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Mapuche Times: Una deuda por saldar
Por Fuente: Pedro Cayuqueo / Azkintuwe - Thursday, Nov. 17, 2011 at 3:43 PM

¿Quiere un periodista mapuche que lo lea su madre? Si. Y sobre todo cuando ella representa al 80 por ciento de la población de su pueblo que no participa del movimiento político.

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POR PEDRO CAYUQUEO - TEMUKO, PAÍS MAPUCHE - 07 / 11 / 11



El pasado 27 de octubre se lanzó públicamente “Mapuche Times”, periódico intercultural del sur del país y que tengo el honor de dirigir. La idea venía madurando en mi cabeza hace tiempo. En concreto, desde el día en que mi madre me lanzó y sin anestesia el siguiente comentario para el bronce; “Sabes hijo, bonito tu periódico, pero lo leo y la verdad me aburro. Otras veces me deprimo”. Cuek! Mi vieja, mujer mapuche dueña de casa, se refería al periódico “Azkintuwe”, medio que fundamos el año 2003 junto a un puñado de valientes weichafes de las letras mientras cursábamos la carrera de periodismo. Demás está decir que su comentario me dejó en el suelo. A los 26 años había fundado un periódico de gran calidad (al menos eso se comentaba) y por si fuera poco, de circulación en los territorios mapuche de Chile y Argentina, una hazaña editorial absolutamente única hasta entonces. A poco andar nos transformamos en una de las principales tribunas periodísticas del acontecer mapuche. Académicos de renombre nos solicitaban ser publicados; dirigentes de todo el espectro político mapuche demandaban coberturas y entrevistas; y en más de una ocasión disfrutamos del aplauso de los más radicales activistas de la plaza. Pero a mi madre no solo le resultaba aburrido. A ratos también la deprimía y me consta.

Una cosa he aprendido a punta de porrazos; algo raro sucede si te aplauden tus amigos y no precisamente tu santa madre. Reconozco que me costó procesar su comentario, pero con el tiempo comprendí lo sabio de sus palabras. “Azkintuwe”, en tanto periódico, nació como respuesta ante la tergiversación que los grandes medios hacían de la “causa mapuche”, sobre todo en la llamada Región de La Araucanía. Nos indignaba sobre todo El Austral y su bendita línea editorial, aquella donde los mapuches figurábamos o bien como “terroristas” o como el más picante de los “ají merquen”. En la crónica roja o en la nota curiosa. Ya sea como delincuentes o mero folclor. Fue ante ello que nos rebelamos. Y la respuesta fue “Azkintuwe”, “El Mirador”, especie de Punto Final o Le Monde Diplomatique mapuche donde comenzamos a poner numerosos puntos sobre las íes. Si el Austral hablaba de “toma de fundo”, nosotros de “recuperación territorial”. Si La Tercera hablaba de “violencia”, nosotros de “autodefensa”. Si el Mercurio hablaba de “encarcelados”, nosotros de “presos políticos”. Si la Nación hablaba de La Araucanía, nosotros de “Wallmapu”. Y a poco de partir la lista se nos volvió eterna.

Y comenzamos a hablar cada vez más seguido y más fuerte del “País Mapuche” de nuestros abuelos, de los tratados violentados, de las promesas incumplidas y de la represión que campeaba (y campea todavía) por los campos del sur. Y en el camino nos mapuchizamos tanto que no solo terminamos alejándonos de Chile y de los chilenos. También y para nuestra sorpresa, lo hicimos de nuestras madres. “¿Hijo, qué es eso de la autodeterminación nacional?, ¿Se come?”, me lanzó en otra ocasión mi vieja mientras hojeaba el periódico en casa. Poseedora de una ironía exquisita y de la cual con suerte heredé una mínima porción, su comentario era un verdadero Exocet en mi línea de flotación. Y créanme que dio en el blanco. Cuesta mucho detener la marcha, reflexionar y volver sobre lo ya transitado, pero lo hicimos. Y a poco andar nos dimos cuenta de nuestro error. Buscando desesperadamente poner “los puntos sobre las ies” (lo decíamos en nuestra combativa primera editorial del 2003), terminamos casi convirtiendo nuestro medio en todo aquello que detestábamos. Es decir, en una interminable y fatigosa crónica roja, plagada de manifestaciones de protesta, apaleos policiales y un lenguaje reivindicativo seudo intelectual que haría sonrojar incluso a los editores del cubano Granma.

¿Quiere un periodista mapuche que lo lea su madre? Si. Y sobre todo cuando ella representa al 80 por ciento de la población de su pueblo que no participa del movimiento político, que no tiene la más remota idea de la Declaración de los Pueblos de Argel y que si bien orgullosa como pocas de su identidad, no se complica la vida con purismos identitarios ni mucho menos caricaturas étnicamente correctas de lo que se supone somos o deberíamos ser. Una mujer mapuche común y corriente, en definitiva, como tantas otras que pueblan nuestra geografía sureña, que comparte y disfruta con sus entrañables amigas no mapuches en el club de Adulto Mayor, que celebra con el mismo entusiasmo tanto el San Juan como el We Tripantu y que bautizó a su hijo como Pedro y no Lautaro porque simplemente le gustó ese nombre y jamás pensó debía dar explicaciones por ello. Bueno, para ella y sus amigas es “Mapuche Times”, el nuevo quincenal que acabamos de lanzar en Temuco y que buscará dar cuenta de todo aquello que su hermano mayor ha dejado fuera de pauta por acción u omisión. Me refiero a la parte positiva de ser mapuche, a lo magnífico de habitar una región caracterizada por la diversidad lingüística y cultural, a lo emprendedora y esforzada que es nuestra gente y a lo hermoso de imaginar tanto un Chile como un País Mapuche donde en definitiva quepamos todos, sin distinciones étnicas odiosas, prejuicios de lado y lado o facturas históricas por cobrar. “Mapuche Times”, una deuda con mi madre que espero saldar.

* Publicado originalmente en The Clinic.

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