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Allanamiento oscuro, al amanecer, en El Pedregoso
Por Fuente: A.P.D.H / republicado -
Wednesday, Nov. 30, 2011 at 1:49 PM
Son las 5.30 a.m del martes 29 de noviembre, en el paraje El Pedregoso, Municipalidad de El Hoyo, Chubut, donde aún no termina de amanecer. En el silencio del bosque que flanquea la ruta nacional 40, a la altura del quilómetro 1890, los perros nerviosos encaran y ladran furiosos ante un confuso e insólito movimiento de vehículos y personas; se oyen voces, órdenes y finalmente golpes fuertes en la puerta, posibles culatazos, que terminarán por despertar a los dueños de casa, el joven matrimonio de Sonia y Ambrosio Merino, y asustarán a sus tres niños pequeños que no entienden qué está sucediendo. ¿Se tratará de otro incendio en el bosque como hace unos meses? ¿La abuela estará enferma? Todo es confuso aún en el cielo, que no termina de espabilarse con el sol, por la sombra de la cordillera, y en las mentes de los pequeños se introduce violentamente eso tan fantasmático y doloroso de todos los cuentos infantiles: el miedo. Pero esta vez, no es del libro de narrativas que nace. Nace del accionar de la policía provincial del Chubut.
Es la pura y dura realidad represiva chubutense que invade el
despertar de adultos y niños en nuestra pequeña comunidad. Y esa
realidad desciende en tropel de camionetas, motos, uniformes, armas.
Muchos vehículos, ¿15?, muchos uniformes, ¿30?. Están alineados junto
a la ruta nacional 40 y se desparraman por el bosque en formación
especial de ataque. Son distintos uniformes y encuadres. La policía
local de El Hoyo, a cuyo frente hay un nuevo oficial desde la noche
anterior, la brigada de inteligencia, la criminalística de Esquel, la
División de Asuntos Rurales, todos en la cita, tal como lo solicitó
el Fiscal al Juez.
Una realidad represiva y violenta, que, en Chubut, parece ir paso a
paso conformándose como en Formosa, como en Santiago del Estero, como
en Corcovado, donde hubo en los meses recientes atropellos, amenazas,
intervención de sicarios, allanamientos, desalojos y finalmente
sangre campesina derramada, siempre signada por la ambición
empresarial hambrienta de tierras. Siempre con la marca de la impunidad.
-¡Policía!, tenemos orden de allanamiento –, es la presentación de los
uniformados que no admite réplicas.
Y las puertas se abren, sin objeciones, ¿cómo oponerse a la ley? ¿Y para qué?
- Esperen, me visto y les abro. Entren, buen día. ¿Qué pasa?
-No te preocupes si ves tanta policía, nos esperábamos a un tipo más
grande, más bravo, y veníamos preparados por si resistía.
Los uniformados han permitido que el joven matrimonio se cubra
rápidamente con las ropas que tiene a mano, les han aclarado que se
trata de un allanamiento ordenado por el Juez Javier Allende ante una
denuncia del Dr. Enrique Korn y empleados suyos, diez empleados suyos.
Hay un Acta de Notificación e Imputación donde se verá de qué se trata
y se le harán conocer sus derechos.
- Pueden llamar a un abogado y a dos testigos. Si no tienen, igual,
nosotros traemos dos, aquí están.
Claro, a esa hora y sin haberse lavado la cara aún, el Artículo 82 del
Código Procesal Penal chubutense, donde están estampados los derechos
del ciudadano para el caso de ser allanado, no es algo digerible para
Ambrosio y Sonia que sólo han cursado hasta sexto grado en la escuela
81 de El Hoyo, han vivido siempre en la cordillera, en el campo, y a
quienes se les dibuja un infinito gesto de asombro e impotencia en sus
rostros.
El acceso a la Justicia tal como lo describe la hojita fotocopiada
que les dejaron sobre la mesa los policías, sólo puede parecer, a esa
hora y en esa situación, una broma de mal gusto.
El Fiscal General, Fernando Rivarola, solicitó este procedimiento
para secuestrar armas de guerra con las que Ambrosio y su mujer Sonia
habrían amenazado y expulsado a correazos y rebencazos, como se
desprende de la acusación, el 12 de julio del 2010 a las 16 hs., a 10
hombres uniformados de azul y negro, alguno de ellos armado, fuera del
predio en que habitan, corriéndolos hasta la ruta 40. Los hombres,
presuntos empleados o guardias privadas del empresario Enrique Korn,
dirigidos aparentemente por un ex oficial de policía de Trelew, habían
instalado dos casillas en el camino vecinal de acceso a sus
pretendidas tierras para defenderlas de los usurpadores según dijeron
y con fines de ocupación y amedrentamiento, impidiendo el paso
público, según la versión de los vecinos de El Pedregoso.
Los dos niños de 11 y 7 años, amodorrados, se están vistiendo en
medio de la confusión y el pánico provocado por el ingreso inaudito
de extraños en la habitación en la que dormían en la humildísima
vivienda de la familia.
-“Levante también al bebé”.
Y Sonia, pequeña, delgada, humilde, lo hace. Cubre con una manta a
Aylé, de dos meses, como puede, y la pone en su pecho para calmar su
llanto.
Dos policías femeninas levantan el colchón de la cunita y revuelven
las sábanas. Otra está en el dormitorio haciendo lo mismo con las
camas de los niños, con los colchones, con la cama matrimonial.
Continúan abriendo armarios y cajones, revolviendo la ropa. Después
irán a la heladera, revisarán la cocina, mirarán dentro del freezer,
hurgarán entre las herramientas. No hay mucho espacio para tanto
despliegue de uniformes e investigadores en la sala-cocina, recién
inaugurada semanas atrás. Ni hay tantos muebles para controlar, apenas
una mesa y algunos bancos rústicos de madera.
Una agente escribe sobre la mesa de la cocina un acta que al final del
procedimiento harán firmar a los dos testigos que el destacamento
policial trajo manu militari desde El Hoyo, y del que no dejarán copia
a los Merino.
Diego, el mayorcito, está nervioso ¿lo dejarán ir a la escuela cuando
llegue el micro a las 8? ¿Se llevarán presos a su papá y a su mamá?
¿Quién dará la teta a Aylé?.
Los policías de la brigada de investigaciones local ¿o son los de
criminología?, han descubierto el pequeño revólver de plástico de
cachas grises debajo de la almohada de Nazareno -7 años-, y lo están
examinando. El está asustado, no le gusta que le toquen sus cosas.
Diego ve que su hermano menor está con mucho miedo y se le acerca
para ayudarlo a atarse las zapatillas. Ojalá que no llore y se la
aguante como yo, como los grandes. Dejan por fin el juguete sobre la
mesa. ¿Se lo llevarán después?
Sonia, la mamá, de una treintena de años, firme, serena, digna,
cubre con sus brazos a sus hijos como queriendo protegerlos de esa
violencia a la que han sido sometidos y de la que ya no podrán volver
atrás, que no olvidarán. Esa sombra violenta, que el poder
político-empresarial-jurídico-policial chubutense, con total
impunidad, ha instalado en sus hijos, dejará sin duda una herida muy
difícil de cicatrizar: el trauma de ver quebrado el cristal de
seguridad que es el hogar, el ver a sus padres tratados como
delincuentes, el presenciar cómo gente armada registra su cama, su
ropa, sus juguetes, una cosa que difícilmente se olvida. Algo que
quienes dieron la orden y los que la ejecutaron seguramente no
quisieran para sus hijos y que quienes lo han padecido durante la
última dictadura aún no lo han olvidado.
Dos uniformados golpean el techo intentando descubrir un
escondite. Uno vuelve victorioso de la habitación registrada, con un
viejo rifle del abuelo, calibre 22, fuera de uso y con una cartuchera
casera, rota, que usa Dieguito para sus juegos. Las llevarán como
prueba requerida por la fiscalía en el expediente que preparan para el
nuevo proceso judicial que se inicia con la misma estrategia que se
utilizó en el caso Larenas. Poco a poco se irá engrosando el legajo
con acusaciones de todo tipo y color que irán llenando los archiveros
de Fiscalía en Esquel. Hasta que todo se consuma con el mismo ritual,
con el mismo ensañamiento, con el mismo castigo final.
A Inés, la mamá de Sonia, algunos años atrás le quitaron, en un
operativo similar, como prueba de su delito, una tranquerita de
alambres con la que impedía que las vacas bajaran a la ruta, pero que
según los peritos en criminalística, que sacaron muchas fotos aquel
día, obstruía el paso. Después, le hicieron tres juicios penales por
orden de la Fiscalía que estaba siempre flanqueada y acuciada por el
mismo empresario acusándola de usurpación y amenazas.
También hoy, policías de distinto uniforme y condición se ocupan de
fotografiar y filmar aperos, riendas y rebenques que usa Ambrosio para
las cabalgatas con las que se gana la vida en tiempo de turismo. Otros
policías filman al caballo que está en el corral y las tres monturas
que están sobre un tronco. Ese animal, fotografiado, será otra
evidencia contra Ambrosio, ya que en el expediente, los acusan de
haber azotado y arriado a los guardias-empleados que llegaron con sus
casillas a mediados del 2010 y haberlos empujado y pisoteado con sus
caballos.
-No eran empleados, sostienen los vecinos e integrantes de las
comunidades originarias que llegaron al lugar aquel 12 de julio del
2010, alertados por la invasión de los hombres contratados por el
abogado-empresario. Eran guardias privados que vinieron para ponernos
miedo y ocupar nuestras tierras dicen.
Sonia y Ambrosio están ahora acusados de haber atravesado sus caballos
ante los hombres de Korn y haberlos arriado hasta la ruta. Un nuevo
proceso judicial penal que se inicia contra los campesinos de El
Pedregoso, pocos días antes de que el mismo Fiscal Rivarola y el Dr.
Korn lleven a Inés por tercera vez a Juicio Penal, juicio que
obstaculiza la instancia del Juicio Civil, donde debiera dirimirse la
legitimidad de ella y su comunidad a acceder a la titulación de las
tierras. Cosa que a todas luces trata de impedir el empresario, quien
según lo dictaminado por la reciente investigación llevada a cabo por
varios concejales del Municipio de El Hoyo, habría accedido al título
mediante una operación fraudulenta del ex intendente y actual
diputado a fin de mandato Chito Cárdenas. Investigación esta de los
Concejales, que reitera lo ya dictaminado por la Fiscalía
Anticorrupción de la Provincia del Chubut y la misma Fiscalía Penal de
Esquel años atrás: los títulos posesorios que se esgrimen por parte
del empresario son más que dudosos por los oscuros procedimientos con
que fueron otorgados y el precio vil con que fue vendida la tierra
por funcionarios municipales que habrían cometido un grave delito al
hacerlo.
Faltan once días para que don Mario Das Neves finalice su mandato
como Gobernador del Chubut, faltan escasas tres semanas para que se
lleve a cabo una nueva instancia judicial, la tercera, para intentar
desalojar y llevar a la cárcel a Inés Larenas por usurpación y
amenazas. Quienes la acusan son el Dr. Enrique Korn y el Dr.
Rivarola, Fiscal…
Sonia está acusada en los mismos términos, por el mismo delito y
por las mismas personas que su madre. Su crimen es defender las
tierras en que han vivido cinco generaciones de Larenas. Su esposo
Ambrosio, el Negro, en el atardecer de este día tan duro, cuando nos
alcanza un mate, sacude la cabeza tratando de entender, no puede
alcanzar a ver aún todo el tamaño y la consistencia de la telaraña
oscura y pegajosa con la que personajes notorios del empresariado, la
política , la justicia y la policía chubutense están intentando
envolver y chupar la tierra boscosa en la que nació, enturbiando, de
paso, las aguas cristalinas de la Laguna El Espejo, de las que se
siente heredero y custodio en nombre de la comunidad.
Julio Saquero Lois, A.P.D.H
El Pedregoso, 29 de noviembre de 2011