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El planeta enfermo
Por (reenvio) Andrés Peña * - Wednesday, Nov. 30, 2011 at 3:20 AM
investigacionesaustrales2000@yahoo.com.ar

Las gripes, al igual que el hantavirus, la fiebre amarilla, la leishmaniasis, el síndrome de Kreusfeldt-Jacob ("vaca loca"), SIDA1, el Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS), Ébola, etc., son consecuencia del severo impacto que los humanos ejercen sobre el planeta.

La población humana supera los 6500 millones –hacia fin de este siglo alcanzará los 9 mil millones- y la demanda asociada de energía y materiales en general y de agua, alimento y espacio en particular, genera un fortísimo impacto en el ecosistema planetario, potenciado por el hacinamiento de humanos, cerdos, aves, vacunos, roedores y fauna silvestre. Claro ejemplo de esto es China, aunque peor es la situación en India y mucho peor aún, en Bangladesh, y así, la necesidad que tienen los humanos de aumentar el espacio ante el incremento de su número y de sus necesidades -algunas verdaderas y muchas otras falsas- genera, a modo de ejemplo, extensos desmontes de ecosistemas silvestres y con ello los brotes de enfermedades infectocontagiosas, tales como la leishmaniasis, el hantavirus y la fiebre amarilla.

Las gripes a virus HN son, también, efecto de la insalubre convivencia entre humanos y no humanos. Si bien el virus no es mortal para los no humanos -como consecuencia de un muy largo tiempo de co evolución entre el hospedero y el patógeno-, son letales para aquellas especies que, como la humana, se han puesto en contacto reciente con esos virus por el consumo de sus hospederos naturales (SARS); o bien por el avance de los animales de granja sobre los ecosistemas nativos, generándose así las gripes aviarias por contagio del granjero desde sus gallinas y patos, los que a su vez se contagiaron al ponerse en contacto con los hospederos naturales de esos virus: las aves silvestres.

Estas gripes, coincidentemente, tienen origen mayoritario en China y en el sudeste asiático. La probabilidad que tienen los humanos de contraer enfermedades a virus, por interacción con animales que son hospederos naturales del patógeno y la situación recíproca: humanos contagiando a no humanos -tal como en el caso del actual virus de la gripe H1N1- se incrementará con el aumento de la población humana, la demanda incrementada de alimentos de origen animal y la necesidad de practicar desmontes de los ecosistemas nativos, con el fin expandir la superficie agrícola-ganadera. Y si a esto le agregamos los viajes en avión,3 hoy accesibles a numerosísimas personas, concluiremos que las enfermedades infectocontagiosas tendrán, con el transcurso del tiempo, mayor probabilidad de surgir y propagarse a una velocidad mayor a la de generación de nuevas vacunas.

Lo anteriormente descripto se agrava por la no despreciable tasa de mutaciones que experimentan los virus, lo que exigirá la producción de nuevas generaciones de vacunas, a un ritmo cada vez mayor y quizás, inalcanzable.

Estimado lector: no serán las nuevas vacunas la solución a las pandemias, ya que esto sería algo así como creer que la mejor manera de evitar los efectos de los incendios son los matafuegos y no la prevención. En tal sentido, los efectos de las futuras pandemias se evitarán mediante prácticas que ajusten las reglas económicas a los principios y leyes de la ecología.

La fabricación masiva de vacunas es un buen negocio para los laboratorios farmacéuticos y la provisión de millones de dosis para la población; desde los gobiernos, genera una buena opinión de los políticos, pero así como los matafuegos no evitan el surgimiento de nuevos incendios, las vacunas no evitarán el surgimiento de nuevas pandemias. No entenderlo así, generará una carrera entre virus y vacunas, que terminaremos perdiendo.

¿Qué deberíamos hacer, entonces? A modo de ejemplo, podríamos comenzar imitando a Sócrates –el filósofo ateniense- del que dicen que estando en el puerto de Atenas, rodeado de costosísimas mercancías provenientes de Egipto y Asia, sostuvo: "De cuántas cosas no tengo necesidad", ya que nuestras pseudo-necesidades y despilfarro de materia y energía, son buena parte de la causa de la destrucción de los ecosistemas nativos –África y América actuales, son patético ejemplo de esto- y del origen y propagación de nuevas y viejas enfermedades.

A lo anteriormente expuesto, podríamos agregar el reemplazo de la carne, como fuente de alimento, por vegetales y no solamente como una manera de evitar el surgimiento de enfermedades como las gripes y la encefalopatía espongiforme (enfermedad de "la vaca loca"), sino también como una manera de combatir el calentamiento global y el hambre. Veamos: conforme a la segunda ley de la termodinámica, cuando el alimento fluye de un eslabón a otro de la cadena trófica o alimenticia, tan solamente el 10% de aquel, proveniente del nivel anterior, se incorpora en el nivel siguiente. Un ejemplo al respecto: en la zona núcleo agrícola de Argentina, se pueden obtener 15.000 kg de maíz por hectárea, los que pueden generar, si son provistos al ganado vacuno: 1500 kg de carne. ¿Dónde está la diferencia de masa? En la atmósfera, bajo forma de calor. ¡Se han perdido 13500 kg de alimento! Si nos alimentáramos de granos y vegetales en general, ¡los humanos dispondríamos de una cantidad de alimento 10 veces superior a la actual y no habría hambre en el mundo!

Por otra parte -y contrariamente a la falsedad sostenida de manera generalizada-, las proteínas de origen vegetal tienen la misma calidad que las de origen animal: están compuestas por los mismos aminoácidos y en la misma cantidad. No hay mamíferos terrestres más vigorosos que los elefantes y estas criaturas solamente se alimentan de pasto; por otra parte, su metabolismo básico es igual al nuestro, es más, nuestro metabolismo básico no difiere del bacteriano, por lo que el estudio de las bacterias ha sido especialmente útil para entender nuestro propio metabolismo. El mismo razonamiento podríamos hacer respecto de la acuicultura o crianza de peces en cautiverio.

Con respecto al cambio climático, al que se le atribuyen catástrofes ambientales bajo la forma de tormentas, inundaciones y sequías -causantes de la pérdida de cosechas y de hambre-, además de ser asociado a una mayor probabilidad de diseminación de enfermedades infectocontagiosas, tiene en la ganadería una de sus causas. Veamos por qué: las vacas –la especie más difundida de ganado- al igual que todos los rumiantes, eructan metano (CH4) como desecho de su proceso digestivo y este gas es un potentísimo generador de cambio climático, mediante la producción de efecto invernadero: ¡20 veces superior al dióxido de carbono (CO2)!

Ahora bien, hoy se están desmontando vastas superficies selváticas –la Amazonía, es un lamentable ejemplo de ello- con el fin de hacer espacio para el ganado o bien para sembrar especies forrajeras que sirvan de alimento para ese ganado. La destrucción de esos bosques tropicales impacta severamente sobre el clima, ya que su desmonte suprime una vasta superficie fotosintetizadora que actúa como sumidero, capturando dióxido de carbono, por lo que este gas, que en condiciones naturales es capturado por la vegetación, comienza a acumularse, de manera creciente, a nivel planetario.

Agreguemos a esto, que a menudo esas selvas son destruidas mediante el fuego, como práctica rutinaria –clareo- por lo que desde la vegetación ardiente, también se desprende una muy importante cantidad adicional de CO2. Conclusión: la ganadería es fuente, tanto directa como indirectamente, de gases de efecto invernadero y con ello de cambio climático y de todos los severos trastornos asociados a este cambio. Estimado lector: No encontraremos la solución a los problemas planetarios ni en los autos a hidrógeno –que ni siquiera pueden resolver el problema del tránsito- ni en las vacunaciones masivas, sino en los principios de la biología.

Agosto 2009

* Ecólogo.

notas:
1) El SIDA se propagó desde África, por los cazadores de monos
2) Los humanos no solamente superan en número a los mamíferos silvestres todos, sino que también los superan en demanda de bienes naturales, muchas veces despilfarrados. El siguiente es un elocuente ejemplo: un humano de peso medio consume, en los países industrializados, 200 litros de agua por día, o sea, ¡el mismo volumen que consume un elefante de 4000 kg ! y si agreguemos a esto, que los elefantes de India y África suman unos 650.000 individuos, mientras que los humanos somos más de 6500 millones, tendremos una idea del impacto que ejercemos sobre los recursos del planeta.
3) Hace un siglo era necesario emplear largos días, para viajar de un sitio a otro, mientras que hoy, tan solamente horas, por lo que un enfermo infectocontagioso, hace un siglo, moría durante el trayecto, mientras que hoy, al alcanzar con vida el lugar de destino, puede contagiar a la comunidad local.

Bibliografía recomendada:
-"La especie suicida. El peligroso rumbo de la humanidad" Valledor, Arturo. Edit. Díaz de Santos. S.A.
-"La sexta extinción" Leakey E. Richard. La Isla Libros.
-"Ecocidio" Broswimmer, Franz J. Icaria Libros.
-"El futuro de la vida" Wilson, Edward O. Galaxia Gutenberg
-"Historia ecológica de Latino América" Brailovsky, Elio. Le Monde.
También se sugiere la visita de los sitios, en Internet, del World Wildlife Fund (Fondo Mundial para la Naturaleza) y de la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. UICN), de ambos existe una versión castellana.

fuente http://www.ecopuerto.com/html/infhtml/376-planetaenfermo.html

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