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Las perspectivas y la política revolucionaria después del triunfo de la Revolución...
Por Movimiento Moreno Vive - Monday, Dec. 26, 2011 at 2:28 AM

La Revolución Sandinista. Perspectiva del mayor revolucionario, Nahuel Moreno.

Indice

Las perspectivas y la política revolucionaria después del triunfo de la revolución nicaragüense

1. ¿Por qué triunfó el FSLN?

2. ¿Por qué intervinimos nosotros?

3. La etapa actual

4. El carácter del Gobierno de Reconstrucción Nacional

5. Este gobierno es nuestro enemigo

6. El papel del FLSN

7. El peligro de la borrachera revolucionaria

8. Varios ejemplos históricos

9. Un esquema honesto que nos lleva al... oportunismo

10. ¿Qué programa nos damos?

11. Contra el Gobierno de Reconstrucción Nacional. Por el poder para las organizaciones obreras y campesinas

12. Construyamos un partido revolucionario en Nicaragua

13. “Educar pacientemente”

14. Contra el desarmamento de los trabajadores

15. La revolución agraria

16. La reconstrucción

17. Por una Asamblea Constituyente inmediata que les dé la tierra a los campesinos sin indemnizar a los terratenientes expropiados. Por las más amplias libertades políticas y de información

18. Por una Federación de República Socialistas Centroamericanas

19. La repercusión en la Cuarta




Las perspectivas y la política revolucionaria después
del triunfo de la revolución nicaragüense [1]



Informe de Nahuel Moreno al Comité Central del Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia (PST-C), agosto de 1979 [2]

Camaradas:

Hemos vivido ayer un día de euforia. Los compañeros que vinieron de Nicaragua para asistir a esta reunión nos hicieron casi palpar los acontecimientos. Las anécdotas de los combatientes nos trasladaron por unas horas al escenario en el que la insurrección popular terminó con Somoza. También pasamos por momentos de tristeza al recordar a nuestros muertos y ver a uno de los heridos, nuestro querido camarada Javier. El de hoy tiene que ser un día distinto, de reflexión.

Necesitamos ahora una gran frialdad en el análisis porque hemos entrado en una nueva etapa, cuyas tareas no hemos precisado aún. La anterior era la de la lucha contra la Guardia Nacional y ahora la Guardia Nacional ya no existe. Pasamos del gobierno de Somoza a uno en que los ministros se dirigen a obreros y campesinos desde una tribuna que comparten con compañeros nuestros. Lo que tenemos que empezar a decidir es qué hacer de ahora en adelante. Para ello, como siempre, nos tendremos que poner de acuerdo, primero, en las características de la nueva etapa abierta a partir de la derrota de Somoza.

De acuerdo con el marxismo, cuando cambia la etapa cambia todo: la estrategia, la táctica y hasta las formas organizativas. Por lo tanto, es evidente que no puedo ni pretendo dar un informe exhaustivo, ni mucho menos detallar las tareas al milímetro. Quiero solamente que mi intervención sirva de base para que comencemos a elaborar nuestro programa entre los compañeros nicaragüenses y nosotros, sabiendo que —de todos modos— sólo lo podrán acabar en Nicaragua los compañeros que están allí, junto a los otros camaradas nicaragüenses, que conocen mucho mejor que nosotros aquella realidad.

Con el objeto de dividir bien los puntos para la discusión posterior, me he permitido ponerles número y título.
1. ¿Por qué triunfó el FSLN?

El triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional; o sea, la caída relativamente repentina de un régimen dictatorial de más de cuarenta años, es —a primera vista— inexplicable. En primer lugar, nadie podría decir que la del FSLN es la guerrilla mejor organizada que hemos visto. Hubo grandes dirigentes políticos al frente de guerrillas mucho mejor organizadas que fracasaron rotundamente. Como ejemplos bastaría citar a De La Puente Uceda en Perú o a Bengochea en la Argentina. La guerrilla brasileña, que no fue muy fuerte pero que estaba dirigida por gente de extraordinario talento (un viejo político como Marighela y un militar de alto nivel), desapareció. Fracasaron también los Montoneros en Argentina, que llegaron a tener la bomba plástica, y el Ejército Revolucionario del Pueblo, que si bien no llegó a ese grado, reveló, en numerosas acciones, un alto nivel de desarrollo técnico. Y los Tupamaros, esa mezcla rara de cultura europea e ingenio con una maravillosa organización, también fueron aniquilados.

Al lado de éstos, un grupo muy juvenil, que perdió en la lucha a sus dirigentes más capaces, con una dirección bastante improvisada cuya única excepción es quizás el compañero Borge, y que hace dos años no tenía mucho más de 200 miembros entre militantes y combatientes, triunfó.

¿Qué es lo que pasó? Ante todo, de acuerdo a una vieja ley marxista, sabemos que éste, como todo triunfo revolucionario, se ha dado por una combinación de varios factores favorables que confluyeron en un momento determinado. La combinación y el momento son únicos, y en esto reside la excepcionalidad de cada revolución. A esta ley, la más general, podemos agregarle otra: todos los triunfos guerrilleros de esta posguerra han sido una refracción particular sumamente intensa de graves contradicciones de la política internacional: han estado —empleando un término puesto de moda por Althusser— sobredeterminados por la política internacional. Sin el enorme peso de estos factores externos, ninguna guerrilla habría triunfado. Aunque para llegar al triunfo, siempre han tenido que combinarse con un movimiento de masas dentro del propio país. [3]

Veamos el caso yugoslavo, que tanto discutió Mosha Pijade contra el stalinismo y que puede parecer una excepción a lo que venimos diciendo. Aquí, efectivamente, nunca hubo ayuda del exterior. Los rusos no sólo no se la dieron, sino que maniobraron para hacer fracasar a Tito porque era independiente y estaban comprometidos con el imperialismo a dejarle el gobierno a la monarquía y a la burguesía. En esa polémica, Mosha Pijade demuestra exhaustivamente cómo la ayuda soviética fue una fábula porque nunca llegó. Pero el ejército alemán, si no hubiera estado en guerra con los rusos, ingleses y norteamericanos, le hubiera infligido graves derrotas a Tito. La guerra imperialista le impidió a Hitler destinar las tropas necesarias para destruir a Tito (y también a Markos en Grecia), aunque lo intentó varias veces. En este caso, el elemento exterior que posibilitó el triunfo revolucionario fue la guerra imperialista.

Veamos otros ejemplos de esta posguerra. China tuvo poca ayuda de la URSS. Pero cuando Mao Tse-tung estaba prácticamente liquidado, el Japón invadió y Chiang Kai-shek tuvo que utilizar gran parte de su ejército para defenderse de esa invasión, abandonando la persecución a Mao. Es así como ese pequeño Partido Comunista Chino que hacía guerrillas, cuando estaba casi liquidado por la Larga Marcha se encontró con los comités de chinos que querían resistir la invasión japonesa. Después vino la guerra de Japón con Estados Unidos, lo que ayudó todavía más a Mao. Y lo ayudó en relación al movimiento de masas. Una vez más, vemos cómo los factores externos ayudaron enormemente.

En Argelia ocurrió lo mismo. Limitaba con países que ayudaban a la guerrilla (Marruecos, Libia, Egipto) y contaba con importantes cantidades de dinero de los países árabes.

Y finalmente, me quiero referir a Cuba. La revolución cubana no se puede entender sin el apoyo exterior. Ustedes deben saber que había una legión masónica en el Caribe, secreta, que apoyó a Fidel. En ella estaba toda la burguesía de esa región: los dos Lleras, demócratas venezolanos como Rómulo Betancourt, panameños, costarricenses, puertorriqueños y también cubanos. Tuvo Fidel otra ayuda: un sector del imperialismo yanqui. La masonería de este país —que era tan fuerte que para llegar a ser presidente había que ser masón— también le ayudó, además de la familia Kennedy y toda la diplomacia yanqui en Cuba, excepto el embajador. Castro tuvo a su favor la campaña del New York Times , según la cual Fidel era un hombre extraordinario, que llamó al orden a Raúl cuando empezó a plantear la reforma agraria. La ayuda norteamericana se explica porque la vieja oligarquía azucarera estaba siendo desplazada por Batista y tenía una estrecha ligazón con la oligarquía financiera asentada en Nueva York (los Morgan, etcétera) desde el siglo pasado. Y, finalmente, se explica por el mismo Fidel. Fidel era un gran líder de masas; fue candidato a diputado por La Habana; era centrista, antiizquierdista; combatía a los estudiantes de izquierda cuando era dirigente estudiantil. Y era un orador educado y ligado a los jesuitas. Por esto también la Iglesia lo apoyó a muerte. Fidel tuvo curas en la guerrilla, capellanes dados por la Iglesia. El Granma creo que se lo consiguió un gran político burgués que obtuvo el dinero en Norteamérica. Tenía financiación de todos esos sectores burgueses del exterior y de Cuba. Esa es la verdad.

Este formidable apoyo exterior, determinante, lo tuvieron todos los movimientos guerrilleros que triunfaron. Después, cuando llega la revolución, se trata de ocultar este hecho.

El triunfo del FSLN no es una excepción; por el contrario, confirma la importancia decisiva del factor externo. Panamá, Costa Rica y Venezuela proporcionaron la ayuda más importante en los dos últimos años. El Partido Socialista sueco dice en su informe oficial que le entregó al Frente un millón y medio de dólares. ¡Qué no habrá dado el alemán! ¡Qué no habrá dado la Segunda Internacional en su conjunto!

Torrijos, no sabemos muy bien por qué, se jugó también al triunfo del FSLN. Como esto es muy raro, lo hemos estado estudiando y barajamos la hipótesis de que se debió a un juego de intereses en torno al canal de Panamá. Hace décadas que Estados Unidos amenaza, en las negociaciones con Panamá, con abrir un nuevo canal por Nicaragua o hacer pasar por Tierra del Fuego a sus buques de mayor calado —fundamentales porque son los que transportan el petróleo— diciendo que el de Panamá ya no les sirve. Es posible que insistan en esto como una forma de responder a los pedidos de Torrijos de una mayor participación. Es posible que Torrijos haya ayudado al FSLN con todo, como lo hizo, para tirar abajo los planes imperialistas, para los cuales era esencial que en Nicaragua estuviera gobernando la familia Somoza. Puede ser que no sea así, pero hasta el momento es la única explicación que encontramos a este fenómeno.

Claro que podríamos hacer algo más sencillo: contentarnos, como hace el Socialist Workers Party de Estados Unidos, con esquemas que, aunque no sirvan para entender la realidad, dejan a salvo los análisis de la dirección juvenil del SWP, con lo cual pretenden salvar su maltrecho prestigio. El SWP publica una declaración en la que pondera “el papel formidable de Cuba, que apoyó de todas maneras al FSLN” y, con eso, niega el primer principio del análisis marxista, que es describir los hechos tal como son. Al lado de lo que hicieron los demás países, Cuba no hizo nada. Pero, como [los dirigentes del SWP] caracterizaron que Torrijos era un agente del imperialismo yanqui, ahora no pueden decir que haya ayudado a Nicaragua. La contradicción se elimina, sencillamente, ignorándola. Otro esquema: Pérez y el gobierno de Costa Rica también eran agentes directos del imperialismo yanqui. Entonces, el SWP ni menciona la ayuda que prestaron. ¿Qué podría decir el SWP? Que ayudaron a que se obtuviera el triunfo sobre el imperialismo yanqui. No, porque así resultarían antiimperialistas. Entonces, como buenos pequeñoburgueses prestigistas, los hechos que no les entraron en los análisis previos, los desechan. Lo que dicen no tiene nada que ver con la realidad, pero así eliminan todas las contradicciones. No hay necesidad de dar explicaciones complicadas. Es un crimen porque con ese método desarman a su partido. Pero, lamentablemente, parece que esto no les importa.

Siguiendo con nuestro análisis, también hemos tratado de encontrar una explicación que justifique la ayuda de Costa Rica. Pensamos que se debe a la crisis económica de 1974-75 y a que se va cerrando el mercado centroamericano, que le es esencial porque ha tenido un desarrollo industrial bastante importante.

El caso de Venezuela se explica, tal vez, por su sistemática política de penetración en Centroamérica. La caída de Somoza abre la posibilidad de penetrar en mercados que son esenciales a la nueva industria venezolana.

Lo concreto es que se combinaron varias circunstancias para que estos países resolvieran voltear a Somoza por cualquier medio. Y a ellos se les unieron luego sectores de la burguesía nicaragüense, de la Segunda Internacional, países imperialistas europeos, y el Plan Carter.

Sin las armas panameñas y venezolanas, y sin el apoyo de Costa Rica, sin el dinero de la Segunda Internacional, sin la presión sobre Honduras, sin la necesidad imperialista de democracias burguesas más estables, aunque contrarrevolucionarias, sin todos esos factores externos, el FSLN no ganaba, como dicen los argentinos, “ni disfrazado de mono”. Nada de esto debe hacernos olvidar ni por un minuto el formidable ascenso revolucionario que permitió que este frente único triunfara. Sin condiciones internas no hay ninguna guerrilla que triunfe. Pero el FSLN solo, apoyado en el ascenso, no lo hubiera logrado.
2. ¿Por qué intervinimos nosotros?

Aunque lo hemos discutido ampliamente, ahora que comienzan las críticas de los que no intervinieron, debemos precisar algunos puntos sobre los que puede haber dudas. Nosotros intervinimos porque en Nicaragua se empezaban a dar las condiciones básicas del triunfo, que son las que enumeré más arriba. Hace más de dos años sosteníamos que era muy probable que a corto o mediano plazo el FSLN se convirtiera en la vanguardia indiscutida de la lucha de masas contra Somoza y, cuando las otras condiciones comenzaron a darse, vimos la seguridad de la victoria.

Nosotros, antiguerrilleros desde el comienzo del castrismo, que fuimos los primeros en denunciar el error de considerar a la guerrilla como una estrategia continental, que después encabezamos el combate —junto con el SWP— contra la desviación guerrillerista dentro de nuestra Internacional, dijimos: “En este caso sí es válida la guerrilla”. Con esto no hemos hecho más que poner en práctica una línea de años. El PST argentino fue fanático de la guerrilla colombiana en la época de la Violencia, ya que nunca la descartamos como una táctica para determinados momentos y lugares . Pero la verdad es que, a los ojos de toda la militancia de nuestra Internacional, fuimos siempre, ante todo, antiguerrilleros. Y ahora muchos de nuestros más destacados militantes y dirigentes vienen de luchar con las armas en la mano en la guerrilla del FSLN, en la insurrección popular dirigida por esa organización. Para ellos, que vuelven de ver la alegría del pueblo nicaragüense, el asunto está muy claro. No dudan de la corrección de nuestra línea y de la importancia táctica que le damos a la lucha guerrillera. Y entienden mejor que nunca por qué somos antiguerrilleros en la Argentina, por ejemplo.

Pero hay otra razón para nuestra intervención en esa lucha: tomar posiciones en el ascenso de masas revolucionario para poder combatir la nefasta política de colaboración de clases del FSLN y de los gobiernos burgueses que lo apoyaban y que llamaban a enviar voluntarios a Nicaragua. Había que salirle al paso a su política pro burguesa, y la única forma era ganarse el respeto de las masas nicas [nicaragüenses] combatiendo a su lado.
3. La etapa actual

Ninguno de los aquí presentes cree que en Nicaragua haya terminado el proceso revolucionario. Todos sienten, y así lo han manifestado, que más bien apenas comienza. Tenemos el triunfo de una gran revolución democraticoburguesa, consecuencia de la victoria de una insurrección popular acaudillada por el FSLN, apoyado en un frente único del cual han sido parte Cuba y la socialdemocracia, gobiernos burgueses latinoamericanos como los de Costa Rica, Panamá y Venezuela, y sectores de la propia burguesía nicaragüense. Pero esa revolución lleva una contradicción en su vientre: el método de la guerrilla, de destrucción de la Guardia Nacional, no es un método burgués: es un método de revolución socialista . En Nicaragua se han destruido las fuerzas armadas, a la par que se desarrolló una movilización insurreccional masiva. Como burgués, Tacho [Somoza] tenía toda la razón cuando pedía garantías para que no se destruyera a la Guardia Nacional, porque ésa era la base de sustentación del Estado burgués nicaragüense.

Por eso nuestros compañeros no quieren regresar; quieren quedarse en Nicaragua. Porque, aunque la dirección del FSLN no lo sepa, aunque Torrijos se haya propuesto otra cosa, nosotros sí sabemos que ya estamos ante una revolución combinada. Resumiendo: el FSLN se vio obligado, para triunfar, a destruir el aparato de represión del régimen, la base de sustentación del Estado burgués y, al mismo tiempo, pactó con la burguesía nacional e internacional. Esto le da un carácter sumamente contradictorio al triunfo sandinista: de revolución socialista por su método; de defensa del régimen burgués por su política. De aquí en adelante, este proceso puede adquirir un carácter sumamente dinámico y contradictorio debido a la existencia de estos dos elementos antagónicos.

Si fuéramos fenomenólogos, lo que sería tan ridículo en esta época, diríamos que ayer describimos lo que pasó y que hoy debemos ir a la esencia.

Pero, como somos marxistas, ése no es nuestro método: no necesitamos hacer una reducción fenomenológica, porque —entre otras cosas— la esencia de lo que pasa en Nicaragua se capta tan pronto como se mira. No puede haber ninguna duda sobre qué es lo que se está viendo cuando, en lugar de la Guardia Nacional, vemos a los combatientes del FSLN y de las milicias por las calles; cuando nos enteramos de que los obreros mandan preso al gerente de una fábrica y eligen otro ellos mismos. Cuando ayer los compañeros contaban anécdotas, estaban describiendo la esencia de la situación. Es evidente para cualquiera que estamos ante una revolución democraticoburguesa triunfante con métodos de revolución socialista.

La máxima expresión del triunfo revolucionario, del derrocamiento de Somoza, ha sido la destrucción del aparato de represión del régimen. Pero, ¿qué hay en su lugar? Una vanguardia armada, por el momento caótica. Y en este momento nosotros somos anarquistas; decimos “¡que se mantenga el caos!”, porque esa milicia desorganizada refleja el estado de ánimo de las masas. El gobierno intenta firmemente conformar un ejército regular, y el FSLN trata por todos los medios de transformarse en ese ejército. Su tendencia es clara: construir un ejército burgués, con grados y disciplina, y dejar a las milicias como su cuerpo paramilitar, de ayudantes, de retaguardia, de reserva. Pero, por ahora, no hay nada de eso; sólo hay dos sectores armados: el FSLN y las milicias.

Todo esto que los compañeros han descrito tan bien —destrucción del aparato de represión del régimen; movilización y armamento de combatientes y milicianos; inexistencia de un ejército regular— es lo que hace que tengamos que definir a la actual etapa como revolucionaria . Puede cerrarse a corto plazo y llevarnos a retroceder a una etapa distinta. Pero ahora hay un poder dual agudo: de un lado, el Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN) con sus ministros burgueses y con el apoyo del FSLN con su política de colaboración de clases; del otro lado, esa vanguardia armada que nos hace mantener esa definición. Las fuerzas armadas irregulares existentes no son una garantía ni para la burguesía ni para el imperialismo; son el poder obrero y popular.

Una vez más, como hicimos cuando hablábamos de los factores externos, debemos precisar las características de Nicaragua; ahora para su etapa revolucionaria. Lo que distingue a la nicaragüense de todas las otras revoluciones, es la carencia de organizaciones que tengan encuadrado al movimiento de masas . El FLSN no es un organismo de masas, ni tiene dirigentes individuales de masas. Era un grupo guerrillero pequeño, putchista, castrista clásico. Ahora se encuentra con un súbito triunfo revolucionario de masas entre las manos, pero sin organismos de masas dirigidos o estructurados por ellos. Eden Pastora era la única figura sobresaliente y ahora nos enteramos de que pasa a ocupar un puesto de segunda importancia.

Con la burguesía ocurre lo mismo. Estaba tan bien, tan segura, que no se preocupó por crear mediaciones, es decir, organismos entre las instituciones estatales y el pueblo. En esto se parece a la burguesía portuguesa, que después de veinte o treinta años sin esas instituciones, terminó creyendo que su régimen era eterno. La diferencia es que en Portugal no hubo estos mediadores, pero sí grandes dirigentes traidores educados a la europea, como Cunhal y Soares, y un ejército representante de una burguesía de siglos. Pero en Nicaragua no hay nada de eso. Cayó Somoza, cayó la Guardia Nacional, y desapareció todo. No tenían grandes sindicatos ni dirigentes a los que el pueblo respete, escuche y acate, como ocurre en otros países. No se crearon ni grandes partidos obreros, ni de la pequeña burguesía ni de la burguesía, ni una ultraizquierda legal: nada.

En Bolivia, en cambio, cuando cae la Junta Militar está la Federación Sindical Minera con Lechín, que es un ídolo; está el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que dirige a la mayor parte del movimiento de masas. Desgraciadamente está el Partido Obrero Revolucionario (POR) trotskista, que también tiene gran influencia y el cual, llevado de la mano por Pablo y Mandel, va a apoyar críticamente al gobierno burgués. Ningún obrero hacía nada que no le dijeran Siles Suazo, Paz Estenssoro, Lechín y los trotskistas: Lora, Ayala Mercado u otros. Desde el año 1942 hasta 1952 había habido luchas parlamentarias y de clases, en las calles, que habían ido configurando partidos y dirigentes capaces.

Lo mismo ocurrió en España: durante quince años la burguesía estuvo armando al PC, al PS, a las centrales sindicales, a la UCD, y ya vemos para qué le sirvieron. Vemos también para qué le sirve a la burguesía iraní Khomeini. ¡Qué sería de Irán sin la iglesia chiíta! Es la única corriente musulmana que no depende directamente del poder y ha cumplido durante siglos una función de partido-iglesia burgués, que remató ahora a la perfección.

En la Argentina la burguesía ha vivido preparando estos mediadores. Voy a apartarme un poco del tema para que se comprenda el papel de estos mediadores, describiéndoles lo que era Dickman, un viejo dirigente del partido Socialista, ya fallecido. Fue uno de los dirigentes de la Segunda Internacional, conocido de Trotsky, Lenin y Kautsky. A mí me tocó estar bastante relacionado con él durante un tiempo, y nunca voy a olvidar la pasión que ponía cuando me explicaba cómo se actúa para frenar al movimiento de masas. Dickman había nacido reformista y tuvo que actuar cuando comenzaron las grandes huelgas dirigidas por anarquistas a principios de siglo. Primero, escuchaba; dejaba que hablaran los anarquistas más radicales, algunos de los cuales decían, por ejemplo, que había que quemar toda la ciudad de Buenos Aires. Entonces se paraba y comenzaba a gritar: “¿Así que dicen que hay que quemar todo Buenos Aires? Y por qué sólo Buenos Aires? ¡Son unos reformistas! ¿Por qué sólo Buenos Aires? ¡Quememos el Uruguay, el Brasil también! ¡Quememos todo! ¡No escuchemos a estos oportunistas!”. Y luego, para instrumentar esta política de quemar todo, agregaba: “¡Vamos a negociar con el gobierno!”. Me daba consejos como éste: “Un gran político deja todas las puertas y las ventanas abiertas porque nunca se sabe con quién se va a negociar”. Me explicaba, por ejemplo, cómo manejaba las fórmulas para tratar con la burguesía, habilidad por la cual sus discípulos lo consideraban un gran político. Recuerdo una, de la que ustedes se van a reír. En nuestro país, cuando alguien se dirige al presidente de la República para pedirle algo, debe decir “Usted que tiene el poder, la gloria y la fortuna”. El había adaptado esta fórmula para dirigirse a Perón, cuando tuvo que ir a solicitarle la libertad de algunos presos políticos. Le dijo “Usted que tiene el poder y la gloria”, eliminando “la fortuna” para que Perón no fuera a creer que estaba aludiendo al hecho cierto y muy comentado en ese momento, de que se había robado medio país. Este hecho se comentaba como ejemplo de genial habilidad (risas). Sí, ustedes se ríen; tal vez crean que lo digo por burlarme de un reformista o divertirnos un rato, pero no es así. Dickman cumplía un papel de primera para la burguesía, que invirtió muchos años en su educación. Sujetos como él son los que van años al Parlamento, procuran tener mucho contacto con las masas, todo el que pueden. Después, cuando están preparados, son indispensables. Pueden frenar movimientos, canalizarlos. Eso no se aprende de un día para el otro. Entre otras cosas, hay que gozar de prestigio entre los trabajadores.

En Nicaragua, repito, no hay nada de esto. Por un lado están las masas; por el otro, en la superestructura, un vacío. El FLSN comienza a llenarlo de alguna manera, comienza a cumplir ese papel de mediador, pero a medias. Sus propios líderes no saben cómo hacerlo. Y dudo mucho de que algunos de ellos sepan cómo se hace un sindicato, cómo se habla en una asamblea obrera. La explicación es que el Frente tuvo como problemas centrales, hasta ahora, a los problemas militares. También encaró algunos problemas políticos, pero éstos siempre estaban supeditados a los militares. Y se encuentran con que en todo lo que tendrían que ser fuertes ahora, son débiles.

Esa es la aguda contradicción de esta etapa: una etapa de transición que se va a cerrar rápidamente porque la política no admite el vacío. Estamos entrando en un período en el que tienen que comenzar a tomar forma esos organismos y líderes que hoy no existen. Y lo mismo ocurre —por supuesto— para la contrarrevolución. La reacción necesita lograr instituciones democráticas burguesas. No sabe cuáles —si Constituyente, Cámara de Diputados, o qué— pero comenzarán inmediatamente a tratar de institucionalizar lo que puedan.

Esta etapa de transición nos indica la posibilidad y necesidad urgente de organizar un partido revolucionario con influencia de masas . Ahora, cuando aún no está definida la relación superestructura-movimiento de masas, es cuando las iniciativas subjetivas tienen un peso enorme. Y el evitar errores es decisivo para el futuro, porque es sólo cuando la masa está fresca que le podemos dar forma al pan. Dentro de dos o tres meses, cuando ya el FSLN sea una institución multitudinaria, los sindicatos de masas y las centrales [sindicales] existan, revertir ese proceso será mucho más lento y doloroso.
4. El carácter del Gobierno de Reconstrucción Nacional

El cambio de etapa significa también un cambio en el carácter del gobierno. Lo que ha cambiado en Nicaragua es evidente a primera vista. Antes estaba Somoza reprimiendo a toda la población; ahora está el Gobierno de Reconstrucción Nacional, que le hace enormes concesiones al movimiento de masas. Toda la situación parece haber cambiado.

Lo que tienen de igual (y aquí comienzan los principios) es que ambos gobiernos son burgueses. Podríamos decir que Somoza agarraba con la derecha y el meñique levantado; el GRN agarra con la izquierda al movimiento de masas, tratando de impedir su movilización revolucionaria, o que ambos agarran, pero uno con la oposición de todo el país y el otro, el GRN, tratando de ganarse al movimiento de masas que lo hizo triunfar para que respete la propiedad privada. Pero, esencialmente, los dos agarran —o intentan hacerlo— al movimiento de masas. Esta definición es fundamental, porque de ella surgirá nuestra política.

Todos los gobiernos burgueses no son iguales. Esto lo sabemos perfectamente. En un principio hemos definido al nuevo régimen como kerenskista. No estoy muy seguro de que sea así; posiblemente es una primera fase de kerenskismo o un prekerenskismo, que es la etapa típica de las grandes revoluciones nacionales populares. Esto quiere decir que es un gobierno de unidad nacional. Nicaragua vive el momento en que todos, excepto los somocistas, están enloquecidos de alegría, se sienten muy unidos; creen que, dentro de poco, tanto los burgueses como los obreros van a ganar más y los campesinos van a aceptar las reformas contentos. Todo el pueblo ha hecho una gran revolución, ha triunfado, y éste es el sentimiento dominante. Este sentimiento puede continuar si el FLSN —debido al ascenso— tiene que tomar el gobierno.

Es la etapa de La Marsellesa. Después vendrá la época en que se dividirán entre los que cantan La Marsellesa y La Internacional; después es posible que unos canten La Internacional y otros La Giovinezza. Pero lo fundamental es que esta “unidad” desaparecerá pronto.
5. Este gobierno es nuestro enemigo

Este es, sin duda, un gobierno sostenido por el imperialismo yanqui. Se sostiene también por el apoyo de un frente único formado por la burguesía nacional existente, el imperialismo japonés, el europeo y la burocracia stalinista. Si alguien tiene dudas del carácter del apoyo cubano, veamos qué dijo Fidel en su discurso del 26 de julio:

“Pero hay que decir que a nuestro juicio la decisión, el resultado de esa reunión, constituyó una gran victoria de los pueblos de nuestra América y contribuyó al desarrollo de este espíritu de solidaridad con Nicaragua; y en la posición mantenida en la OEA hay que destacar al papel de Panamá, de Costa Rica, de Venezuela y demás países del Pacto Andino (aplausos) , de México, de Jamaica, de Granada y otros (aplausos) . En la creación de este frente democrático antiintervencionista que se ha creado, hay que mencionar no sólo nombres de países, también de personas: los nombres de Torrijos (aplausos) , de Carazo (aplausos) , de López Portillo (aplausos) , de Manley (aplausos) , de Bishop (aplausos) . Y también es justo recordar el nombre de quien, aun cuando ya no es presidente de su país, ayudó mucho al desarrollo de esta solidaridad en la lucha sandinista: el ex presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez (aplausos) (...)

“Hay mucha hambre en el país. Yo pienso que Nicaragua necesita la ayuda de todo el mundo. En las semanas anteriores, gran número de dirigentes de países expresaron su disposición de ayudar a Nicaragua. Nos parece lo más justo. Gobiernos de todos los matices, de diversas ideologías, de diversos sistemas políticos, han expresado su disposición de darle una gran ayuda al pueblo de Nicaragua. Y Nicaragua la necesita.

“Incluso los Estados Unidos han expresado su disposición de enviar alimentos e instrumentar distintas formas de ayuda. Nos alegramos, nos alegramos. Decían que iban a hacer un puente aéreo y enviar 300 toneladas diarias de alimentos. Nos parece muy bien. (...) y repito... estamos dispuestos a llevar a cabo una emulación con Estados Unidos. (...) Invitamos a Estados Unidos, a todos los países de América latina, a los de Europa, a los del Tercer Mundo, a nuestros hermanos los países socialistas, a todos, a una emulación para ayudar a Nicaragua.”

En síntesis, no hay ningún sector burgués nacional o internacional, como tampoco ningún gobierno o sector burocrático y reformista, que no apoye al Gobierno de Reconstrucción Nacional; todos ellos colaboran con el FLSN y el GRN para frenar el proceso revolucionario. Una vez más, creo que está claro por qué este gobierno es nuestro enemigo. Nosotros estamos en una oposición frontal a ese frente imperialista-burocrático-burgués que sostiene al gobierno y, por lo tanto, estamos enfrentados a ese gobierno burgués.

¿Qué hará inmediatamente el gobierno? Creo que no tiene un plan muy bien definido todavía. Pero, en líneas generales, tratará de que este proceso desemboque en un régimen democraticoburgués estable. Este es un plan que en Portugal, España y Grecia dio muy buenos resultados. Y la burguesía —la nacional y más aún la internacional—, demostrando un gran instinto de clase, lo ha elegido para Nicaragua.

El plan contrarrevolucionario, aún sin forma definitiva, tiene sin embargo dos etapas claramente definidas: primera, principal y urgentísima, desarmar a las milicias; segunda, institucionalizar la democracia burguesa. No hay posibilidad de formar instituciones burguesas estables si las armas no están en manos del gobierno y de sus nuevos esbirros. Y las armas deberán ser no de cualquiera, sino de un ejército y una policía bien encuadrados, regulares, burgueses. Por eso hablan de un plan a tres años; ése es el plazo para la reconstrucción de las fuerzas armadas. Sólo entonces se podrán institucionalizar los órganos de poder de la democracia burguesa.

Claro está que ése es el plan ideal; porque la reacción no está sola; es necesario ver qué dirá el interlocutor fundamental, que es el movimiento de masas.

Resumiendo: hoy día nuestro enemigo principal es el Gobierno de Reconstrucción Nacional. No nos engañemos por alguna nacionalización mientras el enemigo está pensando en el problema del armamento. Esto es un alerta que durante las 24 horas del día se debe repetir al movimiento de masas para que no sea sorprendido. El gobierno hará concesiones, pero en la medida que ellas le sirvan para desarmar a las masas, a las milicias, serán útiles al plan contrarrevolucionario.
6. El papel del FLSN

Lo anterior nos lleva de la mano a otra conclusión, muy triste: dentro del movimiento de masas no tenemos más grande enemigo que el FLSN. ¿Por qué? Porque el actual gobierno es la materialización de su política y su programa.

El FLSN es un movimiento pequeñoburgués, sumamente progresivo en la época de Somoza, pero que siempre ha tendido a un gobierno de colaboración de clases, y los pequeñoburgueses colaboracionistas siempre se transforman en agentes del gobierno burgués y de la contrarrevolución democraticoburguesa.

Uno de los más grandes problemas a los que nos enfrentamos es que este movimiento político que es el FLSN se está transformando en el partido de masas mayoritario como consecuencia de su prestigio. Y no sólo esto, sino que, previendo ya las posibles luchas y rupturas en su interior, está tratando de hacer un gran partido hegemónico que garantice su política. Por ahora, si nos guiamos por los hechos objetivos y no por los discursos, ellos son la máxima garantía del régimen burgués y el soporte principal para instaurar una democracia burguesa contrarrevolucionaria a no muy largo plazo. Esta posibilidad se basa en la influencia que el FLSN tiene sobre el movimiento de masas. Así como vamos a denunciar al GRN como el enemigo frontal en todo el país, tenemos que denunciar al FLSN, todos los días, hora a hora, dentro del movimiento de masas.

Pero el FLSN es un fenómeno mucho más complejo que el actual gobierno. Se trata de extraordinarios héroes de la lucha de clases y de la revolución latinoamericana. Esto lo vamos a decir a voz en cuello, aunque se asuste toda nuestra Internacional. Lo vamos a reivindicar usando las palabras que usó Trotsky refiriéndose a Víctor Raúl Haya de la Torre: “Un buen demócrata es mejor que un mal socialista”.

Por principio, vamos a ser los más grandes defensores de su extraordinario papel y de su valentía. Vamos a aplicar el mismo criterio de Marx cuando dijo, refiriéndose a las grandes figuras de la revolución democraticoburguesa en Europa, sobre todo la francesa: “Eran cualquier cosa, menos burgueses limitados”. Y si viviera ahora diría lo mismo de Borge y Fonseca Amador: “Son cualquier cosa, menos pequeñoburgueses limitados”. Nos pondremos de pie ante ellos; los pondremos como ejemplo ante todos los luchadores democráticos y antiimperialistas de América latina; nos referiremos a ellos sistemáticamente como a los que dieron la vida por esa lucha.

Pero esto no quiere decir que ignoremos su política. El problema es encontrar la combinación de esa reivindicación ya histórica y de su papel en la situación actual y futura. Diremos, por ejemplo, que están bajando de su pedestal. Contra los sectarios diremos que ellos son los más grandes luchadores democráticos de los últimos tiempos en América latina, combinándolo con la denuncia de que ahora están apoyando a un gobierno burgués. Diremos que ellos son los que se jugaban la vida para sacar a Somoza. Pero los reivindicaremos como Fonseca Amador hizo con Sandino, diciéndoles que vamos a seguir más allá, invitándolos permanentemente a seguir adelante.

No puede ser de otra manera; ellos ya son parte de la historia; negarlos es negarla. Las calles de la futura Nicaragua socialista van a llevar, puestos por nosotros, los nombres de Fonseca Amador, Borge y muchos otros. Los vamos a considerar al mismo nivel que a Bolívar.

Pero el hecho de que dirijan al movimiento de masas es muy grave y requiere de nosotros actuar con mucha táctica. Lo dirigen por el pasado, por la tradición, por inercia, no por lo que están haciendo ahora ni por lo que proyectan. Utilizaremos el enorme peso de ese pasado para avanzar contra su funesta política actual de apoyar a un gobierno burgués, para ir contra ellos. ¿Qué significa esto? Que su peso e influencia no provienen del plan político actual sino de haber sido un movimiento que luchaba contra la dictadura con el apoyo de todo el pueblo. Y que, por lo tanto, van a surgir en su seno infinidad de corrientes, tendencias y personalidades que van a ir hacia adelante, es decir hacia la revolución obrera contra el GRN y el FLSN que lo apoya. Por eso decimos que nos apoyaremos en su pasado para combatir a muerte su política presente. Diremos “Adelante, adelante”, y esto irá contra el plan reaccionario, sin necesidad de decir “Abajo el FLSN”.

Pero “adelante” tiene que ser hacia un polo que aparezca nítidamente delineado. Tiene que ser claro que ahora se trata del poder nuevamente, que seguirá siendo burgués o será obrero. Sólo así llegará el momento de despejar la confusión típica de la pequeña burguesía. Nosotros sabemos que, como todo movimiento pequeñoburgués, no puede quedarse ahí, que irá inevitablemente hacia la revolución obrera o hacia la contrarrevolución. La única forma de que a esto lo entiendan cada vez más amplios sectores de masas es ofrecer una alternativa revolucionaria permanente, y esto sólo lo puede hacer un partido marxista revolucionario, trotskista, un partido que dé absoluta claridad y sepa dialogar con las masas.

Resumiendo este punto, podemos decir que nuestro más grande enemigo en el movimiento de masas es el FLSN, aunque —contradictoriamente— de allí saldrán nuestros aliados más importantes y quizá las figuras que harán la revolución socialista en Nicaragua.
7. El peligro de la borrachera revolucionaria

La revolución provoca una verdadera borrachera. Y así como todo borracho considera hermano a cualquier sujeto que encuentra por la calle y lo abraza, y pelea en cambio con el hermano verdadero, los militantes nos equivocamos muchas veces cuando vemos una revolución. Empezamos por abrazarnos entre todos los que intervinimos en ella y puede ocurrir que le demos la espalda al verdadero hermano.

El gran peligro de todo triunfo revolucionario es que se desdibujan las diferencias profundas, tajantes, antagónicas, tanto políticas como de clase, que existen entre los partidos oportunistas y el partido revolucionario, entre la burguesía, la pequeñoburguesía y el proletariado revolucionario. Y esto, ¿por qué? Hay que ver lo que es una revolución. Venimos de vivir comprimidos en la sociedad burguesa, donde no podemos hacer nada; queremos hacer un actito y tenemos que pedir permiso; si nos lo dan, tenemos que “dispersarnos en orden”; si venimos de países dictatoriales ni eso nos es permitido. Y de repente, nos entra una tonelada de oxígeno. Si queremos hacer un comité de fábrica lo hacemos; si queremos expropiar, expropiamos. Inclusive podemos tomar armas y formar una milicia. Todo parece fácil, cada día hacemos una milicia más, un sindicato más. El gobierno, aparentemente, nos da todo lo que le exigimos. Es entonces cuando creemos que la revolución va sobre rieles y que el único enemigo que tenemos es el que se fue, que todo nos une con el compañero oportunista y su partido, que todos somos revolucionarios, y que está bien unirse con el partido oportunista: ya que hicimos la revolución juntos podemos unirnos para seguir avanzando hasta hacer la revolución socialista. No hay que ser sectarios y mantener divisiones artificiales con los oportunistas que hicieron la revolución, pensamos. Esto es típico de la euforia de las primeras semanas posteriores a toda gran revolución. Trotsky escribió mucho para alertar sobre este peligro; dijo, por ejemplo, que toda revolución divide inevitablemente al partido revolucionario, por más grande que sea su dirección, entre los que quieren unirse con los oportunistas y aquellos a quienes la revolución hace más intransigentes que nunca contra los gobiernos burgueses y los partidos oportunistas.

El más grave error es creer que en esos momentos se trata solamente de empujar todos juntos, oportunistas y revolucionarios. Empujando solamente no se gana nada. Y en la etapa revolucionaria es cuando esta forma de pensar es más peligrosa. Es el momento en que, como decía Trotsky, el peso de una pluma puede volcar el platillo de la balanza para uno u otro lado. Es cuando nada tiene forma definitiva todavía y, por lo tanto, cualquier iniciativa puede ser tomada y prosperar. Pero, por eso mismo, hay que pensarla muy bien. En la etapa anterior, si erramos la caracterización pensando que no nos van a dar permiso para el acto y no lo pedimos, habremos hecho un acto menos; es un error, pero no cambia la relación de fuerzas. Pero en una situación revolucionaria un error puede significar perder la posibilidad de hacer un comité de fábrica, de ganar influencia en un sindicato o cosas peores, como las que ocurrieron en Bolivia, a lo que ya me voy a referir.

Es el momento en que el factor subjetivo, el partido, pesa más que nunca. Para ese momento es que lo construimos; para actuar en esas situaciones es que estudiamos tanto, que hacemos teoría, comparamos programas, estudiamos economía, filosofía; discutimos documentos. Y sólo en esos momentos tiene importancia decisiva; porque el papel del partido es decisivo cuando la situación es revolucionaria, cuando hay que llevar una lucha mortal contra los partidos oportunistas, agentes de la burguesía y el imperialismo dentro del movimiento revolucionario. Pero, repito, cuando llega ese momento, la borrachera del triunfo nos hace olvidar de todo esto que estuvimos analizando años y creemos que la cosa es fácil, muy fácil, que sólo hay que empujar, dejarse llevar por la marea revolucionaria.

Sin embargo, es el momento más difícil. Es cuando hay que hacer más teoría, política y programa que nunca, porque enfrente tenemos a la burguesía y a los partidos oportunistas al acecho para hacer retroceder a la revolución; ellos, que tienen reflejos de siglos para advertir cuando su suerte está en juego. Para ellos el pensar qué hacer para aplastarnos no es secundario. Nada de “empujar”, sino desplegar astucia y política contrarrevolucionaria. Piensan constantemente adónde van, con qué programa y táctica [actúan] para frenar la revolución.

Y para nosotros es también el momento de diferenciarnos claramente de las otras corrientes políticas, del oportunismo, que lleva a la confusión, a una política de colaboración de clases, al movimiento obrero. Es cuando más difícil resulta porque nos parece que todos están empujando juntos (socialistas, stalinistas o, en el caso de Nicaragua, el FLSN).

Las masas revolucionarias deben distinguir con toda claridad la política intransigentemente revolucionaria del partido, un partido trotskista que las educa en todos los aspectos y que es el único que puede hacer la revolución obrera contra los explotadores y los partidos oportunistas. Y no una revolución obrera dirigida por la burocracia, sino basada en la democracia revolucionaria.
8. Varios ejemplos históricos

Muchos ejemplos históricos demuestran lo que les vengo diciendo. El primero y principal fue el del Partido Bolchevique. La dirección del Partido Bolchevique se dividió tajantemente después de la revolución de febrero: la mayor parte de la dirección y de los cuadros de provincia abogaban por no denunciar sistemáticamente al gobierno burgués que había surgido de la revolución y por unificarse en un solo gran partido socialista con los mencheviques. Lenin fue el líder de la otra ala, la que exigía una denuncia permanente del gobierno y de los partidos oportunistas: mencheviques y socialistas revolucionarios. Pero sigamos con otros ejemplos.

Trotsky criticó duramente a Nin por haber sido víctima de esta borrachera. Creo que debemos hacer un alto para recordar lo que pasó en España. En Barcelona el movimiento obrero había triunfado, había derrotado a Franco, y existían muchas, muchísimas posibilidades de extender esto a toda España. Toda Cataluña quedó en manos del movimiento obrero; se expropiaron todas las fábricas. Los anarquistas, teniendo toda la economía en sus manos, fueron a ver a Companys, la máxima figura de la burguesía catalana, para decirle que tomara el poder, y él no lo quiso; les dijo: “ [Pero] si es de ustedes”. Finalmente, Companys aceptó, dejando en manos de anarquistas y poumistas la conducción de la economía.

¿Cómo pensaban los poumistas y los anarquistas? Se decían: “Cuando nos enteramos de que Nin y Diego Abad de Santillán dirigían toda la economía, que todas las fábricas eran nuestras, respiramos tranquilos”. Claro, dos grandes economistas unidos, uno anarquista y otro marxista, hicieron maravillas: produjeron más que bajo la etapa burguesa; introdujeron el control obrero; tenían planes fabulosos. Eso era cierto, pero también era cierto que la contrarrevolución no estaba liquidada; que desde el gobierno de Companys seguía armándose. En esto no pensaban ni los anarquistas ni los poumistas, ya que Companys les debía el gobierno y no tenía ninguna fuerza.

En Aragón fue más grave. Allí la borrachera produjo una locura. El periodista argentino José Gabriel cuenta que, cuando entró con su automóvil a una provincia agrícola y fue a pagar la gasolina, le dijeron: “No compañero; acá está la columna Durruti; acá no se paga nada; si quiere comer vaya al restaurante, que es gratis”. No sólo habían eliminado el dinero, sino que todos los días ajusticiaban burgueses, monjas, curas y terratenientes. Era una sociedad comunista perfecta. Pero, mientras tanto, ¿qué estaban haciendo los republicanos y Companys con su gobierno burgués? Un ejército regular; estaban preparando la primera parte de su plan para aplastar al movimiento obrero.

Stalin mandaba armas, pero sólo para el PC. Es decir, sólo estaba armada la corriente que opinaba que tenía que gobernar la burguesía. El PC y Companys empezaron a plantear que tenía que haber mando único, ejército único. Empezó una campaña mundial diciendo que Durruti era díscolo, que todos los anarcos eran indisciplinados y que por eso se iba a perder la guerra. Así llegó mayo de 1937; la gran masacre obrera de Barcelona. Se terminó Aragón anarquista, se terminó todo, volvieron los capitalistas privados: triunfó la contrarrevolución. Y triunfó primero en el terreno militar, “aspecto” en el que los revolucionarios no habían pensado, llevados de la mano por esos gobiernos republicanos débiles, cuya única fuerza parecía ser la que le habían otorgado los líderes obreros.

Nin se había hecho frentepopulista con el razonamiento de que “a mí lo que me interesa es que todas las fábricas sean de los obreros y las dirija yo que soy revolucionario; qué importa si apoyo a este gobierno burgués. Para qué quiero estar en el gobierno si en Cataluña nosotros hacemos soviets todos los días; si donde nos enteramos que hay un terrateniente o un capitalista lo barremos”. Ésta era la otra cara de la contrarrevolución. Por eso Trotsky le pegaba tan fuerte; porque mientras él pensaba así, en Madrid planeaban qué día y cómo lo matarían. Es la experiencia trágica que terminó con la vida de Nin. Se mareó, se emborrachó y no le dio importancia a la lucha mortal contra el gobierno burgués de turno y los partidos oportunistas que lo apoyaban. No le dio importancia a la feroz e intransigente lucha del partido revolucionario contra los partidos reformistas en el seno del movimiento obrero.

La otra gran tragedia ocurrió en Bolivia. En España, el POUM era fuerte solamente en Cataluña. Pero en Bolivia el trotskismo era una potencia nacional. El Congreso de la COB —con Lechín al frente— votó que la teoría y el programa de la revolución boliviana y de la COB era el de la revolución permanente de Trotsky. Saludó a los trotskistas como a los maestros de la revolución boliviana, y les dio el periódico de la COB para que escribieran. Los trotskistas escribían, ¡ah!, ¡cómo escribían! Y Lechín les decía: “Escriban más, ¡más!”. Nos hicimos sus consejeros y “escribidores” como diría Vargas Llosa; íbamos a todas partes con él.

El proletariado se armó; se destruyó al ejército y, al igual que en Nicaragua, se abrió una situación de poder dual. Entonces, Paz Estenssoro y el imperialismo yanqui se dieron cuenta de lo que iba a ocurrir y, al revés que en Cuba, se prepararon. Dijeron: “Esta contrarrevolución hay que hacerla con mucho tiempo y cuidado”. Y resolvieron que la derrota del proletariado pasaba por el calibre de las balas. El imperialismo yanqui preparó una contrarrevolución a diez o quince años. Dejó que todo el mundo siguiera armado, que expropiaran las minas, que repartieran la tierra al campesinado. Los mineros comenzaron a ganar buenos salarios y, para pagar esos sueldos extraordinarios, el imperialismo daba un crédito tras otro, y —como la otra cara de su plan— comenzó a organizar un nuevo ejército regular. Lo educó en Panamá y le proporcionó armas más sofisticadas y modernas que las que tenía el proletariado. Junto con esto, aconsejaba que no usaran uniforme por la calle. Su cálculo era que en cinco o seis años, por el ritmo con que acostumbraban disparar y por la desorganización, las milicias gastarían todas sus balas, o sea que quedarían desarmadas. Las usaban en peleas fraccionales, en atacar terratenientes, y el imperialismo se decía “que se disparen muchos, muchos tiros por los milicianos obreros”. Mientras tanto, para que Paz Estenssoro no tuviera problemas económicos, seguían proporcionándole la ayuda necesaria.

Y nuestros compañeros, ¿qué hacían mientras tanto? Seguían borrachos. Paz Estenssoro fue a una asamblea gráfica y el dirigente, que era de izquierda, lo trató de representante de la pequeña burguesía ambigua, cobarde, agente del imperialismo. Y Paz Estenssoro se reía y todos votaban que el presidente de la República era lo último que había. Esto hacía que nuestros compañeros pensaran que no había necesidad de enfrentar y liquidar un gobierno tan débil. Ni lo consideraban enemigo; pensaban que no existía, que ellos dominaban todo.

Los trotskistas de Moller entraron por esta variante y hasta comenzaron a decir: “¿No nos convendría reivindicarnos del MNR?”, como podría ocurrir hoy en Nicaragua con el FLSN. Hubo un ala que hizo entrismo, la de Moller, y se disolvió en el MNR. La otra dio su apoyo crítico al MNR. Por orden de Pablo y Mandel, se hizo de todo, menos la delimitación fundamental: “El gobierno es burgués; por lo tanto es contrarrevolucionario y nuestro enemigo mortal; hay que hacer una revolución contra él”. ¿En qué terminó toda esta política trotskista de apoyo al MNR? Terminó en Banzer. Sí, camaradas: Banzer es la continuación de Paz Estenssoro; la culminación lógica a la que apostó el imperialismo yanqui. Terminó, como todas las revoluciones que no triunfan, que no liquidan al “débil gobierno burgués”, en una contrarrevolución.

El trotskismo debió haber hecho un sencillo razonamiento: “El gobierno de Paz Estenssoro es nuestro enemigo mortal; matémoslo antes de que avance o nos matará a nosotros; acabemos con él y tomemos el poder”.

Lo mismo tenemos que hacer hoy en Nicaragua. No nos engañemos por las concesiones del GRN, por los modales de Violeta Chamorro. Es muy simpática, muy chic, educada en París, pero por eso mismo más contrarrevolucionaria. Cuando le toque reprimir será un monstruo. Reprimámosla nosotros antes. Cumplamos el papel del partido revolucionario, trotskista, que es ver las perspectivas, y alertar al movimiento de masas, y ganarlo para derrocar al gobierno burgués. Y si es débil, mucho mejor: lo volteamos con menos esfuerzo.
9. Un esquema honesto que nos lleva al... oportunismo

Nicaragua no será distinta a Bolivia si no surge un partido revolucionario. El actual gobierno y el FSLN están comprometidos con el imperialismo, el stalinismo, la socialdemocracia y la burguesía nacional para hacer la contrarrevolución democraticoburguesa.

Algunos compañeros piensan en forma diferente: que el FSLN no traicionará a las masas y que el GRN no es peligroso, [que no es] el centro de la contrarrevolución. Como en política no se puede hacer nada sin construir una ideología que la justifique, se empieza siempre por construir una estructura hipotética ingeniosa. En el caso de Nicaragua es la siguiente: “Hay un gran ascenso; el movimiento de masas empuja; los dirigentes del FSLN son buena gente y revolucionaria, pero están confundidos; ellos quieren una revolución obrera y socialista, pero creen poder lograrla por la conciliación con la burguesía y el imperialismo [como la izquierda del MNR de Bolivia y los anarquistas y poumistas catalanes]. Nosotros tenemos que ser los que más empujemos para que su confusión se aclare y hagan el gobierno obrero y campesino. Para eso, no tenemos que delimitarnos del FSLN; tenemos que empujar juntos, lealmente, con la heroica dirección del FSLN, y así les iremos aclarando el camino y vamos a llegar al triunfo de la revolución socialista. Es casi seguro que el gobierno y el FSLN desemboquen en un gobierno obrero y campesino; ya ha habido muchas revoluciones donde ocurrió así: corrientes pequeñoburguesas se han visto cada vez más obligadas a ir a la izquierda y tomar el poder. Esta gente del FSLN, lo sepa o no, va en un bus que dice “Fin del viaje: poder y revolución obrera”. No seamos tarados y, en lugar de quedarnos en la acera criticando al bus, subámonos a él. Dará muchas vueltas, pero el recorrido termina allí”.

Discrepamos con esta construcción ideológica por varias razones. Primero, hay que distinguir entre lo que es teóricamente posible y la política actual, concreta. No descartamos la posibilidad teórica de que el FSLN vaya hacia un gobierno obrero y campesino. No descartamos, por ejemplo, que haya una Constituyente; que el FSLN gane las elecciones; que entonces nosotros podamos presionar mucho, se agarren a tiros con la oposición burguesa, tomen el poder, rompan con la burguesía y hagan una revolución obrera. Pero si hoy basamos toda nuestra política en que va a haber Constituyente, en que el FSLN va a ganar las elecciones, tomar el poder e inaugurar un gobierno obrero y campesino, seríamos una mezcla extraña de oportunistas, idiotas y suicidas.

Ha habido muchos casos de gobiernos obreros y campesinos, pero con ellos ha pasado algo parecido a lo que pasa con la guerrilla. Todos los triunfos se dieron en estos casos por factores internacionales, como ya vimos. Siempre tuvieron enfrente al imperialismo oponiéndosele, obligándolos a ir hacia la izquierda. En cambio, una revolución más avanzada que ninguna otra, que casi había llegado a obrera, como fue la boliviana, volvió para atrás porque el imperialismo yanqui no la enfrentó y negoció apelando a las direcciones pequeñoburguesas y burocráticas del movimiento obrero.

En Nicaragua no existe una oposición frontal del imperialismo al FSLN; por el contrario, lo apoya. No hay perspectivas inmediatas de enfrentamiento. No descartamos que esto pueda darse, pero la posibilidad inmediata es la de frente único para frenar la revolución. Desde ya, con esto no quiero decir que considero necesario o que me alegraría que el imperialismo amenazara ahora a Nicaragua. Sólo estoy señalando un hecho objetivo: el papel que cumplen las amenazas enemigas, las críticas, los peligros, los obstáculos. Si no existen, el del FSLN será un camino más llano, sus contradicciones serán menos evidentes para las masas, lo que le permitirá aplicar más fácilmente su programa contrarrevolucionario. Entonces, sólo nosotros podemos dirigir la revolución. Debemos atacar al FSLN y movilizar a las masas contra el GRN. Por esa vía se va a dividir posiblemente el FSLN y muchos de sus militantes vendrán hacia nuestras posiciones. Si esto ocurre, seguramente no va a significar que somos superiores, que podemos dirigir todo solos. No debemos cometer el error sectario de creer que nuestro partido va a ocupar el lugar del FSLN en la conciencia de las masas en pocos meses. Por eso, tenemos que decirle al FSLN, mientras lo atacamos por su política de colaboración de clases, que tiene que romper con la burguesía y gobernar solo para desarrollar la revolución socialista.

Pero esto sólo lo podemos lograr si no actuamos teniendo la hipótesis teórica de que el FSLN va a tomar el poder y va a hacer la revolución obrera. Sólo actuar políticamente tomando en cuenta la realidad actual: el FSLN es el soporte principal del gobierno y el sistema capitalista en Nicaragua. Sólo una intensa movilización de masas contra la burguesía y su gobierno podrá lograr que el FSLN rompa con los capitalistas. Es decir, aun para lograr esta variante teórica más que hipotética es imprescindible no tenerla como variante política, porque se nos puede dar vuelta: hacer que terminemos sirviendo a un gobierno frentepopulista, de colaboración de clases. Y todo esto, por apoyar a un partido reformista convicto y confeso.

Esta hipótesis sostenida por algunos compañeros, es global, teórica-política, pro FSLN. Ellos dicen: “Si el proceso objetivo va cada vez más a la izquierda, si va llevando al FSLN a un gobierno obrero y campesino y después a una revolución obrera, podemos dejar de lado las cuestiones propagandísticas e ideológicas; no digamos que somos trotskistas, así podemos avanzar junto a ellos hasta la revolución obrera”. Y pasan a la práctica diciendo, por ejemplo, “no debemos sacar un periódico. ¿Para qué nos vamos a poner nosotros a dar línea si el FSLN va a dar una cada vez mejor si militamos al lado de ellos?”. Entonces es cuando se comienza a colaborar con el FSLN, que a su vez colabora con el imperialismo y la burguesía. Por carácter transitivo, esos compañeros están colaborando con el imperialismo y la burguesía. ¿Por qué? Porque si viniera una ocupación de tierras nosotros deberíamos decir a los campesinos: “Esta ocupación la logramos gracias a nuestra movilización; no nos las dio el gobierno, que es burgués, sino que se la arrancamos”. Y esto es imprescindible; no basta con la movilización para educar. Nuestra obligación número uno es meter en la cabeza de cada trabajador que “el Gobierno de Reconstrucción Nacional es el enemigo principal, hay que voltearlo y nada se consigue sin movilización”. Si no hacemos esta campaña, entramos en el juego del FSLN de la institucionalización del gobierno burgués, [estamos] haciendo frentepopulismo; estamos de hecho en la misma tribuna frentepopulista del FSLN. Si no decimos que cada conquista es producto de la movilización, estamos sosteniendo la mentira del FSLN de que el gobierno burgués es el que otorga las conquistas.

Por eso, es indispensable un partido revolucionario que denuncie al FSLN y a su gobierno burgués, que eduque a las masas en la necesidad de enfrentarlos y de movilizarse sin tregua hasta derrocar al GRN y tomar el poder.
10. ¿Qué programa nos damos?

En Colombia somos los campeones de utilizar al máximo las mínimas posibilidades que se nos abren. El nuestro es un partido casi milagroso. Hay muy poca lucha de clases; casi no hay ascenso obrero y estamos haciendo un fuerte partido.

En Nicaragua pecamos por lo opuesto. Las oportunidades nos acosan; en lugar de agarrarlas nosotros a ellas, las oportunidades nos agarran a nosotros, nos dejamos llevar por ellas. Los burgueses tienen miedo de que les quememos las casas y nos las entregan preventivamente; podemos construir decenas de sindicatos; existen reales posibilidades de armarnos; armar milicias, etcétera. En fin, todo lo que acá es anormal, allá es normal. Pero ése es el peligro: dejarnos llevar por las oportunidades o enloquecernos con ellas. Entonces la cuestión es por dónde empezamos; tenemos que hacer una elección difícil.

Primeramente, es necesario reconocer que, si queremos aprovechar todas las posibilidades a un tiempo, vamos a un desastre. No podemos hacer trabajo en todos lados: la milicia, el ejército, el movimiento obrero, campesino, barrial, o el FSLN. Más que nunca en este momento cabe recordar la famosa frase de Lenin sobre el primer eslabón de la cadena. Es decir, con qué consignas-eje salimos mañana y qué organizaciones tratamos de desarrollar para que lleven adelante esa política.

Los trotskistas somos los campeones de la lucha por la satisfacción de las necesidades mínimas, inmediatas, de las masas. Cualquiera de nuestros periódicos refleja eso semana a semana: aumento de salarios, no a las alzas de precios, exigencias a la patronal para que garantice la seguridad. En Nicaragua también tenemos que empezar por ahí. No sea que por estar ante la posibilidad de crear organizaciones que le disputen el poder a la burguesía, nos olvidemos de que los obreros tienen que comer y tener techo. Estamos ante millones que perdieron casi dos meses de salarios, mientras daban la vida sin chistar. La primera consigna que vamos a agitar desde hoy es, entonces, la de Pago de los días perdidos . A ésta se le deben agregar todas las otras que garanticen en forma inmediata vivienda, comida y asistencia médica gratuita para todos los trabajadores. Esta tanda de reivindicaciones es en Nicaragua un problema más candente aún que en nuestros países, porque el gobierno tratará de hacer que la “reconstrucción”, en este caso capitalista, caiga, como siempre, sobre las espaldas de los trabajadores. No se puede admitir; lo que pedimos es lo mínimo que tiene que estar garantizado para la población, y no trabajando más horas o cosas por el estilo sino desde el vamos.

Ahora veamos el problema de las organizaciones. Dijimos [estamos] que en una etapa transicional, muy dinámica, de formación de las organizaciones del movimiento de masas. Esta es la gran oportunidad que hay que utilizar con todo. Nuestra tarea es intervenir de lleno en ese proceso. Pero agarrando de él el primer eslabón. ¿Cuál es? Yo creo que son las organizaciones de base obreras y campesinas y, sobre todo, las del proletariado industrial y agrícola. Hay que hacer principalmente comités de obreros y campesinos, pero también sindicatos.

Y hay que darle mucha importancia a las milicias de estas organizaciones obreras y campesinas. Es decir, tenemos que construir comités obreros como parte de ellas. Hacemos un sindicato agrario, con su milicia. Hay que invertir el proceso: no milicias del FSLN sino milicias de las organizaciones del movimiento obrero y campesino. Por ese camino, llegar, si podemos, hasta soviets, aunque no se llamen así. Que florezcan por toda Nicaragua los comités de base, que sean democráticos. Desarrollemos la libre iniciativa del movimiento de masas, organizado en comités que reflejen esa voluntad revolucionaria. Hay que lograr sindicatos obreros y campesinos, como también del proletariado agrícola, en toda Nicaragua. Pero esta tarea es sólo una cara de la moneda.

La otra, su complemento, es ir centralizando esos comités y sindicatos de base en grandes centrales. La revolución sandinista replantea la organización del movimiento de masas sobre nuevas bases: las del triunfo sobre Somoza. Entonces, tienen que ser organismos de clase que reivindiquen como de ella [, de la clase obrera,] ese gran triunfo democraticoburgués. Gracias a ese gran triunfo revolucionario democrático, es que se pueden hacer sindicatos masivos y grandes, centrales que posiblemente sean revolucionarias. Se abre un nuevo proceso del cual nosotros nos reivindicamos parte. Queremos nuevos sindicatos, nuevas direcciones para llevarlos a que se transformen en sindicatos revolucionarios; es decir, estamos contra los viejos sindicatos y las viejas centrales [, estamos] por otros nuevos.

Pero todo esto no quiere decir que estemos a favor de la intervención estatal ni de la central única de manera absoluta, como quiere el FSLN, que trata de controlar las organizaciones del movimiento obrero y campesino a través del Estado. Cuidado con esto, porque estamos en un Estado burgués. No le demos armas al FSLN que después vayan contra nosotros. Que sigan existiendo todas las centrales que quieran construir los trabajadores, aunque nosotros impulsemos ésta o aquélla. Mucho cuidado con caer en la línea de una central única sandinista protegida por el Estado, porque si bien durante una etapa nos puede servir, estamos sentando un precedente que siempre, en última instancia, irá contra nosotros, que es el control estatal del movimiento obrero y sindical. No queremos ningún reconocimiento que no sea el que conquistemos ante el movimiento de masas. Veremos quién tiene más fuerza; haremos elecciones; l

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