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A diez años del 2001: Las tareas pendientes
Por Córdoba se Mueve -
Thursday, Dec. 22, 2011 at 8:02 PM
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“La política es hoy la única grande actividad creadora. Es la realización de un inmenso ideal humano. La política se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria. Y la verdad de nuestra época es la Revolución. La revolución que era para los pobres no sólo la conquista del pan, sino también la conquista de la belleza, del arte, del pensamiento y de todas las complacencias del espíritu.” Mariátegui
“La política es hoy la única grande actividad creadora. Es la
realización de un inmenso ideal humano. La política se ennoblece, se
dignifica, se eleva cuando es revolucionaria. Y la verdad de nuestra
época es la Revolución. La revolución que era para los pobres no sólo la
conquista del pan, sino también la conquista de la belleza, del arte,
del pensamiento y de todas las complacencias del espíritu.” Mariátegui
Pensar en las jornadas del 19 y 20 de Diciembre de 2001 nos remite a
ese hilo histórico que conecta las luchas de nuestro pueblo: las
resistencias de los pueblos originarios, la reforma de 1918, el
Cordobazo y el Viborazo, por mencionar algunos hitos de nuestra memoria
colectiva. Y hablar de memoria colectiva implica abonar a la
recuperación de aquellos mitos que nos devuelven el encantamiento del
mundo. Encantamiento -en términos de Mariátegui- como aquello que nos
hace creer que la transformación de nuestra sociedad no solo es
necesaria sino posible. Nuestros mitos están llenos de barricadas, de
piquetes, de asambleas, de poder popular que pese a todos los intentos
de sepultarlos se resignifican en cada generación que nace. Las
jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, no son un hecho aislado en
la historia de nuestro pueblo. No podemos dejar de entenderlas como la
expresión más clara de un BASTA a un proyecto de país que se implementa
en 1976 con la dictadura militar. Desde allí, el dominio de la economía
lo vienen ejerciendo los sectores financieros: un plan implementado
primero a sangre y fuego, que luego se fue aggiornando a las
“transiciones democráticas”. En la década de los 90, a partir
de las crisis que se suscitaron, el plan se profundizó y la resistencia
también. Los capitalistas y el gobierno de turno devastaron nuestros
suelos; aniquilaron nuestros ferrocarriles; privatizaron los servicios
básicos; flexibilizaron las leyes laborales; aumentaron la desocupación y
con ello el hambre y la pobreza; también la deuda externa; regalaron la
plata de nuestros viejos; vendieron nuestro país al mejor postor
extranjero. Pero esto no fue sin resistencia del pueblo. En
este período se dieron un sin número de experiencias de lucha a lo largo
de nuestro país con huelgas generales y movilizaciones como las
puebladas de plaza Huincul, Cutral Co y las de Mosconi, entre tantas.
En Córdoba, en 1995 cuando era gobernador Mestre, se desarrolló en el
ámbito docente una huelga por tiempo indeterminado, que recibió el apoyo
de toda la población. Se llevó a cabo la “marcha de los 60.000” donde
participaron docentes, no docentes, estudiantes y padres, de los
sectores universitarios, terciarios y secundarios. Varios meses los
recibos de sueldo de los y las docentes venían a cero, incidiendo en los
hogares de cada uno de ellos y aún así la lucha continuaba y la
resistencia persistía. Será porque también circulaba la camaradería y el
compañerismo generándose fondos de huelgas que contribuyeron en la
cotidianeidad de esas familias. Será porque a pesar de la explotación y
la opresión se entonaba “cantando al sol como la cigarra, después de un año bajo la tierra, igual que un sobreviviente, que vuelve de la guerra...”
Este proceso tuvo un carácter masivo y multisectorial, utilizando como
método de protesta el corte de ruta y como forma de toma de decisiones,
la asamblea popular. Los reclamos apuntaban a visibilizar la situación
de pobreza en que se encontraba sumida la mayoría de la población; a
denunciar la inacción de las autoridades ante la falta de alternativas
laborales y su complicidad con el proceso privatizador; a cuestionar la
burocratización de los órganos políticos; a demandar reivindicaciones
sociales y culturales. Todos estos hechos fueron abonando los
enfrentamientos de diciembre del 2001. Sin embargo se trataba de luchas
aisladas, fragmentadas y dispersas. Por suerte tuvimos nuestra
primera gran revancha con una historia que se nos había mostrado
bastante adversa. El 19 y 20 de diciembre la gente salió a la calle para
oponerse a la institucionalidad vigente. Se realizaron marchas,
piquetes, saqueos y se comenzó a dar la lucha cuerpo a cuerpo contra la
represión policial en varias provincias de nuestro país. Más tarde, al
no poder contener esta situación, De la Rúa renunciaba dejando en la
memoria de nuestro pueblo la imagen del helicóptero huyendo de la Casa
Rosada. El rechazo a la denominada “clase política” se hizo generalizado
y la consigna del “Que se vayan todos” se hizo carne en todas las
organizaciones populares. El repudio masivo al conjunto de los políticos
y partidos tradicionales, así como a algunos de los pilares
institucionales del régimen, como el Parlamento y la Corte Suprema de
Justicia, junto al cuestionamiento al FMI y a las grandes empresas,
fueron las premisas principales de los reclamos populares. Si
bien la Izquierda en su conjunto quedó al margen de ese cuestionamiento
y muchos de sus referentes se posicionaron en la lucha, no fue
suficiente para canalizar la protesta popular en un proyecto político
emancipador integral. Muchas organizaciones políticas y movimientos
sociales quedaron sorprendidas ante aquel hecho y no pudieron o no
supieron cómo potenciar esa fuerza que se expresaba en las calles, en
una alternativa con capacidad de transformación radical. Y ya la
historia nos ha demostrado que si los partidos tradicionales entran en
crisis, los poderosos se las arreglan para inventar otro, con un matiz
de honestidad, de popular, pero el sistema queda intacto. La política no
acepta vacíos de poder, los espacios son siempre ocupados.
Esto sucedió con Kirchner, que vino de la mano de Duhalde, basándose en
una política de cooptación y apropiándose de muchas de las banderas de
la resistencia de los 90, para lavarse la cara. No había posibilidad de
seguir manteniendo a los viejos títeres. Había que poner otros más
suavizados que garantizaran el reciclaje del sistema. Los capitalistas y
el nuevo gobierno de turno se las ingeniaron para continuar con el
plan. Así, con algunas medidas seudo progresistas pregonaban que se
trataba de otro proyecto de país. Pero hoy ya todo va quedando
más claro. Lo que se busca es el “capitalismo serio”. Esto implica
-según explicó recientemente la presidenta a lo más granado del
empresariado- que las ganancias empresarias se puedan seguir sacando del
país; que se rechace el proyecto de reparto de ganancias a los
trabajadores de la CGT; que las paritarias deban ser tomadas por los
trabajadores con mucha “responsabilidad” y sin pedir aumentos
salariales; que las empresas públicas deban achicarse; que se mejoren
las relaciones con Estados Unidos y pagar la deuda al Club de París. Y
si esto llegase a generar algún conflicto el plan incluye un
mejoramiento del aparato represivo que significa perfeccionar la ley
antiterrorista; suprimir las personerías gremiales; perseguir
judicialmente a los dirigentes clasistas del movimiento obrero; asesinar
a luchadores a través de fuerzas represivas y paramilitares.
Afortunadamente también hay otro plan. Desde lo más profundo de nuestra
Argentina, hay un pueblo que resiste y lucha incansablemente. Hay un
incipiente sindicalismo clasista que desde las bases lucha contra la
burocracia. Hay un estudiantado en pie que se ha asumido sujeto
histórico. Hay un movimiento cultural que ha recuperado la identidad de
nuestro pueblo. Hay un feminismo inconveniente y organizaciones LGTB que
luchan contra el patriarcado. Hay pueblos originarios que defienden su
cultura y su tierra. Hay movimientos campesinos que preservan su lugar y
su trabajo. Desde allí, recuperando lo más valioso de nuestro pueblo,
los trabajadores y las trabajadoras tenemos la oportunidad de tejer ese
hilo histórico para construir una alternativa emancipatoria. Consolidar
una herramienta política que aúne las luchas, configurándose en sujeto
colectivo que impulse un proyecto antiimperialista, socialista y
antipatriarcal, con capacidad de confrontación real y de disputa de
poder. Para ello resulta fundamental desarrollar una estrategia
que difunda la praxis socialista, que contribuya a generar otra
hegemonía donde las personas nos encontremos desde la hermandad y la
confraternidad, creando una mística revolucionaria que haga tangible el
socialismo. Y además es necesario prepararnos para ser gobierno.
Formarnos para dirigir la economía, la salud, la educación y
organizarnos para la participación en una democracia directa que
defienda ese poder construido. En síntesis, es necesario prepararse para
sustituir el poder burgués por un poder revolucionario. A 10
años del 2001 sabemos que hacer tambalear el sistema es posible. Es
necesaria una propuesta socialista que se construya desde hoy, para
derrocarlo. Paola Gaitán. Miembro de la Cátedra Che Guevara Córdoba y compañera del Movimiento Político Córdoba se Mueve. Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
cual?
Por cual es el plan? -
Tuesday, Dec. 27, 2011 at 7:48 PM
solo te quedas con las formas pao, igual que lo hicieron las asambleas haya por el 2001 mientras no se cae una idea....hasta el fede lo sabe no alcanza con enunciar...hay que ponerse a laburar pero en serio...puro agite y pocas nueces