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El Estado se cobra otra vida
Por Julio Benedetti. - Thursday, Nov. 10, 2011 at 12:36 PM

. El interno Ledesma apareció ahorcado en su celda del pabellón Nº 8 .

Hoy miércoles el Estado se cobra otra vida, otro pibe muere a manos de una política penitenciaria ineficiente y asesina, algo que parece estar volviéndose horrorosamente cotidiano en la Unidad 1 de Coronda. No solo da tremenda pena situaciones como estas sino que también se conjugan la impotencia, el asco y la bronca de ver cómo el sistema se ocupa del desaparecimiento de personas utilizando estas supuestas instituciones de recuperación de personas como una máscara que encubre las funciones de un sistema represivo y genocida. El interno Ledesma apareció ahorcado en su celda del pabellón Nº 8 y lamentablemente es uno más de los cuatro fallecimientos de esta índole dentro de la Unidad 1, y suma uno más en la lista de los ya 6 muertes en total que mueren a cargo del Dr. Pablo Cococcioni.

¿Qué hace el Servicio Penitenciario y el Estado para prevenir este tipo de situaciones? ¿No se supone que debería haber algún tipo de control por parte de los grupos interdisciplinarios de tratamiento? Para qué están los psicólogos de la Unidad si nunca advierten de antemano este tipo de conducta suicida? (si es que lo hubo, y no lo suicidaron como ha pasado tantas veces).
La realidad es que poco y nada se hace para evitar estas muertes que claramente son responsabilidad de un Estado que: primero excluye, luego castiga las consecuencias de esa exclusión; muchas veces, como en este caso, con la misma muerte.
Para colmo de males y como si no fuera poco, la inoperancia que demuestran en materia de prevención, se suma también algo más aberrante, y es el hecho de que a una hora de su fallecimiento por el supuesto ahorcamiento (porque en la uno siempre se habla de supuestos) Ledesma continuaba colgado en su celda a la espera de despertar el interés y la premura del forense, responsable de establecer las causas de su deceso. Ah! pero si de arrimar tiros o patadas se trata ahí entonces no se hacen rogar para nada. Como lo que ocurrió la semana pasada en el pabellón 9 que ante el mínimo reclamo realizado por los internos que piden los derechos que les corresponden por ley (como si los tuvieran que pedir) ahí sí que no se hacen rogar para nada. O como lo que está ocurriendo en el pabellón 8, sólo por nombrar algunas, la lista sería interminablemente larga, donde todo el pabellón está cerrado, castigados todos los internos del pabellón por la inoperancia asesina de Pablo Cococcioni y de su subdirector “el pollo” Aguirre quienes manejan el penal con la política de Mussolini.

¿Hasta cuándo? Es la pregunta que todos nos hacemos, hasta cuando seguirán los responsables (si es que alguien se hace responsable) mirando para otro lado? ¿Qué excusa valedera hay para el exterminio dentro de las cárceles?” De más está decir que ninguna. Sin embargo ocurre. Sin embargo existe esta triste realidad y no es casual, basta con ver como está constituido el Servicio Penitenciario para darse cuenta cual es su orientación, digamos que una institución cuyo número de personal está dedicado a imponer la fuerza y la tortura (guardia amada, grupo de operaciones especiales y requisa) es sorprendentemente alto en relación a la cantidad de personal abocado a la supuesta reinserción del interno; esto habla a las claras de cual es su función dentro del organismo del Estado. Por cada psicólogo que trabaja en la Unidad se le asigna un promedio de 120 internos quienes serán atendidos por estos profesionales, esta es una realidad, aunque de ninguna manera una excusa, sin embargo muestra que la intención del Estado no es contener ni recuperar sino controlar.
Esto contradice claramente lo que establece la ley, y si a esto le sumamos el discurso que dio Pablo Cococioni cuando asumió sus funciones de director de “la Modelo”, donde dijo que él no ve a la Unidad como un institución de recuperación, sino como un lugar dedicado a acortar libertades ambulatorias (textuales palabras y a las pruebas me remito) y ni hablar de la cooperación de su subdirector que tiene una ideología totalmente nazi y marcados antecedentes de violencia en las unidades donde estuvo a cargo.
Tenemos, entonces, un cóctel mortal para cualquiera que tenga la desgracia de pasar por la Unidad en calidad de detenido (algo de lo que nadie está exento por diferentes circunstancias) y esto queda demostrado por los hechos en el caso de esta nueva muerte, consecuencia de este tipo de políticas estatales excluyentes y genocidas.
Nada ni nadie, ni ninguna razón o explicación modifica el hecho de que se perdió otra vida por la negligencia de un Estado inoperante, y que, como siempre, nadie se hace responsable.
Por último, no pocas personas saben lo que pasa dentro de la Unidad, pero nadie lo dice por miedo o por complicidad ,que a los efectos prácticos es lo mismo, porque de ninguna manera podríamos pensar que estos hechos (violencia, abandono, y hasta intento de homicidio por parte del personal penitenciario) escapan al conocimiento de las personas que componen los grupos de tratamiento, por ejemplo, que supuestamente tienen la responsabilidad de conocer la situación del interno, o de los “doctores” del instituto correccional, que colaboran directa o indirectamente con el servicio cuando de aplicar torturas y esconder la cosa se trata.
Es hora de que empiecen a preguntarse a que se dedican, porque hasta que tomamos conciencia de que nada dicen de estas cosas si no que por el contrario las ocultan o callan (que es lo mismo), pensábamos que estaban para recuperar y defender los derechos del detenido, pero ahora sabemos que no es así..

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