“El
alimento del cerebro, según lo muestra toda la investigación
neurobiológica actual, es en gran parte, si no totalmente, el estimulo
de la palabra, el afecto, la contención emocional, la interacción con
los semejantes, el desarrollo del conocimiento, las condiciones
sociales y culturales que alimenten el deseo, la creatividad y la
ilusión.”(Galende, 2006)
Entonces,
¿Qué perspectivas de recuperación encuentran los sujetos internados en
instituciones psiquiátricas, en las cuales este “alimento” del sustrato
biológico es suplantado principalmente por psicofármacos, en un marco
de encierro, control y vulneración de los derechos humanos? ¿Cómo es
posible atender la complejidad propia de la salud mental, tomando una
parte por el todo, y aproximándose al sujeto desde un abordaje
biológico, individual y enfocado exclusivamente en la enfermedad?
Estos
contrasentidos aparentes, aparecen como una problemática recurrente en
las instituciones psiquiátricas argentinas, y particularmente, en el
Hospital Neuropsiquiátrico Provincial de Córdoba, en el cual se enmarca
el presente trabajo.
Bajo
una lógica de la psiquiatría positivista, que degrada al sujeto a la
categoría
de objeto de conocimiento,
despojándolo de sus derechos, de su palabra y de su subjetividad, no es
de extrañar que los espacios de circulación de la palabra sean una de
las carencias mas evidentes de la institución y que la fragmentación
comunicacional sea una realidad compartida por todos los actores del
hospital. En este contexto, cobra pleno sentido la instauración de un
dispositivo de radio abierta como una práctica innovadora, como un
incentivo al despliegue de la comunicación y como un espacio
privilegiado para restituir la palabra a sujetos tradicionalmente
acallados por la lógica manicomial.
La
radio “Los Inestables”, enmarcada en una perspectiva
desmanicomializadora y fundada en una ética del reconocimiento del
otro, se presenta como una alternativa válida para la inclusión de “lo
social”, en tanto dimensión fundamental desde una concepción amplia de
la salud mental. Desde esta perspectiva no se aborda al sujeto
enfocándose solo en su enfermedad, sino que se lo considera en toda su
complejidad, como un sujeto participante de hecho y de derecho,
privilegiando sus capacidades, sus potencialidades, y principalmente,
“su voz”.
Nombrarnos como “Inestables” implica
pensar a la salud no como un estado, sino como un proceso y en tanto
proceso, complejo, cambiante, inacabado e “inestable”, lo cual
contribuye a dejar de lados las etiquetas estigmatizantes que instauran
diferencias insalvables entre la locura y la supuesta normalidad,
y a erigir como estandarte de lucha desmanicomializadora la
mentada noción del “no hay no loco”.
A
su vez, organizar el espacio de radio (de dos horas semanales) bajo una
modalidad de radio abierta, es congruente con todo este
planteamiento, dado que esta “apertura” pretendida trasciende los
aspectos meramente técnicos de lo radial, para constituirse en un
sinónimo privilegiado de libertad de participación, igualdad de
oportunidades e integración de diversos actores sociales. Estas
características esenciales se ven facilitadas por el hecho de que la
radio transcurre en el patio del hospital, al aire libre, lo cual
posibilita la libre transición de los sujetos interesados en participar
del mismo. Además, si bien es coordinado por un grupo de trabajadores
de la salud mental, promueve la participación activa de sujetos en
situación de internación, ex–internos y miembros de la sociedad toda,
tanto en la construcción del espacio como en el devenir de los
sucesivos encuentros, dado que busca la implicación en un proyecto
colectivo, en una tarea grupal que se pretende inclusiva allí donde
reina la exclusión como única alternativa.
Al
estar ubicada en un hospital que atiende personas con padecimientos
agudos, los grupos que van
transitando por la radio están signados por la heterogeneidad y la
variabilidad, a causa del recambio y la movilidad permanente de los
sujetos internados. Esta situación lleva a la necesidad de responder
con un formato lo menos estructurado posible que haga lugar a las
demandas, inquietudes e intereses de los distintos grupos,
atendiendo a sus particularidades. Aun así, y sin dejar de lado la
espontaneidad, la naturalidad y la improvisación como rasgos
distintivos de estos encuentros, surge la necesidad de contar con algún
tipo de soporte material que organice la actividad, y que
permita respetar los momentos de cada uno, ordenando la
participación. Esto se materializa en la incorporación de un pizarrón,
en el cual se plasma una grilla de las secciones o segmentos propuestos
para cada encuentro: presentación, debates, opinión, música, etc.
El
hecho de que todos los sujetos tomen parte en la organización de la
programación de cada día, refleja el imperativo de la horizontalidad
que se erige como otra de las premisas fundamentales de este trabajo y
que actúa a favor de la conformación de vínculos interpersonales,
usualmente obstruidos por las relaciones de poder verticalistas que
priman en la institución, y que, conjugadas con una mirada
individualista del sujeto, como un ente biológico aislado de su
entorno, genera situaciones de aislamiento y pérdida de la vida social.
Pero ¿encuentra esto algún tipo de justificación en un establecimiento
que trabaja con sujetos en su mayoría diagnosticados de psicosis, la
cual supone precisamente dificultades a nivel social? ¿O
estaría más bien“configurando una situación de vida
institucional que reproduce y agudiza los rasgos mismos de la
enfermedad”? (Galende, 2006). Ante esta situación,
creemos que la radio aparece como un instrumento válido que produce un
quiebre al sacar al sujeto de ese aislamiento, ofreciéndole como
alternativa un entramado de relaciones interpersonales simétricas,
donde los contactos significativos con otros abren posibilidades
renovadas de subjetivación.
En esta línea, los efectos terapéuticos
que puedan llegar a surgir, no son consecuencia de haber pensado a la
radio como un dispositivo eminentemente clínico, sino que deben su
fundamentación a una concepción amplia de la salud mental que destaca
la importancia del aspecto social como inherente a la complejidad de
todo sujeto. Es decir, que lo “terapéutico” no es pensado a nivel
individual en tanto “rehabilitar al sujeto para la sociedad”, sino que
se orientaría más bien a “rehabilitar lo social para el sujeto”.
Queremos destacar
que la radio no solo se ofrece como un espacio de comunicación entre
personas, sino también como un espacio de visibilización de las mismas
gracias al uso del micrófono y los altoparlantes. Decimos esto,
convencidos de que ellos contienen una carga simbólica que trasciende
su mera función de amplificar los sonidos, para constituirse
en elementos privilegiados que materializan, de modo efectivo y
contundente, las voces de los pacientes en el escenario institucional.
La potencia de una voz que se impone sobre el resto, desgarra el
velo manicomial que invisibilizaba la palabra de estas personas y
contribuye a rescatarlas de la pasividad en que se hallaban sumergidas,
para restituirlas como sujetos del discurso con plena capacidad de
expresarse.
Jugando
con un deslizamiento de sentido, podemos decir que la voz transmitida
por los “altoparlantes” simboliza la legitimación como sujetos que
tienen no sólo la capacidad, sino el derecho de “parlar alto” y de que
realmente se los escuche. Por todo lo mencionado, creemos que es
posible pensar en el recurso del micrófono y los altoparlantes como
herramientas de empoderamiento, considerando junto con Galeano (s.f)
que “poner en palabras realidades ocultas puede ser el inicio
de la liberación, sobre todo cuando las cadenas están
hechas de silencio.”
La
radio “Los Inestables” actualmente no esta siendo difundida en ninguna
frecuencia modulada debido a cuestiones organizativas, pero se están
grabando todos los programas y aunando esfuerzos para que en un futuro
inmediato se pueda cumplir con este objetivo fundamental ya que
concebimos el “salir al aire” como un “salir a lo social”; y esta
promesa resulta movilizadora dado que, como bien sostiene Mannoni
(1979) “Poner a la locura en conocimiento del público anula
los efectos de exclusión ligados al poder de quienes ostentan el
secreto.”
De
este modo, contribuye a romper con el imaginario social que gira en
torno a la locura y a derribar aquellos mitos y contra-mitos que forman
una imagen del loco-peligroso, del loco-tonto para mostrar que en
realidad este “loco” segregado y discriminado por la sociedad, no es
mas que un sujeto como cualquier otro, con convicciones, sentimientos,
anhelos, potencialidades y principalmente con derechos a ser respetados.
Conclusión
La
radio “Los Inestables” aparece como un movimiento
instituyente, como un dispositivo liberador, inclusivo y expresivo que
viene a cuestionar, a “desestabilizar”, lo instituido por una lógica
manicomial que perpetúa el encierro, la exclusión y el silencio.
El
funcionar dentro del hospital -con la participación de personas
internas y externas a él- y el difundirse afuera -en
distintos ámbitos de la sociedad- posibilita un doble movimiento de
apertura, que por un lado, fortalece los lazos de la sociedad con
personas tradicionalmente segregadas de ella, y por otro, debilita el
imaginario social sobre la locura que justifica su marginación.
Por
todo ello, creemos que la radio se constituye como una práctica
legítima en los movimientos de desmanicomialización, ya que actúa como
una herramienta que permite franquear los muros, institucionales y
mentales, hasta que éstos finalmente desaparezcan.
Bibliografía
Galende,
E (2006) El sufrimiento mental: el poder, la ley y los
derechos. Buenos aires: Lugar Editorial.
Mannoni,
M (1979) Las paradojas de la teoría como saber. En La
educación imposible.Buenos Aires: Ed. Siglo XXI.