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La crisis de la representación política / La representación de la crisis política
Por (reenvio) Javier Rodríguez Pardo - Tuesday, Nov. 08, 2011 at 4:20 AM

19 a la noche. Diciembre. Estado de sitio. Suenan cacerolas.

El silencio de una década de desgarros, finalmente comienza a romperse.
Rumores y debates son el marco del cuestionamiento generalizado.
La noche va poblándose de color, ese que le van dando los vecinos y vecinas que comienzan a caminar por las avenidas porteñas. En otras zonas y barrios, hay todavía miedo y tensión. En muchos barriadas periféricas, los rumores generalizados de posibles saqueos buscan alentar la desmovilización, pero el proceso está lanzado.

A las cacerolas en Plaza de Mayo le sigue la indignación en masa, que posteriormente muta en piedras. La Casa Rosada pronto se convierte en blanco de los enojos. A ello le siguen los incendios en el Congreso de la Nación. Comienza la represión.

20 por la mañana. Diciembre. Las cacerolas no se callan y siguen en la Plaza.
El Estado de sitio continúa, y continúan también las movilizaciones y saqueos por distintos barrios. Hay muchas preguntas y ninguna respuesta.

20 por la tarde. Diciembre. Desborde. Contingencia. Violencia.
La represión se sostiene, pero la movilización es incontenible.
Cada vez hay más personas en las calles. Hay indignación. Hay enojo.
Hay desocupación, pobreza y miseria, aunque luego lo miserable se traslada al accionar de gobierno, el cual escapa, aterrorizado, en un helicóptero.
En las calles, mientras tanto, hay muerte y represión.

¿Cuántas cosas pasaron 10 años atrás? ¿Cuántas aún permanecen, cuantas han sido olvidadas y cuantas aun son novedosas? ¿Estaba en crisis un gobierno o un sistema? ¿Se escapaba un presidente o una forma de gobierno? ¿Se trató de un momento fundante, de la exposición de tensiones acumuladas, de expansión de conflictos latentes...?

La seguidilla de presidentes que siguieron a la huída de De La Rua sirvió de contexto para explicitar la irrepresentabilidad de la incontinencia y bronca popular, esa que se manifestaba en las calles con su grito de “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Desocupación, pobreza y tristeza le cedieron su lugar a la esperanza y la alegría, pero también a la miseria y la depresión.

A la desesperanza le siguieron las movilizaciones y las asambleas, las tomas y las marchas. Desocupados, trabajadores, estudiantes y amas de casa se encuentran en las calles, cantando y cuestionando, protagonizando una historia que les había tenido ausentes durante mucho tiempo.

¿Cómo deberíamos pensar el proceso que atravesó el Estado: descomposición, recomposición, incapacidad? ¿Hay una esencia estructural, en tanto Estado, que se desbordó? ¿Cual fue y es actualmente, el rol que desarrollaron los medios masivos de comunicación en todo esto?

Diez años después, nos encontramos con el tercer período de un gobierno y un partido que busca presentarse (y representarse) como la síntesis y superación de toda la crisis, borrando e invisibilizando aquellas preguntas y cuestionamientos iniciales, pero… ¿es esto así?
Diez años atrás, se hablaba de “que se vayan todos”, pero… ¿Cuántos se fueron?
¿Cuántos 2001 hemos vivido y conocido? ¿Qué significó, para cada uno y cada una, todo esto? ¿Esto culminó en unas pocas semanas, se extendió hasta 2003, o continúa hasta ahora? ¿Es posible pensar el cierre de un ciclo?

Por primera vez en mucho tiempo se volvió a hablar de acción y protagonismo. Ningún gobierno estatal era capaz de contener a la movilización popular. Ningún político podía representar a ninguna persona. Nadie quería ser representado, porque todos y todas eramos protagonistas. Diez años después, el Kirchnerismo se presenta como la síntesis que superó la crisis de la representación política.

Sin embargo, se constituyeron y manifestaron nuevas identidades políticas emergentes, al igual que la autonomía de los nuevos espacios constituidos y la incapacidad de que se genere, durante un tiempo, la representación como ejercicio institucional frente al estado de movilización social, y la incontinencia de las viejas formas partidarias. Cierto vocabulario de aquellos días nos hablaba de democracia directa, participación, horizontalidad, autogestión, acción directa y autonomía.

¿Qué reflexiones sobreviven a todo esto? ¿Cuántas cuestiones dejaron de ser, y cuantas aún están pendientes? ¿Todo ha vuelto a la normalidad?

¿Somos representables? ¿Qué o quien nos representa? ¿Deseamos ser representados, o es un ejercicio fácil la desmovilización? ¿Qué es lo que se representa en la representación política, y que es lo que no?

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