Julio López
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Narrativa del desierto
Por La Arena - Monday, Dec. 19, 2011 at 10:51 AM

Frente a una "narrativa del desierto" del siglo XIX y su momento, nos encontramos con los aires revisionistas a partir de textos de ficción que redescubren ese espacio y a sus habitantes. El nuevo ciclo de la "literatura de frontera".

Lo que sigue es la introducción a un tema mayor de larga data en el campo literario argentino y específicamente, aunque en etapas más recientes, en nuestra literatura regional. Se trata de la "narrativa del desierto", que en su momento histórico produjo una inmensa literatura heterodoxa de viajeros, diarios, partes militares, recuerdos, crónicas, descripciones geográficas, autobiografías. Claudia Torre ("Literatura en tránsito. La narrativa expedicionaria de la Conquista del Desierto", 2010) estudia tales textos y evalúa que los indios representaban la "exterioridad" de la patria, mientras que a la acción expedicionaria militar se la escribió y se la leyó como una gesta civilizadora.
Desde los románticos de la generación del 37 con Esteban Echeverría a la cabeza, nunca se imaginó la frontera con el indio como integrante de un proyecto de nación sino que lo que existía del otro lado era un no-país, un "desierto" que debería ser llenado por la civilización occidental y cristiana.
Los asedios contemporáneos sobre el siglo XIX sacaron de los márgenes de las bibliotecas y archivos documentos y textos "no canonizados", una de cuyas consecuencias fue la aparición de escrituras de ficción, ya no subordinadas a los imperativos de la literatura militar ni a las visiones de una tierra salvaje y virgen con grandes escenarios edénicos, donde está "todo por hacer".

Planes de estudio.
Este "cambio de perspectiva" sobre los hechos del pasado, se advierte desde hace tiempo en los planes de estudio de la primaria y la secundaria (ya no existe el "Día de la Raza"). Incluso los artículos que desde hace décadas se publican en la prensa de circulación nacional y regional, así como en cuadernillos, fascículos (también del área infantil), materiales del Ministerio de Educación, se cuidan mucho en glorificar, por ejemplo, la "conquista del desierto de Roca". Este oleada general se "oficializa" ahora con la creación, por parte del gobierno central, del "Instituto nacional de revisionismo histórico argentino y e iberoamericano Manuel Dorrego".
Dentro de la renovación de la historiografía argentina, ya se ha producido la idea de un frontera de mezcla y "negociaciones" (que toman las infinitas formas de la vida cotidiana, y este aspecto parece que es decisivo para su explotación ficcional en general y literario en particular) y no una "muralla china" divisoria según la representación tradicional entre civilización y barbarie.
También habría que remarcar el boom de las "crónicas históricas", a medias entre el periodismo, la historia y la ficción, que desde el regreso de la institucionalización democrática se han convertido en uno de los géneros o subgéneros más estables y vendidos en el país.

Frontera y región.
Si nos ceñimos a lo que se llama "la frontera sur" del país (se incluye al territorio de nuestra provincia), también hacia aquí llegaron los aires revisionistas. La frontera se ha vuelto porosa, móvil, mestiza. Ella se ha movido desde la colonización española hasta la expedición final de Roca en 1879. En todo este lapso, con vaivenes, paréntesis, o algunos soplos distintos como fueron los años posteriores a mayo de 1810 dominado por ideas revolucionarias, la escena literaria no mostraba a ese "otro" nativo. Este en verdad sufría el papel de antagonista, el del oculto, rechazado, el eliminado de la historia a la par que crecía el proceso de reivindicación de la "conquista del desierto". Tal reivindicación, y para dar una fecha y un hito local, llegaría hasta el año 1979 cuando se bautizó al nuevo edificio de la Universidad Nacional de La Pampa, de Gil 353 frente a la plaza central de Santa Rosa, con el nombre de "Centenario de la Campaña del Desierto", nada menos.
Con el "nuevo ciclo de la frontera", (que reconoce todos los antecedentes y trabajos mencionados al principio del artículo) se suman nuevas perspectivas en el panorama de la literatura regional.
En esta tarea se hallan varias novelas de tema histórico que tocan personajes y escenarios fronterizos y "pampeanos". Seguidamente, nos referiremos a cuatro de ellas, publicadas en pleno siglo XXI.

Baigorria.
Daila Prado escribe "La cicatriz" (2008). Ampliamente documentada, trata de la historia de Manuel Baigorria (San Luis, 1809-1875), quien por diversos avatares políticos de las guerras civiles del siglo 19, desatada entre unitarios y federales (Baigorria era militar del bando unitario), vivó en ambos lados de la frontera sur. La historia se desarrolla con agilidad mediante un narrador que hila los acontecimientos como aventuras, sin juzgar ni contradecir las fuentes documentales de la historia.
El título más que indicar una sutura entre dos mundos (el del blanco y el del indio) trata la división, el desgarramiento que vive el protagonista en ambos lados de la frontera. El relato explora la desconfianza que despierta entre los indios el personaje del coronel Baigorria, y también el deseo de venganza que despierta su figura en los que viven en la frontera de Mercedes-Río Cuarto.
Se recrea de un modo pretendidamente realista la vida sobre todo en las tolderías, y tal vez el episodio más logrado sea esa especie de toldería blanca, de enclave que durante algún tiempo lideró Baigorria en las inmediaciones de una laguna en la zona de Trenel, donde vivieron cautivos, refugiados y algunos indios. Esta "fundación" de Trenel se vuelve significativa si se la piensa como una amalgama entre los dos mundos. Comenta el narrador: "en tierras habitadas desde hacía siglos por aborígenes, Lautramán ("Cóndor petiso", nombre indio del coronel) injertó una comunidad winca".

Pincén.
Horacio Beascochea ("La tierra plana", 2007) toma desde una perspectiva diferente el tema de la conquista del desierto y del indio. En su novela asoma el heroísmo de Pincén. Uno de los narradores, un cabo del ejército, no lucha contra "ellos", sino que intenta percibir la pampa desde el lado aborigen.
La novela corta La tierra plana suma a nuestra literatura una nueva experiencia referida al tema del indio, a la utilización de las voces narrativas y la estrategia de utilizar fuentes históricas. Sobre estas fuentes se asientan los tres narradores del texto (el cabo Robledo, protagonista; Pincén; la palabra de un "trovador" de la pampa india). En el contexto histórico de la novela (abarca desde el año 1876 -comienzo de la ejecución de la zanja de Alsina-, hasta 1879) el tiempo se demora. Confluyen los puntos de vista de los narradores mencionados y la experiencia conjunta postula un paisaje que parece verse del mismo modo de ambos lados de la frontera. El cabo Robledo la atraviesa o establece el puente casi desde el mismo momento en que llega al fuerte que comanda el coronel Villegas. Mata a unos indios primero, pero luego los contempla. Finalmente pide al lenguaraz del fuerte que le enseñe la lengua del otro. Robledo emprende así un camino de no retorno, es decir, decide pensar su vida desde el otro bando sin haber abandonado físicamente el primero.
Así Robledo cometerá el último acto que lo llevará a enajenarse de su propia familia, de su sociedad y de su historia personal.
Cuando un superior le propone entrevistarse con el prisionero Pincén y rescatar sus memorias con el fin de resaltar aún más las hazañas militares de la conquista del desierto, Robledo se deja llevar por el relato de Pincén, lo cual significa que "cambia de bando". Esa memoria escrita que entrega a su superior es su propio certificado de defunción ya que lo que exalta es la épica de los aborígenes y su ideología.
Desde esta perspectiva, Beascochea cubre con la polifonía de su novela un enfoque novedoso sobre los vencidos, aunque no vencidos del todo porque Robledo -en el plano de la justicia literaria- rescata la voz de Pincén y lo ayuda a que escape de la prisión y se pierda en la pampa aún misteriosa para la civilización que se impone con la superioridad de las armas.
En la novela hallamos transcripciones de partes militares, la voz del trovador, del propio Pincén y de Robledo. Todos ellos también significan relatividad ya que no todas las voces juntas alcanzan para componer un cuadro total y definitivo de lo que acontece. Queda un registro abierto, una oscuridad, una indeterminación sobre la identidad de la pampa que el narrador principal de La tierra plana no consigue mostrar.
Robledo, al aprender la lengua del otro, alienta una esperanza y una condena. La condena es la suya propia por parte de la sociedad de la cual el proviene, y la esperanza es que con su trasgresión está proponiendo -al menos- un porvenir sin exclusiones.

Salinas Grandes.
Omar Lobos ("La veranada del chachai Calfucurá", 2011) pone énfasis en que, más allá del tema y del tiempo histórico, lo importante se halla en la construcción ficcional del entorno de Calfucurá: las relaciones familiares, el tratamiento político-diplomático entre la nación india y los gobernantes de la provincia de Buenos Aires y del país, el borramiento fronterizo y la igualdad paisana entre criollos y mapuches.
La novela muestra la significación del cacicazgo de Salinas Grandes como centro de convergencia política. No sólo por las visitas que recibe "del lado argentino" sino también desde la cordillera. En un determinado momento (cap. VII), el narrador acompaña las palabras de Calfucurá para decir que un cacique había venido a comprar hacienda de parte de un gran amigo suyo, el ex presidente Manuel Bulnes. Esto señala además el lado patriótico de Calfucurá, es decir su afinidad con los revolucionarios de la independencia de Chile.
En La veranada... se destaca el uso del lenguaje coloquial, afectivo y humorístico que atraviesa varios episodios de la novela; es otra forma de revelar el lado íntimo de la vida en el cacicazgo.
En la novela, las costumbres parecen ser las mismas de un lado y de otro. Es un ambiente paisano y aún sugiere otros momentos de la literatura argentina: aquel ambiente de los inmigrantes con su habla de adaptación, como lo ha sido el "crisol de razas" europeas que terminan integrándose a un nuevo territorio de pertenencia. Sin embargo esta integración no se ha logrado en la trama novelística. Quizá por esta razón el narrador editorial del primer y del último capítulo indica que todo se vuelve desierto, que no se ha prolongado ni existe la convivencia del cacicazgo de Salinas Grandes.

Y Baigorrita.
En cambio, la novela de Norman Cruz ("Baigorrita. Responso para un etnocidio", 2006) se desenvuelve en el ámbito de la épica. El relato sigue los últimos meses de "Diez Aguadas" (tal la traducción del nombre indio de Baigorrita, Maricó, hijo de Pichún Gualá y de la cautiva Rita Castro), desde octubre de 1878 hasta su persecución, captura y muerte en julio de 1879. El personaje se envuelve en la aureola del que no se rendirá jamás.
Mientras tanto, en la retirada hacia la Cordillera, se van perdiendo jirones de tribu con las batidas, entradas, incursiones de las partidas militares. El pueblo indio se extingue.
El libro consta de un vocabulario de nombres y parajes mapuches, un "cartograma del escenario de los acontecimientos", y una bibliografía documental relacionada con la "conquista del desierto".
La curiosidad es que los nombres de personas, parajes y otros términos mapuches están traducidos y escritos en castellano en el relato. Los mismos diálogos de la tribu tienen la extraña particularidad de eludir el uso del voseo para manifestarse en un solemne, prístino 'tú'.
Quizá el gran mérito de la novela esté en la descripción panorámica del abandono del "hogar" (las tierras pampeanas), y también la ágil alternancia de la aventura de la derrota con los partes militares (históricos) que van siguiendo ese itinerario.
El autor señala en el prefacio que su "narración apoya un pie en la narrativa y otro en lo documental, combinación infrecuente pero que, a mi juicio, enriquece mutuamente ambas vertientes".
Como síntesis del espíritu que anima la novela, se destaca la resistencia del personaje de Baigorrita. Así la frontera queda trazada, del lado indio, con el fin de indicar que pasarse del otro lado significaría la más grande de las derrotas.

Nuevo ciclo.
Las novelas comentadas, a su manera, y dentro de un largo proceso de revisión del pasado en Argentina, agregan una pincelada al cuadro de lo que llamaríamos un nuevo ciclo de la "literatura de frontera". Vuelven al compromiso de revisar los márgenes, los huecos y los olvidos de esa otra gente que no figuró en los planes políticos de quienes pensaron y ejecutaron la Argentina moderna en el siglo XIX. Este tratamiento ficcional levanta el velo para seguir observando la marginación y la exclusión, casi el exterminio, y pareciera que el mensaje simple de los relatos es que se trataba de grupos humanos que han vivido las mismas circunstancias y han compartido procesos culturales, lenguas, tramos de vida, sobre un mismo suelo.

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