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TODO UN SÍMBOLO
Por Fuente: Clara Riveros Sosa - Friday, Jan. 20, 2012 at 4:51 PM

La civilización que venía a imponer los devastadores monocultivos de exportación, no podía entender a las culturas integradas a la naturaleza, y las confundió con la vocación demoníaca o la ignorancia.[....]
[....] la civilización que confunde a los relojes con el tiempo, al crecimiento con el desarrollo y a lo grandote con la grandeza, también confunde a la naturaleza con el paisaje, mientras el mundo, laberinto sin centro, se dedica a romper su propio cielo.
Eduardo Galeano

La absurda historia de un meteorito que se quiere hacer “trabajar” de promotor turístico en una exposición germana a un costo inmenso (patrimonial, mítico, científico, cultural, económico y de riesgo de su integridad) resultaría ridícula si no fuese a la vez un hecho concreto y también la síntesis de una cosmovisión no reducida sino miope.
Por supuesto que muchas cosas peores podrían pasarnos (y de hecho nos están pasando) que el arriesgado, deshonroso e innecesario viaje del meteorito El Chaco hasta Alemania. Pero se da el caso de que esta gran piedra del cielo, con sus avatares, viene ahora a resumirlas todas, adquiriendo entonces un nuevo carácter simbólico.
Uno de esos aspectos de la cuestión es la falta de respeto por la integridad de un bien que ni siquiera pertenece a las generaciones presentes y muchísimo menos a gobernantes que, al fin de cuentas, siempre están y estarán de paso.
Así es como, con asombrosa facilidad, esos bienes comunes e irrepetibles “se prestan”, se dan en comodato, arrendamiento, o la figura que sea, y se contabilizan las “inversiones” pero jamás los perjuicios.
El Cordón del Famatina –por dar un ejemplo candente, pero hay demasiados- no se vende ¡no! sólo se lo otorga en concesión, y algún día nos lo devolverán convertido en una estéril y supercontaminada pampa horadada por inmensos cratéres como los de la Luna ¿Exageración? Vean en documentales y en Internet las obras ya consumadas por la minería a cielo abierto así como por las petroleras que extraen gas y petróleo no convencionales en distintos lugares del mundo: monstruosos escenarios infernales e inutilizados, vacíos de la más remota señal de vida, que se extienden interminablemente, como en Alberta, Canadá , de horizonte a horizonte. Pero también en nuestro país. Y eso es lo que nos reintegrarán, amén de una sociedad que ha sido deliberadamente tentada, corrompida, extorsionada y fragmentada, para que se rindiese a los planes de las corporaciones y de quienes las apañan. Todos ellos llegan a tal extremo de disociación que no ocultan esas terribles imágenes de demoliciones planetarias sino que, por el contrario, terminan exhibiéndolas con orgullo como prueba de sus “logros”, publicándolas en diferentes medios impresos y en la red.

En la misma tónica, en nuestro país, de acuerdo a la nueva ley, tampoco venderemos tierras a extranjeros...pero se las concederemos temporalmente para sus producciones “ex situ” (fuera de su sitio), esto es que explotarán nuestras tierras en su provecho y como mejor les convenga, fuera de su país de origen donde su geografía o sus leyes no se lo permiten, o bien porque les ocasionaría depredación y contaminación y responden entonces a la política de “eso no en mi casa”; o porque no les alcanza el espacio. O porque resulta un imán irresistible disponer de agua dulce en la gran abundancia que demandan sus producciones y/o extracciones y en zonas donde saben que contarán con prioridad de uso y a un costo irrelevante. También en estos casos acabarán por restituir las tierras... ni bien se tornen estériles, contaminadas y desiertas -con el agua extinta, subrayemos- o cuando el negocio deje de ser rentable. Ocurre que en los últimos tiempos ya no es necesario comprarlas; así es más fácil. No es ésta una perspectiva imaginaria sino un vistazo a lo ya sucedido en muchos otros lugares.

Y suma y sigue, con tantos ejemplos que sobran, pero es ineludible señalar la desaprensión –cuando menos- con que son tratadas las personas que – solas o comunitariamente- se interponen en el camino de este arrollador “progreso”, sean aborígenes, pobladores rurales o urbanos. Desaprensión en los proyectos, pero que en el campo de la realidad se transforma en acoso, intoxicación, persecución, e incluso criminalización. Muertes también, ya las tuvimos.
Volviendo al resistido traslado del meteorito, además de las declaraciones y los alegatos leídos y escuchados en estos días, nos parece que la decisión oficial pone al descubierto el poco conocimiento que poseemos acerca de lo que somos y de lo que tenemos. Y también que, pese a la verdad que entraña aquello de que “no se ama ni se defiende lo que no se conoce”, también es cierto que con demasiada frecuencia hay muchas cosas que conocemos en superficie pero que no sabemos apreciar ni interpretar en la totalidad de su sentido.

En dupla que se refuerza mutuamente, la ignorancia de nuestra propia realidad y la errónea lectura que hacemos de ella, nos llevan tanto a la inconsciencia como a la desvalorización de lo nuestro, del patrimonio en común. No intentar revertir esta situación -lo que implica hacer intervenir decididamente a la educación sistemática y a la difusión popular- significa casi un apoyo cómplice –que viene de larga data- a esa inconsciencia que decíamos y que es la que permite que con total indiferencia nos dejemos despojar alegremente de bienes que ni siquiera sospechamos que lo son.
Tendemos a suponer que lo único que vale es lo “grandote” que se confunde a menudo con la auténtica grandeza, tal como nos lo recuerda Eduardo Galeano en las frases que pusimos de epígrafe. De este modo nos subestimamos terriblemente por no tener acá unas montañas altísimas, unas cataratas como las del Iguazú, ni un mar lleno de olas, y nos quedamos con la boca abierta cuando un extranjero que está de visita en estos pagos se deslumbra con elementos del ambiente local en los que ni siquiera habíamos reparado.
En esa línea de ausencia educativa nos ha tocado encontrarnos con gente con –por lo demás- un buen nivel de educación, que expresan:
- El yagua...yaguareté ¿no?¿es un zorro, verdad?-
– ¿Sismos en esta provincia? ¿Estás loca?-
-¡Mirá, todo lo que me vengo a enterar ahora de los meteoritos!-
- Acá no hay ciervos-
- Esos arbolitos no sirven para nada- (Se trataba de curupíes sobre los que ya escribimos en otras ocasiones)
- [En Resistencia] La avenida 25 de mayo siempre se inundó.
La lista se haría larguísima.
Regresamos una vez más al caso paradigmático del meteorito que inspiró estas líneas, pero siempre asumiendo que no es –reiteramos- un caso aislado sino uno más que ilustrativo de cómo se entiende al ambiente natural y cultural que nos es propio.



Ante la decisión oficial de remover el meteorito Chaco y enviarlo a una exposición en Alemania, una de las maneras más falaces con que se pretende desvirtuar todo alegato en contra, es esgrimiendo la pregunta: -¿Ud. fue a conocer Campo del Cielo?- . Se trata de presentar a quien diga que nunca estuvo allí como a alguien despreocupado de la realidad chaqueña. Somos mayoría los chaqueños que no conocemos ni ése ni muchos otros puntos de interés de la provincia, pero no por dejadez ni indiferencia, sino porque no hay nada organizado al respecto: transportes públicos, excursiones programadas, folletería informativa, servicios, y – de existir- se encuentra ausente la publicidad sobre todo ello. Además, la posibilidad de llegar directamente y con cierta comodidad, se encuentra restringida a quienes poseen vehículo propio; la gente de a pie, bien, gracias, pero en casa.
Nos preguntamos, a nuestra vez, si Campo del Cielo, los Parques Naturales (provinciales, nacionales o reservas privadas) y otros sitios para recorrer y observar, no sólo atractivos sino importantes y enriquecedores, cuentan con el estímulo y la difusión que significaría convertirlos en destinos regulares e ineludibles de excursiones estudiantiles e incluso como premio escolar. Claro está que cuando mencionamos estos viajes de alumnos necesitamos que se aparten de las clásicas y descontroladas salidas en que un grupo de chicos sale a aplanar el pasto (cuando menos) y regresa sin saldos positivos en su educación. El placer del paseo no se contrapone con la guía experta, con el seguimiento de un pequeño programa y, al regreso, la elaboración de un trabajo escrito, expresiones orales, dibujos, fotos, o cuanto dicte la creatividad y el entusiasmo de los docentes y de los mismos chicos.

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