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El pronunciamiento colonial cruceño de 1810 y la Batalla de El Pari
Por Fuente: Emilio Hurtado Guzmán - Friday, Jan. 06, 2012 at 12:08 PM

Esta es la historia de la lucha contra la opresión y por la liberación de las cadenas de la dominación colonial en Santa Cruz de la Sierra, durante la Guerra de la Independencia. Escrita en homenaje a los centenares de soldados plebeyos: indígenas, negros y mestizos, que con valentía dieron sus vidas en la Batalla de El Pari, para forjar una patria libre de las formas de explotación coloniales e inhumanas como la encomienda y la esclavitud.

En este trabajo, veremos cómo y por qué estaba conformada de ese modo la sociedad colonial en Santa Cruz de la Sierra en 1809, año de la Revolución de Chuquisaca; también, cómo actuó y cuál fue la posición de la clase dominante frente a los deseos de libertad de las clases oprimidas. Por último, veremos la participación de las clases oprimidas en la Batalla de El Pari, la más sangrienta de toda la Guerra de la Independencia en América Latina.

Disminución de los indígenas encomendados

Si bien la ciudad de Santa Cruz había nacido en 1561 con el sometimiento de 60 mil indígenas repartidos entre 90 españoles bajo el sistema de la encomienda, con el pasar de los años el número de indígenas encomendados disminuyó de manera significativa. La principal razón de esta disminución fue la venta de indígenas en calidad de esclavos en las minas de Potosí.

De esta manera, en 1574 sólo quedaban 16 mil indígenas encomendados en las haciendas cruceñas y en 1620 apenas mil. Además, los cruceños durante gran parte de la época de la colonia realizaron constantes correrías o maloqueos que eran asaltos a las aldeas chiquitanas y moxeñas con el objetivo de cazar indígenas para venderlos como esclavos.

Así, centenares de indígenas hombres, mujeres y niños, eran llevados a las minas de Potosí encadenados y otros amarrados con gruesas cuerdas entre sí, donde cada uno era vendido a un precio promedio de 100 pesos, mucho más barato que un esclavo negro que costaba 500 pesos. Aunque la mayoría de los esclavos indígenas en las minas de Potosí apenas sobrevivía un par de semanas a causa del brusco cambio de clima y de la sobreexplotación a la que eran sometidos, siempre fue rentable su adquisición para la minería de la plata y por lo tanto un negocio de primer orden para los cruceños.
Intento de alzamiento indígena-negro en 1809
En 1809 la población de la ciudad de Santa Cruz y sus haciendas era de 10.672 habitantes. De estos el 40 % eran cruceños, es decir, eran la clase dominante blancoide colonial descendientes de los conquistadores españoles que tenía derechos, haciendas e indígenas encomendados a su servicio; el 38 % eran mestizos (una parte eran cambas y otra de procedencia andina), que eran libres pero que no tenían derechos; y apenas el 20 % eran indígenas encomendados, es decir, que no eran libres sino subyugados al sistema de la encomienda. Por último, había una pequeña población de esclavos negros que conformaba apenas el 1,4 % del total de la población. Estos últimos habían llegado desde el Brasil, huyendo de la esclavitud paulista habían encontrado la esclavitud en las haciendas cruceñas.

Si bien los indígenas encomendados y los esclavos negros eran una minoría en Santa Cruz, eran ellos los que más anhelaban la libertad porque no la tenían. En las haciendas sujetos a sus amos, siempre fueron tratados peor que animales, y mantenían en su memoria las crueldades con que eran trasladados sus hermanos al occidente para morir allí. Además, el sistema de la encomienda en Santa Cruz era una suerte de esclavitud, la única diferencia con ésta era que el encomendero no podía vender a su encomendado, aunque los cruceños lo hicieron innumerables veces durante todo el proceso colonial sacando indígenas de sus haciendas para venderlos en Potosí.

Cuando las noticias de la Revolución de Chuquisaca de mayo de 1809 llegaron a Santa Cruz, y las sirvientas se enteraron de estas escuchando las conversaciones de sus amos, pronto la esperanza de alcanzar la libertad se esparció entre los indígenas encomendados y negros esclavos, quienes esperaron un pronunciamiento a favor de la libertad por parte de los cruceños. Sin embargo, los cruceños tenían una posición totalmente opuesta, eran partidarios de la Corona española y de mantener sus privilegios coloniales, por lo tanto en Santa Cruz no pasó nada. Murió de vejez el Subdelegado Antonio Vicente Seoane de los Santos y asumió como subdelegado el realista Pedro Toledo Pimentel.

Frente a esta situación, los indígenas y negros decidieron iniciar ellos la Revolución en Santa Cruz por su propia cuenta. A la cabeza del negro llamado Franco y del indígena José Joaquín, un grupo de encomendados y esclavos se reunieron secretamente en la hacienda del encomendero José Salvatierra para planificar el alzamiento. Era agosto de 1809. El alzamiento tenía que ser amplio, entre todos los encomendados, los esclavos y los indígenas de algunas reducciones jesuíticas cercanas, pero lastimosamente fueron descubiertos por los cruceños. Franco y José Joaquín fueron arrestados y llevados a Charcas para ser juzgados. Franco pudo escapar en el camino.

El pronunciamiento colonial de los cruceños
El intento de alzamiento de indígenas y negros, preocupó a los cruceños quienes temían perder el control de sus encomendados y esclavos y ser rebasados por su lucha y sus deseos de libertad.

Ya en 1810, llegaron del Fuerte de Membiray Antonio Suárez, comandante de dicho fuerte, y el sacerdote José Andrés Salvatierra, quienes eran partidarios de la independencia. Poco después llegó Eustaquio Moldes, representante de la Junta de Buenos Aires, para pedir a los cruceños se pronuncien a favor de la independencia del yugo colonial español. Estas dos visitas hicieron reflexionar a los cruceños, quienes pensaron que si no controlaban la situación bien podía ser controlada directamente por la Junta de Buenos Aires junto a los indígenas y negros, con la consiguiente consecuencia para ellos de la pérdida de sus encomendados y esclavos.
De esta manera, los cruceños organizaron el acto de pronunciamiento, este se llevó a cabo el 24 de septiembre de 1810. Se realizó un Cabildo Abierto aprovechando la festividad de la Virgen de las Mercedes que se realizaba ese día. Se conformó una Junta de Gobierno a la cabeza de Antonio Vicente Seoane, hijo del finado subdelegado realista del mismo nombre. Esta Junta de Gobierno no iba contra el rey, ni tenía la mínima intensión de liberar a los indígenas y a los negros de las cadenas de la opresión, se había conformado para decidir con libertad qué posición debían tomar los cruceños frente a los patriotas altoperuanos y a la Junta de Sevilla que gobernaba en España. De esta manera, tras el acto de pronunciamiento se seguía viviendo las condiciones coloniales de manera tan natural como de costumbre en Santa Cruz.

El gobierno de Warnes

A inicios de 1813 llegó a Santa Cruz Ignacio Warnes con una pequeña tropa de soldados. Era oficial del Segundo Ejército Auxiliar Argentino que después de las derrotas sufridas en las Batallas de Vilcapugio y Ayohuma, donde luchó al mando de Manuel Belgrano, había escapado como muchos otros para salvar su vida y continuar la lucha en otro frente contra los ejércitos realistas. De esta manera llegó a Santa Cruz. Sin embargo, firme a sus ideales de liberar a los pueblos oprimidos del colonialismo español, Warnes estaba decidido a hacer de Santa Cruz una verdadera República independiente, donde todos los hombres sean libres y en esa condición derroten a los ejércitos realistas. Así, se inventó un nombramiento de gobernador de Santa Cruz para ser respetado y reconocido que supuestamente le había sido entregado por Belgrano.

Luego de ocupar el puesto de gobernador, para formar su ejército patriota Warnes se dirigió a los cruceños elogiándolos y alentándolos a luchar por una verdadera independencia de España, sin embargo no tuvo éxito. Estos demostraron no ser adversos al sistema colonial.
Warnes se dio cuenta que sólo podía contar con el apoyo de los indígenas encomendados, esclavos negros y mestizos pobres artesanos y chacareros, entonces recurrió a ellos. Formó un ejército de 400 hombres, conformado en su mayoría por indígenas y negros, y algunos mestizos. Con los indígenas y mestizos formó el Batallón de los Lanceros y Fusileros y con los negros formó el Batallón de los Pardos Libres. De esta manera advino la liberación de los oprimidos en Santa Cruz, ahora había llegado el momento de defenderla con las propias vidas.

La primera batalla en la que Warnes y su ejército plebeyo enfrentaron a los realistas, fue la Batalla de la Florida el 25 de mayo de 1814. Con apenas 400 soldados mal armados, Warnes enfrentó al ejército realista de más de 500 soldados que estaban a la cabeza del General Joaquín Blanco. El ejército patriota derrotó aplastantemente a los realistas haciéndoles 100 bajas y apenas haber sufrido 4 bajas. Destacó en esta batalla el negro llamado Ainque, quien con gran destreza derribó al General Blanco de su caballo de un culatazo con su arma descargada para dejar que Warnes lo ultimara con su sable. La fuerza de los deseos de libertad pudieron más en los soldados desnutridos de Warnes que las propias armas enemigas.

Tras la batalla la alegría fue grande en Santa Cruz. Muchos indígenas creyeron por un momento que Warnes era el profeta liberador, la encarnación de Hichi-iursch, amo de la selva, que por fin había llegado a esta tierra llena de maldad para hacerles justicia a sus hijos; de esta manera, dejaron las haciendas de los cruceños y entusiastas se unieron al ejército de Warnes. Muchos mestizos también lo hicieron. Pronto otra victoria patriota se protagonizó en la Batalla de Santa Bárbara realizada en la hacienda del mismo nombre.

La Batalla de El Pari

Warnes sabía perfectamente que en vista de sus victorias las autoridades coloniales enviarían a un ejército sumamente grande y poderosamente bien armado, no sólo para derrotarlo sino para castigar brutalmente a todo patriota. Así que no espero ni un minuto sino que se puso a trabajar para hacer de Santa Cruz una verdadera fortaleza.

Estableció distintos puestos militares alrededor de la ciudad de Santa Cruz, destruyó el camino a Vallegrande para no permitir ingresar al enemigo. Estableció un cuartel en un lugar llamado Alto del Sillar donde pensaba atajar a los realistas. Organizó y entreno arduamente a su ejército. Con su gobierno, Warnes logró establecer no sólo una republiqueta sino una verdadera República en el oriente, que por sus características fue netamente popular.

Francisco Xavier de Aguilera, general realista, al mando de un poderoso ejército de más de 1500 hombres fue enviado del Alto Perú para aniquilar a Warnes y disolver su República. Warnes lo esperó muy atento y listo para derrotarlo en varias batallas a lo largo de su recorrido por la llanura. Sin embargo, Aguilera, que era cruceño, conocía cómo debía moverse en los bosques y praderas del oriente, por lo tanto dividió su ejército para escabullirlo entre la arboleda y los matorrales y así no dejarse divisar por Warnes, hasta llegar muy cerca de la ciudad de Santa Cruz. De esta manera, sorprendió al ejército patriota en los campos de El Pari.

El 21 de noviembre de 1816, 800 soldados de Warnes enfrentaron a 1500 soldados de Aguilera. Warnes en realidad contaba con 1200 soldados, pero 400 se encontraban en los diferentes puestos militares que había instalado en los alrededores de la ciudad cuando fue sorprendido por Aguilera. Esta batalla, considerada la más sangrienta de toda la Guerra de la Independencia en América Latina, duró 9 horas. Después de tres horas de disparos de fusiles y cañones, agotadas las municiones, la batalla se tornó cuerpo a cuerpo. Pese a estar en desventaja y perdiendo amigos, los soldados indígenas, mestizos y negros no se resignaron fácilmente a la derrota. Era una lucha por la vida, y contra la muerte diaria que significaba estar sometidos al sistema de la encomienda y a la esclavitud. Era dar la vida en ese momento para que en el futuro todos sin distinción de raza vivan como hombres dignos y libres.

Sin embargo alguien gritó: “¡Warnes ha muerto!”, entonces en medio de la confusión disminuyó la moral. El hombre que era visto desde el imaginario indígena como un profeta liberador e invencible había caído víctima de un balazo. El dolor entonces cundió los corazones de los patriotas plebeyos. La guerra estaba perdida para ellos.
Pese a todo, para Aguilera la victoria tuvo sabor a derrota. De sus 1500 soldados apenas habían sobrevivido 200. Los subsiguientes días destacó patrullas para eliminar a todo patriota que huyendo se había escondido en el bosque. Posteriormente, marchó con su ejército desde su cuartel de San José a Santa Cruz, donde entró triunfante acompañado de algunos curas y con la cruz al frente. Fue recibido con honores y con gritos de “¡Viva el rey Fernando XVII!” por los cruceños, quienes además festejaron por varios días la victoria realista.
Aguilera, aún muy dolido por la pérdida de sus soldados, estaba listo para ejercer un gobierno del terror. Como primera medida exhibió la cabeza de Warnes en una piqueta en la plaza principal. Las próximas semanas, torturó y ejecutó a muchos sospechosos de haber contribuido con los patriotas. Así se eliminó la joven República de Santa Cruz que tuvo una vida de casi tres años.

Aguilera restableció la esclavitud abolida por Warnes, con lo que los cruceños quedaron muy complacidos y gobernó Santa Cruz hasta 1825. Leal al rey hasta el final de sus días, moriría en 1826 fusilado por Anselmo Ribas, prefecto de Santa Cruz, quien antes fuera su propio oficial. Éste exoficial de Aguilera, como muchos, desde 1823 se había pasado al bando patriota una vez que vio perdida la causa realista para formar parte de los fundadores del Estado republicano colonial boliviano.
Los cruceños también serían los fundadores del Estado republicano colonial boliviano enviando a su delegado Antonio Vicente Seoane a la Asamblea Deliberante de 1825, dejando así sepultados los méritos de los oprimidos de siempre que dieron sus vidas en la Batalla de El Pari, y levantarían hipócritamente la imagen de Warnes para rendirle homenaje cuando siempre le despreciaron.

Bibliografía

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García Recio, José María. Análisis de una sociedad de frontera. Santa Cruz de la Sierra en los siglos XVI y XVII. Excma. Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla, 1988.
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Sanabria Fernández, Hernando. Breve historia de Santa Cruz. Librería editorial Juventud, La Paz, 1995.
Vasquez-Machicado, Humberto / Vasquez-Machicado José. Santa Cruz de la Sierra, Apuntes para su historia (Siglo XVI al XX). Editorial Don Bosco, La Paz, 1992.

La Paz, 16 de noviembre de 2010

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