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2001-2011: El hombre que mantiene viva la memoria de Eloísa
Por Fuente: UNO Entre Ríos - Tuesday, Dec. 20, 2011 at 8:16 PM

A 10 años de la sangrienta represión de diciembre de 2001, Jesús Esquivel, tío de Eloísa Paniagua, sigue pidiendo justicia por los crímenes impunes. "Trataremos de entregarle un petitorio al gobernador. A ver si podemos de una vez por todas ver en el banquillo a Carbó y Ojeda, los asesinos intelectuales”.

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Luciana Actis / De la Redacción de UNO

Los rayos de sol caen perpendiculares sobre avenida Churruarín, y la proximidad del verano es percibida por el numeroso grupo de rosarinos que intenta refugiarse bajo el fresno, frente al paredón recién pintado. Un hombre con sombrero tejano se aparta y se avanza hacia donde estoy.

Nos saludamos e intercambiamos algunas palabras. Es Jesús Esquivel, tío de Eloísa Paniagua, una de las tres personas asesinadas en Paraná durante la represión de diciembre de 2001.

“Ellos son de Rosario, vinieron a hacer este mural recordatorio en mi casa, para que la gente recuerde a todos los caídos cuando pase por acá. Ahí está la hermana de Pocho”, interrumpe, y llama con una seña a Celeste Lepratti. La mujer se separa de sus conciudadanos, que esperan junto a ella el colectivo de la Línea 1.

“Nosotros ya teníamos relación con Jesús –relata Celeste–, nos conocimos en la lucha. Ya en 2010 habíamos realizado esta actividad pero en otro paredón, frente a Wal Mart. Hace unos años atrás, yo había venido con unas personas de Rosario; Jesús se enteró de la actividad que hacíamos y se acercó. De ahí en más empezamos a proyectar qué podíamos hacer entre todos los familiares de los caídos. Eso dio pie a que luego realizáramos un encuentro –que se hizo la semana pasada, en Rosario–, al que concurrió gente de Río Negro, Tucumán, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y Capital. A diez años de todo, era realmente necesario hacer algo, que nos juntemos para dar una mirada conjunta de lo que ha pasado en este tiempo y seguir peleando contra la impunidad”, relata –algo apurada– Celeste, y luego accede a posar para la cámara junto a sus compañeros. Pero todo se hace rápido, porque temen perder el colectivo, que no tardará en llegar.

Días de furia

“Yo tengo este quiosco desde hace muchos años. Me acuerdo que ese día mi mujer le puso rejas a la ventanilla. Yo le decía 'a nosotros no nos van a saquear, la cosa es con los grandes'. Y así fue. Al que lo quisieron saquear fue al supermercado Fontana, acá enfrente. No me olvido que una chica vecina me dijo 'si saquean, yo saqueo'; y yo le contesté 'cómo vas a ir a aprovecharte de un vecino que seguro más de una vez te fio y te dio de comer'. Hubo un intento, pero al final no pasó nada. Esos días se cometieron muchos abusos, era común ver camionetas que llegaban a tratar de llevarse mercadería. En otros lugares salían cargados de whisky y otras bebidas alcohólicas”, rememora Jesús, que hace una pausa en su relato para despedirse de los rosarinos e indicarles en qué parada tienen que descender. Luego se dispone a ser entrevistado.

—¿Qué recuerda de ese 20 de diciembre?

—Cuando la matan a mi sobrina yo estaba en casa, apenas me enteré fui para el hospital. Me dijeron que estaba herida, en terapia intensiva. Y los doctores dijeron que ya no había nada que hacer. El tiro fue mortal, le pegaron en la nuca y la bala salió por la boca. Así que era difícil que pudiera vivir. Pero, ¿sabés lo que pasó?, esta fue una muerte premeditada. Porque el comisario de la Octava mandó a un policía a que le avise a la gente que vivía en el barrio Maccarone, donde vivía mi sobrina, que vayan al supermercado Norte de calle San Juan, porque estaban repartiendo bolsones. Igualmente, no alcanzaron a llegar, porque en la Feria de Salta y Nogoyá los atacó la Gendarmería y no los dejaron avanzar. Así que los hicieron volver al barrio. Según lo que cuentan los chicos que participaron ese día, a los niños y mujeres los hicieron correr hacia el Parque Berduc, mientras los hombres tomaban en otra dirección. La Policía no tuvo otra idea que perseguir a las mujeres en lugar de a los varones. Y ahí fue donde la mataron a mi sobrina, en el medio de la pista de atletismo, y por la espalda.

—¿Cómo la recuerda a Eloísa?

—Era una chica muy buena, y estudiosa. Cuidaba mucho a su familia y tenía muchos amigos. En la escuela participaba mucho, además ayudaba en la Parroquia. Sus hermanitos en ese entonces eran muy chiquitos y no se daban cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Cuando a Eloísa la mataron, hacía dos años que había muerto la madre y ella quedó a cargo de los hermanos menores, que se quedaron con la última imagen de su hermana muerta en el cajón. Ahora son hombres, prácticamente.

Impunidades y olvidos

Para Jesús, en el caso de Eloísa se hizo justicia a medias. En 2009, el cabo Silvio Martínez –quien gatilló el arma que mató a la adolescente de 13 años– obtuvo el beneficio de la libertad condicional. Pero los autores intelectuales ni siquiera pasaron por el banquillo.

“Ésa es la impotencia que uno tiene, terminamos haciendo un mural para poder mantener viva la memoria, que la gente nunca se olvide de lo que pasó en el 2001. Y los asesinos intelectuales, que son Sergio Montiel –aunque murió hace poco–, Enrique Carbó y Victoriano Ojeda, pueden andar por la calle como si tal cosa, ellos jamás fueron juzgados. Yo pensaba que la represión había terminado en 1983, pero no fue así, estaba escondida, y saltó en el 2001, cuando mataron a tanta cantidad de gente. Todos los nombres que están en el mural pertenecen a gente que cayó por la represión de De la Rúa, Montiel, Reutemann en Santa Fe, y otros tantos gobernadores”, expresa Jesús, con la mirada perdida en algún punto del mural.

—¿Cree que las cosas han cambiado en estos 10 años?

—No, siguen igual porque no hay justicia. Nosotros, medianamente tuvimos justicia porque lo metieron preso a Martínez, pero por el caso de Romina y José Daniel no hubo condenados. Nunca se aclaró absolutamente nada, por eso tenemos que seguir luchando por ellos. Los otros días estuvimos en Rosario, con los familiares y amigos de las víctimas de 2001, y había gente de otros puntos del país. Por eso vamos a tratar de seguir reuniéndonos en diferentes lugares pidiendo por justicia.

—¿Y la situación económica de la familia?

—En esa época, el papá de Eloísa estaba desocupado. Después, cuando la matan a mi sobrina, Montiel le dio un puesto en la DPV, donde creo que continúa. Yo hace mucho que perdí el contacto con él ni sé dónde vive. Esa fue una maniobra de Montiel para calmar las aguas y que no le hiciéramos marchas; pero lo hicimos igual y no vamos a parar.

—¿Cómo ha sido la reacción de los vecinos y la sociedad en general para con ustedes, luego de lo que pasó?

—Yo tuve mucho acompañamiento desde Agmer, ATE, los jubilados, los judiciales y centros de estudiantes. Hubo mucha gente que nos acompañó en la marcha. Pero hay otra que no recuerda lo que pasó en 2001. Si uno le pregunta qué fue lo que pasó, no sabe, no se acuerda o no quiere hacerlo. Entiendo que hoy muchos tienen algún plan social, y si vos los invitás a participar no quieren hacerlo por miedo a perderlos.

El calor arrecia y los nombres de los caídos se secan en el paredón recién pintado. Jesús se apoya en el tronco del fresno, suspira y, antes de concluir la entrevista, lanza una invitación, que es también una expresión de deseo: “Ahora, los días 19 y 20 saldremos de la plaza que está detrás del Wal Mart, e iremos hasta la Casa de Gobierno. Trataremos de entregarle un petitorio al gobernador. Todos los que quieran pueden acompañarnos. A ver si podemos de una vez por todas ver en el banquillo a Carbó y Ojeda, los asesinos intelectuales”.

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