Julio López
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El Famatinazo: El Pueblo que transformó la Lucha en Vida
Por Fuente: IdeasCasiPrincipales Publica: Indycba - Monday, Jan. 23, 2012 at 10:17 AM

El Famatinazo: El Pueblo que transformó la Lucha en Vida

Crónica sobre la organización de los vecinxs del Famatina y el Chilecito, quienes emprenden el corte de ruta en Alto Carrizal. Transcurre del Sábado 14 de Enero al Martes 17.

Paso del Cordobesismo (ex-Cordobazo) al Famatinazo. De una población hoy dividida por el Código de Faltas, a la aproximación de un pueblo que permaneció tan unida que le arruinó la existencia a dos multinacionales canadienses.

Viajar por los caminos nos lleva a un obstáculo: la policía. Preguntan el nombre, la procedencia, el lugar de destino, el porqué del viaje, otra vez te preguntan el lugar de origen. Todo se anota en una libretita. Un acompañante infante grita “El Famatina no se toca”. Nos escrachó. Igual, los dos oficiales nos permiten avanzar. Piuf.

Un cartelito señala el recorrido del Alto Carrizal a la izquierda. Abajo, otro cartelito: “A la Dignidad”.

Alto Carrizal está a pocos kilómetros de la ciudad de Famatina, capital del departamento homónimo de la provincia de La Rioja. Al aproximarnos a su corte, no es de extrañar la presencia de coches estacionados. Y frente a los mismos, carteles, pancartas y afiches de todo tipo como muestra gráfica de apoyo. En medio de los coches y los afiches, se encuentra una canaleta donde fluye una corriente agua, con un color que mezcla el verde claro con el marrón. La corriente proviene del deshielo. Allí se aprovecha para el riego de cultivos. Una estirada bandera argentina se hace presente para imponer el límite físico, junto con su carga significativa que lleva en sí sus colores. Deberían estar presentes cinco personas como mucho para encargarse quienes tienen el privilegio de observar que esa bandera sea levantada como inicio de bienvenida. La consigna es clara: ningún vehículo o persona que tenga apariencia directa con la actividad minera se le puede otorgar la entrada.

Al lado, se encuentra una casa. Una casa con una arquitectura bastante particular. Parece un pequeño fuerte del siglo diecinueve, utilizada durante la Guerra Civil. De cualquier manera, su dueño es el que le ofrece a la pueblada el suministro de agua potable y de energía eléctrica requerida.

Si uno pretende estar allí y me preguntase cuánta gente se encontrará allí, le respondería que el número es siempre relativo. Siempre dependerá de lo trascendente del día y en qué momento del día se piensa arribar. En ese día sábado, momento de mi llegada, hay menos gente de la que esperaba. Al anochecer, ese número se duplica. La noche no sólo tiene el clima adecuado, en contraposición con el calor del día que puede resultar molesto pero no agobiante; sino que además es el momento donde la música es el agite vibrador de la pueblada. Los vecinxs afirman que en la lucha, el arte siempre está presente, como es el caso de las pinturas y los dibujos que se cuelgan. Para el cronista presente, la música es el climatizador que mantiene un cierto espíritu esperanzador para la pueblada.

Las carpas se amontonan como quieren. Siempre preferirán estar a las sombras.

Dos ollas permanecen hirviendo. Todo el día están hirviendo. No sólo para el almuerzo y cena. Sino todo el día. Para llenar termos, para lo que sea.

Una canilla, conectada con mangueras al famoso fuerte, suministra el agua requerida para lavar los platos y los cubiertos o llenar con agua las botellas. Estas últimas se guardan con tres o cuatro freezers.  A su vez, otra manguera se conecta con una botellita de plástico. Abriendo y cerrando su tapita, más unos pedazos de cortinas de plásticos negros, permiten el funcionamiento de una improvisada ducha. Y si de baños se trata, hay dos improvisados. Uno para cada sexo. Y si no… hay como veinte kilómetros de baño, como diría Carlos.

Vecinxs que participan de las asambleas de Famatina, vecinxs que participan de las asambleas de Chilecito, vecinxs que vienen en distintas partes del país conforman este corte. Un corte que pone un límite de un camino. Por un lado, un pueblo. Del otro, a unos veinte kilómetros, el asentamiento de una mina llamada La Mejicana, sitio donde la Osisko Minning Corporation pretende instaurarse en su búsqueda por materiales preciosos. A pesar de los carteles de “No a la Mina”, la pueblada trata de mantener en claro que su posición no va en contra de la minería en general, sino de aquella que pretende atentar contra la vida y de la existencia de los recursos naturales esenciales. Es decir, aquella que pretende el uso indebido de cianuro como material para obtener los minerales.

De todas maneras, y lejos de pretender conformar un asentamiento de caprichosidad ambientalista, la pueblada tiene a su disposición su propio modelo económico. Por un lado, la  agricultura. Lejos de una estructura patriarcal, hay vecinxs que se mantienen mediante el mantenimiento de sus propias huertas, donde allí cultivan vid, duraznos y hasta nuez. Y por otro lado, el turismo. Cualquier punto occidental del departamento es susceptible a transformarse en una postal. Cuenta un docente de allí, que las montañas del Famatina llevan 500 millones de años de existencia; serían diez años más viejas que toda la Cordillera de los Andes. Por ende, habrán sido testigos del nacimiento de los primeros microorganismos del planeta. Esta curiosidad geográfica puede servir de estimulante para cualquiera que pretenda acercarse por estas tierras, observando la presencia persistente de montañas con picos de hielo, y con una distribución equilibrada de árboles con el color verde más intenso que se pueda imaginar y con la compañía de familias de cactus.

He aquí la contradicción con la mega-minería: agua con cianuro es un coctel difícil de utilizar para el riego y para la vida; las explosiones en montañas no son garantes de la mantención morfológica de estas mismas.

Con el registro de mi filmadora, he tratado de evitar caer en la saturación de imágenes paisajísticas, como si se tratase de una postal turística. Sin embargo, las montañas son inevitables. Porque son claves para la lucha.

Los famatinenses no son pavorosos con los extranjeros. Están dispuestos a compartir sus paisajes.

Si bien las banderas argentinas son muy persistentes con sus presencias, y las virgencitas y los santos patronos están cómodxs con su visibilidad, la claridad de la lucha forja una unidad en donde distintos planteamientos se establecen en cada momento. No necesariamente encarnadas en la discusión, sino en el propio campo visual. Mientras hay remeras del Niño del Hualco, o sea el niñito Dios, también se presentan remeras del Che, de Mafalda, algún que otro de Darío Santillán, etc. Cristianos, patriotas, anarquistas, trotskistas, partidarios, funcionarios públicos, el intendente de la ciudad capital, el padre Omar… conforman una amalgama sin llegar a ser un caldero.

¿El modo de organización? La asamblea.

¿La modalidad de lucha? El corte.

El pacifismo es el entramado vigente. Una bandera multicolor de la Paz, colgada al costado de la entrada, nos lo recuerda. El cero por ciento de alcohol es ley vigente; ley seca pero sin Al Capone. Para chupar, se camina cuesta abajo a tres cuadras pa’ un kiosco. Y si se vendió todo, se va para la próxima esquina a entrar a una despensa. Alguien me comenta, mientras bajamos, que en plena oscuridad pensaron encontrar una cantina para tomar cerveza. Resulto ser una comisaría.

El perro que se hizo famoso en las redes sociales, con su vestimenta oscura que dice “Fuera Mina” resulta ser hembra y juguetona. No recuerdo el nombre que le puso su dueño, pero todos la llaman Lassie.

Se hace de noche. Membranófonos y aerófonos relinchan las partículas de aire para generar un ambiente más cálido, junto con la fogata que se acrecienta, luego de echar la leña. Alguien dona un televisor, posiblemente un plasma. Alguien que trabaja en una empresa de televisión satelital, instala el servicio para ver canales. Todo se hace más caliente: algunos sostienen que es insostenible que esté presente un televisor en funcionamiento. Quizás porque la televisión esclaviza las mentes. De cualquier manera, la televisión permanece encendida de ahora en más en el sector de la cocina.

Domingo 15. Un día antes del Lunes 16, vulgarmente o irónicamente denominado por los pueblerinos como el Día D. Es la fecha que se vence el contrato del Estado con la Osisko. Todo el mundo se debe presentar para entonces. Las mañanas son agradables. Se tornarán más calurosos a partir del mediodía. La preparación de una radio abierta durante 25 horas seguidas, 25 horas antes de la llegada de los habitantes de la ciudad capital, con caravana mediante, es el punto estratégico de difusión para el evento. También servirá de protección, en caso de la llegada de las brigadas especiales.

Las computadoras, la conexión por Wi-Fi, la energía compartida por el dueño del fuerte y la colaboración incondicional de la Red Nacional de Medios Alternativos hacen posible esta gesta comunicacional. Más de treinta radios ofreciendo su espacio para la retransmisión, incluyendo uno de Venezuela. Micrófonos que se sujetan con botellas de plástico vacías, con duraznos adentro para mantener los envases firmes a la mesa. Entrevistas a vecinxs, música, actualizaciones, todo en una lucha maratónica por mantener las veinticinco. Los dos Carlos, padre e hijo, se coordinan entre sí, junto con el resto del equipo. Un corte de luz programado a la tarde durante dos horas, y una baja en la térmica, no impiden seguir adelante con tal de llegar al tan deseado número.

Don Eugenio tiene la misma cantidad de años de edad que la cantidad energía que posee como para seguir adelante.

Lunes 16. Por la mañana, la radio continua, después de acaparar toda la madrugada. Llega el mediodía. Bocinazos. Coches. Chatas. Banderas. Aterrizajes de cuerpos enteros. La comisión de cocina con los pelos de punta. La gente firme, con toda su fuerza, se amontonan en una multitud repleta de cánticos y colores. “No se tocaaa, el Fama no se tocaaa”. “Y ya lo vé, y ya lo vé, es para Beder que lo mira por TV”. “El que no salta, es de Osisko”. “Un minuto de silenciooo, para Beder que está muerto”. “El pueblo, unido, jamás será vencido”. “Beder, no entiende, el pueblo no se vende”. “O le le, o la la, si éste no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?” ¿Cuántos son? Difícil de establecer. Tampoco se animan a arriesgar los que están allá. No se sabe donde comienza y donde termina.




Si uno observase a los medios, parecería un escenario de alta tensión, en donde en cuestión de minutos, el gobierno o la minera estarían dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de levantar el corte. Sin embargo, el júbilo del pueblo venció al miedo. No hay olor a plomo, sólo olor de las ollas hirviendo. No hay disparos, sólo los tambores. No está el color rojo de la sangre, sólo el rojo de las sandías que se están sirviendo.

Por la noche, se hace una marcha de las antorchas. Se hace más temprano para poder ser transmitidas en vivo por la televisión. Debo bajar la exposición de mi cámara para oscurecer el fondo y así resaltar el brillo de las velas.nció al miedo. No hay olor a plomo, sólo olor de las ollas hirviendo. No hay disparos, sólo los tambores. No está el color rojo de la sangre, sólo el rojo de las sandías que se están sirviendo.

El martes 17, por la mañana, es el día E. Posterior al D. E de Emoción. El mantenimiento del corte, superando aquella fecha clave es un logro. Pero a la vez, es un logro que empuja a algunos a tomar el retiro, a cumplir con otras funciones. La despedida de algunos genera una fuerte tristeza. Tan lejos, pero a la vez manteniéndose unidos en una lucha compartida. La despedida con llantos es algo que se torna inevitable. Si los aplausos no bastan, los muchachos, con Chelo a la cabeza, toman bombos y platillos, cantando y riendo, “Ole ole olé, ole ole olá… en otra lucha nos volveremos a juntar”. Ritmo con efervescencia para calentar la alegría y ganarle al calor. Alegría para mantener la lucha.

Ahora hay menos gente. Desde la estación de radio, se retransmite la 101.5 FM Famatina, uno de los pocos medios que ofrece su espacio de apoyo al corte. Tal es así, que su director Walter está presente en la protesta. Nos impulsa, con el micrófono a mano, a que entre todos limpiemos el lugar. Una escoba hecha por ramas de un árbol, recogimiento de piedras, regar las tierras para hacer barro. Mientras que él, toma palas y picos para remover la tierra del suelo y lograr una mejor nivelación. Las ollas siguen hirviendo.

Hanna Arendt decía que la muerte es quizás lo más anti-político que hay. La política entonces se torna algo vital. La lucha por la vida deja de ser una noción básica en toda lucha para ser concretado en algo tangible a través de la unidad. Tan tangible como un pueblo derrotando a una monstruosidad tan enorme, como lo fue la Barrick Gold y ahora el Osisko.


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juan salvo
Por para cristina k - Wednesday, Jan. 25, 2012 at 9:40 AM

si este no es el pueblo
el pueblo donde esta?

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