer el terrorismo o lo que es el terrorismo!”. Empiezan a disparar a mansalva, luego pasan dando el tiro de gracia. Yo estaba herido en el estómago y sucio de sangre hasta la cabeza. Por eso creyeron que ya me habían rematado; igualmente sucede con María Antonia Bergés, ella estaba malherida y se ensucia con sangre la cabeza y la creen muerta. Desde ese momento hasta que somos atendidos los sobrevivientes pasan muchas horas. No hubo ningún intento de fuga o ataque a la guardia”.
De Devoto salgo con la amnistía en mayo del 73.
Pero mi primera caída fue en 1961, por pertenecer al “Ejército Guerrillero del Pueblo”, (EG P) cuando caigo en Orán, provincia de Salta, tenía 19 años.
Mientras estábamos en el monte salteño, hacía 45 días que no comíamos nada sólido, estábamos exhaustos y es allí que se desbarranca y muere mi hermano Antonio Manuel Pool. Estaba muy débil para resistir semejante caída, se fractura las vértebras a la altura del cuello; agoniza como una hora, Jouve lo atendía y él le hablaba de la revolución y le decía que ya sabía que se iba a morir. Sus restos fueron bajados por gendarmería mediante un pago (coima) realizado por mis hermanas y están sepultados en Tucumán.
El E.G.P. fue una organización que surge después de Uturuncos y es la segunda experiencia guerrillera de la Argentina. Estaba conducida por Massetti, quien estuvo en “Sierra Maestra” con Fidel y el Che, allí le otorgan el grado de teniente del ejército de la revolución, también estuvo en Argelia luchando. Massetti desaparece en el monte salteño junto a un compañero de la provincia de Córdoba de nombre Atilio (aún hoy son buscados sus restos).
Mi tercera caída es en Buenos Aires durante la última dictadura, mientras me trasladaban después de trece días de permanecer secuestrado, desde el lugar donde me tenían, algún chupadero, o vaya a saber dónde, o quizás para “hacerme boleta” (matarme). Mientras me llevaban encapuchado en un auto Dodge, despierto del desmayo provocado por los golpes recibidos; el auto iba “rateando”, se para en una bajada, yo espiaba por bajo la capucha, se detiene en un lugar que parecía ser un obrador de la autopista en construcción. Bajan en ese lugar que parecía ser un puente de la autopista que se estaba construyendo por entonces, me bajan, “le pido al que parecía ser el jefe que me dé agua, entonces ordena que me pasen las manos adelante, me tenían atado con cables, las manos por la espalda, y que me pongan debajo de una escalera de cemento de ese puente en construcción. Allí me aprisionan con una reja sacada de la obra y me traban con un puntal de madera; mientras ellos se descuidan de mí, por estar arreglando el auto, yo empiezo a tratar de zafar de mi circunstancial prisión, me voy despacito tratando de que nadie me vea; no corro para no llamar la atención de la gente que pasaba por allí.
Bajo después de un trecho caminando, veo venir un colectivo; me trepo, le digo al chofer que me ayude que soy un preso político y que me van a matar, me lleva unas cinco cuadras y me pide que me baje.
Sigo otro trecho y me vuelvo a subir a otro colectivo, en ésta el chofer fue más solidario, en el primer asiento iba un changuito joven, me siento a su lado y le pido que me desate las manos, no quería, insisto varias veces. Le digo: “Decí que te amenacé para que me desataras”, hasta que accede, el chofer me pide que me baje, que no lo comprometa.
Me bajo, ya me voy dando cuenta de dónde estoy, es por la avenida Rivadavia, en la zona de Liniers.
Ya estoy atrás del cementerio israelita. Allí, debajo de un puente, en un charco de agua me lavo un poco –estaba con la ropa destrozada, sucia de sangre y la cara destruida por los golpes–. A lo lejos veo una luz y un hombre que sale, me acerco lo más rápido que puedo, eran como las tres y media o cuatro de la madrugada; se iba a trabajar –luego de explicarle que era un preso político y que me iban a matar– le pido que por lo menos me dé un pantalón, porque sin zapatillas podía andar, pero con la ropa rota y sucia de sangre iba a llamar mucho la atención. Entra en la casa, –era raro que alguien tuviera teléfono por entonces– miro para arriba y veo el cable del teléfono. Ya me estoy por ir pensando que me va a denunciar, cuando lo veo salir de la casa trayendo en las manos un pantalón, una camisa, un par de zapatillas y unas chirolas para que me pueda arreglar; le digo que yo voy a volver a pagarle todo y él me dice que vaya nomás, que no le debo nada y que no me quiere volver a ver.
Saco un pedazo de tira de mi camisa rota y me la sujeto con la mano a la cara para que quienes me vean crean que me duelen las muelas y no se den cuenta de mi cara destrozada, por la tortura. Me voy rumbo a mi casa, yo vivía cerca de Mataderos, mi domicilio no fue allanado. Al otro día me voy al Hospital Salaberri donde la odontóloga que me revisa quiere saber lo sucedido. Le digo: “Fue un accidente de trabajo”; ve y me dice, “Esto no fue un accidente de trabajo pero dejémoslo ahí”, llama a un anestesista, vuelven a revisarme, me opera, me ponen unos alambres para reconstruir todo (desde entonces tengo unido el seno nasal con el maxilar superior). Desde ese día seguí en la clandestinidad hasta el regreso de la democracia en 1983.
Jorge “Gringo” Pool,
Córdoba, 2007.5/11/2011.-

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