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2012: perspectivas negras... también rosas y hasta rojas
Por Guillermo Almeyra - Tuesday, Jan. 10, 2012 at 1:27 AM

Ya acabó un año terrible. Sin embargo, siguen en pie todas las tendencias desastrosas que amenazan con perpetuarse y agravarse, en particular en Europa pero también en América Latina. Sin embargo, hay algunas débiles lucecitas que hacen menos lúgubre el panorama.

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Por ejemplo, la gran resistencia de los trabajadores griegos ha llegado ya a la ocupación de fábricas y comienza a contar con el respaldo de otros movimientos obreros, con larga tradición combativa, como el belga valón; en Francia, Sarkozy será seguramente derrotado, en Italia empiezan a moverse los jóvenes y los metalúrgicos desplazando el terreno de lucha desde el marasmo parlamentario hasta la ocupación de calles y escuelas, mientras en España, frente a la feroz ofensiva patronal-gubernamental, los indignados ya no serán la excepción en el campo de la resistencia social como lo muestra la evolución política del País Vasco. Es cierto que los sindicatos están debilitados y forman parte del establishment, pero tienden a ser superados por luchas y formas más democráticas y activas, como los nacientes comités o consejos de empresas, que tienen programas más radicales. Es cierto que la crisis desarrolla también tendencias racistas, xenófobas y alas fascistizantes de la burguesía pero, por primera vez en décadas, tiende a unir a los obreros nativos golpeados por la desocupación y la pérdida de derechos con los inmigrantes, que son las principales víctimas. De modo que la ruptura y fragmentación de la unidad de los trabajadores que durante tanto tiempo permitió las maniobras de los patrones, de los burócratas sindicales y de los demagogos apolíticos en la derecha, subsiste aún, pero la situación es otra en el campo de las luchas y de la subjetividad que éstas cambian. En las elecciones en Francia crecerá sin duda el voto color negro del racista del Frente Nacional, pero probablemente ganará el rosa de los socialistas, entre los cuales se desarrollan, en la izquierda, tendencias rojas (o rosa intenso, al menos). Y los conflictos con la derecha social se resolverán cada vez más en las calles.

Al mismo tiempo, aunque hay una muy ligera recuperación de la economía estadounidense, la crisis económica no ha sido superada y se suma a la crisis política, porque Obama pierde posiciones ante una derecha troglodita que se lanza contra todos los elementos de amortiguación del conflicto social. Los indignados estadounidenses, a diferencia de los de España, comienzan a unirse con los dos segmentos principales de los trabajadores: los inmigrados y lo que queda de los sindicatos, que luchan por no desaparecer. No pudiendo depender del seudoreformismo de Obama y del Partido Demócrata frente a la ofensiva económica del gran capital y la política de los republicanos, muchos de ellos avanzarán, como en todos los momentos de grandes crisis en la historia de Estados Unidos (1917, gran depresión, guerra de Vietnam), hacia la autoorganización politizándose en la lucha misma.

En Rusia y en China, los dos grandes pulmones que consiguió el capitalismo después de 1989, se esbozan también grandes cambios. Putin, en efecto, ve crecer la oposición nacionalista del Partido Comunista y también una oposición democrática de los intelectuales, y en China las huelgas en 2011 llegaron a 180 mil y hasta hubo sublevaciones de ciudades, como la de Wuhan, que obligaron a las autoridades a retroceder, a salvaguardar en parte la ocupación y el ambiente y a aumentar los salarios (reduciendo así la competitividad de la industria de exportación china). La nueva dirección resultante del próximo congreso del partido china deberá, a la vez, conducir la economía hacia un enfriamiento que, sin embargo, permita absorber el desempleo agrícola y en la industria para la exportación, y hacia una ampliación del mercado interno que no eleve demasiado los precios de las mercancías que ofrecen. Al mismo tiempo, tendrá que conceder márgenes a las exigencias de democratización mientras sigue sosteniendo, en cambio, a la monarquía hereditaria comunista de Corea del Norte, con todo el desprestigio que esto le acarrea. En efecto, no puede permitir el derrumbe de ese régimen pues llevaría a la incorporación de Corea del Norte a la del Sur y, por consiguiente, Beijing tendría bases estadounidenses en su frontera, pero tampoco puede identificarse con esa dictadura anacrónica. Por último, la revolución democrática que sacude el mundo árabe sigue en marcha y se profundizará.

En cuanto a Cuba, busca dividir a sus enemigos y recibe al pastor alemán olvidando que el anterior, Karol Wojtyla, fue a Nicaragua para acabar con el sandinismo y que el actual va a Cuba para poner a la Iglesia católica en vez del Departamento de Estado como eje de la oposición restauradora del capitalismo. Por otra parte, la crisis estrecha violentamente los márgenes de maniobra del neodesarrollismo extractivista de los gobiernos progresistas. Los gobiernos boliviano, peruano, ecuatoriano, argentino encuentran gran resistencia popular cuando emprenden sus megaproyectos con las transnacionales mineras canadienses y estadounidenses (y hasta chinas) a costa del agua y del territorio de los pobladores. No pueden tampoco seguir subsidiando los servicios (luz, gas, transporte, agua) y los consumos de la mayoría de la población y, al mismo tiempo, al gran capital. Deben optar entre una reforma agraria o la exportación de soya para forrajes o entre más derechos democráticos y nuevas leyes represivas (como la ley antiterrorista en Argentina). La crisis hace crujir todas las viejas políticas y los equilibrios y agudizará la lucha de clases. El gran capital bancario y trasnacional está cada vez más fuerte pero no tiene base política popular. ¿Intentará volver a la fase de los golpes de Estado aunque no tenga ya los medios de antes? ¿O tratará de crear un bloque con los gobiernos progresistas contra los trabajadores al estilo de los gobiernos de la socialdemocracia europea? Eso lo resolverá la lucha que marcará los próximos meses.

Fuente: La Jornada

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